XIX Congreso Mundial de Pax Romana España 1946

 
El Escorial
Día 28 de junio de 1946 a las cinco de la tarde

Introducción general al tema segundo:
«El universitario y los problemas de la Universidad.»

Bajo la presidencia del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Cardiff, y con la asistencia de los Excmos. Sres. Obispo auxiliar de Madrid-Alcalá, Dr. Morcillo, y Obispo administrador de Valencia, Dr. Hervás; del Presidente internacional de PAX ROMANA, Sr. Ruiz-Giménez; Vicepresidente internacional, Mr. Kirchner, y otras personalidades, se abre la sesión.

En primer lugar, el Presidente internacional saluda a los señores Obispos que se han dignado asistir a las tareas de este Congreso, y presenta al Rvdo. P. Lachance, O. P., decano de la Facultad de Filosofía de Montreal (Canadá), que tiene a su cargo la introducción a la ponencia segunda: «El universitario católico ante los problemas de la Universidad.»

Empieza el P. Lachance centrando el problema y manifestando que únicamente va a tratar de los problemas interiores, no de sus posibles conexiones, que desbordarían el objeto propio del tema propuesto. Habla de la Universidad como de una escuela de alto saber, el cual es su fin principal; pero no hay que olvidar que la Universidad ha de ser una institución que recoja las ideas del pueblo y las plasme en instituciones colectivas. El Hombre es un ser racional; tiene necesidad de incluirse en la Universidad, que es un reflejo de la vida del pueblo, y que actúa indiscutiblemente sobre su vida propia. La misión universitaria es de formación intelectual, moral y artística. No cabe hablar de formación si ésta no es total. Sin embargo, la misión principal es formar los espíritus: la formación moral, ya que la inteligencia sin la voluntad es un algo estéril. Hace falta saber usar la inteligencia y tener el valor de servirse de ella. Formará a los hombres, sobre todo, por medios intelectuales.

La Universidad tiene que ser universal, puesto que es la última institución en el orden del tiempo, y tiene que satisfacer los deseos del hombre en tanto que temporal. Ha de formar al hombre completo.

Hay Universidades que tienen disciplinas que tienden sólo a formar el espíritu, mas como esto no suele dar en la vida práctica grandes resultados crematísticos, hay otro tipo de Universidades de carácter exclusivamente técnico. Pero existe la paradoja de que lo que nos hace propiamente hombres son las enseñanzas de carácter desinteresado. Hay que tender a la universalidad por la unidad, y de ahí que las ciencias de unificación [82] deban identificarse, evitando una especialización precoz. Se ha llegado a definir la civilización por el standard de vida, cuando en sí hay que hacerlo por la formación y valores morales.

Como consecuencia, es necesario mantener en las Universidades las disciplinas desinteresadas, sin que esto quiera significar, muy al contrario, un abandono de las ciencias técnicas; es necesario hacer la luz por medio de ellas, pero hay que asimilar lo que tiene de valor lo técnico y no exagerar lo universal. El secreto está en la síntesis. Es necesario espiritualizar lo material; los principios no cambian. Para ello son condiciones imprescindibles la universalidad y la unidad, y precisamente el Cristianismo es capaz de incorporarse todo el valor de estas afirmaciones.

La Universidad debe ser una corporación, una sociedad con una cierta autonomía. Todas las sociedades se integran en la vida del Estado, pero su medio de inserción en este caso ha de ser analógico.

La libertad es necesaria; pero existe una libertad de ejercicio (mirar o no mirar) y una libertad de especificación (mirar esto o lo otro). En el campo de las ciencias sucede algo semejante: La especificación significa el orden de las necesidades intrínsecas, que son independientes aquí de la libertad humana. El Estado podrá intervenir la libertad de ejercicio; pero no la de especificación. De ahí que la Universidad deba gozar de libertad en el orden de la especificación. En cambio, en el orden del ejercicio entra en función el Estado; por ejemplo, si una ciencia no está suficientemente desarrollada, puede promover y facilitar su estudio. Es decir, cuando se trata del uso puede intervenir la autoridad.

La libertad de cátedra para poder ser reconocida exige competencia por parte del profesor y garantía jurídica en su provisión. Por tanto, puede concluirse con carácter general que no existe una libertad absoluta en el orden universitario; solamente existe aquélla en cuanto a la especificación se refiere, no así en cuanto al ejercicio.

