Discusiones - Problemas de Filosofía
Problemas socio-filosóficos de los sistemas «hombre-máquina».
De la Redacción. Como se sabe, hoy día el problema del intelecto artificial se discute ampliamente en las más diversas esferas de la ciencia y la técnica. Este problema atrae la atención en la URSS no sólo de los ingenieros y cibernéticos, sino también de los filósofos, lingüistas, lógicos, psicólogos, sociólogos y economistas. En junio de 1978 se discutió como problema científico-técnico global en una «Mesa redonda» en la Redacción de la revista Voprosi filosofii (Problemas de filosofía). A continuación publicamos la variante extractada de los textos taquigráficos de esta discusión, preparada por Yu. Senokósov, redactor de nuestra Revista.
* * *
G. POSPELOV, miembro correspondiente de la AC de la URSS: El progreso sorprendente de la técnica computadora electrónica y su desarrollo impetuoso durante los últimos 25 años indican el excepcional papel que desempeñan los ordenadores en la sociedad contemporánea. Este papel es análogo, a mi modo de ver, al papel de la máquina de vapor en la época de la revolución industrial, ya que las máquinas matemáticas, por un lado, actúan como medio de automatización y, por otro, como instrumento para elevar bruscamente la eficacia de la actividad intelectual del hombre.
Cuando aparecieron las máquinas calculadoras electrónicas (computadoras), al principio procesaban datos numéricos y su nombre lo heredaron de esta su primera profesión. En relación con esto, los primeros lenguajes de la programación estaban orientados a los modelos matemáticos en física, mecánica, economía, gobierno, etc. Sin embargo, con el transcurso del tiempo el cuadro empezó a cambiar, al principio gradualmente y luego a ritmo cada vez más acelerado se empezó a procesar en los ordenadores símbolos o datos simbólicos (a veces se dice con inexactitud: información simbólica o información numérica).
La propiedad y la capacidad de procesar los símbolos, de transformar sus órdenes de sucesión y sus conjuntos, de realizar con ellos operaciones y procesos constituyen la base de todos los tipos y formas de relaciones comunicativas en la sociedad humana. Los símbolos o signos en formas acústica o visual, ordenados por reglas sintácticas, reflejan la semántica y la pragmática de las relaciones humanas, forman los lenguajes naturales y los numerosos lenguajes de las ciencias exactas. Basta con recordar la importancia que tiene en matemática la simbólica y su transformación.
En general, puede decirse que empezando por el lenguaje de los gestos que ulitizaban nuestros antepasados antropoideos, el desarrollo de la civilización y del intelecto del hombre fue acompañado por el desarrollo de la simbólica y de los medios para su transformación. Si dejamos a un lado las tareas de cálculo, desde el momento en que las calculadoras electrónicas y sus programas adquirieron la capacidad de procesar datos en forma simbólica, se hizo posible hablar, según mi opinión, del intelecto artificial, es decir, la capacidad de las calculadoras electrónicas para resolver tareas consideradas tradicional mente intelectuales.
Esta capacidad condujo, naturalmente, a la inclusión de las calculadoras electrónicas en los vínculos comunicativos y las relaciones de las personas como una especie de instrumentos «intelectuales», lo cual, sin embargo, engendró una serie de complejos problemas para la teoría del intelecto artificial. Se trata de que toda comunicación entre dos personas presupone una cierta comunidad de sus modelos del mundo exterior, o bien ciertos niveles de conocimiento del objeto de la conversación que no se diferencian mucho. Esto permite omitir en la conversación frases enteras e incluso trozos del texto sin riesgo a no ser comprendido por el interlocutor. ¿Y en el caso de las calculadoras electrónicas?
Para poder incluir a las calculadoras electrónicas en las relaciones comunicativas de las personas en calidad de instrumentos para elevar la actividad intelectual, éstas deben retener en su memoria un modelo semántico de tal o cual esfera objetiva y, en particular, si se trata de comunicaciones con ayuda de textos, entonces un modelo «texto-sentido-realidad». Existiendo semejantes modelos semánticos, las calculadoras electrónicas podrán analizar y sintetizar textos y palabras. Sin embargo, los modelos semánticos podrán construirse si se logra representar en la memoria de las calculadoras electrónicas conocimientos y no datos, como se hace ahora. Por consiguiente, el problema de la representación de conocimientos en las calculadoras electrónicas resulta ser uno de los problemas centrales del intelecto artificial. En las tradicionales conferencias internacionales sobre el intelecto artificial, se consagra invariablemente a este problema del 25 al 35% de todos los informes y comunicaciones.
Hemos hecho una breve descripción de la primera de las propiedades importantes de las calculadoras electrónicas, que deben su desarrollo a la teoría del intelecto artificial. Esta propiedad de las calculadoras electrónicas de analizar y sintetizar los textos y las palabras se realiza en los llamados sistemas pregunta-respuesta, o bien en los sistemas de interacción con las bases de datos en lenguaje natural, limitado al léxico profesional1.
En esencia, la capacidad de las calculadoras electrónicas de analizar y sintetizar textos y palabras determina un nuevo estilo de empleo de la técnica computadora, cuando es utilizada por personas que adoptan resoluciones directamente, sin intermediarios: programadores.
La segunda propiedad que determina el nuevo estilo de empleo de los ordenadores consiste, a mi parecer, en que pueden resolver tareas por su formulación y los datos iniciales, sin confeccionar de antemano el plan o el algoritmo de su solución. El plan para la resolución de las tareas y el programa de trabajo se construyen automáticamente por el programador-planificador valiéndose del conjunto de módulos programados de antemano. Puesto que estos módulos representan en sí fragmentos de los modelos matemáticos universales citados, es difícil sobrestimar la importancia de esta propiedad de los ordenadores, que se formó gracias al desarrollo de la orientación científica del «intelecto artificial».
Es oportuno recordar aquí una de las manifestaciones de C. Marx: «Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal»2.
Si consideramos desde este punto de vista el funcionamiento corriente y el empleo de la técnica computadora electrónica, deberemos estar de acuerdo en que, en este caso, el trabajo de los ordenadores se parece al trabajo de la araña y la abeja, y no al del tejedor y el arquitecto. La araña y la abeja actúan, por lo visto, con arreglo a su programa genético, y el ordenador con arreglo al programa confeccionado por el programador en cualquier lenguaje. Para que al resolver las tareas el ordenador actúe como el hombre, en él deberá introducirse además el modelo semántico, o el modelo de la esfera objetiva, configurado sobre la base de los conocimientos suministrados, y el programa planificador que configure el plan (algoritmo) de resolución de las tareas y el programa de trabajo del ordenador.
Ahora, unas palabras sobre los modelos semánticos con ayuda de los cuales se codifica la esencia semántica de los procesos, fenómenos, textos, frases, etc. Para construir los modelos semánticos se utilizan varios procedimientos. Un modelo semántico bastante difundido es la llamada red semántica o grafo, que representa el sentido de un texto o frase. Los vértices de la red o el grafo corresponde a los conceptos, y los arcos representan la relación entre los conceptos. La posibilidad de construir el modelo semántico de una cierta esfera objetiva la confirma el hecho de que lenguas como la italiana, la rusa y la inglesa no tienen más de 180-200 relaciones de base. Son relaciones de tipo acción, movimiento y estado. Si de cualquier esfera se toman cerca de 500 conceptos, y esto es ya mucho, resultará una red que muy bien puede ser procesada en los ordenadores modernos.
