Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte primera. Bases filosóficas de la política y de la táctica

La dialéctica del desarrollo social en nuestro tiempo


La desigualdad del proceso histórico contemporáneo y la dialéctica de las relaciones internacionales

El carácter antagónico del progreso histórico siempre ha condicionado la desigualdad en el nivel y en los ritmos de desarrollo de los diversos países y continentes. El capitalismo llevó hasta un grado extremo la forma antagónica del progreso, abrió un verdadero abismo entre los países avanzados y los atrasados. Este es el motivo de que al estudiar los procesos de la época contemporánea como época de transición del capitalismo al socialismo resulta indispensable tener en cuenta la excepcional desigualdad y disparidad de niveles y ritmos de desarrollo económico y político en todo el mundo. Difícilmente hará falta demostrar que por la variedad y la crudeza de los contrastes sociales, políticos, económicos y culturales, por la hondura de los progresos y de los virajes sociales, por la velocidad con que se producen y por las diferencias en-los ritmos del progreso, la época contemporánea es única en la historia.

La acción de la ley de la desigualdad del desarrollo económico y político bajo el imperialismo condujo a una permutación y a una reagrupación enorme de fuerzas entre los países capitalistas, a un exacerbamiento brutal de las contradicciones en la arena internacional. Este desarrollo a saltos, desigual, provocó un vivo choque de intereses entre los estados capitalistas avanzados, [119] que mantenían en esclavitud colonial aproximadamente a las dos terceras partes de la población del globo.

Con la victoria de la Revolución de Octubre y la escisión del mundo en dos sistemas contrapuestos, con el vigoroso empuje de los movimientos de liberación nacional y el derrumbamiento de los imperios coloniales y con el paso de los jóvenes estados al camino de su desarrollo independiente, en el mundo actual se han abierto contradicciones y contrastes más insondables aún; el panorama general de la desigualdad en el desenvolvimiento político y económico se ha complicado extraordinariamente. Coexisten: los países capitalistas altamente desarrollados y los que lo son menos en el aspecto técnico, todos ellos con relaciones de producción atrasadas, caducas, y con una superestructura política reaccionaria; los países socialistas con una organización política de vanguardia, con avanzadas relaciones de producción –cuyos ritmos de crecimiento son altos– y con diverso nivel económico en los distintos países, aunque todavía insuficientemente elevado en su conjunto; los países liberados y semiindependientes de Asia, Africa y América Latina, económicamente atrasados en su mayoría, con un bajo nivel de vida y de cultura y con una agobiante herencia de colonialismo, de relaciones feudales, de estamento, de casta y de anquilosadas trabas comunal-tribales.

Y en cada uno de esos grupos de países, existen diferencias en los niveles y ritmos de desarrollo económico, en. las formas de organización política y económica, en la situación material de los habitantes, en el carácter y la elevación de la cultura, en las representaciones ideológicas, en las tradiciones históricas, &c.

La mayor parte de los países poseen todavía diversos tipos de estructura y varias formas de transición en la economía. A veces resulta incluso difícil precisar cuál es el tipo de estructura dominante en el sistema de las distintas relaciones económicas, sobre todo cuando la economía del país presenta globalmente el carácter de una economía de transición al pasar de las formas precapitalistas a las capitalistas o al avanzar por una vía no capitalista.

Todo ello complica en singular medida la investigación de la dialéctica de los procesos históricos de nuestro tiempo y dificulta la generalización de los fenómenos concretos, es decir, la abstracción científica, tan importante y necesaria en el análisis económico-social.

Sin correr el riesgo de caer en un excesivo esquematismo, cabría señalar varios tipos distintos del carácter específico que posee la manifestación de las. leyes generales del desarrollo social en tanto que leyes que expresan la dialéctica de la época contemporánea respecto a los principales grupos de países. Actualmente, [120] en el decurso de los procesos sociales se observan las siguientes formas, en dependencia de las condiciones de la realidad.

