Tercer Congreso Católico Nacional Español Sevilla 1892

 

Punto II

«Juicio crítico sobre las investigaciones protohistóricas realizadas en la segunda mitad del siglo XIX en sus relaciones con la doctrina católica, y examen y refutación de los múltiples errores que contra esta se propalan a nombre de la Prehistoria.»

Extracto de la Memoria
de D. Joaquín M. de Moner

Empieza el Autor su trabajo indicando la dificultad de desarrollar en una Memoria teórico-práctica tema tan vasto y fecundo; y para no entrar en largas disquisiciones históricas se limita a tres puntos concretos afirmando que sobre esta materia importantísima hay una tesis de lo prehistórico, una antítesis en los errores prehistóricos y una síntesis de la verdadera doctrina de la Iglesia Católica.

Después de vindicar a los Santos Padres, Doctores Eclesiásticos e Intérpretes Católicos de algunas falsas acusaciones, y de aclarar ciertos conceptos que podrían dar margen a lastimosas equivocaciones, confundiendo los diversos sentidos del Texto Sagrado, pasa a exponer la tesis diciendo; «que lo prehistórico es lo anterior a la historia relativa a los orígenes del mundo y de los hombres, y puede columbrarse distinguiendo lo creado de lo hecho y de lo formado por Dios, puesto que con esta trilogía podemos conocer lo prehistórico, sino en su totalidad, al menos en parte, separando lo que Dios creó, lo que hizo y lo que formó. De esta manera lo creado puede permanecer en parte oculto, lo hecho aparecer oculto pero revelable, y lo formado ser revelado y revelable. » [744]

En apoyo de esta tesis prehistórica concebida en un sentido tan genérico y expresada en términos tan absolutos añade: «que lo prehistórico comprende un antecedente que es el tiempo anterior a lo gaseoso creado por Dios, un subsiguiente o tiempo relativo a lo líquido o lo hecho por Dios, y lo consiguiente o referente a lo sólido formado por el mismo Dios; antecedente, subsiguiente y consiguiente que son la materia o el sujeto de todo lo prehistórico, y que explicado abraza los tres puntos de vista del orden a que se refiere la tesis prehistórica.»

«Dicha tesis, como prehistórica, prosigue el Sr. Moner, no puede comprender o referirse al Mundo que habitamos, ni a la pareja primitiva, o sea a Adán y Eva nuestros primeros y únicos Padres, sino al orden que precedió a la creación, hechura y formación del mundo o sistema actual, de suerte que lo prehistórico en el verdadero sentido de la palabra es todo lo anterior a la existencia de lo que hoy subsiste, a todo lo actual más o menos subsistente y a todo lo coexistente sea de una manera u otra hasta el fin de los siglos; así que no es prehistórico lo existente, subsistente y coexistente desde el principio de nuestro tiempo, por ser relativo a otro tiempo, a otro orden distinto, diferente y diverso del actual. »

En opinión del Autor de la Memoria, el espacio o transcurso que medió desde que Dios hizo y formó los orbes hasta la constitución definitiva de nuestro sistema planetario representa un tiempo al cual podría llamarse antehistórico o prehistórico de segundo grado, y abrazaría dos grandes épocas, la de la composición o hechura y la de la formación.

«Considerando así lo prehistórico o antehistórico admite, según el Sr. Moner, diferentes interpretaciones verdaderamente católicas. Tesis católica de lo prehistórico, tomado en esta segunda acepción, es la que atribuye a la composición y formación del Mundo cuarenta mil años, concediendo a la palabra día o tiempo cinco mil años; tesis católica es la que asigna a dicho tiempo mayor número de siglos; tesis católica es la que señala menor número de años a la composición y formación de los orbes que constituyen nuestro sistema planetario: pero semejantes tesis son muy discutibles, dada nuestra ignorancia acerca de ciertas calidades, condiciones y circunstancias de los astros, estrellas y planetas, y acerca de sus relaciones y comunicaciones, por estar [745] oculta bajo los velos del misterio la naturaleza íntima e íntegra de la misma cosa.»

La tesis prehistórica, a juicio del Sr. Moner, tiene una antítesis notable en todos los escritores contrarios al Catolicismo que trataron de esta materia, escritores que marcan la existencia de dos corrientes corrompidas y anticatólicas; dos corrientes nacidas de un mismo principio antiguo, pero asaz fecundo en variantes y derivaciones: dicho principio es el panteísmo y dos de sus principales ramas son el evolucionismo y el transformismo; evolución que dio origen al panteísmo racional subjetivo y objetivo de Pitágoras, Espinosa, Kant, Fichte, Hegel y otros muchos filósofos, transformación que dio motivo a antiguos sistemas filosófico paganos y de que fue expresión cumplida toda teogonía idolátrica, y los sistemas absurdos sustentados en nuestros días por Buchner, y aún por Darwin y otros naturalistas.

