Revista Europea | Madrid 1874-1880 |
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Revista Europea, Madrid, 3 de octubre de 1875, año II, tomo V, nº 84, páginas 546-553.
No carece de dificultades para aquel á quien la Asociación Británica dispensa el honor de presidirla, elegir lema para su discurso.
Muchos asuntos han tratado ya mis predecesores; han hablado del mundo orgánico y del mundo inorgánico, de las cosas del espíritu, y á veces hasta de las que no están al alcance del espíritu; de manera que creo que no estará fuera de lugar un asunto algo más humilde.
Propóngome hablar esta vez de la profesión á que he consagrado mi vida entera. Tal vez este asunto no parecerá á algunos tan importante é interesante como me lo parece á mí; pero lo he elegido porque creo comprenderlo mejor que otro asunto cualquiera.
Por rápidos que hayan sido los progresos que han hecho los ingenieros en el espacio de un siglo, para encontrar el origen de su arte, es preciso remontar á los primeros tiempos de la civilización. En los primeros tiempos, cuando los centros de población eran poco numerosos y estaban muy separados, era casi nula la comunicación de conocimientos adquiridos. Frecuentemente los resultados obtenidos por los trabajos acumulados de los hombres más sabios y más hábiles, se perdían con el pueblo que los había obtenido. Así desaparecían inventos que después volvían á hacerse. Más de un sabio se ha fatigado buscando la solución de un problema que otro sabio más afortunado había resuelto muchos siglos antes.
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