Existen, en primer lugar, las condiciones socialistas. Corresponden a los países que están edificando el socialismo y el comunismo, así como al sistema socialista mundial en su conjunto. En los países que se encuentran todavía en el proceso de transición al socialismo y en que aún subsisten elementos de clase hostiles, también se dan aún contradicciones antagónicas o vestigios de tales contradicciones, y la lucha de clases prosigue en formas distintas. En los países. en que ha triunfado ya el socialismo, la tarea inmediata estriba en concluir la edificación de este tipo de sociedad y forjar la base material y técnica del comunismo. La fuente principal del progreso está en superar las contradicciones no antagónicas que surgen a consecuencia de los influjos recíprocos y del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, y ello se logra regulando el progreso social según un plan científicamente establecido. Dentro del sistema socialista, las relaciones internacionales quedan determinadas por una comunidad de intereses en la edificación del socialismo y del comunismo y en la lucha contra el imperialismo. Los países socialistas fomentan activamente y amplían la colaboración económica, política y cultural con los países que se han liberado del yugo colonial.

Los países del campo socialista se encuentran en diferentes estadios de formación. De vez en cuando surgen entre ellos dificultades y ciertas contradicciones que tienen su origen en las diferencias existentes en el nivel de desarrollo, en la estructura de clase, en los ritmos y formas de la edificación de la nueva sociedad, en tradiciones, usos y costumbres. Tales dificultades y contradicciones se superan partiendo de la comunidad de intereses radicales. Y es evidente que a las dificultades objetivas se suman también factores subjetivos que arrancan de diferencias de criterio en la apreciación de las tareas y de los métodos de lucha contra el imperialismo, de las formas y los procedimientos de estructuración del socialismo e incluso de los rasgos personales de los dirigentes.

Consolidar la unidad del sistema socialista mundial cimentada en el internacionalismo proletario es condición indispensable para que los estados que lo componen sigan cosechando nuevos éxitos. Tal es la dialéctica de_ lo nacional y de lo internacional en el sistema del socialismo.

En segundo lugar, existen las condiciones capitalistas. Corresponden a los países capitalistas y al sistema capitalista en su conjunto. En este ámbito, la tarea fundamental consiste en luchar contra los monopolios –en el capitalismo moderno, la fuerza más concentrada y la que ejerce el mando–, establecer las. bases del socialismo mediante transformaciones revolucionarias. Aparece como fuente del progreso, la lucha por superar, a través de la [121] revolución socialista, las contradicciones antagónicas en el modo de producción y las inconciliables contradicciones de clase. Esta revolución se prepara creando un frente único antimonopolista de todas las fuerzas progresistas y democráticas, con la clase obrera al frente. En esa esfera, sigue actuando la ley de la desigualdad del capitalismo, con lo que se agranda la contradicción entre los países imperialistas pese a las diversas formas de unión a que recurren las fuerzas imperialistas para combatir al mundo socialista y al movimiento de liberación nacional, para atacar conjuntamente a la clase obrera y a las fuerzas antimonopolistas de sus países.

Sin embargo, el carácter de la acción de la propia ley de la desigualdad en el desarrollo económico y político se modifica. A comienzos del siglo XX, esa acción dio lugar a la primera guerra mundial. La segunda, fue asimismo un resultado de las contradicciones del capitalismo monopolista –de la acción de la ley de la desigualdad–, pero, a diferencia de la primera, hubo en ella un elemento de lucha liberadora: la de los pueblos contra el fascismo. Cuando la Alemania fascista atacó a la Unión Soviética, ese carácter antifascista y liberador de la segunda guerra mundial se acrecentó vivamente. En que la guerra cambiara de carácter, influyó tanto la lucha de los pueblos esclavizados por el fascismo como –y sobre todo– el que en ella participara el Estado socialista, fuerza principal y decisiva de la lucha de liberación y de la derrota de los agresores fascistas.

En nuestros días, la existencia del sistema socialista impide el estallido de las guerras entre los estados imperialistas. Los prohombres del mundo imperialista comprenden que una guerra de ese tipo podría significar el fin de su dominio de clase. Y cada día ponen mayor empeño en hallar una puerta de escape en la red de sus contradicciones a casta de los países socialistas. En esta situación, hacer todo lo posible para evitar que se produzca un conflicto bélico entre los dos sistemas, se convierte en tarea de todas las fuerzas progresistas.

