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  El Basilisco (Oviedo), nº 21, 1996, páginas 31-33
  Actas de las II Jornadas de Hispanismo Filosófico (1995)

Los primeros momentos
de la recepcion de Kant en España:
Toribio Nuñez Sesse (1766-1834)


Roberto Albares Albares
Salamanca
 

1

Tomando como referencia el artículo «Kant in Spanien» publicado por Lutoslawski en los Kant-Studien en 1897, prácticamente la totalidad de los trabajos bibliográficos acerca de la difusión de Kant en España coinciden en señalar que su recepción en el siglo XIX fue, además de tardía, débil y esporádica. De manera general, podemos decir que desde entonces para acá se han venido dando por sentadas e indiscutibles las siguientes afirmaciones, que afectan tanto al hecho de la introducción de Kant en España, como a los vehículos y fuentes para el acceso a la filosofía de Kant, y al tipo de recepción e interpretación que de ella se realizó en España: 1) Kant es conocido de nombre y lo más que se tiene de su filosofía, al menos en la primera mitad de siglo, son meros testimonios, por lo que muy bien puede concluirse que es prácticamente desconocida; 2) El conocimiento que se tiene de la filosofía de Kant no es directo, sino a través de obras francesas; 3) Aun cuando, especialmente en el último tercio de siglo, exista algún pensador kantiano, se pone en duda que a sus ideas filosóficas se les pueda apellidar de kantianas en sentido estricto. Esto ha servido para que se haya llegado a afirmar que en España no ha habido auténtica recepción filosófica de Kant hasta bien entrado el presente siglo{1}, considerándose, a la vez, poco menos que inútil toda investigación en torno a su recepción en el siglo XIX, dado que para dicho siglo todavía hoy seguirían vigentes las tesis de Lutoslawski.

De esta última aseveración se desmarca Juan Miguel Palacios quien, precisamente después de realizar una investigación sobre la filosofía de Kant en la España del siglo XIX, se manifestaba al respecto en los siguientes términos: «Tras esta fatigosa correría rastreando las huellas de la filosofía de Kant en la España decimonónica, nos hallamos acaso en mejores condiciones que Humboldt y Lutoslawski para evaluar la magnitud de su influencia sobre los españoles del pasado siglo, aunque aún de manera insuficiente, pues ello exigiría ciertamente una labor que solo pueden hacer quienes cultivan la historia de la Filosofía en España.»{2} En estas palabras se pone pues de manifiesto la existencia de una laguna en el conocimiento, y la necesidad de realizar una labor investigadora que cubra tal laguna. De paso se nos caracteriza esta labor de árdua y difícil, toda vez que un mero rastreo sin mayor profundidad, se le ha presentado al autor como tarea «fatigosa».

En su estudio, que constituye sin duda la exposición más completa hasta el momento sobre la recepción de Kant en España en el siglo XIX{3}, Palacios distingue cuatro períodos en el siglo XIX en que se hace manifiesta una «cierta presencia» del pensamiento de Kant en el ámbito de la vida española: 1) 1800-1820 (conocimiento de oidas); 2) 1833-1868 (primeras exposiciones generales a través de manuales); 3) 1875-1885 (etapa neokantiana caracterizada por su preocupación polémica); 4) 1885-1900 (se inicia la comprensión de la filosofía kantiana). Respecto al primer período, cuyo colofón constituye precisamente la referencia de Toribio Núñez a la filosofía kantiana, afirma que «sólo cabe encontrar en España meras alusiones a la existencia de la persona y de la obra filosófica de Kant, procedentes en su totalidad de fuentes francesas»{4}. Vemos, pues, que Palacios defiende para este período las dos primeras tesis de la historiografía de la recepción kantiana en España. La pretensión de este trabajo no es otra que la de tratar de aportar mi grano de arena a esta tarea que Palacios asigna a los historiadores de la filosofía española, mediante microinvestigaciones que, poco a poco, creo obligarán a matizar y, en su caso, revisar algunas de las tesis hasta ahora mantenidas.

