Filosofía en español 
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Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

IV. Programas y métodos

A) La escuela primaria soviética: principios y organización
por S. T. Chatsky


TESIS

La Revolución de Octubre, la más grande de cuantas revoluciones ha conocido el mundo, ha cambiado radicalmente no sólo las condiciones económicas, sociales y políticas de nuestro país, sino que, al mismo tiempo, ha inaugurado una nueva era en la enseñanza.

La revolución ha modificado incluso los fines de nuestra educación social. Nosotros queremos, ante todo, formar ciudadanos conscientes de la República soviética, ciudadanos aptos para asentar el socialismo en nuestro país. Este problema se lo planteó la revolución como una de sus más elevadas preocupaciones. De su solución depende que se consolide el régimen soviético para muchos años, o el que se debiliten las grandes conquistas de la Revolución de Octubre.

¿Cómo tratamos de realizar nuestros principios de educación social? Tomando como base nuestra experiencia de diez años podemos afirmar que la Escuela única del trabajo es la que mejor responde a nuestra finalidad. Nuestra concepción de la Escuela única del trabajo no se parece en nada a la concepción de la escuela única que se advierte en los demás países. Para nosotros, la Escuela única confunde en su denominación la idea de la variedad de las disciplinas enseñadas y la idea del trabajo, diferenciándose de ese modo de las escuelas puramente intelectualistas o puramente profesionales.

La Escuela única del trabajo tiene por objeto inculcar a los niños conocimientos generales estableciendo la más estrecha unión entre la educación social y la instrucción profesional. Su programa se basa en el proceso del trabajo y de las leyes sociales. De esa forma la escuela hace que, en la medida de sus fuerzas, los niños contribuyan a la construcción socialista de las masas.

La duración media de la escolaridad es de cuatro años. Los niños se reparten en grupos atendiendo a sus conocimientos y capacidades. Para que nuestros alumnos puedan contribuir en la medida de sus fuerzas a la actividad productora de los trabajadores, debemos pedir la colaboración de las masas laboriosas para redactar los programas escolares. En la Escuela única, la enseñanza se transmite mediante un método que permite a las jóvenes generaciones adquirir aquellos conocimientos teóricos y prácticos necesarios a los ciudadanos de un país de trabajadores. Nosotros hacemos que los niños se inicien en la comprensión real de la vida basando la enseñanza en el medio que rodea al niño. Desde luego, en nuestras escuelas queda suprimida toda enseñanza religiosa y cualquiera otra clase de superstición. En todas las escuelas existe coeducación.

Al redactar nuestros programas tenemos muy en cuenta las particularidades de las masas trabajadoras de la localidad, cosa muy importante en orden al problema de las nacionalidades. Los métodos conservan todos una misma substancia proletaria, pero cada cual se sirve del idioma y de las costumbres de las distintas nacionalidades rusas.

La Escuela única del trabajo

La escuela única del trabajo pone al niño en contacto con la vida. Y lo hace tanto en calidad de observador como de investigador. Le enseña, pues, a orientarse en el proceso del trabajo, en los fenómenos de la naturaleza y en las manifestaciones de la vida social. Las tres grandes divisiones que pueden hacerse de la actividad de la Escuela única son éstas: naturaleza, trabajo, sociedad. Pero lo interesante estriba en hacer que el niño comprenda la esencia de los fenómenos de la vida. A la cabeza del programa de la Escuela única se encuentra el estudio del proceso del trabajo. Se procura hacer que el niño observe la relación existente entre las formas del trabajo y las fuerzas de la naturaleza. Partiendo del principio de que todo trabajo es una victoria del hombre sobre las fuerzas ciegas de la naturaleza, infundimos a los niños fe en el poder sin límites de la inteligencia humana y de la ciencia.

Todo trabajo, a su vez, ofrece como resultado un “producto” que puede servir para aumentar el bienestar individual, o de un grupo social o de la sociedad entera. De ese modo, enseñamos a nuestros niños la manera de contribuir al incremento de la producción según los principios socialistas. Desde pequeños van comprendiendo que sólo en una sociedad socialista deja de existir la explotación del hombre por el hombre. A esa determinación de las relaciones existentes entre los diversos grupos de fenómenos llamamos “principio del complejo”.

