Filosofía en español 
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Pensamiento Crítico

Pensamiento Crítico 25-26

Francia - Mayo de 1968

Pensamiento Crítico, La Habana, febrero-marzo de 1969, número 25-26, cubierta + páginas 1-10.

Presentación

Con este número –Francia– concluimos el ciclo sobre los movimientos revolucionarios en los países desarrollados que hubimos de comenzar con Alemania Occidental. Casi un año después de los conmovedores acontecimientos de Mayo-Junio, la historia, el viejo topo, sigue aún hozando desde ellos.

Europa es otra. Las estructuras políticas resultantes de la postguerra y de la adecuación neocapitalista se han visto notablemente alteradas. El paraíso integrado de los reformistas –de izquierdas y derechas– ha sido otra vez, siempre, recorrido por el fantasma de que habló Marx en 1848, el fantasma del comunismo.

La izquierda tradicional, de tanto respetar las estructuras del sistema –económicas, sociales, culturales y políticas– se había convertido en un mecanismo más de éste, e incluso, en medida nada despreciable, en una de sus más importantes válvulas de seguridad. El ejercicio de un rechazo total del conjunto de estas estructuras, permitió a las nuevas fuerzas comenzar a plantearse las posibilidades de una transformación social desde la única actitud posible si se pretende realmente romper el círculo vicioso del reformismo: la voluntad de Revolución.

De esa voluntad de Revolución operando en las condiciones propiciadas por el neocapitalismo son hijos los momentos más brillantes de la crisis de Mayo-Junio en Francia, las campañas contra el monopolio de prensa Springer en la R. F. A., y la toma de universidades en EE. UU. e Italia. A la coyuntura creada se deben los desnudos magistrales de la burguesía y los reformistas, obligados a reprimir y a traicionar –a mostrarse– a la luz del día.

Ha sido esa voluntad de Revolución la que ha permitido disolver en su raíz un conjunto de falsas antítesis que el reformismo había impuesto como la verdad final. Ahora era posible reaprender con Marx –y con los grandes marxistas de Lenin al Che y de Ho-Chi Minh a Fidel Castro– que la teoría y la práctica sellan su unidad en la acción revolucionaria y en la reflexión sobre esa acción, tanto en el plano de los grandes hechos históricos, como en la levadura de esos planos: la moral individual del combatiente.

Individuos que piensen la revolución que hacen y hagan la revolución que piensen son el germen, ya desde el combate, del hombre nuevo. En esa actitud está implícita la ambición de totalidad científica del verdadero marxismo. A partir de ella no tenía sentido la “mala conciencia” que en Europa había generado la guerra de Vietnam, la Revolución cubana, o el movimiento revolucionario latinoamericano, realizaciones de la práctica revolucionaria y, hoy lo sabemos, precisamente por ello notables realizaciones teóricas.

Pero esa voluntad de Revolución, encarnada en los hechos, no ha sido en realidad más que el comienzo, y aun, el derecho a comenzar. Los hechos han planteado –replanteado– ante el movimiento revolucionario europeo y especialmente el francés, un conjunto de problemas, la mayoría de ellos, en realidad, viejos problemas en nuevas condiciones.

No es nuestra intención intentar una síntesis de los mismos, ese es precisamente el sentido de algunos de los textos que a continuación reproducimos. Es imperioso destacar, sin embargo, el reencuentro con dos de los problemas básicos de toda revolución comunista: el problema de la vanguardia y el problema del poder del estado. Su elaboración en la teoría del partido y de la dictadura del proletariado, constituye el ángulo central de la concepción marxista-leninista de la revolución proletaria.

El descubrimiento de la especificidad de estos principios a partir de las condiciones estructurales que se intentan modificar, constituye el sello de las grandes y verdaderas revoluciones y, huelga decirlo, de los grandes y verdaderos líderes revolucionarios. Este descubrimiento ha de ser –ha sido siempre– práctico y teórico por su propia naturaleza; ha sido también, y cada vez, distinto.

Esta distinción, dada por el simple hecho de que cada coyuntura revolucionaria es en cierto sentido única, ha impedido el reconocimiento inmediato y universal de las soluciones descubiertas que han tenido que imponerse, hacerse reconocer como válidas y redondearse, en medio de una lucha tensa y difícil: la revolución. Esa es la historia –por citar sólo dos ejemplos– del Partido Bolchevique y del Ejército Rebelde.

Pero no es posible olvidar hoy, a más de cien años de escrito El Capital y a casi cien del nacimiento de Lenin, que las soluciones revolucionarias son únicas sólo en cierto sentido; y que si las izquierdas tradicionales se han convertido en estatuas de sal mirando alucinadas a un pasado que no son capaces de entender en la medida en que no entienden el presente; las fuerzas nuevas de la Revolución bien pueden morir amarradas al castaño bíblico de Macondo mientras pretenden, otra vez, descubrir el hielo.

Se trata del nivel de cientificidad, de generalidad, y de validez de los descubrimientos, en buen romance: del marxismo como ciencia de la Revolución. Ello supone la distinción entre vanguardia revolucionaria y clase, el reconocimiento de que la primera incorpora a la segunda no solamente la clarificación de la conciencia de sus objetivos y fines, sino también un nivel de organización dado para la consecución de los mismos. Supone la destrucción violenta de la maquinaria estatal burguesa y su sustitución por un estado de dictadura del proletariado –que en un país altamente desarrollado podría no ser un estado en el estricto sentido del término de no existir la contrarrevolución internacional– pero es sabido que los hechos gustan de la terquedad y ésta existe.

