Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Segundo periodo de la filosofía griega

§ 72

Escritos de Aristóteles

Aulo Gelio escribe que Aristóteles enseñaba dos especies de doctrina, una exotérica o general para toda clase de oyentes, y la otra esotérica o especial y reservada. Según este autor y otros muchos, nuestro filósofo comunicaba por la mañana a ciertos discípulos privilegiados la doctrina reservada y superior; pero por la tarde franqueábanse las puertas del Liceo a toda clase de personas, y las explicaciones del maestro eran acomodadas a semejante auditorio. De aquí también la distribución de sus escritos en exotéricos, y esotéricos o acroamáticos. Sin embargo, aunque los autores admiten generalmente esta división, distan mucho de hallarse conformes cuando se trata de aplicar estas denominaciones a éste o aquel escrito, y hasta cuando se trata de señalar el fundamento y origen de esta clasificación. Algunos fundan la clasificación en la diferencia de método: fúndanla otros en la naturaleza o condición la materia que se expone o trata en la obra, según que es más o menos elevada y metafísica, más o menos sencilla y práctica. Para otros, la clasificación se refiere al estilo, llamándose exotéricas las obras escritas en estilo más claro y abundante, y acroamáticas las que ofrecen un estilo más conciso y obscuro. Según algunos, finalmente, esotéricos son todos los libros de Aristóteles, a excepción de los escritos en forma de diálogo.

Por lo demás, las obras de Aristóteles son la mejor demostración, no ya sólo de la prodigiosa actividad de [273] su genio, si que también y especialmente de la admirable fecundidad y flexibilidad de su talento verdaderamente enciclopédico. La lógica y la gramática, la poética y la dialéctica, la física y la historia natural, la astronomía y la meteorología, la moral y la política, la sociología y la historia, la antropología y la cosmología, la metafísica y la teodicea, todo se halla tratado en sus obras, y tratado a fondo y de una manera sólida, a pesar de que algunas de esas ciencias eran desconocidas hasta su tiempo. Para cualquiera que conozca el catálogo y la importancia de sus obras {92}, [274] es incuestionable que estas son la expresión más elevada y completa de la Filosofía y de la ciencia, dada la época en que floreció.

Desgraciadamente, ni todas sus obras han llegado hasta nosotros, ni la autenticidad de las que poseemos se halla al abrigo de toda duda en cuanto a la integridad y disposición del texto; pues, como observa con razón De Gerando, el texto de sus obras sufrió muchas alteraciones, y el orden de las ideas ha experimentado notables y evidentes trastornos. De aquí la dificultad de penetrar su verdadero pensamiento sobre muchas materias, dificultad que sube de punto a causa de la obscuridad de su lenguaje en ocasiones y de la excesiva concisión de su estilo. Por otra parte, las investigaciones nuevas que llevó a cabo, y las nuevas ciencias que creó en cierto modo, le obligaron a inventar y emplear nuevas palabras; pues, como dice Cicerón, imponenda nova, novis rebus nomina; y dicho se está de suyo, que no siempre está fácil determinar y fijar el verdadero sentido de aquellas nuevas palabras y de las viscisitudes que experimentaron al cabo de veinte y tantos siglos.

La desigualdad, lagunas y alteraciones que se observan en los escritos del filósofo de Estagira, tendrían fácil explicación histórica, a ser completamente cierto lo que Strabón y otros autores antiguos refieren acerca de las vicisitudes de sus escritos. Cuéntase, en efecto, que Teofrasto, que heredó de su maestro esos escritos, los transmitió por herencia a su sobrino Neleo de Scepsis, el cual los escondió en un subterráneo, temeroso de que los reyes de Pérgamo pretendiesen apoderarse de ellos sin pagar su justo valor. Al cabo de muchos [275] años fueron desenterrados y vendidos. Apelicón, su comprador, sin poseer los conocimientos necesarios al efecto, sustituyó con otros los pasajes que se habían hecho ilegibles, añadiendo a la vez otros nuevos en lugar de los que faltaban, a causa del gran deterioro que habían sufrido las obras de Aristóteles mientras permanecieron bajo tierra. Habiendo llevado Syla a Roma la biblioteca de Apelicón, las obras de Aristóteles fueron confiadas al gramático Tyranión, el cual las corrigió y modificó, llenando las lagunas que existían; correcciones y modificaciones que después hizo tambiéna su manera Andrónico de Rodas {93}.