A la luz de lo dicho se ve claro que los ordenadores representan un instrumento para la actividad intelectual de los hombres, y la orientación científica del «intelecto artificial» proporciona a este instrumento nuevas cualidades y asegura un estilo nuevo, más prometedor, para su utilización. En relación con esto, la porfía entre los partidarios y adversarios del intelecto artificial no tiene, a mi parecer, objeto alguno.
En lo que se refiere a la pregunta acerca de si la máquina piensa o razona por sí sola, como ocurre con el hombre, a esto se puede responder que la actividad mental e intelectual del hombre es provocada por sus necesidades, deseos, intereses, curiosidad, objetivos de la actividad, etc. La análoga (si aquí es oportuno hablar de analogía) actividad «mental» o «intelectual» del ordenador es provocada exclusivamente por la voluntad del hombre, que lo utiliza. El computador es capaz ahora de ganar al hombre una partida de ajedrez, pero este juego no es interesante en absoluto para él, como lo es para un ajedrecista.
—
M. BOTVINNIK, doctor en Ciencias Técnicas, Gran Maestro Internacional de Ajedrez: La intervención de G. Pospélov no ha sido, a mi parecer, completamente franca. Yo voy a hablar con toda claridad. Pienso que cuando hablamos del intelecto, tanto natural como artificial, debemos dejar a un lado esos prejuicios que tenemos. Convenimos en que vamos a valorar el intelecto desde el punto de vista de la cibernética. ¿Cómo se puede valorar el intelecto desde el punto de vista de la cibernética? Se trata de la capacidad de adoptar resoluciones, buenas resoluciones, en situaciones complejas y economizando el consumo de recursos. Si abordamos la cuestión desde este punto de vista, entonces no percibimos las diferencias que aquí existen entre el intelecto natural y el artificial.
¿Por qué ha surgido, en realidad, la idea del intelecto artificial? Porque el volumen de la información que llega al hombre aumenta catastróficamente y las tareas se hacen cada vez más complejas. El hombre no siempre es capaz de adoptar una resolución, es preciso acudir en su ayuda. Por eso se necesita, ante todo, un dispositivo para procesar la información: un aparato semejante al cerebro de hombre. El intelecto artificial se basa en el computador. ¿Qué es lo que determina la capacidad de semejante dispositivo? Si hablamos en forma simplificada, la determina la rapidez de acción y el volumen de la memoria. Y si esto es así, entonces el dispositivo artificial para procesar la información supera ya ahora al cerebro humano.
Pero, no basta con tener un dispositivo para procesar la información. Es preciso tener el correspondiente programa que permita utilizar este dispositivo en plena medida. En este sentido el hombre tiene, naturalmente, mayores ventajas frente al computador. En el computador la base del abastecimiento matemático es todavía débil, mientras que en el hombre es excepcionalmente fuerte. Si queremos crear el intelecto artificial que ayude al hombre a adoptar resoluciones, deberemos crear al computador un abastecimiento matemático igual o más fuerte que el que tiene el hombre.
Este trabajo se realiza hace ya tiempo, y se lleva a cabo en dos direcciones. La primera presupone que el programa del computador deberá construirse no por el método que utiliza el hombre para sus programas. Los partidarios de la otra dirección consideran que el programa para el computador deberá tener la misma base que la del hombre. Hay que reconocer que los resultados obtenidos en ambas direcciones son muy modestos. Esto da fundamento para afirmar que las teorías en base a las cuales se realizaron los trabajos en estas direcciones, por lo visto no están confirmadas por la práctica. Nosotros ahora estamos elaborando un programa y abrigamos la esperanza de que cuando esté terminado el ordenador podrá jugar a nivel de los Maestros de Ajedrez.
—
D. POSPELOV, doctor en Ciencias Técnicas: La cuestión principal relacionada con el empleo de los ordenadores para la simulación del intelecto es, a mi parecer, la cuestión acerca de qué es precisamente lo que queremos simular. Si yo, por ejemplo, he preparado un programa de ajedrez muy bueno, sobre lo que ha hablado aquí Botvínnik, y lo introduzco en el ordenador ¿acaso se puede decir que la máquina que juega al ajedrez siguiendo este programa es un «intelecto artificial»? Pienso que no. Es sencillamente un «programa intelectual de ajedrez». Luego introduzco además en el ordenador el programa de composición de obras musicales, por ejemplo, el programa del eminente científico soviético R. Zarípov. Ahora el ordenador no sólo juega bien al ajedrez, sino que también compone valses y marchas no malos. ¿Se le puede llamar «intelecto artificial»? Por lo visto, tampoco se puede. ¿Y si introduzco además en él un programa que imite la conversación sobre el tiempo, entonces qué?
Está claro que semejante camino de simulación de aspectos aislados de la actividad intelectual no acabará nunca. Además, todos los programas introducidos por mí en el ordenador tienen una especialidad estrecha, sólo sirven para simular aquello para lo que están destinados. Así, pues, la pregunta principal: ¿qué debemos simular? Me parece que la respuesta es univalente. Es necesario simular no los procesos de jugar al ajedrez, componer música, etc., sino los mecanismos psicológicos globales que permiten construir estos procesos. Pero, por desgracia, hasta ahora la psicología no nos responde a la pregunta sobre la estructura y el funcionamiento de tales mecanismos.
Esto es lo que determina la atención que prestan los especialistas a los problemas de la creación de sistemas que comprendan el lenguaje natural, que sean capaces de mantener un diálogo con el hombre en el lenguaje habitual para él. El lenguaje natural es el sistema más potente de todos los que hasta hoy conocemos para simular la realidad.
Pero, surge la pregunta: ¿podemos limitarnos sólo al nivel verbal al crear el intelecto artificial? Pienso que no. El hombre elabora una cantidad enorme de información a nivel no verbal; una gran cantidad de procesos importantes para la actividad intelectual tienen lugar también a nivel no verbal. ¿Cómo «incorporarlos» al ordenador? Por ahora esto es sencillamente imposible. La confección de los programas para el ordenador requiere la posibilidad de descripción textual del proceso, aunque sea en un lenguaje natural no riguroso. Lo que no se puede expresar con palabras no puede convertirse en programa. En el último tiempo se advierten ciertos avances en la realización de análogos de procesos intelectuales no verbales. El ejemplo de simulación del mecanismo de reconocimiento global en el dispositivo denominado perceptrón, a pesar de que en su conjunto no ha justificado las esperanzas, sin embargo ha mostrado que el ordenador no es la única posibilidad para construir el intelecto artificial.
El pensamiento sin el cuerpo es imposible, y el ordenador no tiene cuerpo, no tiene ligazón con el medio ciercundante, es insensible. Sin embargo los modernos robot, provistos de captadores, son capaces de percibir directamente las señales del medio exterior. Sus «órganos de los sentidos» se aproximan, por sus posibilidades, a los del hombre, y en algunos casos los superan. Esto plantea el problema de crear para los robot la lógica de percepción y cognición del mundo exterior. La creación de semejantes lógicas temporales, espaciales, imperativas, casuales y otras, la creación de esquemas inductivos e imprecisos de deducción representa la tarea primordial en el camino de la creación de sistemas intelectuales artificiales.