En tercer lugar, existen los países que se encuentran en una u otra fase de liberación nacional. En ese medio se plantea como objetivo inmediato el de conquistar y consolidar la independencia nacional, desarrollar con independencia la economía y la cultura, liquidar los restos de colonialismo mediante la lucha antiimperialista y robustecer toda clase de lazos con las fuerzas que luchan por el socialismo y el comunismo. Es una vital necesidad económica lograr la independencia nacional. Para esos países, la lucha contra el imperialismo no es sólo una lucha contra el enemigo exterior, sino, además, contra las fuerzas reaccionarias del interior, que apoyan a los colonizadores. El avance de tales países se halla determinado por la contradicción y la lucha de das tendencias: la tendencia progresista de la vía no capitalista de desarrollo, que conduce al socialismo, y la tendencia reaccionaria [122] que pugna por introducir y fortalecer el capitalismo bajo la égida de las potencias imperialistas.

Como es obvio, las tres esferas indicadas no agotan en absoluto toda la singular trama de las distintas facetas de la realidad, en las que se manifiesta la dialéctica objetiva de la época contemporánea, y ello con tanto mayor motivo cuanto que el contenido de la regularidad general de la época en ningún caso puede reducirse a la suma de las leyes que actúan en esas esferas. Dicho contenido se expresa en la interacción de dichas leyes y en la tendencia general que caracteriza el proceso objetivo necesario de transición del capitalismo al socialismo y al comunismo en todo el mundo, y que se abre paso a través de combinaciones –a veces sumamente raras– de acontecimientos. Los rasgos enumerados más arriba como característicos de cada esfera en particular no pretenden ofrecer una descripción más o menos completa de los correspondientes nexos esenciales.

En el mundo capitalista, junto a los países altamente desarrollados en los que han madurado ya las premisas de la revolución socialista y del paso al socialismo, los hay en que aún son fuertes las supervivencias de las relaciones feudales, de suerte que en el curso del proceso revolucionario habrá que resolver varias cuestiones democráticas de tipo general y, camino al socialismo, habrá que tomar varias medidas de transición. Entre los países liberados y los dependientes también los hay en aue el capitalismo ha alcanzado un sensible desarrollo, y en ellos las tareas de la lucha por la independencia nacional se funden directamente con las tareas de la revolución socialista.

La principal conclusión que el leninismo infiere del desarrollo. desigual bajo el imperialismo, estriba en consignar que en el camino de la humanidad hacia el socialismo aparecerá inevitablemente una enorme variedad de formas.

Lo que ha hecho posible la comprensión de esta verdad ha sido el profundo estudio de la dialéctica de lo general, de lo particular y de lo singular, de la dialéctica de la forma y del contenido. Puede afirmarse con pleno fundamento que el análisis aclaratorio que hizo Lenin de la interacción dialéctica de estas categorías, de su contraposición y de su unidad, fue un descubrimiento de nuevas leyes de la ciencia filosófica. Esa investigación teórica respondía a las necesidades vitales de la época. No puede considerarse como coincidencia casual el que Lenin, en un mismo período, descubriera en el plano filosófico la interconexión y los tránsitos de lo general, de lo particular y de lo singular, la dialéctica de la forma y del contenido (Cuadernos filosóficos), y fundamentara, en el campo de la estrategia y de la táctica políticas, la posibilidad de que la revolución socialista triunfara en países separados, así como la inevitabilidad de que surjan múltiples formas. de transición al socialismo. Si tenemos en cuenta esta indisoluble trabazón entre la dialéctica materialista [123] y los fundamentos científicos de la política, podremos comprender el profundo sentido dialéctico de la tesis de Lenin sobre el contenido único y la multiplicidad de formas del movimiento hacia el socialismo. "Todas las naciones llegarán al socialismo, eso es inevitable; pero no todas llegarán del mismo modo, cada una aportará algo peculiar en tal o cual forma de democracia, en tal o cual variedad de dictadura del proletariado, en tal o cual ritmo de las transformaciones socialistas en las diversas facetas de la vida colectiva"{22}.

