Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget
Parte segunda. El progreso de la sociedad y del individuo
Socialismo y patriotismo
La clase obrera y la patria
La clase obrera izó la bandera de la lucha contra las bases de toda opresión: contra la división dé la sociedad en clases y la explotación del hombre por el hombre. El proletariado no admite la opresión nacional, ni ninguna otra forma de explotación. La divisa de combate del proletariado revolucionario de los estados capitalistas que mantienen en la esclavitud a los pueblos de las colonias y a las naciones que no gozan de todos los derechos, es la famosa tesis marxista que proclama: "No puede ser libre el pueblo que sojuzga a otros pueblos".
En la época imperialista, la cuestión de la actitud que se adopta ante la patria, la cuestión del patriotismo, se ha convertido en una de las cuestiones más sensibles de la lucha ideológica y de la demarcación política en el movimiento socialista internacional. A principios del siglo XX se manifestaron, sobre este problema, dos puntos de vista, sin duda extremos, igualmente inaceptables para los marxistas. Antes de la primera guerra mundial, los anarquistas y otros socialistas pequeñoburgueses, predicando la indiferencia ante las cuestiones de la independencia nacional, llegaron a negar la idea de autodeterminación de las naciones y de la defensa de la patria en general e incluso rechazaron la idea de patria. El anarquista francés Hervé, por ejemplo, aseveraba que el problema de patria, de nación, era del todo indiferente para la clase obrera. En cambio, los oportunistas como el socialdemócrata alemán Vollmar afirmaban que los socialistas debían alzarse en defensa de su patria en todas las guerras, incluso las de conquista.
Los "ortodoxos" que militaban en la II Internacional formalmente se declararon disconformes con estas ideas no marxistas, pero no fueron capaces de dar una solución pacífica al problema de la actitud ante la patria. Interpretaban con un espíritu de nihilismo nacional o declaraban envejecida la conocida tesis del Manifiesto del Partido Comunista: "Los obreros no tienen patria". Ni siquiera Plejánov, que en su tiempo mantuvo una posición marxista, logró resolver la cuestión de la patria, y oscilaba del cosmopolitismo "socialista" al social-chovinismo extremado. Hasta la primera guerra mundial, Plejánov negó el patriotismo, afirmando que la condición psicológica de amar necesariamente a la patria es una falta de respeto por los derechos de las otras patrias. Pero durante la guerra mundial, Plejánov, lo mismo que Vollmar, Hervé y demás oportunistas, se volvió social-chovinista, fogoso defensor de la patria burguesa en la imperialista guerra de rapiña. Por esta suerte, el nihilismo nacional y el chovinismo no resultaron antípodas, sino tan sólo dos variedades de la ideología burguesa.
La única concepción justa y consecuentemente marxista de la cuestión indicada fue la que defendió el Partido Comunista [245] bolchevique. Quedó formulada en las siguientes tesis de Lenin, que son clásicas: "Que «los proletarios no tienen patria» se dice, realmente, en el Manifiesto Comunista: que la posición de Valimar, Noske y Cía «choca» con esta tesis básica del socialismo internacional, también es cierto. Pero de ello no se sigue aún que sea justa la afirmación de Hervé y los herveristas en el sentido de que al proletariado le resulta indiferente la patria en que vive: en la Alemania monárquica, en la Francia republicana o en la Turquía despótica. La patria, o sea, el medio político, cultural o social dado, representa el factor más poderoso en la lucha de clases del proletariado; y si no tiene razón Vollmar al establecer cierta actitud «verdaderamente alemana» del proletariado ante la «patria», tampoco la tiene Hervé al tratar con una imperdonable falta de sentido crítico ese factor tan importante de la lucha liberadora del proletariado. El proletariado no puede mirar con indiferencia y desinterés las condiciones políticas, sociales y culturales de su lucha; por tanto, no puede ser indiferente, tampoco, a los destinos de su patria”{2}.
Para los obreros conscientes, el patriotismo se halla indisolublemente unido a las ideas de solidaridad internacional entre los obreros de todos los países, al internacionalismo proletario, a los intereses de la lucha por la democracia y por el socialismo. El que el proletariado defienda las exigencias y los intereses generales de la nación no puede encubrir el antagonismo de clases de la nación burguesa; el proletariado. lucha por la hegemonía también en el movimiento de liberación nacional, tiende a desplazar a la burguesía de la dirección de las naciones, ya que ésta, al agudizarse la lucha de clases, es capaz de establecer acuerdos con la reacción imperialista y traicionar los intereses de la nación. El proletariado lucha para llegar a ser la fuerza rectora de la nación.