Y, la última observación. Dudosamente sea interesante, desde el punto de vista práctico, el programa de creación del intelecto global artificial. La tarea práctica consiste en crear sistemas intelectuales con orientación profesional y problemática, destinados a resolver una clase determinada de tareas. La metodología de la creación de tales sistemas intelectuales es precisamente, a mi modo de ver, ese núcleo central de la teoría del intelecto artificial sobre la que vale la pena hablar y discutir.
—
L. KUZIN, doctor en Ciencias Técnicas: Sí, a nuestro juicio, la teoría del intelecto artificial representa una disciplina científicotécnica aplicada, análoga a la teoría de la regulación automática, que utiliza en sus métodos modelos el aparato y los procedimientos tomados de distintas disciplinas: psicología, lingüística, informática, matemáticas discretas, programación sistémica, ciencia del cálculo, etc.
En los sistemas contemporáneos de intelecto artificial ocupa el lugar central el banco intelectual de datos, en el que está concentrada toda la información sobre el mundo exterior. Convencionalmente se le puede dividir en tres bases: objetivos, conocimientos y datos, que no siempre figuran de manera autónoma en el sistema dado. La base de los conocimientos contiene los datos que reflejan las leyes existentes en la esfera objetiva dada y que permiten tanto deducir los nuevos hechos que tienen lugar en el estado concreto del medio problemático, pero no registrados en la base de datos, como también pronosticar sus estados potencialmente posibles. La base de los objetivos contiene la información sobre el comportamiento especial del medio problemático y determina el comportamiento del sistema de intelecto artificial. La base de los datos incluye la descripción de los hechos y los datos cuantitativos relacionados con una determinada estructura, de la que se conserva la información en la base de conocimientos.
La particularidad de los sistemas de intelecto artificial está relacionada con el problema de la imprecisión o vaguedad del propio proceso de adopción de resoluciones. En la mayoría de los casos las personas que adoptan resoluciones no pueden imaginarse formalmente este proceso. Y no se trata de que comprenden mal lo que hacen, sino de que la imprecisión constituye la base de la propia naturaleza de la adopción de resoluciones. Por eso, en el conjunto de las investigaciones sobre el intelecto artificial se elaboraron nuevos modelos matemáticos y teorías, en particular el álgebra y la lógica de los conjuntos imprecisos, especialmente destinadas para simular la propiedad de la imprecisión del proceso de adopción de resoluciones.
Otra dirección para resolver este problema consiste en crear bancos de información de gran capacidad y modelos lingüísticos de su procesamiento.
A pesar de que el banco de información, por muy grande que sea, representa el sistema final, exteriormente se «comporta» como un sistema infinito con propiedades de imprecisión. Aquí debe tenerse en cuenta una ley muy importante de los grandes sistemas, particularmente de los sistemas de procesamiento de la información, que consiste en que con el aumento de la información en un orden de magnitud los grandes sistemas cambian radicalmente sus propiedades en sentido cualitativo.
A nuestro modo de ver, es más justo hablar no de sistemas autónomos de intelecto artificial, sino de una nueva clase de sistemas mixtos «hombre-máquina», en los que hay parte «humana» y parte maquinal y tiene lugar gradualmente la transmisión de la experiencia, las costumbres y la información de la parte «humana» a la maquinal. Además, en este modelo se presupone forzosamente de manera confusa una tercera parte, difícil de definir como humana o maquinal, y es la parte mixta. Las partes maquinal y mixta del sistema influyen sobre las personas incluidas en él, estimulando nuevos métodos para la adopción de resoluciones. La transmisión de los conocimientos del hombre al ordenador, la creación de una base de conocimientos en el ordenador pueden realizarse, según pensamos, elaborando modelos de aprendizaje y adquisición de conocimientos sobre la esfera profesional dada. En relación con esto, los modelos de intelecto artificial, ya durante su proyección, deberán estar calculados para su autodesarrollo constante (evolución).
—
A. BRUSHLINSKI, doctor en Ciencias Psicológicas: La aspiración de algunos cibernéticos contemporáneos a dar una respuesta constructiva a la pregunta sobre si «puede pensar una máquina» se manifiesta ahora de formas muy distintas. En particular se manifiesta en forma de diversos intentos de crear un «intelecto» artificial, es decir, maquinal. A todos estos intentos se extiende la crítica científica, que comenzó en la URSS ya en el límite de los años 50-60, de los puntos de vista cibernéticos más extremados, crítica que se basaba en la demostración filosófico-psicológica de la imposibilidad de que las máquinas piensen. Ya entonces esta crítica profunda y justa figuraba en los trabajos de S. Rubinshtéin, E. llienkov, M. Rozental y otros. En la actualidad este análisis del «intelecto» natural y artificial se puede proseguir, a nuestro parecer, de la siguiente manera.
La técnica (por ejemplo, el «intelecto» artificial) y la psique (por ejemplo, el pensamiento) se basan en tipos de interconexiones entre sus componentes que se diferencian de manera sustancial. Cualquier máquina es creada por el hombre como un lodo único, y está montada con piezas, mecanismos, bloques, etc. separados unos de otros. Esta separación inicial caracteriza no sólo la estructura, la «morfología» de la máquina, sino también su funcionamiento, su «fisiología». Relaciones análogas de separación de los elementos en el seno de un todo único son propias también del conjunto matemático, el cual, según la opinión de los Bourbaki y de otros muchos especialistas, es básico e inicial en matemáticas. A estas relaciones las llamaremos disyuntivas (este término lo tomamos de M. Reuchlin y S. Rubinshtéin). Entonces está claro que no sólo la técnica, sino también la matemática es disyuntiva; la segunda idealiza el tipo ya mencionado de interconexiones entre los elementos materializado en el primero. Esto se refiere a la matemática tanto discreta como continua (lo cual se mostraba muy bien en los conocidos trabajos matemáticos de L. Zadeh, P. Pashevski y otros).
Pertenece a un tipo esencialmente distinto de sistemas lo psíquico como proceso. Por ejemplo, el pensamiento como proceso vivo, real de uno u otro individuo, en virtud de su inaditividad inicial nunca es objetivamente disyuntivo, en el sentido señalado más arriba. Este tipo indisyuntivo de interconexiones entre los componentes de lo psíquico como proceso se revela en forma cada vez más profunda en el curso de los experimentos especiales que realiza nuestro grupo de estudio de la psicología del pensamiento en el Instituto de Psicología de la AC de la URSS.
El tipo disyuntivo de interconexiones está generalizado de la manera más adecuada en la lógica formal (particularmente en la lógica matemática), que a un nivel determinado de abstracción es muy fructífera y prometedora, a pesar de que prescinde del desarrollo del objeto en estudio. El tipo indisyuntivo de interconexiones se generaliza en base a la lógica dialéctica, que crea las principales premisas metodológicas para el estudio de uno u otro objeto en su génesis. La psicología del pensamiento, basada en la lógica dialéctica, se plantea la tarea de investigar sistemáticamente el micro y macrodesarrollo del proceso mental vivo, real, en el curso de la ininterrumpida formación y transformación recíproca de todos sus estadios, componentes, operaciones, etc. El máximo nivel de esta ininterrupción (continuidad) en la formación del proceso mental consciente e inconsciente del individuo es, por consiguiente, indisyuntivo, es decir continual-genético. Sobre la base de todo lo dicho está claro que el concepto psicológico de continuidad se diferencia esencialmente del matemático (disyuntivo).