La incomprensión de la dialéctica de lo general y de lo particular, de la forma y del contenido, constituye el gran escollo para los revisionistas y los dogmáticos. Esos políticos, abultando las particularidades de tal o cual país, negando el significado de las leyes generales de la edificación socialista o presentando las peculiaridades y los procedimientos específicos de su país como leyes generales, se deslizan hacia la estrechez nacional y, en último término, hacia el chovinismo. Por otra parte, al desdeñar las condiciones específicas del país orientándose hacia algún patrón general, no hacen sino desacreditar las leyes generales de la edificación socialista, los principios del internacionalismo proletario y de la igualdad de derechos entre las naciones.

Vemos, por tanto, que la dialéctica de lo general, de lo. particular y de lo singular, la dialéctica de la forma y del contenido, no sólo, constituyen un importante problema filosófico, sino, además, una parte esencial de la interpretación científica de la época contemporánea.

La universalidad del método materialista dialéctico ha de combinarse con el carácter concreto de su aplicación.

"Indudablemente –escribió Lenin– también en este caso, como siempre, la cuestión estriba en saber aplicar los principios generales y fundamentales del comunismo. a la peculiaridad de las relaciones entre las clases y los partidos, a la peculiaridad que presenta el desarrollo objetivo hacia el comunismo, que es específica en cada país y que es preciso saber estudiar, hallar y augurar"{23}.

No hay que atribuir un valor absoluto al carácter singular de las condiciones locales de tal o cual país, no se han de examinar al margen de la conexión orgánica con las fuerzas. motrices principales y con las condiciones generales de la época. Peroles inadmisible desligar las leyes generales de las formas históricamente concretas en que tales leyes se manifiestan, pues la general no existe fuera de lo concreto, de lo específico.

Lo general pasa por diversas fases de desarrollo y se hace patente de diverso modo en dependencia del cambio de las circunstancias. "Olvidar la particularidad de las relaciones políticas [124] y estratégicas y repetir machaconamente, venga o no venga a cuento, una misma palabrita aprendida de memoria: «imperialismo» –decía Lenin– no es de ningún modo marxismo"{24}.

Descubrir la dialéctica de la época contemporánea no simplemente como "época del imperialismo", sino como época del hundimiento del capitalismo y del paso al socialismo permite enfocar de otro modo la solución de problemas de nuestro tiempo tan trascendentales como los de la revolución, la guerra y la paz.

Para apreciar las premisas de la revolución proletaria en la época imperialista, ha resultado posible tener en cuenta no sólo las contradicciones internas y el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de un país, sino, además, las contradicciones del sistema capitalista en su totalidad, el eslabón débil en la cadena del imperialismo. En la época actual, gracias a la existencia del sistema socialista mundial y a su peso cada día mayor, resultan mucho más, favorables las condiciones para la revolución socialista, tanto en los países en que ya han madurado como corresponde las fuerzas productivas para pasar al socialismo, como en los países de producción atrasada, con supervivencias de feudalismo y hasta de régimen comunal. Además, las nuevas condiciones políticas que se van configurando en el curso de la revolución y las nuevas relaciones de producción que se van afirmando –de carácter socialista o de transición– desbrozan el camino para el crecimiento de las fuerzas productivas y actúan como estímulos y como poderosa palanca del desenvolvimiento progresista del país. Nos ofrecen de ello un ejemplo las revoluciones nacionales de la época contemporánea, que abren la senda del desarrollo no capitalista. En conjunto, se trata de una nueva ley, condicionada por la nueva distribución de las fuerzas en el plano mundial y por la actividad política de las masas, que se ha elevado en formidable proporción.

Hasta hace poco tiempo, los cambios revolucionarios se hallaban directamente vinculados a las guerras y se producían en plena guerra, o por lo menos la guerra los aceleraba. Mas es imposible operar con verdades concretas de ayer sin correr el peligro de caer en el dogmatismo. Aunque en el pasado las revoluciones no se daban en períodos de paz, sino cuando había guerra, de ello no se sigue que también en nuestro tiempo la causa de la revolución pueda triunfar en una situación de guerra y no de paz. De ahí que, en las circunstancias actuales, plantear el problema, digamos, en los siguientes términos: o lucha por la paz, o desarrollo del proceso revolucionario mundial, no puede ser calificado de otro modo –desde el punto de vista teórico– que como un planteamiento metafísico, antidialéctico.