La generalización anterior no es, desde luego, más que la repetición del ABC, pero precisamente por ello es justo no perderlo de vista como hipótesis de trabajo. La solución al problema –el verdadero aporte a la historia de la humanidad– se dará a partir de ella y de la voluntad de Revolución, en el descubrimiento de las formas correspondientes a las estructuras que se intenta revolucionar, esto es, en la organización y estructura de una nueva vanguardia revolucionaria que sea capaz de encauzar la fuerza potencial de proletariado hacia una Revolución comunista en las peculiarísimas condiciones creadas por el imperialismo en la década del sesenta.

La necesidad de estructurar esta vanguardia –cuya especificidad y validez habrá de descubrirse en su capacidad para destruir al capitalismo– se hizo evidente durante la crisis de Mayo-Junio tanto en un sentido positivo como negativo. Positivamente resultaron evidentes las limitaciones del nivel “sectario” del movimiento desintegrado en miríadas de “grupos”, “grupúsculos” e “ismos”. Negativamente pudo constatarse la capacidad de maniobra de un reformismo centralizado en los planos sindical y partidario, y de una contrarrevolución centralizada a nivel político y militar. Este nivel de mostración incluye también como su centro al problema del poder del estado. La tarea principal de los revolucionarios es realizar una respuesta a estos problemas –entre otros– y resulta evidente que el nivel a que se actuó en Mayo-Junio, mezcla de anarquía y espontaneísmo, es absolutamente incapaz de ello.

El presente número es un mosaico. Intenta presentar una buena cantidad de información sobre los hechos –materializada en la publicación de una síntesis de la exhaustiva cronología que diera a conocer en francés la revista Partisans. Entendemos que el tiempo transcurrido lejos de restar interés a los mismos, les añade la calidad de la reflexión posible para su lector actual. En ella, y en la publicación de las opiniones emitidas a posteriori por algunos jóvenes que en un sentido u otro se destacaron en la acción, intentamos mantener el espíritu con que concebimos el ciclo: “dar a conocer las posiciones de aquellos grupos, grupúsculos e ismos, que se han destacado prácticamente en la acción que conmovió y conmueve la sociedad del capitalismo tardío. Los textos, producto por primera vez en Europa y Norteamérica de un pensamiento sobre la acción, reflejan en oportunidades el carácter caótico de la misma; son a veces contradictorios entre sí y no expresan, en ningún caso, más que la opinión de las personas u organizaciones que los firman, opinión avalada en más de una ocasión por una previa decisión definitoria: haber puesto el pellejo por delante”.

Reproducimos además una amplia gama de reflexiones que sostienen los criterios más excluyentes –desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando, es inevitable, por el centro– con la intención de posibilitar un nivel más de comprensión no sólo acerca de la situación misma, sino también alrededor de la forma en que los emitentes reflejaron los acontecimientos.

Nos parece imperioso destacar, por otra parte, el papel que en el surgimiento y desarrollo de esta voluntad de Revolución que se halla en el centro del despertar político-revolucionario en los países del neocapitalismo, ha jugado el “mundo tercero”, el “subdesarrollado”, el “en vías de desarrollo”, el “cualquiercosa” pero siempre “el otro”, el nuestro. No se trata desde luego del ridículo chovinismo de campanario de provincia, sino de apuntar la importancia revolucionaria y cultural del acontecimiento –la crítica de la cultura política, y de la otra– que en Europa y Norte-América realizan los revolucionarios a partir de Che, de Viet-Nam, especialmente en momentos en que liberales y dogmáticos intentan desesperadamente imponernos como cánones opiniones políticas integradas, carcomidas de reformismo, verdaderos cadáveres carentes de imaginación y de audacia revolucionaria.

El hecho es que si el viejo topo de la historia continúa hozando hoy en Europa, se debe en gran medida al hueco impostergable, a la grieta mayor, a la primera trinchera antimperialista que los revolucionarios comunistas han abierto en Viet-Nam. Hoy, como hace un año, son los obuses de mortero de la ofensiva del TET, o los que estallan, están estallando sobre las madrigueras yankis en Saigón, la más quemante claridad política del mundo. Es hoy otra vez, siempre, el mensaje vivo del Comandante Ernesto “Che” Guevara el símbolo capaz de sintetizar el único futuro posible: la Revolución Comunista.

La Redacción

Índice del número 25-26

Crónicas de las luchas de Mayo de 1968, 11-137

Anexo sobre las luchas de Mayo de 1968, 138-164

Alain Geismar, Entrevista, 165-202

Jacques Sauvageot, Entrevista, 203-214

Daniel Cohn-Bendit, Testimonio, 215-253

Andre Malraux, El principio del drama, 254-257

Raymond Aron, Reflexiones de un universitario, 258-263

Roger Garaudy, La rebelión y la revolución, 264-277

Jean Paul Sartre, El movimiento estudiantil, una crítica radical de la sociedad, 278-293

Ernest Mandel, Lecciones de Mayo de 1968, 294-327

Ernesto Guevara, La técnica se puede usar para domesticar a los pueblos, 328-338

Silvio Baró / José Bell Lara, Notas de lecturas, 339-348

Libros recibidos + anuncios, 349-353 + contraportada

Facsímil del original impreso de esta parte en formato pdf