La clase obrera nunca fue sorda a las cuestiones de la patria, a los destinos de su nación. El marxismo-leninismo enseña que esta clase no se habría podido formar ni desarrollar de no haberse acomodado a los límites de la nación, de no haber sido nacional. Al mismo tiempo, la clase obrera lucha contra las clases explotadoras dominantes en su nación. En la sociedad capitalista, el Estado no es en absoluto un órgano del pueblo, la burguesía utiliza el poder estatal como instrumento en la lucha del capital contra el trabajo, para oprimir a los trabajadores de su país y esclavizar a las otras naciones.
La nación denota una determinada comunidad de personas que se ha estructurada históricamente, pero los intereses de las clases no se diluyen en los de la nación. La burguesía, especulando con los sentimientos nacionales, siempre procura velar, ocultar las contradicciones de clase de la sociedad para mantener su posición [246] dominante en su nación. El "patriotismo" de la burguesía santifica las guerras de rapiña; hace propaganda del nacionalismo disfrazado de patriotismo y combate el internacionalismo del proletariado.
La burguesía procura obtener privilegios para su nación, mas en realidad no persigue sino objetivos egoístas; busca ventajas únicamente para sí y se esfuerza en obligar a la nación entera a que luche bajo su mando y por sus intereses. Para el proletariado, en cambio, las exigencias nacionales no pueden ni deben velar las contradicciones que le oponen a la otra clase; él no debe admitir que la burguesía le dirija, está llamado a convertirse en la fuerza rectora de su nación. La exigencia suprema del proletariado, en la cuestión nacional, se cifra en los intereses de la lucha por la democracia y el socialismo. Es desde este punto de vista cómo los obreros conscientes, a lo largo de toda su historia, definen su actitud en lo que respecta a la defensa de la sociedad.
El concepto de "defensa de la patria" floreció en el clima de los movimientos progresivos de liberación nacional. En este sentido, precisamente, en el sentido de lucha contra el yugo extranjero y contra la amenaza de esclavización foránea, consideran los marxistas legítima esa consigna, como de guerra justa, y niegan que pueda aplicarse a las guerras injustas, de conquista.
Para los marxistas, para los obreros conscientes, la concepción del patriotismo sólo puede basarse en un criterio justo y posible: el que radica en los intereses. de la lucha por la democracia y el socialismo, en los intereses de la colaboración pacífica de los pueblos y del movimiento obrero internacional. En cambio, los chovinistas exaltan la defensa de la "patria" incluso cuando lo que la burguesía busca es esclavizar a otros pueblos, a otras patrias. Los marxistas siempre han considerado un crimen y una vileza predicar la "defensa de la patria" en las guerras de rapiña y conquista, pues en tales casos dicho lema se utiliza para engañar al pueblo, para disfrazar los objetivos rapaces, imperialistas, de la guerra.
La Rusia progresista condenaba con toda energía la reaccionaria política expansiva y las guerras de conquista del zarismo. Haciéndose eco del estado de ánimo de todos los verdaderos patriotas del país, los bolcheviques declaraban que la pandilla de los Romanov cubría de oprobio nuestra dignidad nacional de grandes rusos. La clase obrera de Rusia y su vanguardia –el Partido Comunista– lucharon decididamente contra la primera guerra imperialista, que no se sostenía en defensa de la patria, sino para conquistar y saquear a otros pueblos. Los, bolcheviques abogaban por la derrota del zarismo en la guerra imperialista y proclamaban que los trabajadores de todos los países imperialistas debían adoptar la misma posición, pues ello facilitaría la liberación de los trabajadores, quienes cambiarían la guerra imperialista, la transformarían en guerra civil, liberadora. [247]
Los bolcheviques defendieron la táctica revolucionaria y demostraron ser auténticos patriotas, verdaderos luchadores por la liberación y el progreso de su patria. En los años de la guerra imperialista, cuando la burguesía chovinista y sus lacayos socialistas perseguían furiosamente a los bolcheviques como "antipatriotas", vio la luz el famoso artículo de Lenin "Sobre el orgullo nacional de los grandes rusos", que resonó como un genuino himno patriótico.