2

A pesar de pasar por ser el más autorizado expositor de las ideas de Bentham en España, puede decirse, en general, que la figura y pensamiento de Toribio Núñez{5} son prácticamente desconocidos dentro y fuera de nuestro país; pero este desconocimiento es especialmente significativo en lo que respecta a su aportación a la recepción de Kant en España, a pesar de lo pronto que su nombre aparece en la historiografía kantiana en España. Efectivamente, el nombre de Toribio Núñez aparece en la literatura científica relativa a los primeros momentos de Kant en España ya en 1891, cuando en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencia Morales y Políticas, titulado «De los orígenes del criticismo y del escepticismo y especialmente de los precursores españoles de Kant», Menéndez Pelayo lo menciona como uno de los primeros difusores de Kant, transcribiendo un pasaje de su obra Sistema de la Ciencia Social (1820) en el que se recomienda el estudio y utilidad de la filosofía kantiana como base de toda metafísica futura{6}.

Como acabamos de decir y se puede corroborar a través de la lectura de sus obras, Toribio Núñez es un declarado benthamista, pero ante todo es un pensador preocupado por introducir a la juventud de la Nación española en los ideales y principios ilustrados y modernos, por «dirigir la razón de la amable juventud para que sirva después á la Nación y al género humano». El instrumento adecuado para tal fin le parece a Núñez que no es otro que la doctrina de Bentham, eso sí, ajustada al modo de ser y costumbres españolas; labor ésta de acomodación intelectual a la que dedicará buena parte de su vida y esfuerzos. Ello le lleva a exponer la doctrina de su maestro, pero no dogmáticamente, sino en diálogo, más o menos polémico, más o menos retórico, con otros pensadores-cumbre y clave de la época, especialmente con Kant, aceptando, en algún caso, y corrigiendo y completando en otros las doctrinas kantianas con las de Bentham, en el marco de una preocupación primordialmente «social» y «moral». Así, ya en su obra de 1820, al exponer los principios benthamistas, no duda, aunque brevemente y en la página final, en hacer pública su decidida apuesta por Kant, en detrimento de las corrientes sensualistas y empiristas, en las cuestiones relativas al hombre, en el pasaje citado por Menéndez Pelayo, anteriormente aludido{7}.

