Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte tercera. Problemas filosóficos del conocimiento científico

Historia y sociología


Cateogorías históricas y sociológicas

Para estudiar con acierto y hondura los problemas metodológicos del conocimiento histórico es necesario plantear a fondo –y resolver– el problema de la relación entre la historia y la sociología. El problema quedó muy confuso cuando se sometieron a crítica las concepciones de Mijail Nikoláievich Pokrovski{6} (X). En la atmósfera creada por el culto a la personalidad, dicha crítica se convirtió en lucha contra el denominado sociologismo en las investigaciones históricas. La interpretación sumamente amplia del concepto de "sociologismo vulgar" hizo que de las investigaciones históricas se excluyeran las generalizaciones sociológicas, que los historiadores tuvieran miedo a plantear problemas teóricos partiendo de datos concretos, y que los filósofos eludieran la elaboración de los problemas metodológicos de la historia. No se ha de olvidar que Pokrovski fue un gran historiador marxista, quien planteó, y estudió importantes cuestiones metodológicas de esta ciencia. Recordemos sus trabajos incluidos en la colección La ciencia histórica y la lucha de clases. Criticó con mucho talento [447] y rigor sistemático el neokantismo, aunque fue Poco consecuente en la crítica contra el machismo.

En líneas generales, la concepción de Pokrovski era antizarista. Como científico, dicho historiador se había formado cuando se luchaba todavía contra la autocracia y el régimen de explotación, y el odio al zarismo tenía que reflejarse en las ideas del revolucionario, historiador y marxista. Su concepción resultaba incompatible, desde luego, con la ideología del culto a zares y reyes, con la ideología del culto a la personalidad.

Pokrovski cometió serios errores al explicar la historia económica y política del país, exageró el papel del capital comercial y subestimó la importancia de algunos historiadores. Sus defectos reflejaban un determinado nivel de la ciencia histórica. Sería peregrino volver a un nivel ya superado. Tampoco cabe olvidar que Pokrovski, al desenmascarar al régimen de explotación, no siempre mostraba el significado de las tradiciones nacionales y, en este sentido, incurría en apreciaciones equivocadas. Por ejemplo, al condenar globalmente la invasión mongólica, emitió, acerca del sistema fiscal de los conquistadores y sus repercusiones juicios que no encajan en concepción alguna y que se han de desechar.

Por tratar del problema del "sociologismo" en la ciencia histórica no se ha de desvirtuar el importante estudio de la metodología de la historia. Desde luego, es absolutamente intolerable que un historiador o un filósofo sustituya la investigación concreta por la repetición de, fórmulas sociológicas ya preparadas. Pero no es menos intolerable que la investigación histórica dele de buscar la manera de plantear grandes problemas, cuyo análisis es indispensable para comprender el curso de los acontecimientos históricos.

Todo lo que signifique establecer una separación entre la historia y la generalización teórica de la experiencia histórica choca con las exigencias fundamentales del marxismo-leninismo. La teoría marxista-leninista del desarrollo social surgió sobre un profundo estudio de datos históricos concretos; no fue, ni mucho menos una casualidad que recibiera la denominación de "materialismo histórico". Es característico de Marx, Engels y Lenin enfocar en un sentido histórico el examen de los fenómenos de la vida social. En la herencia que nos han legado los clásicos del marxismo no parece siquiera posible separar de los trabajos consagrados a la historia los dedicados a la teoría del desarrollo social.

Separar del estudio de la historia concreta las generalizaciones sociológicas es una detestable tradición de la sociología burguesa. Ha sido ésta, precisamente, la que desde su propio origen se ha separado de la historia concreta abriendo un foso infranqueable. Los positivistas teóricos burgueses como Auguste Comte y Herbert Spencer infirieron conclusiones idealistas sumamente pobres del proceso histórico, cuya diversidad no podía ajustarse, evidentemente, al lecho de Procrustes de aquellos esquemas idealistas. [448] Y no sólo dichos esquemas no eran idóneos para señalar las vías de la investigación histórica concreta, sino que la frenaban en todos sentidos. La sociología neopositivista contemporánea ha exigido que se eliminara de las investigaciones toda búsqueda de leyes históricas, toda generalización de los fenómenos de la vida social del pasado y de sus conexiones con la época moderna. Los sociólogos de esta escuela no han sido capaces de ver los fenómenos de la vida social del capitalismo como históricamente transitoria. Durante los últimos decenios se ha consumado la separación definitiva entre la sociología "occidental" y la historia. Ha llegado a existir, por cierto tiempo, una disciplina creada artificialmente, la sociología histórica; pero, sin lazos auténticamente valiosos con el análisis de los fenómenos de la sociedad contemporánea, con su génesis y su destino, dicha disciplina se ha agostado y ha fenecido.