Detiénese el Autor en refutar las teorías de la evolución y de la transformación en el concepto materialista, rechazando ambos sistemas como contrarios a la idea de Dios, y por lo mismo a la verdadera doctrina de la creación, al gran misterio de la Redención del hombre por Jesucristo y al dogma consolador de la restauración o salvación. Para el panteísmo evolucionista y transformista, dice el Sr. Moner, no hay esperanza ni consuelos, porque el fatalismo informa a uno y otro sistema; no hay reintegración, ni reparación, porque todo está hecho y se hace a un mismo tiempo, siendo lo prehistórico una capa con que pretenden sus secuaces cubrir sus absurdos.

A esta antítesis absurda y repugnante el Catolicismo opone una síntesis preciosa y luminosísima, con la cual quedan victoriosamente refutados todos los errores antiguos y modernos, especialmente los prehistóricos.

Ante todo establece que hay una fuerza, energía absoluta, perfecta, espiritual, o bien un Espíritu creador, conservador, restaurador y perfeccionador absoluto, y por tanto infinito, inmenso y eterno, o sea Dios nuestro Señor, que crió todas las cosas simultáneamente (hablando o tomando la palabra creación en general); Dios que ejerció su poder por sí mismo en un instante, pero que fuera de sí quiso que apareciesen sus obras, que se hiciesen y formasen con prioridad y posterioridad, o sea prehistórica e [746] históricamente, marcando una continuidad o sucesión, a que llamamos tiempo primitivo principal y tiempo secundario, para que de este modo se viese con separación de creación exterior lo que se verificó antes de crear los orbes y lo que tuvo lugar al crearlos, hacerlos y formarlos.

La síntesis católica nos dice que los seis días de la creación fueron no puramente días, sino tiempos definidos por la naturaleza de las cosas, o bien que éstas fueron la causa de los tiempos, la misma síntesis nos enseña que la evolución y transformación no puede entenderse como la sostienen los materialistas, sino en el sentido de que una cosa que es con determinado estado, sin perder su esencia pasa a tener otro estado, sin perder su subsistencia; que las cosas se transforman cambiando sólo las formas accidentales y eventuales, pero no en manera alguna sus formas esenciales o substanciales, y menos su causa u origen, su fin y destino que son perpetuos.

Finalmente, la síntesis católica relativa a lo prehistórico es una generalización que admite dentro de la lógica tanto lo evolutivo como lo transformativo, considerando ambas cosas, no como condición de ser y de existir, sino como razón de conocer o de adquirir todos los conocimientos. Generaliza para clasificar y dividir, no para aseverar la transformación y pérdida de géneros y especies como Darwin, o para juntar el ser con lo nada como Hegel, o el objeto con el sujeto como Kant, sino para hallar la diferencia del Creador y de las criaturas, la de los reinos de la naturaleza, la de los cuerpos y de los espíritus; en suma, para hacer comprender a todos cual es la idea perfecta del progreso, que no es evolutivo, porque no aumenta, que no es transformativo, porque no crece, sino acumulativo, puesto que añade, adiciona, enriquece y eleva.

Concluye el Sr. Moner su memoria indicando cinco medios prácticos para evitar el que caigan los fieles en la doctrina panteística y su enseñanza prehistórica.

1º La creación de una Cátedra en cada nación, consagrada exclusivamente a enseñar la verdadera Prehistoria Católica, sus dogmas y sus observaciones y aplicaciones.

2º Que todos y cada uno de los escritores católicos que escriban de asuntos históricos y prehistóricos al principio de sus [747] obras declaren terminantemente son católicos, contrarios a todo panteísmo evolucionista y transformista.

3º Que se procure evitar el que ningún fiel emplee palabras panteístas o lenguaje de los evolucionistas y transformistas.

4º Que, si se emplean, ha de ser protestando antes que las usaron en sentido metafórico, pero sin darles carácter alguno positivo; pues es de lamentar que se haga frecuente el uso de muchas palabras que tienen un significado contrario al Catolicismo y favorables a los evolucionistas y transformistas.

5º Procurar siempre que se hable de lo prehistórico asentar sus fundamentos en el dogma de la Beatísima Trinidad y en el Misterio de la Sacrosanta Eucaristía, pues que siendo aquel la suma de todas las cosas, y este el Memorial de todos los prodigios, han de derramar luz suficiente para adelantar, en los conocimientos prehistóricos e históricos y en todos los órdenes del saber humano.

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C.C.N.E.
III C.C.N.E.
Tercer Congreso Católico Nacional Español
Sevilla 1893, páginas 743-747