II Convivencia de filósofos jóvenes Valencia 1964

Mercedes Torrevejano
II Convivencia de filósofos jóvenes
Aporía, Madrid, nº 2, otoño 1964
 

Un fundado motivo de esperanza para la Filosofía española. Eso puede decirse que es el incipiente movimiento de una gran parte de los jóvenes Doctores y Licenciados en Filosofía de España, encaminado a establecer un contacto que lleve a todos a un nuevo impulso en su individual y colectivo quehacer filosófico.

Madrid, en 1963, y Valencia, en 1964, han sido el marco de dos primeras y semiimprovisadas Asambleas-Convivencia del grupo de que hablo. Estos dos hechos son los que me han llevado a la primera afirmación. Significativos y grávidos en sí mismos, como todo intento humano noblemente inspirado, pueden llegar a ser mucho o pueden quedar truncados.

La primera Convivencia quiso ser una toma de conciencia colectiva. Con ardor y radicalidad juveniles se habló en Madrid del estado actual y de las perspectivas de la investigación y docencia filosóficas en España. De sobra hubo lugar a entrever que en España hay más vocaciones para la Filosofía de lo que pudiera pensarse. Deseo de una seria producción filosófica, repulsa de todo vago ensayismo, necesidad de medios adecuados de trabajo, constatación de la falta de auténticos maestros, fueron las inquietudes que resonaron en aquel ámbito de más de medio centenar de filósofos. Sin paliativos, con esa cierta crudeza a que propende la juventud en sus juicios, la actitud del grupo resultó, sin embargo, ponderada y realista. Y si alguna vez pudo parecer duramente acusadora, debe perdonarse en gracia a ese fundamental realismo de quien –precisamente porque es joven– reconoce la necesidad de ayuda.

Valencia –marzo de 1964– ha significado un nuevo paso. La Asamblea Convivencia, de más duración y más numerosa, ha sido también más propiamente de estudio. El hombre: Finitud y Trascendencia ha constituido el tema central, presentado en dos ponencias: Existencia y Libertad, a cargo de Pedro Cerezo, y Horizonte antropológico de la trascendencia, llevada por Antonio del Toro.

Los Seminarios, concebidos con mayor amplitud temática, fueron dirigidos por Catedráticos de Universidad asistentes, algunos de los cuales han alentado muy especialmente el movimiento, con espíritu verdaderamente juvenil.

En este momento, todavía más de intento y de tanteo que de realizaciones, estos hechos valen sobre todo por la virtualidad que encierran. Están ahí, y yo diría que por sólo eso exigen ya del marco sociológico en que están instalados una adecuada respuesta. O de otra manera: el motivo de esperanza de que al principio se hablaba es muy real. Si los frutos no llegan a buen acabamiento habrá que lamentar el truncamiento de afanes, inicialmente bien apuntados. Hay que pensar que no será ese el caso. Porque pese a todos los condicionamientos externos, es la decisión de esta juventud estudiosa la que en definitiva juega el papel principal –imprescindible– en la tarea de defender, levantar y valorar el cultivo del pensamiento. Y esa decisión, sin duda, está asegurada. De otro modo no sería ésta una empresa de jóvenes.

{Aporía, Revista de actualidad filosófica, número 2, volumen 1, otoño 1964, páginas 177-178.}

 
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Congreso de filósofos jóvenes Valencia 1964