Daniel Díaz Torres
La primera carga al machete
Pensamiento Crítico, La Habana, julio de 1970, nº 42, páginas 166-171.
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Frente a La primera carga al machete puede sentirse uno atraído por más de un factor. Sin embargo, creo que hay uno que trasciende y que hace de esta película una obra realmente importante: su proyección hacia el presente que no surge sólo por el original empleo de un cine-encuesta «de época». Es indudable que este recurso estilístico permite «objetivizar» más esa realidad: ofrece las posibilidades mejores para lograr lo espontáneo (que en este caso vale decir «lo real y convincente»), eliminando así esa artificiosidad tan común en las películas históricas. La espontaneidad (y por ende, el reflejo más veraz de las situaciones planteadas) viene ya dada desde el momento en que hablan los personajes y no los actores; cuando se han decantado esos «vicios de actuación» que llegan a convertir a cualquier figura histórica en una caricatura involuntaria de sí misma, producto de esas concepciones esquemáticas sobre «cómo reflejar el pasado». Aquí habla el mambí, el campesino, el soldado, la mujer del pueblo; no el actor haciendo de mambí o campesino. A través de múltiples y diversos personajes, se transmite y mantiene esta «fuerza de la naturalidad», donde el grado de verosimilitud no viene dado por los ceceos del lenguaje sino por ese «sentir hombres de hoy» a estos personajes. Y es en este último aspecto donde creo se centra la importancia fundamental de la película. La vigencia, repito, no viene sólo dada por la feliz utilización de un estilo o por la encomiable dirección de actores. Es como resultado lógico de una actitud y de unas claras concepciones relativas al enfoque histórico que la obra adquiere su principal validez.