Núñez, consecuente con sus ideas y con su propia recomendación, quiere predicar con el ejemplo y toma a su cargo el establecimiento de un diálogo y debate con la filosofía kantiana, desde su posición claramente benthamiana. Esta discusión la lleva a cabo en su obra Principios de la Ciencia Social ó de las Ciencias Morales y Políticas, que ve la luz pública en Salamanca, en la imprenta Nueva de D. Bernardo Martín, en 1821. En esta obra, al tratar el tema de los «Delitos contra la condición del Estado por faltas del poder judicial», cree necesario Núñez introducir toda una amplia e interesante reflexión sobre la nueva situación española y sus exigencias, concluyendo en la necesidad de introducir una lógica de la moral o lógica de la voluntad. Así, en poco más de ochenta páginas (pp. 438-522), presenta y desarrolla una interesante hipótesis, en forma de un diálogo a la vez polémico y ficticio entre él, defensor de Bentham, y Kant, que condensada en pocas palabras perfilaríamos de la manera siguiente: Admirado Núñez por los principios teórico-especulativos de la filosofía trascendental kantiana tal y como son expuestos en la Crítica de la Razón Pura, que parece comprender perfectamente y de los que da la impresión es perfecto seguidor, trata de ser más consecuente que el propio Kant en la aplicación de estos principios especulativos a la razón práctica, al descubrir en este punto cierta inconsecuencia kantiana, por lo que se cree en la necesidad de superar al filósofo de Koenigsberg, cuya filosofía práctica considera inferior a la de Bentham, con los principios de éste. En el fondo, la pretensión de Núñez consiste en completar y sintetizar la filosofía social y moral de Bentham con la filosofía kantiana de la naturaleza, aprovechando los principales logros de ambos pensadores, ya que para Núñez Bentham había descubierto las leyes de la conciencia, de la psicología y del mundo moral, y Kant había descubierto los elementos y leyes de nuestro conocimiento del mundo físico. Así, piensa Núñez que la aplicación coherente de estos principios kantianos (lo que él denomina «lógica del saber») a la moral o a la práctica daría como resultado una «lógica del querer» que sería la base segura que haría posible el que la ciencia social y moral o ciencia de las leyes sea susceptible de una exactitud y certidumbre apodíctica semejante a la que Kant asignaba a las matemáticas{8}. Esto es, una vez conocidas y llevadas al summum del éxito las formas del método matemático, y una vez averiguadas y establecidas sus bases, su aplicación a los asuntos humanos permitirá suministrar a la ciencia social el rango o grado de ciencia exacta, que Kant sin embargo le había negado. Por ello, una vez concluído su diálogo con Kant colocará Núñez, al final de su obra, la tabla de las categorías de la «Lógica trascendental» de Kant («Lógica del saber»), base de la percepción del mundo físico, añadiendo en cursiva para complementarla y completarla una tabla de categorías, obtenidas mediante el análisis benthamista, que constituyen la «Lógica del querer», base de la percepción del mundo moral y social. «Entre tanto y para aliviar el pensamiento de la juventud, que es para quien escribo, colocaré al fin de este volumen la tabla de las categorías de Aristóteles, rectificada por Kant; á la cual van añadidas las observaciones e ilaciones que he juzgado pueden convenir para razonar bien sobre la moral pública y privada por los principios de Bentham. Lo que yo puedo asegurar á mis lectores es que les indico el camino, que yo mismo he andado para llegar al resultado de estos principios, y del orden en que ahora se presentan.»{9} Este es, en pocas palabras, el intento de Núñez que, sin embargo, guiado por cierto optimismo ilustrado y por una especie de «compromiso pitagórico» en pro de una ciencia social, no duda en radicalizar y llevar su hipótesis hasta los últimos extremos, afirmando: «Digo más: que acaso debe ser ella (la ciencia social y moral ó ciencia de las leyes) la primera de las ciencias exactas, su base el equilibrio moral, sus fines la justicia aplicada á las acciones humanas, y su fin el castigo del crimen y el premio de la virtud.»{10}

El análisis y diálogo de Núñez con Kant y su crítica a éste ponen de manifiesto un conocimiento de la filosofía kantiana que va más allá de esas «meras alusiones a la existencia de la persona y de la obra filosófica de Kant» con que hasta ahora se ha caracterizado la recepción kantiana en España en esta época. De aquí que una de las conclusiones de este estudio sea poner de manifiesto que la primera de las afirmaciones indiscutible hasta el momento, ha de ser revisada por completo, afirmando que la figura y filosofía de Kant es conocida desde principios del siglo XIX en España, y que la suya es una filosofía con la que se ha de contar y que se considera útil, «salvatis salvandis», para la reforma y modernización de España.