No basta con que los niños aprendan a observar y a comprender esos fenómenos. Los resultados de sus observaciones deben influir sobre la vida y la actividad humanas. Una estrecha relación entre la teoría y la práctica se encuentra igualmente en la base de nuestro método pedagógico. Toda idea asimilada por el niño debe estimularle a la acción y revestir una forma de trabajo accesible a sus fuerzas.

El programa de nuestra Escuela única sigue el siguiente esquema: ampliar el horizonte intelectual del alumno e intensificar las posibilidades que tiene de aplicar su trabajo a la vida del medio que le circunda. El primer grado hace que el niño participe en la organización de su vida escolar y de su vida privada. Durante el primer año, la escuela única concede gran importancia a las cuestiones de higiene en orden al local, a los muebles, a las ropas, afín de acostumbrar al niño al orden y a la limpieza, tanto en la escuela como en su casa. Igualmente tiende a cultivar en el niño el gusto por la vida en común, con sus camaradas. Además, la escuela trata de controlar la vida del niño en el seno de la familia, haciendo al mismo tiempo que la familia se interese y colabore en el trabajo de la escuela.

Durante el segundo año, el programa no solamente se inspira en la vida doméstica y escolar, sino que se inspira igualmente en la vida de la aldea, del pueblo, de la ciudad, del barrio populoso. El trabajo de los niños se organiza y prepara con esa base. El niño ve la relación que existe entre la vida doméstica y la vida de la ciudad; entre la vida de la escuela y la vida del barrio; entre su actividad en el pequeño mundo en que vive y la actividad del hombre en su afán de dominar las fuerzas de la naturaleza. Al mismo tiempo, se le ponen de manifiesto las particularidades de la vida pública de ese pequeño organismo social.

Durante el tercer año se estudia la ciudad. Para ello se utiliza siempre la observación inmediata del niño, haciendo inducciones, sin caer nunca en un conocimiento excesivamente abstracto. Por eso inculcamos al niño una actitud activa en relación con todo cuanto observe y estudie. Idénticas observaciones hay que hacer en cuanto al cuarto año en el que se estudia la vida de Rusia y, en parte, la de algunos otros países. Si el programa se limitara a estudiar los datos geográficos y las costumbres, resultaría insuficiente. El programa debe evocar la vida toda de ese enorme país cuyos elementos todos, y por procedimientos distintos, tienden a un solo fin: edificar la sociedad soviética. Con lenguaje vivo y concreto nos dirigimos a los niños procurando hacerles sentir el espíritu creador de nuestra obra de reconstrucción en la que colaboran todos las nacionalidades del país. De esa forma estimulamos en el niño su voluntad de participar en la vida social.

En el último año hacemos comprender al niño la diferencia que existe entre nuestro país –país de trabajadores– y los Estados burgueses que explotan a los trabajadores, lo mismo en la metrópoli que en las colonias. Iniciamos a los niños en la lucha de todos los pueblos oprimidos, en la lucha de las clases obreras explotadas. Establecemos las bases de una educación internacional de la juventud.

No tratamos de ocultar las grandes dificultades que presenta la realización de nuestro programa. Nuestros esfuerzos tienden a concretarlo en el trabajo del maestro.

En la realización de nuestro programa observamos el orden siguiente: primero, lo aplicamos a título de investigación, de orientación. Establecemos todo lo concretamente que nos es posible las cuestiones que tenemos que repartir en los cuatro años de escolaridad. Con la experiencia vamos modificando los programas. Ahora estamos elaborando una segunda edición de nuestro programa. Llamamos la atención sobre todo acerca de la ayuda que debe recibir el maestro para la adquisición de libros y material escolar; acerca de la preparación y perfeccionamiento del personal pedagógico; acerca de la elaboración de procedimientos de organización que puedan facilitar el control o inspección escolar.

Últimamente hemos adoptado el principio de las escuelas de ensayo. Estas escuelas trabajan con un grupo determinado de muchachos. Son escuelas ordinarias, pero están provistas de un mejor cuadro de maestros y dotadas de mejor y más abundante material. Estimamos que de esa forma podemos hacer tanteos y experiencias que favorezcan a todas las escuelas. Cuando hayamos resuelto toda una serie de cuestiones especiales repartidas entre los cuatro cursos, entonces podremos decir que hemos dado un paso en el perfeccionamiento de la enseñanza en las escuelas de masas.

Métodos de trabajo

Para poder alcanzar los fines ya indicados y poder realizar nuestro programa pedagógico, necesitamos escoger con tacto los métodos de trabajo. Conviene advertir que en la inmensa mayoría de los casos el trabajo metodológico de nuestros pedagogos ha disminuido desde la revolución.