Lenin estigmatizó a los verdugos zaristas, a los aristócratas y capitalistas, que violentaban, oprimían y escarnecían a nuestra patria; expresó los sentimientos más profundos del orgullo nacional mostrando cómo la nación rusa había dado a la humanidad admirables ejemplos de lucha por la libertad y el socialismo, cómo la clase obrera rusa había creado un fuerte partido revolucionario que, al frente del pueblo, quería erigir una patria democrática, libre e independiente, la cual, en vez de establecer relaciones con los países vecinos inspirándose en el principio feudal de los privilegios, actuara ateniéndose a los principios de igualdad. Lenin demostró que el socialismo no se opone al patriotismo, que los intereses de un patriotismo auténtico, no adulterado ni chovinista, coinciden con los del socialismo. "El interés del orgullo nacional (no entendido servilmente) de los grandes rusos. coincide con el interés socialista de los proletarios gran rusos (y de todos los demás)"{3}.
Al descubrir esta interconexión, profundamente dialéctica, entre socialismo y patriotismo, Lenin dejó sin disfraz tanto al nihilismo nacional como el chovinismo burgués. En los años de la primera guerra mundial, el gran peligro era el social-chovinismo, que disimulaba su vil sumisión a los imperialistas proclamando la consigna de "defensa de la patria". Al poner en evidencia a los social-chovinistas, los bolcheviques partían de la idea de que en la guerra imperialista no es posible “defender la patria" de otro modo que mediante la lucha revolucionaria contra los terratenientes y los capitalistas de la propia tierra, por la derrota de su gobierno, que oprime a su pueblo y a otros pueblos.
Los mencheviques, los socialistas-revolucionarios y demás enemigos del Partido Comunista, que tanto voceaban sobre la "defensa de la patria", se situaron al ledo de los imperialistas, renegaron de la causa del socialismo y traicionaron los intereses patrios. Para complacer a los terratenientes y a los capitalistas. estaban dispuestos a condenar a su país al estancamiento y al marasmo, a que se agotara en la rapaz guerra imperialista, a que el imperialismo extranjero lo sometiera. Quien salvó a nuestra patria de ese oprobioso destino, de la amenaza de la catástrofe nacional, fue el Partido Comunista, que levantó a la clase obrera y a los trabajadores del campo para derrocar el poder de los [248] imperialistas, para luchar por la creación de un poderoso Estado soviético. Los mencheviques, los socialistas-revolucionarios y demás social-chovinistas resultaron ser falsos socialistas y falsos patriotas. Después de la Revolución Socialista de Octubre actuaron –no fue casualidad– como los más ruines y alevosos traidores a su patria, como cómplices de la contrarrevolución de guardias blancos y de la intervención extranjera de los imperialistas.
En los años de la guerra imperialista, los oportunistas de todos los países, bajo la bandera del patriotismo y de la defensa de la patria, difundieron el chovinismo burgués, ayudaron a su burguesía a engañar a los obreros y a saquear otros países.
Ya entonces se puso en claro que en varios países la burguesía había comprado y puesto a su servicio al grupo dirigente de los partidos obreros y de las organizaciones sindicales, lo había transformado en uno de sus puntos de apoyo. Los imperialistas, con colonias o gozando de una posición dominante en el mercado mundial, obtienen sumas colosales de elevada ganancia monopolista y dedican algo a sobornar a una parte de sus obreros. La minoría privilegiada de obreros y empleados "se aburguesa", se separa de las masas obreras, se une a su burguesía nacional, que utiliza dicha minoría para ver si logra ahogar la lucha de clases y oprimir a otros pueblos.
De este modo, en la época imperialista se forma una especie de alianza entre la burguesía de la nación dada y la parte privilegiada de la clase obrera contra el grueso del proletariado para someter a otras naciones. Es esta circunstancia, precisamente, la que dificulta en gran manera que la clase obrera se convierta en la fuerza dirigente de la nación y rompa el dominio de "su" burguesía.
La concepción proletaria del patriotismo tiene su fundamento en la idea de qué la consigna de defender a la patria es necesaria y justa cuando se trata de salvaguardar la independencia nacional, la democracia y él socialismo, y no de escudar los intereses codiciosos de la "propia" burguesía. Los marxistas han declarado siempre que cuando las guerras son de liberación, la defensa de la patria responde por entero a las conveniencias del progreso. No sólo no niegan esa defensa, sino que la apoyan con toda energía poniéndose al lado de los pueblos oprimidos en su lucha contra la esclavitud colonial o al lado del proletariado victoriosa en su contienda contra los imperialistas, que pugnan por ahogar la revolución.