3

Una vez puesta de manifiesto la existencia de este conocimiento, interesa abordar el tema relativo a las fuentes mediante las cuales tiene acceso Núñez a los principios de la filosofía kantiana. Al respecto podemos afirmar que Núñez entra en contacto con dicha filosofía, no directamente leyendo las obras de Kant en alemán, lengua que no conoce, ni en francés, ya que todavía no existen traducciones francesas de las obras de Kant, sino a través de las exposiciones francesas de la filosofía de Kant, que seguramente llegarían a sus manos en 1807, al igual que sucediera con las obras de Bentham, al pasar por Salamanca el ejército francés camino de Portugal. Así se lo recordará Nuñez a su maestro Bentham: «No tuve noticia de ellas [de las obras de Bentham] hasta que pasando por Salamanca á Portugal el ejército francés en 1807 tomé, entre otros libros que traía de venta, vuestros principios de legislación civil y penal.»{11} Posiblemente entre esos «otros libros» a que se refiere Núñez, vendría también la obra de Charles de Villers, Philosophie de Kant ou Principes fondamentaux de la philosophie transcendentale, publicada en Metz en 1801, que sin duda es la obra fundamental de información sobre Kant para Núñez, a cuyo autor se refiere en tono claramente laudatorio a lo largo del diálogo que Núñez sostiene con Kant, con las siguientes palabras: «Mr. Carlos Villers el único entre los franceses que haya hecho saber á la Europa que se cultiva en Alemania una filosofía trascendental muy digna de atención y muy capaz de hacer tomar un nuevo vuelo á las ciencias.»{12} Núñez pretende imitarle y hacer lo propio en España mediante cierto «elixir social o moral» resultante de aderezar los principios de Bentham con el modo kantiano de razonar y de dar evidencia a los principios morales y con el talante socrático.

Lo dicho pone, pues, de manifiesto que por lo que respecta a las fuentes de acceso al conocimiento de la filosofía de Kant en esta época, sigue siendo válida y, por lo tanto, hay que seguir manteniendo la tesis defendida hasta ahora por los estudios anteriores, a saber, que el conocimiento que se tiene de Kant no es un conocimiento directo adquirido en las propias obras del filósofo, sino que se trata de un acceso indirecto a través de sus expositores y comentaristas franceses; en este caso concreto a través de la obra de Charles de Villers.

4

Finalmente, quisiera hacer una breve referencia al tipo de recepción o interpretación que Núñez realiza, cuestión esta que estaría relacionada con la tercera de las afirmaciones de la historiografía kantiana a que aludíamos al principio de este trabajo. ¿Qué Kant conoce Núñez y qué de Kant, y para qué, le interesa a Núñez? Al respecto cabe afirmar, en primer lugar, que Núñez pretende utilizar y poner la filosofía kantiana al servicio de la reforma y progreso del país, como única vía que asegure el compromiso entre tradición y progreso; y, en segundo lugar, que lo que le interesa de Kant es su método de razonar y de dar evidencia a los principios morales para, unido con los principios de Bentham, utilizarlos en bien de la Patria. Así, no duda en proponerlo a los jóvenes en una especie de prólogo, titulado precisamente «A la juventud española», que antepone a Principios de la Ciencia Social ó de las ciencias morales y políticas (1821), en los siguientes términos: «Todas las ideas arquetypas de las ciencias morales son schemas del poeta que se intelectualiza segun se expresa Kant. Este filósofo nos ha suministrado el modo de razonar y de dar evidencia á estos principios. Unid a Sócrates con Bentham por medio de Kant, y no abandoneis este método. Vosotros vais á juzgar con su auxilio de lo que mas interesa á los hombres con mayor seguridad, que se ha juzgado hasta aquí: á vosotros, pues, os toca el propagarle por el bien de la Patria, introducirle en sus aulas y en sus templos de paz y de justicia y elevarle al Santuario de su legislación.»{13}

Este texto constituye, junto con el pasaje del «Discurso Preliminar» al Informe y Plan de estudios presentado por la Universidad de Salamanca citado anteriormente, la primera recomendación pública de la necesidad de introducir el método y la filosofía kantiana, así como los principios de Bentham, en las aulas en calidad de «filosofía del futuro y del progreso».

¿Existe o se puede pedir en ese momento en España un mejor proyecto de kantismo? Difícil saberlo. Lo que sí podemos constatar es que este de hecho fue el que Núñez formuló, de la mano de la filosofía de Bentham, y aunque el proyecto se frustró a corto plazo por las circunstancias históricas del país, una treintena de años más tarde Sanz del Río conseguirá poner en práctica, ya desde las aulas, otro proyecto de inspiración kantiana de la mano de la filosofía de Krause, filosofía ésta que pretende situarse, en dicho momento, como la más pura tradición kantiana.


