Gerard Chaliand
Independencia nacional y revolución
Pensamiento Crítico, La Habana, marzo-abril de 1967, número 2-3, páginas 106-161.
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La caída de Ben Bella, el hundimiento de Sukamo, la eliminación de Nkrumah, puestos de relieve por una serie de golpes de estado –que no tienen todos, por lo demás, el mismo contenido– no marcan el fin de las luchas por la independencia nacional, sino el de los mitos y confusiones que ésta había engendrado.
En 1960, en Moscú, en una aparente unidad, los 81 partidos comunistas firmaban una Declaración en que se preconizaba a los elementos revolucionarios de los países de Asia, África y América Latina la lucha por la formación de Estados de democracia nacional. Sobre la base de esta definición, que discutiremos más adelante, se otorgaron numerosos diplomas revolucionarios, siendo a menudo, la política exterior con la URSS o con China la piedra de toque.
La independencia formal y el deseo de emancipación de los pueblos afroasiáticos se había expresado en Bandung (1955); la guerra de liberación nacional, llevada a cabo por el pueblo argelino, tendrá más repercusiones internacionales cada año. Primer Estado africano en dejar de ser colonia, Costa de Oro alcanza su independencia y adopta el nombre de Ghana –primero de los imperios del occidente africano– en 1957. Guinea responde «no» al referéndum degaullista de 1958. Dos años más tarde, el África Occidental y Central alcanza su independencia. Entretanto, la Revolución cubana se ha radicalizado, ha decretado medidas antinorteamericanas, ha procedido a una reforma agraria radical (1960) y se ha declarado «socialista», a raíz del fracaso de la invasión de Playa Girón (1961).