Concretando la posición de las socialistas ante la consigna de "defensa de la patria" en una guerra justa, Lenin decía ya en 1916: "La patria, la nación, son categorías históricas. Si durante la guerra se trata de la defensa de la democracia o de la lucha contra el yugo que oprime a una nación, no estoy en absoluto contra semejante guerra, no temo las palabras de «defensa de la patria» cuando se refieren a ese tipo de guerra o de sublevación. [249]Los socialistas siempre se han puesto al lado de los oprimidos y, por ende, no pueden ser enemigos de las guerras cuyo fin estriba en la lucha democrática o socialista contra la opresión"{4}.
El socialismo lleva la paz a todos los pueblos, acaba por completo con toda clase de guerras, pero dada la desigualdad del desarrollo económico y político de los países capitalistas en la época imperialista, la revolución socialista no puede desplegarse y vencer simultáneamente en todo el mundo. La historia ha confirmado la genial conclusión de Lenin en el sentido de que el socialismo vencerá inicialmente en uno solo o en varios países, mientras que los demás seguirán siendo burgueses o pre-burgueses durante cierto tiempo. Mientras se conserve el capitalismo, subsistirá el peligro de guerra. Los imperialistas quieren un nuevo reparto del mundo y procuren desencadenar una nueva guerra mundial. Las clases gobernantes de las potencias capitalistas no se resignan a que existan países socialistas y ponen a contribución todas sus fuerzas para debilitarlos y destruirlos.
La gran conmoción histórica de octubre de 1917 trajo al mundo la primera patria socialista. Desde entonces, el patriotismo, de tanto peso en la lucha de la clase obrera por la democracia y el socialismo, se ha convertido en un arma poderosa para la defensa y para el progreso del Estado socialista.
La experiencia histórico-mundial de la lucha que la Unión Soviética ha sostenido contra el ataque de los imperialistas extranjeros confirma brillantemente la justeza de la teoría y de la táctica del Partida Comunista en lo que respecta a la defensa de la patria. Sin la diaria preocupación por el fortalecimiento del Estado que nació gracias a la victoria de la revolución socialista inicialmente en un solo país, los pueblos de la Unión Soviética no habrían logrado defender su patria, derrotar a los invasores imperialistas y convertir el país en un poderoso baluarte de la paz en todo el mundo.
Los partidos comunistas y obreros de los países de democracia popular tienen presente esa experiencia y atajan todas las maquinaciones de los imperialistas contra la libertad y la independencia de las nuevas patrias socialistas, consolidan la fuerza y la solidez de sus estados, defienden, junto con la Unión Soviética, la causa de la paz y de la seguridad de los pueblos.
En la época actual, para la clase obrera y las masas trabajadoras de todos los países han pasado a ser de vital importancia la defensa de la soberanía nacional y la lucha contra la amenaza de esclavización por parte de otras naciones. La segunda guerra mundial y la subsiguiente política de las potencias capitalistas más importantes han demostrado que el imperialismo de nuestro tiempo tiende a afianzar el dominio de algunas naciones no sólo [250] en los países económicamente atrasados, sino, además, en los altamente desarrollados.
En la primera guerra mundial, los imperialistas, rivalizando por obtener el dominio del mundo, lucharon para redistribuir las colonias, los mercados de venta y las esferas de influencia. Entonces no se había planteada aún el problema de que alguna nación pudiera establecer su yugo en países capitalistas de primera fila, derrotados en la guerra. Durante los últimos decenios, período en que se ha agudizado en extremo la crisis general del capitalismo y se ha reducido la esfera en que los principales países capitalistas pueden aplicar sus fuerzas, la situación ha cambiado de modo esencial. En su afán de obtener el beneficio capitalista máximo, los imperialistas no sólo llevan la explotación hasta extremos insoportables y arruinan a la mayor parte de la población de sus países, sino que quieren someter y saquear a otros pueblos, quieren lograr que dependan de ellos países antes independientes. La pugna de los imperialistas por el dominio del mundo ya no se limita al anhelo de arrebatar las colonias de los competidores, las esferas de influencia o parte del territorio; incluye asimismo tentativas de liquidar, mediante la integración "pacífica" o manu militari, la independencia estatal y la soberanía de naciones históricamente formadas. Tal es la particularidad de la política del imperialismo en la actual etapa de la crisis general del capitalismo.