Ya en 1918 advertía Lenin que la guerra puede llegar a socavar las condiciones mismas de existencia de la sociedad humana [125] porque "las conquistas más poderosas de la técnica se emplean en tales proporciones, tan destructivamente y con tanta energía para el aniquilamiento en masa de millones de vidas humanas"{25}.

Lenin demostraba entonces que las guerras no iban a salvar al capitalismo y que en fin de cuentas conducirían a la bancarrota del imperialismo, pero ese tránsito al socialismo es horriblemente doloroso y causa grave quebranto a todas las fuerzas productivas.

Las proféticas palabras de Lenin adquieren singular actualidad en nuestros días. La guerra mundial termonuclear barrería al capitalismo, pero no aproximaría, sino que alejaría en mucho la realización de los ideales comunistas e incluso podría poner en grave peligro –hay que mirar la verdad cara a cara– el progreso de la humanidad. En primer lugar, implicaría la destrucción de las fuerzas productivas de la sociedad, en tanto que el comunismo sólo es posible si estas fuerzas aumentan en colosal medida. La humanidad se vería proyectada hacia atrás, muy lejos de las posibilidades de crear la base material y técnica del comunismo. En segundo lugar, conduciría al aniquilamiento en masa de los seres humanos y habría el peligro de que muchos de los que quedaran con vida degeneraran físicamente. En cambio el comunismo significa plenitud de la personalidad. Por tanto, no se ha de plantear metafísicamente el problema: "O guerra y revolución, o paz", sino de manera dialécticamente concreta, exigiendo el examen de los fenómenos en sus conexiones y en sus recíprocos influjos condicionantes. La lucha por. la paz y contra los agresores imperialistas constituye una parte inseparable del proceso revolucionario mundial, es uno de los caminos que conducen al pleno triunfo de este proceso.

Un cálculo multilateral de los rasgos generales y específicos de nuestra época permite llegar a la conclusión de que junto a la forma armada del cambio revolucionario existe la posibilidad real de una forma pacífica para que se manifieste la ley objetiva del tránsito revolucionario del capitalismo al socialismo y al comunismo: la forma pacífica de este salto revolucionario.

Sería erróneo, por otra parte, separar las formas pacíficas y las no pacíficas de la lucha revolucionaria y no ver la posibilidad de su entrelazamiento o del cambio de formas de lucha en las diversas etapas de la revolución. Sabido es que en el decurso de la revolución rusa, de febrero a octubre (III) hubo formas pacíficas de lucha y formas no pacíficas; en ciertos momentos, las circunstancias tendían a favorecer la transferencia pacífica del poder a manos de la clase obrera, pero luego, cuando esa posibilidad no se hubo convertido en realidad, pasaba al orden del día la lucha [126] armada por el poder. Establecido el poder soviético, la contrarrevolución interior y los imperialistas extranjeros organizaron una larga guerra civil.

Esta trama y esta sucesión de formas de lucha no excluyen, por supuesto, que en tal o cual país la revolución pueda llevarse a cabo preferentemente en forma pacífica, no de un solo envión, sino por medio de golpes. sucesivos, mientras que en otro venza sólo en sangrienta lid armada. Todo depende de la situación concreta en el interior del país y de las circunstancias de carácter internacional que influyan sobre la marcha de los acontecimientos.

La coexistencia pacífica de los estados no excluye la lucha de clases ni la revolución; al contrario, facilitan su proceso. Como es notorio, las guerras enconaron las contradicciones del capitalismo, llevaron las situaciones hasta los últimos extremos, pero tampoco se debe olvidar que las guerras y el clima de guerra con frecuencia han servido a los explotadores como medio para aplastar a las masas, para amortiguar la lucha de clases y para contener, aunque fuese con una demora temporal, las explosiones revolucionarias. También ahora el militarismo de las potencias imperialistas y la psicosis bélica que éstas avivan tienen por objetivo amedrentar, abatir las fuerzas revolucionarias de nuestro tiempo en la palestra mundial. y en el interior de los países capitalistas.