Con esta interpretación de lo disyuntivo e indisyuntivo se resuelve, a mi modo de ver, la cuestión referente al «pensamiento» maquinal, en general, y al «intelecto» artificial, en particular. El «intelecto» artificial, maquinal, no se puede en principio construir, ya que desde un principio es disyuntivo, mientras que el pensamiento, como proceso vivo, es siempre indisyuntivo. Cualquier máquina contemporánea y futura (comprendidos los ordenadores) sólo puede ser una formación artificial, es decir secundaria, derivada con respecto al hombre y su actividad. La máquina la crea el hombre y sólo él. Por eso la máquina no puede ser nunca indisyuntiva. Por consiguiente, no habrá «intelecto» artificial.
No obstante, esa esfera de la investigación a la que erróneamente se denomina construcción del «intelecto» artificial, sigue siendo necesaria y fructífera porque las máquinas actuales y futuras son un instrumento indispensable para la actividad creadora y no creadora de las personas. El hombre fue, es y será el único y verdadero sujeto del pensamiento.
—
V. TIUJTIN, doctor en Ciencias Filosóficas: Muchos errores e incorrecciones teóricos en la investigación del problema que examinamos están condicionados, a mi parecer, por dos extremos metodológicos: la tendencia al pesimismo, cuando se absolutiza la especificidad del intelecto natural y se subestiman las posibilidades y perspectivas del artificial; la tendencia al «superoptimismo», que fue engendrado por los primeros éxitos en el empleo de los dispositivos cibernéticos para resolver tareas bastante simples (con «buena estructura») y que sirvieron de base para exagerar el papel del factor maquinal en la solución de tareas complejas y de creación, y para subestimar el factor humano. Esto condujo a la hipostatificación de algunos métodos formales sin tenerse en cuenta las dificultades de la simulación del intelecto natural.
El planteamiento correcto y la investigación del problema del intelecto artificial dependen de la interpretación del intelecto natural. El enfoque constructivo del pensamiento contenido ya en los trabajos de I. Séchenov e I. Pávlov, consiste en que el pensamiento, en el amplio sentido, se considera como la solución de tareas (desde las elementales del comportamiento hasta las teóricas más complejas). De aquí se desprende que los animales, las personas y los complejos «hombre-maquina» representan sistemas capaces de resolver tareas o, simplemente, sistemas resolutorios. Las tareas pueden ser de dos tipos: reproductivas, es decir cuando las condiciones existentes, los medios y procedimientos de resolución de que dispone el sistema resolutorio son suficientes para la realización de los objetivos; de creación o tareas productivas, que se caracterizan por el hecho de que las condiciones existentes, los medios y procedimientos (algoritmos) de solución que tiene en su experiencia el sistema son insuficientes para resolverlas y los eslabones que faltan se hallan de nuevo por el sistema resolutorio en la interacción con el medio y la utilización de la experiencia pasada.
Cualquier tarea real surgida en situaciones problemáticas contiene elementos reproductivos y de creación del pensamiento. La división de las tareas en los dos tipos señalados depende del predominio de los elementos reproductivos o de creación. Por eso, a mi parecer, debe entenderse por intelecto natural la capacidad de los sistemas vivientes (los animales y el hombre) de resolver las tareas que incluyen en sí elementos reproductivos y de creación. Por lo tanto, el intelecto artificial debería definirse entonces como la simulación maquinal de la resolución de las tareas reproductivas y de creación. Pero con semejante definición dejamos a un lado la cuestión referente a la posibilidad de principios de la resolución maquinal de las tareas de creación, así como la cuestión de la equivalencia (en sus rasgos esenciales) del intelecto natural y artificial por las propiedades de su substrato.
¿Cuál es la causa de que los elementos de creación no puedan ser formalizados? Estos elementos son irreproducibles por la vía de la simulación puramente funcional, sin la realización de las propiedades y la estructura del portador del intelecto natural: el hombre y su cerebro.
Entre los principales aspectos y niveles de la investigación del intelecto humano figuran, a mi parecer: 1) informativo-lógico, es decir, el nivel de las estructuras lógico-sintácticas de procesamiento de la información; 2) el nivel gnoseológico, que revela la conexión del contenido con las formas lógicas de procesar la información, las leyes de la interacción del sujeto cognoscente con los objetos; 3) el nivel psicológico y el aspecto de la investigación del intelecto, que registran las peculiaridades, el estado y la experiencia del individuo; 4) el nivel neuropsíquico, que revela los mecanismos fisiológicos de la actividad psíquica; 5) el aspecto neurofisiológico (fisiología del cerebro, de los receptores y las comunicaciones nerviosas); 6) el nivel de los procesos bioquímicos. Por eso la transmisión de unas u otras funciones del intelecto natural a las máquinas de información y los robot presupone recurrir al conjunto de ciencias sobre la vida, la psique y el hombre.
La dirección más real y eficaz de la investigación es, por lo visto, la creación de sistemas «hombre-máquina» híbridos, en los que corresponde al hombre la realización de los componentes creadores del pensamiento y al computador la realización de cualesquiera programas maquinales, ya que los ordenadores tienen universalidad algorítmica.
En la investigación integral del intelecto «hombre-máquina», es decir el intelecto humano, reforzado con el empleo de la técnica de información, consiste precisamente, así pensamos, la estrategia fundamental de las investigaciones cibernéticas para los próximos decenios.
—
M. GAAZE-RAPOPORT, candidato a doctor en Ciencias Técnicas: Para la intelección filosófico-metodológica del problema del intelecto artificial es necesario, a mi modo de ver, tener en cuenta la siguiente cuestión importante. En el proceso de su desarrollo histórico la humanidad como especie, siendo parte de la naturaleza material, influye constantemente sobre ella, con la particularidad de que no sólo modifica el medio en el que vive, sino que se modifica también a si mismo en el proceso de adaptación a este medio por ella cambiado. La profundidad y la fuerza de tal modificación, relacionada con el conocimiento y dominio de las fuerzas de la naturaleza y de sus propiedades, puede esclarecerse de manera palpable con el siguiente ejemplo. Si suponemos que la humanidad puede verse privada inesperadamente de la posibilidad de emplear los conocimientos adquiridos sobre la energía eléctrica, no es difícil comprender que su propia existencia se encontrará amenazada. Por otro lado, las posibilidades de influencia de la humanidad sobre la naturaleza resultan tan grandes que si no se utilizan de manera racional pueden conducir a su destrucción.
