Eduardo Galeano
Del antiguo apogeo a la humillación de nuestro tiempo
Pensamiento Crítico, La Habana, abril 1971, número 51, páginas 215-227.
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Recientemente se produjo un acontecimiento insólito en América Latina. Las fuerzas armadas de Argentina y Brasil, rivales tradicionales en la disputa por la hegemonía geopolítica en América del Sur, realizaron maniobras conjuntas. Las operaciones militares se hicieron bajo la bandera de la defensa de la democracia y la lucha contra la subversión y los malos ejemplos, con los ojos puestos, sin dudas, en la experiencia contagiosa que están viviendo Chile, Perú y Bolivia. Las maniobras sucedieron a una conferencia de estados mayores de ambos ejércitos, y del ejército paraguayo, que tuvo lugar en Asunción. Todo esto ocurre cuando se cumple precisamente un siglo de la aniquilación de Paraguay por los ejércitos de la Triple Alianza. La coincidencia resulta trágica y elocuente, como se desprende de la lectura de este artículo.
El hombre viajaba a mi lado, silencioso. Su perfil, nariz afilada, altos pómulos, se recortaba contra la fuerte luz del mediodía.
Íbamos rumbo a Asunción, desde la frontera del sur, en un ómnibus para veinte personas que contenía, no sé cómo, cincuenta. Al cabo de unas horas, hicimos un alto. Nos sentamos en un patio abierto, a la sombra de un árbol de hojas carnosas. A nuestros ojos, se abría el brillo enceguecedor de la vasta, despoblada, intacta tierra roja: de horizonte a horizonte, nada perturba la trasparencia del aire en Paraguay. Fumamos. Mi compañero, campesino de habla guaraní, enhebró algunas palabras tristes en castellano. «Los paraguayos somos pobres y pocos», me dijo. Me explicó que había bajado a Encarnación o buscar trabajo, pero no había encontrado. Apenas si había podido reunir unos pesos para el pasaje de vuelta. Años atrás, de muchacho, había tentado fortuna en Buenos Aires y en el sur de Brasil. Ahora venía la cosecha del algodón y muchos braceros paraguayos marchaban, como todos los años, rumbo a Argentina. «Pero yo ya tengo sesenta y tres años. Mi corazón ya no soporta las demasiadas gentes.»