Es difícil adoptar formas metodológicas adecuadas a las nuevas concepciones pedagógicas. En el estudio de la vida por el niño, no sólo como observador, sino como actor, debemos elaborar nuestro método de manera que nuestros principios sean confirmados por la vida.

Concedemos gran importancia a la experiencia que lleva ya el niño a la escuela. Esa experiencia será confirmada y completada por la experiencia social que, orientada en determinado sentido, le dará la escuela. De ese modo, contrastando la experiencia del niño con la experiencia acumulada de la escuela, el escolar aprenderá a juzgar los fenómenos más diversos.

Los hechos y las disciplinas que debe estudiar el niño ha de considerarlos como fenómenos aptos a estimular su actividad. Bien entendido, una actividad que inicie en el niño el deseo de edificar la sociedad socialista. Esa es, pues, la fisonomía del trabajo metódico que nosotros realizamos y con el que pretendemos resolver los problemas de educación socialista.

Paralelamente a esos métodos fundamentales elaboramos métodos de carácter técnico que exigen trabajos y ejercicios continuados y que tienen como finalidad enseñar a leer, escribir, contar, &c., aproximando al niño a la naturaleza. A este trabajo pedagógico concedemos una gran importancia. Desde el primer momento editamos una gran cantidad de libros escolares. Infinidad de autores trabajan bajo nuestra dirección en la confección de buenos libros y buen material escolar. Al decir bajo nuestra dirección queremos advertir que todo ello responde a nuestra declaración de principios. Así, si enseñamos a contar, no será para que el niño utilice esos conocimientos con el fin de engañar a sus semejantes. Todo lo que la escuela crea y enseña tienen que ser utilizado con fines sociales. Por eso incorporamos a los niños desde el primer momento a las fiestas revolucionarias. Y los vemos desfilar por las calles con sus carteles, con sus orfeones, con sus músicas. Redactan sus tesis y las discuten. Representan las piezas teatrales que ellos mismos escriben.

Para poner en práctica nuestras concepciones pedagógicas, necesitamos maestros dotados de cierta preparación, cosa que no tenemos, como tampoco tenemos los locales adecuados, ni el material conveniente. Pero confiamos tenerlo pronto.

Nosotros creemos que en la educación del niño no solamente interviene la escuela, sino también el medio. Por eso hacemos que la escuela y el medio estén compenetrados y que el mismo niño sirva de enlace entre la escuela y el medio. De esa forma la escuela llega a influir en el medio en que está colocada y, a su vez, influye en el niño nuevamente. Cada uno de los temas de trabajo adoptados por la escuela deben tener su correspondiente repercusión en el medio social.

En estos momentos seguimos con gran atención las experiencias pedagógicas realizadas o en curso en los Estados Unidos y en los países europeos occidentales, y tratamos de comprobar su aplicación al medio soviético. Fomentar la emulación de nuestros pequeños, colocar a unos cuantos como modelo de los demás nos repugna desde el punto de vista pedagógico. La escuela soviética tampoco admite los castigos. Para nosotros no hay más disciplina que la sumisión voluntaria al ambiente de la escuela. Por eso nos esforzamos en crearlo. Ese ambiente de camaradería impulsará a los alumnos a adoptar una actitud consciente en orden a las obligaciones que impone la escuela del estado soviético.

El niño debe darse cuenta de que no es solamente un alumno de la escuela, sino un futuro ciudadano de la República soviética, y que debe contribuir, en la medida de sus fuerzas y de sus posibilidades, a la construcción del gran edificio socialista.

Los alumnos gozan de plena autonomía en la escuela y forman su soviet escolar. El maestro es, en realidad, el organizador de la vida, del trabajo y de los estudios de los alumnos. Los niños no deben ver en él sino a un camarada de más edad, de más experiencia y que trabaja con ellos para la realización de los mismos fines.

Queremos una generación sana. De ahí la importancia que damos a la educación física. En la medida de lo posible, ayudamos a las organizaciones infantiles que surgen fuera de la escuela con fines sociales. Así esperamos resolver el problema que hoy tenemos planteado en orden a la participación de los niños en las cooperativas de producción. Además, tenemos ante nosotros la cuestión más delicada e importante: la organización de los niños políticamente, con el fin de hacer que surjan de esas organizaciones los militantes que necesitamos para terminar la socialización del país.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 154-158]