De aquí se desprende la necesidad de pronosticar los posibles resultados de las investigaciones científicas. Esto se refiere también en plena medida al problema del intelecto artificial. Por eso, las afirmaciones a priori, en parte basadas en el nivel actual de desarrollo de los conocimientos, sobre la imposibilidad de principios de un «verdadero intelecto artificial», las afirmaciones acerca de la supuesta barrera infranqueable entre el intelecto natural y el artificial no sólo en la actualidad sino también en el futuro previsible, me parece que son nocivas, puesto que crean la seguridad psicológica en la utilidad e inocuidad en principio del intelecto artificial, cualquiera que sea su desarrollo, y con ello embotan el sentido de la necesaria precaución, tan importante al realizar investigaciones científicas.
La experiencia del empleo de los medios de la técnica calculadora electrónica para resolver tareas «intelectuales» cada vez más complejas, que hasta hace poco eran consideradas como prerrogativa del hambre, muestra que todas las objeciones formuladas con anterioridad por los enemigos de la respuesta positiva a este interrogante no resultaron suficientemente fundadas. Así, las objeciones respecto a que las máquinas existentes operan con códigos (cifras) y no pueden percibir información semántica han perdido su agudeza. El desarrollo de los modelos semióticos (control de la situación) confirma la posibilidad de percepción y procesamiento maquinal de la información semántica.
La objeción respecto a que las máquinas, a diferencia de los objetos vivientes (biológicos), no tienen necesidades ni sienten emociones, se discutió en la IV Conferencia Internacional sobre el Intelecto Artificial, celebrada en Tbilisi, donde se señaló la posibilidad de principio de dotar a las máquinas de estas propiedades, al parecer puramente biológicas. Las objeciones formuladas aquí por Brushlinski, quien afirma que el pensamiento humano es indisyuntivo y las máquinas poseen en principio disyuntividad, me parece que no están suficientemente fundamentadas. El hombre, si consideramos a un individuo aislado, en virtud de su limitación en tiempo y espacio no posee una indisyuntividad absoluta; las máquinas calculadoras electrónicas a su vez, teniendo en cuenta la posibilidad de introducir en ellas elementos de indeterminación y casualidad, no son absolutamente disyuntivas.
El principal defecto metodológico de los trabajos que se realizan actualmente es la evidente escasez, por ahora, de la base psicológica, la insuficiente comprensión psicológica de los resultados obtenidos y de los posibles.
—
B. BIRIUKOV, doctor en Ciencias Filosóficas: El planteamiento inicial de la cuestión referente a la posibilidad del «intelecto artificial» lo hicieron los pioneros de la cibernética, en particular A. Turing en el conocido trabajo Can the machine ihink? (¿Puede pensar una máquina?) Este artículo, y las discusiones que tuvieron lugar después, mostraron la imprecisión de la cuestión planteada. A mi modo de ver, el planteamiento exacto de este problema resulta dificultoso porque la descripción del trabajo del cerebro y el pensamiento, de un lado, y los sistemas modernos para procesar los datos, de otro, se realiza en lenguajes científicos que tienen muy poco de común entre sí. Por eso la cuestión «¿puede pensar una máquina?», que tiempo atrás se atrajo una atención tan grande, prácticamente ha sido retirada del «orden del día» de la ciencia.
Otra cosa es la cuestión referente a las posibilidades del «intelecto artificial», que está suficientemente interpretada. Se trata de que en los últimos decenios se han puesto de manifiesto con gran precisión las limitaciones relacionadas con la complejidad. Se ha descubierto que la abstracción contenida en la tesis sobre la «posibilidad de principio»: la abstracción de la viabilidad potencial, consistente en prescindir del carácter limitado de la actividad del hombre en espacio, tiempo y materiales; la abstracción de identificación, que presupone que los objetos que se examinan siempre pueden ser diferenciables e identificables; la abstracción de exactidud, que establece el postulado de que el proceso de tratamiento de la información transcurre sin errores; la idealización del objeto constructivo, que crea un mundo muy «fuerte» de objetos completamente «crueles» todo este ideal matematicológico se derrumba cuando la ciencia choca con las tareas prácticas.
Aquí es oportuno recordar las ideas manifestadas en la aurora de la cibernética por otro de sus pioneros, J. Von Neumann, y que todavía no han sido suficientemente comprendidas por nosotros desde posiciones filosóficas. El enfoque de Von Neumann consiste en que se compara el objeto y su descripción desde el punto de vista de la complejidad. Como es sabido, el ideal de la ciencia consiste en hacer que lo complejo sea sencillo, accesible para la cognición; la abstracción y la idealización son la vía para la simplificación. Comprender lo complejo significa hacerlo sencillo, más intelegible, en cierto sentido más evidente. Si el proceso, el objeto o el sistema son relativamente sencillos, siempre es posible dar una descripción de ellos todavía más sencilla que ellos mismos. Sobre esta propiedad de los procesos cognoscitivos se desarrolló prácticamente toda la ciencia natural, sobre todo la ciencia natural matemática. La principal hipótesis de Von Neumann consiste en que existe un límite de aumento de la complejidad de los sistemas a partir del cual no es posible dar una descripción del sistema que sea, en cierto sentido natural, más sencilla que el propio sistema. Esta tesis la ilustró Neumann con el ejemplo del analizador visual, y también en los términos más rigurosos de la teoría de las máquinas automáticas, diciendo que, posiblemente, a partir de cierto umbral de complejidad no se puede construir una máquina automática que sea más sencilla que la que se modela con su ayuda.
Las dificultades que han surgido en los últimos años en los trabajos para crear sistemas de programación y resolución maquinal de tareas complejas, por lo visto expresan, en cierta medida, la aproximación al «umbral de complejidad» de Von Neumann.
No onbstante, todavía conocemos mal nuestra razón. En el funcionamiento del cerebro humano hay distintos niveles de racionabilidad. Unos se pueden simular fácilmente con ayuda de los medios cibernéticos contemporáneos, otros peor, y los terceros, a mi parecer, dudosamente se podrán en general formalizar de manera más o menos completa. Pienso que existen esferas de la conciencia y la autocognición humanas que en un futuro previsible seguirán estando al margen de la simulación cibernética y la automatización de los procesos intelectuales.
Naturalmente, nosotros podemos discutir sobre la «educación» de las máquinas en el «medio social», acerca de lo cual escribió Turing, sobre la creación de una «máquina» con componentes biológicos, etc. Pero esto será ya otra cuestión, en la actualidad semifantástica, analizada en el conocido libro de S. Lem, Suma de tecnologías. Hoy lo principal es la creación de sistemas «hombre-máquina», y aquí sólo puedo repetir las palabras de nuestro académico A. Berg acerca de que la máquina, como la comprendemos en la actualidad, «no piensa» (y dudosamente llegara a «pensar») como el hombre, como un ser racional que vive en la sociedad y se vale del lenguaje natural para intercambiar pensamientos con otros seres racionales. Pero es indudable que el hombre pertrechado con ampliadores cibernéticos de su razón piensa mejor y de forma distinta que el hombre que se ve obligado a conformarse con los medios primitivos de mecanización.
—
V. ZVEGUINTSEV, doctor en Ciencias Filológicas. Yo soy lingüista y por eso, naturalmente, voy a hablar del problema del «intelecto artificial» principalmente desde el punto de vista lingüístico. Pero, primero algunas consideraciones generales.