Pocos escritores habrá cuyas obras hayan sido objeto de tantos comentarios, glosas, interpretaciones y exposiciones como las de Aristóteles. Los nombres de Simplicio, Alejandro de Afrodisia, Porfirio, Ammonio, Temistio, Filopón, Averroes, Alfarabi, Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura, Cayetano, Toledo, Domingo Soto y de cien otros antiguos y modernos, demuestran la importancia y consideración que en todo tiempo han merecido a los filósofos y sabios las [276] obras del filósofo de Estagira. En nuestros días, las versiones y traducciones en varias lenguas de las obras de Aristóteles, acompañadas de prólogos, de notas, de advertencias y aclaraciones, han sustituido a los antiguos comentarios y exposiciones. Entre estas últimas merece especial mención la que se hizo en Berlín, bajo la dirección de Bekker y Brandis, edición de las más correctas en cuanto al texto, preparado y corregido por el primero, y no menos apreciable por parte de algunos comentarios antiguos, corregidos y revisados por el segundo, el cual enriqueció además con escolios excelentes esta grande edición de las obras de Aristóteles.


{92} Las obras principales de Aristóteles que han llegado hasta nosotros son las siguientes: Perihermenias seu de interpretatione.– Categoriae, o sea Praedicamenta. –Analytica priora. –Analytica posteriora. –Topicorum, libri octo. –Elenchorum, libri duo. Todos estos tratados reunidos forman el Organon de Aristóteles. –Physicorum, libri octo. –De Coelo, libri quatuor. –De generatione et corruptione, libri duo. –Meteorologicorum,libri quatuor. –De anima, libri tres. –De sensu et sensibilibus. –De memoria et reminiscentia. –De somno et vigilia. –De longitudine et brevitate vitae. –De juventute et senectute. –Metaphycorum, libri quatuordecim. –De Xenophane, Zenone et Gorgia. –Ethica ad Nichomacum. –Magna moralia. –Ethica ad Eudemum. –Politicorum, libri octo. –Rhetoricorum ad Theodectem, libri tres. –De Poetica. –De Historia animalium, libri novem. –De animalium incessu. –De Partibus animalium, libri quatuor. –De generatione animalium, libri quinque. Y cuenta que hacemos aquí caso omiso de varios escritos que corren entre sus obras, pero que, o son apócrifos, o de autenticidad muy dudosa, en cuyo caso se hallan, entre otras, las siguientes: Physiognomica. –De motu animalium. –De mundo. –De coloribus. De spiritu. –De lineis insecabilibus. –De causis. –De re mechanica. –De insomniis. –De divinatione per somnium. –Rhetorica ad Alexandrum. –Parva naturalia.
Añádase a todo esto que algunas de sus obras no han llegado hasta nosotros, siendo muy de lamentar esta desgracia con respecto a la Historia de 158 constituciones de Estados o repúblicas, obra curiosísima sin duda y de la mayor importancia para conocer y juzgar el proceso de la idea política en la antigüedad.

{93} Es cosa notable el silencio que guarda Aristóteles en sus escritos acerca de su discípulo Alejandro Magno. Ni una sola vez le nombra en sus numerosas obras, a pesar de sus relaciones de amistad y de los auxilios y materiales que Alejandro le proporcionó para escribir sus libros. Es muy posible, y también muy probable, que tan obstinado silencio responde a un sentimiento de venganza de Aristóteles contra su real discípulo, a causa de la muerte violenta e injusta que aquél dio a su pariente y discípulo Calistenes. Si esto es así, el filósofo de Estagira supo escoger bien el arma de su venganza, dado el afán de gloria y celebridad que dominaba al gran conquistador, el cual hubiera trocado parte de sus tesoros y conquistas por algunos elogios en boca y en los escritos de Aristóteles.

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Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 272-276