Zeferino González (1831-1894) |
Historia de la Filosofía La Filosofía griega |
Dotada la raza griega de aptitud incontestable para la especulación filosófica, y poseyendo a la vez genio original e independiente, no tardó en dar claras muestras de su energía intelectual y de sus tendencias y aspiraciones a una civilización superior a cuantas la habían precedido en la historia. Así es que, instalada apenas en su nueva patria, después de las migraciones a través de otros países y en contacto con otras razas, que la historia narra o vislumbra, las tradiciones religiosas y místicas que de otros pueblos heredaran los griegos, transfórmanse en sistemas cosmogónicos, y al lado de los misterios religiosos, que pueden considerarse como iniciaciones científicas, aparecen también sentencias morales que revelan cierta aspiración a un sistema ético-social, el mismo que recibirá en su día oportunos desenvolvimientos.
Aparte de los poemas homéricos, los cuales contribuyeron indudablemente al movimiento civilizador de los griegos, los himnos religiosos, las sentencias morales y las concepciones cosmogónicas de Orfeo, demuestran que mil doscientos años antes de la era [92] cristiana existía ya en Grecia un cuerpo de doctrinas, que puede considerarse como preformación más o menos sistemática, aunque rudimentaria, de la Filosofía. Cuatrocientos años después, esta Filosofía daba un paso más, merced a las ideas cosmogónicas y teogónicas de Hesiodo (ochocientos antes de Jesucristo), cuyas sentencias morales, así como las ético-sociales y políticas de Epimenides, de Ferecides y de los siete Sabios de Grecia, robustecían la originalidad del pensamiento helénico y ensanchaban los horizontes de la especulación filosófica.
Este periodo de incubación y preparación de la Filosofía griega, encierra dos manifestaciones o fases parciales: la manifestación teogónica, envuelta en mitos y en leyendas poéticas, que algunos apellidan por esta razón Filosofía mítica, y la manifestación ético-política, apellidada, no sin fundamento, por algunos, Filosofía sentenciaria, Filosofía gnómica, en razón a la forma de su enseñanza por medio de versos y sentencias aforísticas.
Fue opinión muy recibida entre los neoplatónicos, entre muchos Padres de la Iglesia, y generalmente entre los antiguos cristianos, que el movimiento inicial de la Filosofía griega, y no pocos de sus elementos, debieron su origen a las religiones y literaturas de otros pueblos más antiguos, y principalmente a las que florecieron en la India, la Persia y el Egipto. Algunos de aquellos exageraron sin duda la influencia ejercida en la Filosofía griega por las religiones asiáticas, y también las relaciones de afinidad entre el pensamiento griego y el pensamiento oriental; pero en cambio no pocos historiadores y críticos modernos, partidarios de [93] la originalidad absoluta de la filosofía griega, cayeron en el extremo contrario. Las opiniones encontradas de Roeth y de Zeller, y los fundamentos respetables en que uno y otro se apoyan, demuestran que el problema no se considera resuelto de una manera definitiva. Bien es verdad que, según nota oportunamente Ueberweg, se trata aquí de un problema cuya solución plena y segura depende de las investigaciones y trabajos referentes al Oriente y al Egipto, investigaciones y trabajos que todavía dejan mucho que desear.
Entre tanto, y habida razón de las pruebas aducidas por los antiguos y de los resultados de la crítica moderna sobre la materia, no debemos admitir una influencia inmediata y directa entre el pensamiento oriental y el pensamiento griego, afirmando en absoluto, como hacen algunos, que la doctrina filosófica de Pitágoras trae su origen y es una simple derivación de la Filosofía china, y que los representantes de la escuela eleática son meros reproductores de las escuelas panteísticas de la India. Esto no obstante, muy bien podemos pensar y afirmar que las tradiciones religiosas del Oriente, las especulaciones astronómicas de los caldeos, los mitos y doctrinas zoroástricas y las iniciaciones hieráticas del Egipto, entraron por mucho en los sistemas de la Filosofía griega durante su primer desarrollo, y hasta pudiera sospecharse que influyeron de una manera más o menos directa y sensible en la variedad de escuelas y sistemas que aparecen durante este periodo.
Es muy probable, en efecto, que la comunicación de Tales con los asirios y persas, lo mismo que sus viajes al Egipto, debieron influir no poco en el origen, [94] tendencias y carácter de la escuela jónica, iniciada por el filósofo de Mileto.
Por otro lado, las opiniones, costumbres y prácticas de la escuela pitagórica presentan notable afinidad con ciertas opiniones, sentencias y prácticas de los egipcios, cosa muy natural dadas las relaciones de Pitágoras con los sacerdotes del Egipto, verdaderos depositarios de la ciencia en aquellos tiempos. Corrobora esta conjetura el hecho de la afinidad que existe entre el pitagorismo y el platonismo, cuyos fundadores fueron los que más cultivaron y frecuentaron la comunicación con los sacerdotes egipcios. Sabida es la importancia que en aquel país se daba a la iniciación en ciertos misterios religiosos, iniciación que probablemente tenía por objeto principal, si no era el único, comunicar a los adeptos el sentido filosófico y científico de ciertos mitos populares y cultos religiosos; pues, según observa M. Cousin, «es imposible que en los misterios no se hiciera otra cosa sino repetir la leyenda; porque repugna que se haga una especie de sociedad secreta, con severas condiciones de admisión para decir allí las mismas cosas que se decían públicamente. Preciso es, por lo tanto, que los misterios encerraran alguna cosa más, o una exposición más regular, o quizá una explicación cualquiera, física o moral, de los mitos populares».
En suma: si Zeller parece apartarse del camino recto y de la realidad histórica, negando, o por lo menos restringiendo demasiado la influencia de las ideas orientales en el origen y desenvolvimiento de la Filosofía griega, Roeth, y más todavía Gladisch, exageran evidentemente esta influencia. Para Zeller, la Filosofía [95] de los griegos, considerada en su origen, en su marcha y en sus evoluciones, es un producto inmediato y espontáneo del espíritu helénico, una manifestación cuya razón suficiente y verdadera debe buscarse en la reflexión independiente y personal de los filósofos griegos, con exclusión de toda influencia oriental que merezca tomarse en consideración. Sin duda que esta tesis del autor de La Filosofía de los Griegos es contestable y relativamente exclusivista y exagerada; pero lo es más la tesis del citado Gladisch, cuando, después de afirmar y probar a su manera la influencia decisiva y preponderante de la Filosofía oriental sobre el origen y desarrollo de la griega, considera a ésta, especialmente en su periodo antesocrático, como una especie de reproducción de los sistemas orientales. Porque para Gladisch, la Filosofía eleática no es más que la renovación de la Filosofía del Indostán; la doctrina de Anaxágoras fue tomada de los judíos; Heráclito reproduce el sistema zoroástrico; la teoría cosmológica de Empedocles trae su origen del Egipto y reproduce el sistema hierático, y, finalmente la doctrina pitagórica es una segunda edición corregida y aumentada de la doctrina filosófica y moral de los chinos.
Los argumentos alegados por Zeller contra la tesis de Gladisch demuestran que se trata de una tesis evidentemente exagerada e inexacta, como lo es también la de Roeth, el cual coincide en el fondo con Gladisch, pero sin admitir el paralelismo greco-oriental defendido por éste, y concediendo a las ideas y literatura del Egipto influencia preponderante en el origen y desarrollo de la Filosofía helénica.
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Historia de la Filosofía (2ª ed.) 1886, tomo 1, páginas 91-95 |