La coexistencia pacífica está orientada contra las guerras reaccionarias. de las potencias imperialistas y contra el militarismo, crea condiciones más favorables para la lucha revolucionaria y para las guerras revolucionarias de las masas explotadas y de todos los pueblos sojuzgados, contra los opresores. La política leninista de la coexistencia pacífica implica obligatoriamente apoyar de modo activo a todas las guerras de liberación. Los comunistas se guían por las indicaciones de Lenin acerca de las guerras justas e injustas: "Todo cuanto tienen de criminales y nefastas las guerras reaccionarias y, en particular, las guerras imperialistas... tienen de legítimas y justas las guerras revolucionarias, es decir, las guerras en defensa de las clases oprimidas contra los capitalistas, en defensa de los pueblos subyugados por los imperialistas de un pequeño grupo de paises, y contra los opresores, en defensa de la revolución social frente a las invasiones extranjeras"{26}.

La política de coexistencia pacifica no tiene nada de común con las ilusiones pacifistas de cuño liberal.

La coexistencia pacífica de los estados no significa en absoluto una conciliación de socialismo y capitalismo. Las relaciones entre estos dos sistemas contrapuestos son relaciones de lucha de clases. Entre capitalismo y socialismo existen contradicciones [127] antagónicas, inconciliables. Seria un error reemplazar el concepto de coexistencia pacífica de estados de estructura social diferente, por la tesis de coexistencia pacífica de clases entre el capitalismo y el socialismo, entre estos dos sistemas sociales opuestos uno al otro.

Entre capitalismo y socialismo como sistemas sociales enfrentados no puede haber un equilibrio invariable ni un armisticio de clase, ni siquiera temporal, y con menor motivo una paz de clase permanente. Entre dichos sistemas se sostiene cada día y a toda hora una reñida batalla económica, política e ideológica según el principio de "quién vencerá a quién", y en esa lucha se produce un. cambio de correlación de fuerzas en favor del socialismo. Tal lucha es inevitable hasta la victoria rotunda del comunismo y la desaparición del capitalismo. Comoquiera que en el curso de esta lucha la correlación de fuerzas se modifica globalmente ene favor del socialismo, el movimiento comunista mundial considera que el socialismo puede alcanzar la victoria sin guerra entre los países socialistas y los estados burgueses, y que puede vencer a escala mundial habiendo paz.

En el Programa del P.C.U.S. se explican las tesis principales acerca de cómo evitar una nueva guerra mundial y cómo consolidar la paz entre los pueblos. La vieja fórmula sobre la inevitabilidad de las guerras en la época actual ya no respondía a las nuevas condiciones y empezó a trabar la iniciativa de los pueblos en la lucha por la paz. Recordemos la situación internacional a comienzos de la década de 1950-1960. Los imperialistas, después de haber formado el agresivo Bloque Atlántico, emprendieron el camino de las aventuras y de la histeria bélicas. La diplomacia se encontró en un callejón sin salida. Al movimiento popular pro paz que se desarrollaba en muchos países, se le planteó un problema: si la guerra es inevitable, ¿de qué sirven los esfuerzos de los partidarios de la paz? Las tesis que promovió el XX Congreso del Partido sobre la posibilidad de evitar una nueva guerra mundial abrieron vastas perspectivas al movimiento de los partidarios de la paz y a la vigorosa lucha de los países socialistas para llevar a la práctica el principio de la coexistencia pacífica de los estados con distinto régimen político-social. Esa línea se elaboró aplicando con toda consecuencia las ideas de Lenin y analizando can toda profundidad los cambios objetivos registrados en la situación mundial, y ha quedado rotundamente justificada. Las fuerzas de la paz han obtenido grandes victorias sobre las fuerzas de la agresión.

Si queremos apreciar la situación internacional tomada en su conjunto deberemos reconocer que la tendencia determinante está en el crecimiento y en la consolidación de las fuerzas del socialismo, en el éxito con que avanza la revolución nacional de los pueblos antes subyugados, y el debilitamiento persistente del sistema capitalista mundial. [128]

El cambio fundamental de la correlación de fuerzas en el mundo en favor de la paz y del socialismo, la creciente potencia de la Unión Soviética y de toda la comunidad socialista y la lucha de todas las fuerzas pro paz contra las tendencias agresivas del imperialismo contemporáneo han evitado que el imperialismo desencadenase la guerra mundial termonuclear.