{1} «Si tuviera que resumir en dos palabras la recepción de Kant en España, yo creo que podría calificarse de tardía pero esperanzadora. Efectivamente, hasta comienzos de este siglo hay un desconocimiento prácticamente total de la obra y el significado de la filosofía kantiana. En torno a los años veinte, y con los trabajos de Morente y Ortega, se abren una serie de perspectivas que van aquedar posteriormente frustradas. Tras un vacío de décadas, la incorporación definitiva tiene lugar en torno a los años setenta, coincidiendo con una revitalización general de la filosofía española.» J.L. Molinuevo, «La recepción de Kant en España», en C. Florez Miguel y M. Alvarez, Estudios sobre Kant y Hegel, Universidad / ICE, Salamanca 1982, pág. 99.

{2} J.M. Palacios, «La filosofía de Kant en la España del siglo XIX», en J. Muguerza y R. Rodríguez Aramayo (eds.), Kant después de Kant. En el bicentenario de la Crítica de la Razón Práctica, Instituto de Filosofía del CSIC / Tecnos, Madrid 1989, pág. 707. Este estudio fue publicado por primera vez en la obra colectiva: J.E. Dotti, H. Holz y H. Radermacher (eds.), Kant in der Hispanidad, Lang, Berna 1988, págs. 171-207.

{3} No obstante, Juan Miguel Palacios omite toda referencia y análisis de los artículos publicados en 1819 por Ramón de la Sagra en la Crónica Científica y Literaria. Otros estudios sobre la recepción de Kant en España, aparte del ya mencionado de Lutoslawski, son los siguientes: L.E. Palacios, «Kant en España», en El juicio y el ingenio y otros ensayos, Prensa Española, Madrid 1967, págs. 155-165; J.L. Molinuevo, «La recepción de Kant en España», en C. Florez y M. Alvarez, Estudios sobre Kant y Hegel, Universidad/ICE, Salamanca 1982, págs. 99-114; J.M. Palacios, «La filosofía de Kant en la España del siglo XIX», en J. Muguerza y R. Rordríguez Aramayo (eds.), Kant después de Kant. En el bicentenario de la Crítica de la Razón Práctica, Tecnos/Instituto de Filosofía del CSIC, Madrid 1989, págs. 673-707; A. López, «Consideraciones históricas del kantismo en España. Primeras manifestaciones», Anuario de Filosofía del Derecho, 3 (1986), págs. 339-415; D. Nuñez, «Neokantismo y Nueva Crítica», en La mentalidad positiva en España: desarrollo y crisis, Tucar, Madrid 1975, págs. 139-161; J.M. Palacios, «Kant en Español», Anales del Seminario de Metafísica, 9 (1974), págs. 195-202; J.L. Molinuevo, «Breve bibliografía en castellano sobre Kant (1930-1973)», Anales del Seminario de Metafísica, 9 (1974), págs. 203-213; J.E. Dotti, H. Dolz y H. Radermacher (eds.), Kant in der Hispanidad, Peter Lang, Berna 1988. En esta obra, aparte de los estudios de Juan Miguel Palacios y de Angeles López, ya citados, tratan sobre el tema los siguientes trabajos: J. Arana, «Matías Nieto Serrano y el influjo de la filosofía natural kantiana sobre el pensamiento español», págs. 11-30; I. Falgueras, «Kant en la filosofía española de los años sesenta (1960-1970)», págs 73-96.

{4} J.M. Palacios, op.cit., pág. 676.

