Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Primer periodo de la filosofía griega

§ 30

Anaximandro

Compatriota, amigo y, según algunos, aunque sin bastante fundamento, discípulo de Tales, fue Anaximandro, el cual dio cierta forma unitaria y panteística a la teoría cosmológica de la escuela jónica, afirmando que el principio de las cosas no es el agua, como quería Tales, sino lo infinito, es decir, la naturaleza material considerada como unidad primitiva, potencial e indiferente, respecto de los seres varios que van saliendo de ese fondo o substancia común como desarrollos parciales de la misma. Gracias a la antítesis y oposición del calor y frío, de la humedad y sequedad, del fondo de ese infinito van saliendo sucesivamente los diferentes seres que aparecen en el Universo, para volver a entrar después en ese infinito-materia, que viene a ser de esta suerte como un substratum general de la circulación del ser y de la vida, los cuales aparecen, desaparecen y reaparecen bajo formas nuevas, ya diferentes, ya similares. En suma: el infinito-principio de Anaximandro, lleva consigo la explicación del mundo y la naturaleza por medio de una especie de emanación y remanación panteístico-materialista, y presenta alguna analogía con el Unum de los neoplatónicos; pero mayor acaso con el éter divino de los estoicos, y con el fuego de Heráclito.

Porque conviene tener presente que el infinito, o, mejor dicho, el indefinido de Anaximandro, aunque es [107] infinito propiamente por parte de la cantidad o extensión, por parte de la cualidad es solamente indefinido o indeterminado e indiferente. Las cosas traen su origen del indefinido como de su principio primero y único; pero no por vía de producción, sino por vía de desarrollo, y el Universo mundo, considerado en su totalidad, representa un conjunto de desarrollos y reversiones, una serie indefinida de evoluciones y de involuciones, cualquiera que sea, por otra parte, la esencia concreta e íntima del indefinido {22}, del cual proceden todas las cosas.

Según Anaximandro, la tierra con su atmósfera se halla situada en el centro del mundo, a igual distancia de los puntos de la esfera celeste, y rodeada por todas partes y como sumergida en una substancia sutil o etérea. Las estrellas y las divinidades celestes están formadas del fuego y del aire, y la tierra, considerada en su origen y formación, se encontró en estado líquido. El alma humana es un substancia aérea o etérea (materialismo), y todos los animales tuvieron su origen en el agua, en donde se formaron las primeras especies animadas, de las cuales salieron por transformaciones sucesivas (darwinismo, transformismo) las especies superiores, incluso el hombre, que trae su origen de un pez. Sólo es permanente el infinito, o sea la materia-principio, que posee la vitalidad perpetua: los individuos [108] y las especies que salen de su seno varían incesantemente.

Por estas indicaciones se ve que la escuela jónica contiene ya desde sus primeros pasos gérmenes panteístas y materialistas, y gérmenes también bastante explícitos del darwinismo contemporáneo, a pesar de sus pretensiones a la novedad y originalidad.

Si hemos de dar crédito a Cicerón, Anaximandro identificaba los dioses con los astros o cielos, y admiraba una serie infinita de mundos {23}, si bien se ignora y disputa entre los críticos e historiadores de la filosofía acerca del sentido en que Anaximandro admitía la pluralidad o serie infinita de mundos. Algunos suponen, no sin algún fundamento, que el filósofo jónico entendía por pluralidad de mundos, pluralidad de cielos. San Agustín opinaba, sin embargo, aunque su autoridad dista mucho de ser irrefragable en la materia, que Anaximandro hablaba de verdaderos mundos, y que se refería a una pluralidad sucesiva y no simultánea: Innumerabiles mundos gignere et quaecumque in eis oriuntur, eosque mundos, modo dissolvi, modo iterum gigni existimavit.

La concepción de Anaximandro es esencialmente hylozoísta, como la de Tales, puesto que su materia universal e indefinida lleva en sus entrañas un principio vital, una fuerza motriz. Sus ideas acerca del estado primitivo, o sea acerca del estado líquido y húmedo de la tierra, parecen abonar la opinión de los que [109] le hacen discípulo de Tales, o revelan, cuando menos, que las ideas de éste ejercieron alguna influencia en la teoría de su compatriota.

Además de filósofo, Anaximandro fue también astrónomo y geógrafo. Cuéntase que construyó una esfera para explicar los movimientos de los astros, y también un mapa descriptivo de la tierra. No falta quien le atribuye la invención de los relojes solares, aunque es más probable que lo que hizo fue introducir entre los griegos el uso de dichos relojes, conocidos y usados desde antiguo por los babilonios.


{22} Los filósofos e historiadores no están acordes sobre este punto. Opinan algunos que el indefinido, señalado por Anaximandro como principio de las cosas, era una especie de materia caótica que contiene en sí los elementos diferentes de la naturaleza material. Otros opinan que en la mente de Anaximandro era un cuerpo intermedio entre el agua y el aire.

{23} «Anaximandri autem opinio est nativos esse deos, longis intervallis orientes occidentesque eos innumerabiles esse mundos». De Nat. Deor., lib. I, cap. X.

<<<

>>>

filosofia.org

Proyecto Filosofía en español
© 2002 filosofia.org

Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 106-109