Con respecto a la misión educativa de la Universidad, hay que aclarar que «Universidad», como tal, no existe; se hace preciso hablar de Universidades.

En España el problema es muy diferente al problema del resto de los países, ya que aquí la Universidad es católica de hecho y de derecho. En el resto del mundo el problema es de una gran complejidad. El paso del colegio a la Universidad es muy peligroso; hay una situación crucial con peligros y ventajas. Entre estas últimas, la adquisición del sentido de la responsabilidad. Se hacen los estudios por parte de los universitarios con el dinero del pueblo, directa o indirectamente; o sea, que tiene un deber de solidaridad y responsabilidad ante el grupo a que pertenece. Sería muy bueno que los estudiantes se organicen ellos mismos para que lleguen a tener ese deseable sentido de la responsabilidad, que se va desarrollando a través de su vida en tres estadios sucesivos:

1º Mientras es pequeño, toda la responsabilidad recae sobre los padres.
2º En su juventud es compartida por los padres e hijos.
3º Donde verdaderamente el individuo alcanza la plena responsabilidad es en la Universidad.

La organización debe ser elástica; lo suficientemente amplia y de acuerdo con las necesidades específicas de cada facultad. Es necesario también pasar revista a la situación de los católicos en las universidades de absoluta mayoría protestante; a estos efectos, en los Estados Unidos y el Canadá se han organizado los llamados Clubs Newman, para proteger a los católicos, institución que quizá sería interesante estudiar y adaptar en otros países.

Inmediatamente después se entra en la discusión global de la introducción al tema expuesto, y con el fin de obtener más rápidamente unas conclusiones, Ruiz-Giménez dice sería conveniente la formación de un Comité de cinco miembros que elaborase un preámbulo doctrinal que pudiera encabezar las conclusiones, formado por tres sacerdotes y dos seglares, quedando designados a estos efectos los Rvdos. P. Lachance, introductor del tema; P. Messineo, de la Civiltá Catolica, y Mgr. Zacarías de Vizcarra. Los dos seglares serían designados al final de la sesión. Para la labor específica de conclusiones se formarían dos Comisiones: la primera, bajo la presidencia de José de Cuadra, de la Delegación española, que intervino en la redacción del anteproyecto, para redactar las conclusiones referentes a la misión de la Universidad y los problemas vivos planteados, y una segunda, bajo la presidencia de Mr. Gagnon, del Canadá, para estudiar las conclusiones referentes a las obligaciones y actuación de los universitarios ante estos problemas.

Iniciada ya directamente la discusión, Stiglich, jefe de la Delegación del Perú, manifiesta que quiere saber el punto de vista sobre dos problemas no tratados explícitamente por [83] el P. Lachance, y que son: primero, las Universidades católicas, y segundo, la Reforma universitaria.

Respecto a la primera cuestión, si bien para España no es problema –dice el delegado peruano–, en Iberoamérica prima el punto de vista de que la educación es función del Estado, y en Norteamérica es acatólica o no confesional. Respecto a la segunda cuestión, cree que, como universitarios y católicos, no debemos omitir nuestra voz en una serie de puntos.

El delegado de Canarias dice que PAX ROMANA debe proclamar que la Universidad ha de hacer una función política, refiriéndose con estas palabras a la política de normas fundamentales e ideales permanentes del Estado a que pertenece.

Ruiz-Giménez le contesta que ésta es una cuestión a tratar explícitamente en el tema IV.

El profesor portugués Gomes da Silva dice que deben igualarse los diplomas de las Universidades católicas y del Estado, y proclamarse el derecho de la Iglesia a enseñar, y desarrollarse la colaboración entre profesores y alumnos.

Francesco de Piazza, Vicepresidente de la F. U. C. I., dice que cada Universidad debe darse su propio ordenamiento didáctico, que es vano pensar en libertad si esto no sucede. Para ayudar a ello, propugna la libertad administrativa, que es distinta de la financiera. Con respecto al punto de la reforma universitaria, son problemas de características nacionales diferentes; pero, sin embargo, es posible hacer afirmaciones de carácter general. Por ejemplo, la necesidad de un contacto más estrecho entre el profesor y el alumno por medio del sistema de ejercitaciones, tanto teóricas como prácticas.

Como no existen más sugerencias que hacer a la introducción del tema, el Presidente internacional, Ruiz-Giménez, levanta la sesión.

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Pax Romana
XIX Congreso
XIX Congreso Mundial de Pax Romana
Madrid 1946, páginas 81-83