{5} Toribio Núñez Sessé (Coca 1766-Sevilla 1834). Tras realizar los estudios de latinidad en Arévalo, y una vez fallecido su padre, se traslada a la edad de 14 años con su familia a Salamanca, donde bajo la protección de la esposa de Meléndez Valdés cursará los estudios universitarios de Artes, Cánones y Jurisprudencia entre 1780 y 1792. Sustituyó durante tres años varias cátedras de Humanidades y Cánones y opositó, sin éxito, a distintas cátedras de Filosofía, Derecho Eclesiástico, Colecciones Canónicas y a la de Instituciones Canónicas en dos ocasiones (1792 y 1794). Para paliar un tanto la contrariedad producida por estos fracasos, la Duquesa de Alba le confía la administración de sus bienes y casa de Sevilla, donde se dedicará a los negocios y al comercio, obteniendo rentas suficientes para, una vez sin trabajo, retirarse «á vivir entre las sierras de Castilla donde conservaba parientes y amigos», pudiendo entonces dedicarse a lo que siempre fue su gran aficción, la lectura. En 1812 es nombrado Bibliotecario de la Universidad de Salamanca, cargo desde el que intentará poner todos los medios posibles al alcance de la juventud estudiosa para lograr su instrucción en los ideales modernos. Prueba de este compromiso será su participación en el Informe de la Universidad de Salamanca sobre Plan de estudios, ó sobre su fundación, altura y decadencia, y sobre las mejoras de que es susceptible: con cuyo motivo presenta un proyecto de Ley sobre la Instrucción Pública, elaborado en 1813, presentado a las Cortes en 1814, olvidado durante seis largos años, y publicado finalmente en Salamanca, precedido de un discurso preliminar escrito por el propio Núñez con posterioridad a 1814, en la imprenta de Vicente Blanco, en 1820. De la participación real que cupo a Núñez en la elaboración del mismo, da cuenta éste a su maestro Bentham, en los siguientes términos: «Acepto y espero con ansia la oferta que me haceis de vuestras obras, y os remito en agradecimiento, porque no puedo llamarlo recompensa, ese plan de estudios que se presentó por esta Universidad á las Cortes del año 14, en que tengo mucha parte, y en que está estendido por mi el bosquejo de nuestra historia literaria y el discurso preliminar del mismo proyecto. En él vereis que vuestros principios están acomodados al estado de nuestras luces y costumbres desde aquella época (...); y que en él se proponen para la enseñanza de nuestra juventud vuestros elementos de jurisprudencia y legislación.» (T. Nuñez, Carta de Núñez a Bentham, Imp. de Vicente Blanco, Salamanca 1822, pág. 10). Será precisamente en este «Discurso preliminar» al Informe donde Núñez recomendará por primera vez no separarse de la vía abierta por Kant. Este Proyecto salmantino no fue aprobado por las Cortes, y el inmediato regreso al poder de Fernando VII dio, momentáneamente al menos, al traste con todos estos intentos de introducir en el país las ideas modernas y liberales. Inmediatamente se ordenó una visita a la Universidad de Salamanca, que trajo consigo la consiguiente depuración de los principales elementos ilustrados y liberales de la Universidad, Miguel Martel, Juan Justo García y Toribio Núñez, para quienes se dispone en R.O. de 16 de septiembre de 1816, que sean separados de la Universidad. Esta separación se prolongará durante cuatro largos años, hasta el día 13 de junio de 1820 en que se ordena la reintegración de dichos profesores a sus anteriores puestos, que en el caso de Núñez tardará un año más en llevarse a cabo. Durante estos años Núñez se retiró a la Villa de Piedrahita donde se dedicó principalmente a leer y escribir. Como fruto de su trabajo, apenas restaurada la Constitución en 1820, saldrán a la luz su Espíritu de Bentham. Sistema de la Ciencia Social, exposición general de la doctrina de Bentham, que se presenta, a su vez, a modo de introducción a la publicación de las obras del jurisconsulto inglés, que Núñez pensaba publicar, refundidas al castellano, por el sistema de suscripción, y al año siguiente el primer tomo de estas obras bajo el título Principios de la Ciencia Social o de las Ciencias Morales y Políticas. Durante el Trienio liberal redactará un informe sobre el Código Penal de 1822, siendo además elegido diputado por la provincia de Salamanca, formará parte de la Comisión encargada de formular el Código de procedimientos. Siguiendo en su peregrinar a las Cortes, Núñez se trasladará a Sevilla donde, tras la disolución de las mismas, vivirá con su familia, en estado de bastante indigencia, hasta 1834 en que fallece víctima del cólera. Acerca de Núñez pueden consultarse los siguientes trabajos: L. Silvela, Discursos leídos ante la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en la recepción pública del Excmo. Sr. D. Luis Silvela el día 8 de abril de 1894, Imp. de los hijos de M.G. Hernández, Madrid 1894; con el título «Examen crítico del Sistema de Bentham», este discurso se publicó también en la Revista de España, números 578-580, vol. 146 (1894). J. Sánchez-Rivera, El Utilitarismo. Estudio de las doctrinas de Jeremías Bentham. Su expositor en España, Reus, Madrid 1922. P. Sscwartz, «La influencia de Jeremías Bentham en España», Información Comercial Española, nº 517 (septiembre, 1976), págs. 37-57.