Aquí se ha dicho ya que la propia denominación de la orientación investigadora, definida como «intelecto artificial» (en EE.UU. incluso ha formado una disciplina aislada: Artifical Intelligence), tiene carácter convencional, metafórico. Por cierto que a veces (y con bastante frecuencia) esta denominación se comprende en sentido literal, como la tarea de crear un sistema que imite con la máxima plenitud las posibilidades del intelecto humano y precisamente la mayoría de las veces esta comprensión literal constituye el punto de partida para toda clase de construcciones especulativas.
En la práctica lo que hacemos no es imitar el intelecto humano, sino crear máquinas capaces de realizar algunos trabajos que de siempre se han considerado como prerrogativa de las capacidades mentales humanas: máquinas intelectuales. Desde este punto de vista ya incluso al computador menos adelantado se le puede llamar máquina intelectual y, si se quiere, hasta sistema clase «intelecto artificial», ya que realiza un trabajo intelectual y, además, mejor que el hombre. Con semejantes premisas, la tarea consiste en transmitir a la máquina el mayor número posible de tipos de trabajo que realiza el intelecto humano. Mas para hablar con fundamento de una «capacidad resolutiva» que sea equivalente a la humana, hay que ser hombre.
Puesto que las máquinas intelectuales deben realizar trabajo intelectual, o bien «pensar», es necesario contar con definiciones suficientemente rigurosas no sólo del concepto de «intelecto», sino también de otros muchos conceptos relacionados con los procesos mentales: comprensión, conocimiento, motivación, finalidad, imaginación, intuición, enseñanza, etc. Lamentablemente, no disponemos de definiciones rigurosas de todas estas categorías, como tampoco del propio intelecto. Ahora está ya claro que el desarrollo creador y productivo de nuestro problema es simplemente imposible sin la definición de las categorías citadas. Precisamente por esto ahora los científicos de EE.UU. han emprendido el camino de la creación de comunidades de representantes de diversas ciencias capaces de contribuir a la solución del problema dado: filósofos, lógicos, psicólogos, lingüistas y especialistas en matemática de cálculo. Los representantes de las correspondientes ciencias se agrupan en el marco de una ciencia nueva, la «ciencia del conocimiento» (cognilive Science; yo propuse denominar a esta nueva ciencia «cogitología»3), cuya finalidad consiste no en sumar los datos de estas ciencias, sino en crear nuevos instrumentos de cognición que cada una de las ciencias citadas no puede crear por sí sola.
En relación con esto me permito hacer algunas observaciones más, motivadas en parte por las manifestaciones de los participantes de nuestra reunión de hoy. Me atrevo a ello no porque me considero especialista en esta esfera, sino porque estimo que no es una labor seria dedicarse a construir sistemas de intelecto artificial y, al mismo tiempo, jugar a la gallinita ciega con el concepto básico de toda esta dirección de las investigaciones: el pensamiento.
Yo estimo que la inercia del proceso histórico de formación del problema del intelecto artificial sigue influyendo en la comprensión del problema. El intelecto, o pensamiento, está admitido calibrarlo con las medidas de la lógica. Por eso se considera que si la máquina puede realizar operaciones lógicas, ésta es ya la encarnación de la razón humana. Pero, las características del intelecto humano, de su pensamiento no pueden reducirse de ningún modo a acciones lógicas u operacionales, no se puede generalizar el aspecto técnico del pensamiento. Basándose en esta misma lógica se puede, dicho sea de paso, sacar la conclusión de que, por definición, todo cuanto es capaz de hacer la máquina no se puede atribuir al intelecto humano. El intelecto humano empieza allí donde termina la máquina. Y puede ser que la mayor fuerza del hombre consista precisamente en su capacidad de pensar en forma no lógica y adoptar decisiones por encima de todas las reglas lógicas del pensamiento. Por último, lo principal: ninguna lógica es capaz de crear un conocimiento nuevo; lo hace explícito, pero por su propia esencia es tautológica. Del mismo modo, es poco probable que sea justo imaginar el pensamiento como función exclusivamente del cerebro.
Debe recordarse que cualquiera que sea la forma que adopte el «lenguaje maquinal», por mucho que se formalice, reduzca o prepare con cualquier procedimiento, siempre e inevitablemente es derivado del lenguaje natural. En cualesquiera circunstancias es insoslayable la necesidad de conocer las «reglas del juego» del lenguaje natural.
Para muchos investigadores que trabajan en la esfera que nos interesa, y que reconocen la importancia de los datos lingüísticos, el lenguaje y sus unidades son interesantes, en primer lugar, como portadores de «acepciones». La «creación» de acepciones lingüísticas es un acto de cognición. Puesto que esto es así, esta clase de «creación», realizada por el pensamiento, se basa en los datos que facilitan al hombre sus captadores sensorios. Si en el hombre éstos fuesen distintos de como son, entonces el sentido de las palabras del lenguaje natural sería también distinto. Mas, esto no es todo. Es preciso saber y tener en cuenta sin falta que tras cada unidad del lenguaje está todo el sistema del mismo, y es efectivamente unidad lingüística porque forma parte de este sistema. Al margen del sistema del lenguaje no existen sus unidades, al menos así ocurre en el lenguaje natural, a cuyo son, como ya se ha dicho, quiérase o no, forzosamente hay que bailar. Mas, esto tampoco es todo. El lenguaje no es un conjunto aritmético de palabras. El lenguaje comienza de hecho con la oración. Por eso, hoy los constructores del «intelecto artificial» prefieren habérselas precisamente con las oraciones o incluso con textos.
Todo cuanto por necesidad he tenido que abordar sólo de pasada da fundamento para afirmar que es preciso crear una teoría compleja en el marco de la «ciencia del conocimiento» (cogitología), suficientemente fuerte para tratar con los diversos componentes obligatorios de los que hemos hablado. El estudio de estos componentes en el contexto de la teoría del «intelecto artificial» deberá constituir el contenido de los problemas particulares. Estos problemas no son pocos, pero como se sabe, la ciencia empieza con problemas y termina con problemas.
—
E. POPOV, candidato a doctor en Ciencias Técnicas: En la actualidad no existe en la URSS una rama de la economía nacional en la que no se emplee la técnica computadora electrónica. Sin embargo, su empleo en masa y en todas partes se ve dificultado por el hecho de que la comunicación con los ordenadores ahora sólo pueden realizarla los programadores. En relación con esto se hace evidente la necesidad de resolver el problema de la comunicación del hombre con los ordenadores no sólo a costa del aumento cuantitativo de los programadores, sino también en el plano de la comunicación con los ordenadores en el lenguaje natural, que tiene una serie de ventajas en comparación con los lenguajes formalizados de la programación.
La elaboración de sistemas que realicen la comunicación del hombre, que utiliza el lenguaje natural, con ios ordenadores, los sistemas de lenguaje natural (SLN), deberá basarse, a nuestro parecer, en los principios de universalidad, desarrollo y penetración interdisciplinaria. Por universalidad nosotros entendemos: a) universalidad en la elección de la manera de presentar los conocimientos (abastecimiento informativo), lo que permite, sin modificar la manera del procesamiento, ampliar, al desarrollarse el sistema, las clases de fenómenos que se representan en él; b) universalidad de los algoritmos y los programas (abastecimiento matemático), que ofrece la posibilidad de ampliar las funciones del sistema no rehaciéndolo, sino regulando el abastecimiento matemático; c) independencia del abastecimiento matemático e informativo, que permite ampliar y modificar los modelos del mundo circundante sin modificar los medios programadores.