Hoy el capitalismo amenaza la independencia nacional de todos los pueblos. Sabido es que, en el curso de la segunda guerra mundial, los imperialistas alemanes ocuparon Checoslovaquia, Polonia, Grecia, Yugoslavia, Bélgica, Francia, Noruega y otros países, destruyeron la existencia de dichos países en cuanto estados independientes o colocaron en el poder a sus sumisos agentes, como Quisling o Pétain. El mismo destino habría amenazado a otros pueblos si las esclavizadores germano-fascistas y japoneses hubieran salido victoriosos de la contienda. La guerra de los pueblos contra la tiranía fascista se convirtió, por consiguiente, en guerra de liberación nacional, justa, por el restablecimiento de la libertad y de la independencia de sus patrias. En esos duros años en que los imperialistas alemanes pisoteaban Europa y los japoneses gran parte de Asia, los partidos comunistas abrazaron con todo fervor la lucha por la salvación de sus patrias. Los comunistas dieron pruebas de ser los luchadores más consecuentes, más seguros y abnegados contra el yugo fascista, por el restablecimiento de la libertad y la independencia de sus países.
A nosotros nos resultan comprensibles los sentimientos patrióticos de los pueblos que luchan por la independencia nacional, contra la agresión imperialista. Salta a la vista el carácter profundamente patriótico de varios movimientos sociales de nuestra época. Es imposible no ver, por ejemplo, que el movimiento de [251] Resistencia del período de la segunda guerra mundial tuvo, en verdad, hondas raíces patrióticas y progresivas. Constituyó una alianza, en el pleno sentido de la palabra, de las fuerzas patrióticas en cada país, que cumplieron una gran misión antifascista y progresiva en el decurso general de la historia del mundo. Formaron parte de esa alianza patriótica grupos que diferían por las concepciones políticas, filosóficas y religiosas de sus miembros, así como por su condición social, pero es importante ver que la lucha de los antifascistas dio cohesión a esas fuerzas. Las cuestiones que afectaban a la soberanía nacional, a los intereses y al progreso de la nación resultaron de más peso –y pudieron servir de base para la unidad– que las divergencias que existían, en diversos países, entre los miembros de la Resistencia.
En el período que ha seguido a la guerra, los imperialistas americanos han redoblado sus esfuerzos para conseguir el dominio del mundo e intentan abolir la soberanía nacional y la independencia estatal de los pueblos, subordinarlos al capital estadounidense. El establecimiento de bases militares y el acantonamiento de tropas yanquis en países de Europa y Asia, la organización de bloques político-militares, la limitación de la soberanía de los compañeros de los Estados Unidos en tales bloques, la ingerencia de los monopolistas norteamericanos en los asuntos interiores de otros países, el interés por implantar en éstos los regímenes más reaccionarios, el sometimiento de la economía de los estados capitalistas al capital norteamericano, la "exportación" de la cultura del dólar y la asfixia de la cultura nacional de los pueblos, todo ello persigue un mismo fin: aplastar la soberanía nacional e imponer un yugo extranjero en los países dependientes de los Estados Unidos.
Sabido es que en los principales países capitalistas, la fuerza gobernante es la burguesía monopolista relacionada con asociaciones internacionales del capital. Para la burguesía imperialista, es mucho más importante que la patria, la independencia y la soberanía nacionales percibir beneficios máximos y mantener la unión de los capitalistas de todos los países contra los trabajadores. De ahí que la burguesía venda por dólares la independencia nacional de sus estados y traicione los intereses de sus naciones. La burguesía imperialista teme a las masas populares de su país más que a los imperialistas extranjeros.