En nuestra ciencia histórica, la situación ha sido distinta, evidentemente, pues nuestra disciplina se basaba en los principios del materialismo histórico. Pero también en ella, y a raíz de una equivocada interpretación del nexo entre la sociología y la historia, se produjo cierta separación entre la teoría y la historia, y de muchas investigaciones históricas desaparecieron las generalizaciones teóricas.

Ahora bien, ¿qué carácter poseen las generalizaciones teóricas de que debe ocuparse el historiador?

En las investigaciones históricas, el papel de la generalización no debe reducirse, evidentemente, a la repetición de las leyes sociológicas generales, convirtiendo los hechos históricos concretos en simple material ilustrativo, en ejemplo de la acción de leyes conocidas desde mucho antes. En este caso, la historia perdería su valor como ciencia, y la investigación histórica dejaría de satisfacer las exigencias del conocimiento científico. La función del historiador no puede reducirse a la búsqueda de nuevos ejemplos para esclarecer tesis ya conocidas.

Si se trata de investigar leyes sociológicas generales, la misión del historiador no consiste en ilustrarlas con ejemplos, sino en elucidar las particularidades y el mecanismo de la acción de tales leyes en condiciones concretas, es decir, en un determinado país y en un determinado período histórico.

Las leyes generales no rigen en la historia en un aspecto puro y uniforme, sino en una peculiaridad histórica concreta. El análisis de tal peculiaridad es lo que constituye, precisamente, el objetivo capitalismo de la investigación histórica. Descubrir en la diversidad de los fenómenos singulares la ley general y reconocer dicha ley tras las formas históricas especiales que encubren la esencia de la misma, no es tarea fácil para el investigador. Además, el historiador tiene que dilucidar el papel de los fenómenos casuales, sin los cuales la historia, como dijo Marx, tendría un aspecto místico. Mostrar de qué modo la necesidad se abre [449] camino a través de un enjambre de casualidades, por decirlo otra vez con palabras de Marx, constituye una tarea honrosa para el historiador. Ello implica analizar la senda en zigzag por la que se mueve la historia, los retrocesos, los éxitos temporales de la reacción, y viceversa: los factores que aceleran los ritmos del proceso histórico y aseguran una eficiencia máxima a la actuación de las fuerzas progresivas. Importa, sobre todo, desentrañar las posibilidades que encierra la realidad histórica, prestar atención a las tendencias que, hallándose oprimidas, no habían contado con amplios horizontes para manifestarse. Ésta es una importante ocupación teórica precisamente del historiador, a quien, en este caso, no puede sustituir de ningún modo el sociólogo. Y hemos de tener presente que sin resolver semejante tarea, la historia, repetimos, tendrá un cariz místico, y nuestra intelección del proceso histórico seguirá siendo poco profunda.

El estudio del mecanismo con que actúan las leyes sociológicas en condiciones concretas presupone un análisis preciso del papel que corresponde al factor subjetivo, a la actividad consciente del hombre, con claros objetivos, en el proceso histórico.

Constituye un importante problema de la investigación histórica el que se refiere al carácter, a la forma y al grada de organización de las masas del pueblo y su mentalidad.

No se deben contraponer entre sí las categorías sociológicas y las históricas. Pero hay una diferencia. Unas mismas categorías pueden serlo del materialismo histórico y de la ciencia histórica. Por ejemplo, la categoría de formación económico-social es una categoría lógica general de la concepción marxista-leninista del mundo. Pero sería un error considerar que no es una categoría histórica y que para la historia sólo tiene valor como esquema. Otro ejemplo: la base y la superestructura son categorías sociológicas, del materialismo histórico. Pero el historiador también investiga la formación de la base capitalista, de su superestructura, su progreso y su destrucción. Ahora bien, el objetivo del sociólogo no consiste en estudiar las formas concretas de la formación, progresó y destrucción de todas las bases, en particular de la esclavista, de la feudal y de la burguesa en todos los países. El sociólogo está obligado a descubrir la ley general de la interacción entre la base y la superestructura. En cambio, el historiador no puede limitarse a revelar sólo leyes generales. Ha de estudiar concretamente el carácter revolucionaria y el evolutivo del desarrollo de las bases y de las superestructuras de las diversas formaciones económico-sociales.

Estudiar. cómo actúan las leyes sociológicas es una labor teórica. Llevarla a cabo contribuye a enriquecer sensiblemente nuestra comprensión de esas mismas leyes del proceso histórico. Sin la enorme y fecunda actividad del historiador no es posible, por decirlo con otras palabras, impulsar el avance del materialismo histórico, enriquecer y ahondar muchas de sus importantes tesis.

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{6} V. G. Belinski, “Obras”, t. VII, Moscú, 1955, pp. 52-53.