El principio del desarrollo presupone la elaboración de sistemas con lenguaje natural en varias etapas, debido a que en la actualidad no es posible resolver el problema en todo su volumen. Además, estos sistemas deberán construirse por el principio del módulo, según el cual sin modificar todo el sistema se puede cambiar tanto el orden de llamada de los distintos bloques del sistema como su número y las funciones que éstos realizan.
El principio de la penetración interdisciplinaria presupone la necesidad de la comunicación y el contacto permanente de especialistas de diversas esferas, en primer lugar de los lingüistas y programadores, para resolver las tareas.
Quisiera detenerme también brevemente en la descripción del estado y las perspectivas del desarrollo de nuestro sistema POET. La elección de este sistema precisamente no es casual. El autor no conoce ningún otro sistema actualmente en funcionamiento que pueda ser catalogado con pleno fundamento como sistema con lenguaje natural. Esto no significa, naturalmente, que en el sistema POET estén resueltos todos los problemas de la comunicación, no obstante, se elabora en rigurosa correspondencia con ios principios enumerados más arriba, lo que le permite evolucionar aumentando constantemente sus posibilidades.
En la primera etapa se introdujeron en el proceso de comunicación las siguientes limitaciones: el lenguaje de comunicación es la prosa económica práctica de la lengua rusa; la comunicación se realiza mediante oraciones aisladas, no copulativas, simples e interrogativas, que no contienen giros, elipsis o referencias anafóricas; la representación interna admite solamente el mundo estático (y no dinámico) sin relaciones de causa-efecto entre los acontecimientos; la base de datos tiene un formato rígido, establecido, que limita la temática de la comunicación; cuando no comprende la demanda, el sistema no puede dirigir al usuario el proceso de perífrasis.
En la segunda etapa el proceso de comunicación se caracteriza por las siguientes particularidades: la comunicación se realiza en régimen de diálogo, consistente en varias oraciones interconexas que contienen giros, oraciones subordinadas, elipsis y referencias anafóricas; en caso de incomprensión de la demanda (debido a errores del usuario, polisemia de la demanda o posibilidades limitadas del sistema) el sistema comunica en términos-conceptos al usuario las causas del fracaso, y le orienta (mediante preguntas y afirmaciones) a modificar la demanda inicial; la representación interna admite la manifestación de las relaciones de causa-efecto entre los acontecimientos.
En la tercera etapa se supone la conexión vocal de entrada y salida en el sistema. Además se aumentarán considerablemente las posibilidades deductivas del sistema.
—
Yu. APRESIAN, candidato a doctor en Ciencias Filológicas: Para comprender la gama de posibilidades del intelecto artificial es útil, a mi modo de ver, formular las principales propiedades del intelecto natural. Entre ellas figuran, el menos: 1) capacidad para comprender y construir cualquier texto en el lenguaje natural; 2) capacidad de conocer las leyes del mundo exterior; 3) capacidad de adoptar decisiones.
Si nos orientamos hacia el sistema de pregunta-respuesta como modelo típico de intelecto artificial (ni en nuestro país ni en el extranjero se ha creado ningún otro sistema serio, no de juguete) hay que reconocer que dicho sistema posee sólo la primera de estas propiedades: la capacidad para comprender y construir textos, y aún así en cantidad limitada.
En realidad, la comprensión de textos por el hombre está integrada por tres aspectos: conocimiento de la lengua, conocimiento de la lógica y conocimiento de la realidad.
El conocimiento de un determinado lenguaje natural se manifiesta, entre otras cosas, en que el hombre que lo domina sabe establecer los sinónimos de las oraciones aparentemente diferentes y los homónimos de las oraciones que aparentemente coinciden. Lo dicho se refiere no sólo a los medios léxicos del lenguaje, sino también a todos los medios gramaticales y muchos fonéticos. Sin embargo, a pesar de que los simples portadores del lenguaje al parecer no experimentan ninguna dificultad en la utilización práctica de estos medios, la descripción formal completa de estos medios representa una tarea teórica única por su complejidad y gigantesca en cuanto al volumen de trabajo, que se ha planteado ante la lingüística cuya solución está muy lejos todavía.
Lo mismo debe decirse respecto a los otros dos tipos de conocimientos necesarios para comprender los textos: conocimiento de la lógica y conocimiento de la realidad.
Por consiguiente, el intelecto artificial en su estado actual representa un sistema sólo ligeramente parecido al intelecto natural. Se comunica con el hombre en un lenguaje natural muy limitado, extremadamente simplificado y standardizado, dispone de posibilidades lógicas extraordinariamente modestas en comparación con el hombre y tiene una reserva sumamente escasa de datos sobre la realidad.
El carácter limitado de los sistemas actuales de intelecto artificial se debe también a que no admiten una ampliación sustancial. Si se trata de enriquecer su abastecimiento lingüístico, lógico e informativo con medios nuevos en principio, estos sistemas no se reajustan sino que habrá que sustituirlos por otros nuevos.
Las dificultades que habrá que vencer en este camino son muy grandes, con la particularidad de que las más serias están relacionadas, por lo visto, con la elaboración de modelos formales del lenguaje. Se trata de que los lingüistas deberán no simplemente traducir los conocimientos acumulados en la ciencia al lenguaje formal, sino obtener la mayor parte de estos conocimientos, sobre todo en la esfera de la semántica. Hacer esto no es cosa fácil. Si es cierto que el lenguaje es el pensamiento vivo, entonces hemos chocado ahora con la situación más difícil imaginable en la ciencia: la situación cuando el objeto de la cognición coincide con su sujeto. En los próximos años y decenios este hecho puede crear para la lingüística el status de ciencia número uno.
—
A. URSUL, doctor en Ciencias Filosóficas: Me parece que en la actualidad para la solución constructiva del problema del intelecto artificial no basta con la información que existe. No por casualidad los prestigiosos científicos que han intervenido aquí han dicho que la cuestión referente a si es posible crearlo es, en cierto grado, indeterminada. A mi modo de ver, los fundamentos para el punto de vista optimista o pesimista surgen precisamente cuando la insuficiencia de información se compensa incluyendo determinados mecanismos de apreciación. Por ejemplo, cuando se absolutiza el factor maquinal en perjuicio del humano o al contrario, lo que conduce a la hipertrofia del papel del hombre o de la máquina. Es necesario partir de su unidad e interconexión, que es preciso optimizar: el hombre y la máquina representan elementos del sistema «hombre-máquina». La interacción de estos componentes en el sistema íntegro engendra nuevas características que en principio no son propias de ninguno de ellos por separado. El estudio del problema de la armonización de la interacción del hombre y la máquina en el aspecto informativo es lo que, a mi parecer, representa el problema fundamental en el que ahora están ocupados los cibernéticos y otros científicos que elaboran el problema del intelecto artificial.
En relación con esto es muy importante la tesis manifestada aquí por los especialistas en cibernética acerca de que el trabajo del sistema de intelecto artificial transcurre siempre en estrecha interacción con el hombre y es muy difícil determinar quién ha hecho mayor aportación a la configuración de la resolución, el hombre o la máquina.