Si en la época del capitalismo ascendente la burguesía se manifestaba en pro de los estados nacionales soberanos. Ahora, en el período de la crisis general del capitalismo, la soberanía nacional se ha convertido en un obstáculo para la burguesía imperialista de los países capitalistas principales en su apetencia de dominio mundial. Ahora la burguesía monopolista ya no es la defensora de la soberanía, sino su sepulturera. Del mismo modo traiciona los intereses nacionales la burguesía compradora en las colonias y países dependientes. [252]
La defensa de la soberanía e independencia nacionales se ha convertido ahora en una gran causa de 1a clase obrera. En la lucha por restablecerlas y conservarlas, esta clase agrupa a las masas más amplias del pueblo, ante todo al campesinado y a la pequeña burguesía urbana, contra los imperialistas extranjeros y los monopolistas del propio país, que oprimen a los trabajadores. En esa lucha, también interviene ahora, activamente, la intelectualidad nacional, que actúa cada vez con mayor decisión en defensa de la cultura de su país, de las libertades democráticas y de la causa de la paz. Se inclinan asimismo a defender la soberanía nacional las capas burguesas no incorporadas a las asociaciones monopolistas internacionales, cuya presión les va resultando cada día más agobiadora. Esta parte de la burguesía siente, que la influencia del capital norteamericano y sus uniones monopolistas la perjudica y la arruina. Viéndose ante la creciente amenaza de bancarrota, se ve obligada a buscar apoyo en las masas que combaten al imperialismo yanqui. La burguesía nacional de las colonias y semi-colonias también sufre el dominio. Pese a sus vacilaciones y a su indecisión, harto conocidas. todo el curso de los acontecimientos la empuja a sumarse a la lucha por la independencia nacional.
Por otra parte, no hay que sobreestimar la fuerza de las uniones monopolistas e imperialistas internacionales. La historia nos demuestra que las alianzas entre capitalistas de diversos países –conspiración del capital de todo el mundo contra el trabajo– no eliminan de ninguna manera las contradicciones entre los grupos monopolistas rivales. El crecimiento de las uniones monopolistas internacionales lleva a los imperialistas de todos los países a unirse, mas sus coaliciones no son firmes, ya que las contradicciones entre las potencias imperialistas en su pugna por el dominio mundial se acentúan. Es bien notorio que los imperialistas no piensan unir las naciones en una economía mundial por acuerdo libre y según los principios de mutuo beneficio, sino mediante la servidumbre económica y la subordinación violenta de los pueblos, por conquistas, anexiones y usurpaciones coloniales. Las contradicciones entre las potencias imperialistas, contradicciones que brotan de la lucha por la supremacía en el mundo, por los mercados y esferas de influencia, socavan los bloques internacionales que los imperialistas forman.
En pos de beneficios máximos, la burguesía no se detiene ante la pérdida de la soberanía nacional y de la independencia política de sus países. Ello no obstante, en los últimos tiempos, ante la penetración, cada día más intensa, del capital monopolista estadounidense en la economía de las otras potencias capitalistas, a cuyas burguesías desplaza del mercado mundial poniendo en peligro sus ganancias, los imperialistas amenazados se ven obligados a enfrentarse con los monopolistas norteamericanos para conservar su beneficio capitalista máximo. [253]
En las actuales circunstancias, cuando las lecciones de la segunda guerra mundial y la subsiguiente expansión del imperialismo yanqui han descubierto a los pueblos el gran peligro del yugo extranjero, se han reavivado con un fervor sin igual los sentimientos patrióticos de las masas, ha aumentado su sentido de responsabilidad por los destinos, el honor y la libertad de su patria. En ese ambiente, la conducta antipatriótica de la burguesía monopolista aísla en grado creciente a esta burguesía de las masas y mina su influencia.
Los socialistas de derecha, como aliados de la burguesía imperialista, justifican y apoyan las pretensiones agresivas de los monopolistas norteamericanos. Los traidores al movimiento obrero revolucionario no son únicamente políticos anticomunistas, sino, además, antinacionales, traidores a los intereses nacionales de su pueblo. Al ver cómo aumentan, entre los socialistas de filas; los anhelos de colaborar con los comunistas en la lucha por la paz y la independencia nacional, los líderes socialistas de derecha ponen en juego todos sus recursos para evitar la unidad de acción de las masas proletarias en pro de las libertades democráticas y de la soberanía nacional.
A despecho de la furiosa resistencia de esos líderes, la tendencia a la unidad de la clase obrera se abre camino, lo cual ayuda a esta clase a convertirse en la fuerza dominante de la nación, a tomar en sus manos la resolución de los problemas sociales y nacionales.
Los partidos comunistas, a la cabeza de la clase obrera, son los abanderados de la lucha por la independencia nacional, por la reestructuración socialista de la sociedad. Los comunistas actúan como verdaderos patriotas de sus países, como luchadores consecuentes. contra la amenaza de la esclavización extranjera. En la época actual, es imposible ser un auténtico defensor de los intereses nacionales si no se lucha por la paz, por la democracia y por el socialismo.
——
{2} V. I. Lenin, “Obras”, t. XVII, p. 190.
{3} V. I. Lenin, “Obras”, t. XVI, p. 110.
{4} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXX, p. 262.