{6} Cfr. M. Menéndez Pelayo, «De los orígenes del Criticismo y del escepticismo y especialmente de los precursores españoles de Kant» [1891], en Ensayos de Crítica Filosófica, CSIC, Madrid/Santander 1948, pág. 210, nota 2. El texto citado por Menéndez Pelayo corresponde a la obra de T. Nuñez, Espíritu de Bentham. Sistema de la Ciencia Social, págs. 138-139. Desde entonces para acá, las referencias a Núñez aparecen prácticamente en todos cuantos se han dedicado al tema, repitiendo una y otra vez lo dicho por Menéndez Pelayo pero sin añadir nada nuevo, salvo si acaso, algún error de identificación, como es el caso de Angeles López quien confunde a Toribio Núñez con Isaac Núñez de Arenas (Cfr. A. López, «Consideraciones históricas del kantismo en España. Primeras manifestaciones», Anuario de Filosofía del Derecho, 3 (1986), pág. 407, nota 40).

{7} Cfr. supra, nota nº 6. En esto Núñez es plenamente fiel a las ideas expuestas en el «Discurso Preliminar» al Informe de la Universidad de Salamanca anteriormente mencionado en la nota 5, donde leemos: «Desde que Locke, Newton y Kant guiados por el análisis, la analogía, y la experiencia, han abierto un camino tan seguro, y dirigido con tanto acierto la marcha de las ciencias, sería una temeridad separarse de sus guías, y salir de aquel sendero que el adelantamiento ulterior de los conocimientos ha acreditado.» T. Nuñez, «Discurso preliminar», en Informe de la Universidad de Salamanca sobre Plan de Estudios, o sobre su Fundación, altura y decadencia, y sobre las mejoras de que es susceptible: con cuyo motivo presenta un Proyecto de Ley sobre la Instrucción Pública, Vicente Blanco, Salamanca 1820, págs. XXII-XXIII.

{8} Cfr. T. Nuñez, Principios de la Ciencia Social..., pág. 470.

{9} Ibid., págs. 547-548.

{10} Ibid., pág. 478.

{11} T. Nuñez, Carta de Núñez a Bentham, pág. 7.

{12} T. Nuñez, Principios de la Ciencia Social..., pág. 475. Creemos que esta obra inspiró también a Núñez la idea de presentar la discusión de las doctrinas kantianas en forma de diálogo, dado que en ella se inserta en apéndice una parte del libro segundo de El destino del Hombre de Fichte (diálogo entre «Yo» y «El Espíritu»), que Villers presenta como diálogo entre un empirista y un filósofo transcendental.

{13} Ibid., págs. XI-XII.

 

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