Por consiguiente, no la separación metafísica del hombre (el pensamiento) de la máquina ni tampoco su identificación, o bien incluso situar a la máquina en primer plano, sino la investigación de la interacción real, que necesita ser optimizada y cuyo objetivo es el hombre, su desarrollo más completo y multilateral, permite hallar el lugar adecuado del intelecto artificial en el progreso científicotécnico y social: permite determinar sus funciones sociales específicas, que se materializan en los dispositivos técnicos.
Precisamente porque los sistemas de intelecto artificial se crean para prestar ayuda real al hombre, tiene sentido denominar a esta concepción «antropocibernética» (sociocibernética), en la que se destaca a primer plano el hombre, que guarda interacción con la técnica cibernética. Es posible que este término no sea muy acertado, sin embargo fija con precisión la renuncia al «antropologismo» abstracto y el «tecnicismo» cibernético como extremos conceptuales. Partiendo de la concepción del «sociocibernetismo» podemos mostrar el carácter científico universal del problema del intelecto artificial. De esto se desprende en particular que no se puede dar una demostración puramente cibernética, puramente psicológica e incluso puramente filosófica de la posibilidad (imposibilidad) de su creación. Dicho en breves palabras, no es posible resolver desde las posiciones de una disciplina científica las tesis de principio del problema referente al intelecto artificial.
—
N. ALEXEEV, candidato a doctor en Ciencias Psicológicas; B. YUDIN, candidato a doctor en Ciencias Filosóficas: La aparición de las máquinas calculadoras electrónicas se puede equiparar con el surgimiento de la imprenta. Y si recordamos que muchas consecuencias del invento de Gutenberg se revelaron con toda plenitud al cabo de decenios e incluso siglos, estaremos de.acuerdo en que ahora no se pueden prever muchas consecuencias que todavía traerá consigo la técnica computadora electrónica. Por eso, hoy podemos discutir de una manera más o menos seria sólo aquellas consecuencias que ya se han revelado con suficiente precisión.
Al mismo tiempo, la significación del hecho de la aparición de este tipo de máquinas fue rápidamente comprendida y asimilada sólidamente por la conciencia social en su espectro más amplio: desde el análisis filosófico y científico-técnico hasta la cienciaficción y la mitología de la experiencia cotidiana. A pesar de la diversidad de estas vías de comprensión, en una cosa eran unánimes: en la orientación común a asimilar el medio nuevo que entraba en la actividad, en la vida.
En la primera fase de su desarrollo la problemática del intelecto artificial estaba ligada precisamente, por su contenido, con la asimilación de este nuevo medio de actividad, y por la forma, con su comparación con las acciones del hombre al resolver tareas análogas. Al parecer, si no de hecho al menos en esencia, esta fase ha concluido ya, ha cumplido su función y agotado su potencial ideológico. El nuevo medio ha sido asimilado técnicamente y en relación con esto se configuran imágenes acerca de sus posibilidades y limitaciones, esferas de utilización, etc. Ha desaparecido la aureola de misterio y enigma, dejando lugar al conocimiento exacto de las características actuales y al conocimiento aproximado de las posibles en el futuro.
Pasando a discutir la segunda fase del desarrollo de la problemática de las consecuencias sociotécnicas y socioculturales de la introducción de los ordenadores, tiene sentido, por lo visto, recordar que los medios, sobre todo de tal envergadura y diversidad de objetivos como el computador, reorientan toda la estructura y la organización de la actividad humana, afectando con esto no sólo a sus esferas inmediatas, sino a veces también a las lejanas. Sin embargo, al principio los nuevos medios se consideran y valoran, por lo general, en el marco de las estructuras ya formadas de la actividad, desde el punto de vista de los objetivos y tareas ya actualizados. Dicho con otras palabras, la gama de las posibilidades de estos medios se determina mediante la simple extrapolación;en esto influye la comprensión que existía hace cinco o diez años de los ordenadores como «ampliadores del intelecto».
Pero, más tarde o más temprano se descubre el carácter revolucionario de los nuevos medios de actividad, que debido a ellos surgen tareas que para su propio planteamiento en la anterior perspectiva simplemente no bastaba la imaginación. Por ejemplo, resultó que la actividad para la construcción de modelos que reflejaban la interconexión y las leyes del comportamiento del objeto gobernado, actividad que surgió basándose en las posibilidades del computador, puede realizarse en sus formas desarrolladas sin recurrir a él. Resulta que para muchas tareas no es tan importante el volumen de la información procesada como la actitud consciente respecto a los principios de su selección y organización. Por consiguiente, las estructuras de la actividad, que en un principio se configuraron gracias al empleo de las máquinas calculadoras electrónicas, poseen significación independiente y valor.
No es menos esencial otra circunstancia. Se trata de que el hombre que adopta una decisión siempre utiliza de una u otra forma cierto modelo mental de la situación. En este modelo están presentes en forma indivisa tanto ciertas características de la propia situación como aquello que proviene de la pasada experiencia individual del hombre y de su estado actual. Pero, cuando este mismo modelo se presenta en forma explícita y sistematizada, como lo exige el análisis sistémico, surge la posibilidad para el trabajo colectivo con él, para ser precisado, complementado y comprobado por los especialistas de distintas esferas del saber. Por consiguiente, el empleo de las máquinas calculadoras electrónicas da origen no sólo a nuevas formas de la actividad mental, sino también a nuevas formas de su organización, nuevas formas de cooperación del trabajo, de actividad conjunta. Se revela algo al parecer paradójico: la máquina, el ordenador inicia el trabajo metodológico, el más creador en la actividad científica contemporánea. El investigador se ve textualmente obligado a contemplar su actividad profesional desde el exterior, a incluirla en el contexto de otras actividades. Ahora ya no es su estrecha esfera profesional, sino el «recorrido» por este contexto más amplio lo que determina el estilo, el carácter de su pensamiento y el producto de su trabajo.
Generalizando, se puede formular la siguiente suposición. La segunda fase del desarrollo de la problemática del intelecto artificial tiene en su contenido la reconstrucción tecnológica de la actividad establecida con anterioridad. La asimilación e introducción prácticas de los ordenadores conducen a una nueva división del trabajo en las esferas más diversas de la actividad humana, al surgimiento de nuevas funciones específicas: metodólogo, organizador, etc. Esto hace que cambien las formas de pensamiento, del pensamiento científico en particular. Nos parece que los aspectos socioculturales y sociotécnicos del proceso de introducción de los ordenadores en la actividad humana no sólo se deben estudiar y pronosticar, sino también proyectar, construir, equiparando y comparando desde las posiciones más generales, filosóficas, las distintas variantes posibles. En esto vemos el sentido filosófico de esta problemática en el día de hoy.
{1} Se puede adquirir conocimiento de uno de los primeros sistemas pregunta–respuesta soviéticos elaborados por E. Popov, en el artículo de V. Baklánov y E. Popov publicado en la revista Boletín de la AC de la URSS. Cibernética técnica, 1978, N° 4.
{2} Carlos Marx. El Capital, t. I, La Habana, 1965, pág. 140.
{3} Véase Voprosi filosofii, 1977, nº 4, pág. 90.