Sin embargo, el peligro de semejante guerra no se ha disipado. En el mundo imperialista existen influyentes fuerzas de clase hostiles a la idea misma de la coexistencia pacífica y hacen cuanto de ellas depende para atizar los focos de guerra en las distintas zonas del globo, para mantener el mundo al borde de la catástrofe. Sin una lucha decidida contra esas fuerzas reaccionarias del imperialismo, sín aislarlas políticamente no cabe ni siquiera hablar del éxito de la política de coexistencia pacífica, de la prevención de la guerra termonuclear mundial.

En la primavera de 1965 conmemoramos el vigésimo aniversario del fin victorioso de la Gran Guerra Patria y de la segunda guerra mundial. Mas, los veinte años transcurridos desde entonces, sólo convencionalmente se pueden llamar arios de "postguerra". No ha habido un año, ni un mes, ni un día en que, a consecuencia de la criminal actividad de los imperialistas, no se haya vertido sangre humana. Los imperialistas americanos, así como los ingleses y los franceses, los colonizadores holandeses, belgas y portugueses han desencadenado guerras locales con el propósito de ahogar los movimientos de liberación en diversos puntos del mundo. Las criminales acciones militares de los imperialistas en Vietnam, en Argelia, en Corea, en Grecia, en Guatemala, en Egipto, en el Líbano, en Indonesia, en Cuba, en el Congo, en Angola, en Panamá y en la República Dominicana, los numerosos golpes de Estado reaccionarios subvencionados por los monopolios y organizados por los servicios de espionaje imperialistas son una prueba convincente de que durante todos esos arios el imperialismo mundial ha proseguido su política agresiva, balanceándose al borde de la guerra.

Ahora, como antes, la fuente permanente del peligro de guerra es el imperialismo y en particular su destacamento de choque, el imperialismo yanqui. Los acontecimientos más recientes descubren una vez más ante el mundo que las fuerzas del imperialismo y, sobre todo, del imperialismo estadounidense ponen sus miras en la agresión y en la guerra para lograr sus objetivos criminales.

Ante el actual peligro de guerra, la Unión Soviética y los otros países socialistas consideran que su deber está en reforzar infatigablemente su común capacidad de defensa y sus posiciones en política exterior, en mantener una extremada vigilancia frente a los manejos políticos y militares. de los imperialistas y rechazarlos con la mayor energía.

La lucha por la coexistencia pacífica no significa, por consiguiente, [129] renunciar a la lucha de clases contra el capitalismo ni a la lucha por la liberación nacional. Dada la situación internacional de nuestro tiempo, es precisamente la coexistencia pacífica de los estados con distinto régimen social la que crea las posibilidades más favorables para la lucha revolucionaria de la clase obrera de los paises capitalistas, y facilita la lucha de los pueblos de los países coloniales y dependientes por su liberación, por la independencia nacional y el progreso social.

La política de coexistencia pacifica entre estados con diverso régimen político-social se funda en la inconmovible seguridad de que la competición pacífica de los das sistemas terminará con la victoria del socialismo.

El sistema socialista mundial y el capitalista se desarrollan según leyes directamente contrarias. El sistema capitalista está corroído por contradicciones antagónicas que no puede superar y que le conducen a su inevitable desaparición. El sistema socialista sigue un camino de ascendente desarrollo superando las contradicciones que en él se dan y surgen, consolidándose en la lucha contra el imperialismo, atrayendo a su lado a todos los partidarios de la paz, de la democracia y del progreso social.

Tal es la dialéctica de las relaciones internacionales en el mundo actual, escindido en dos campos contrapuestos.

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{22} Ibíd., t. XXX, p. 123.

{23} Ibíd., t. XLI, p. 74.

{24} Ibíd., t. XXX, p. 102.

{25} Ibíd., t. XXXVI, p. 396.

{26} Ibíd., t. XLIV, pp. 275-276.