Zeferino González (1831-1894) |
Historia de la Filosofía Segundo periodo de la filosofía griega |
Cuando se trata de formar juicio crítico sobre la Filosofía de Aristóteles, considerada en conjunto y en sus líneas generales, lo primero que espontáneamente viene al pensamiento es comparar su doctrina con la de su maestro Platón, estableciendo una especie de parangón entre los dos grandes filósofos de la Grecia, para fijar la misión respectiva del uno y del otro en el terreno histórico-filosófico.
Ya hemos visto que Platón, además de cultivar y desenvolver el elemento ético-teológico que había heredado de Sócrates, completó este elemento socrático enlazándolo con la dialéctica y con una psicología y una física más o menos incompletas, y sobre todo creando en cierto modo la metafísica, parte fundamental y esencial de las ciencias filosóficas. Aristóteles hizo más que esto. Aristóteles, después de cultivar y desenvolver, como Platón, el elemento ético-teológico, o sea el pensamiento socrático en toda su amplitud, y después de crear también una metafísica, rival digna de la de Platón, dio vida, ser y organismo científico a la psicología, la física, la astronomía y la historia [320] natural, con sus libros De Anima, Physicorum, de Coelo, De Generatione, De Historia Animalium, y con otros varios que tratan de estas materias. Pero ante todo y sobre todo, Aristóteles creó la lógica con su Organon, llevándola a su última perfección de un solo golpe, sin contar sus trabajos y escritos sobre retórica, poética y gramática general. De él, como de Leibnitz en tiempos posteriores, pudiera decirse que conducía de frente todas las ciencias.
No son menos notables y profundas las diferencias que separan a Platón y Aristóteles por parte del método y de las tendencias o caracteres generales de la doctrina. El diálogo y las especulaciones a priori constituyen respectivamente el método externo e interno del primero: el raciocinio lógico, la iducción y la observación constituyen el método aristotélico. El idealismo es el carácter dominante de la doctrina platónica: el realismo concreto es el carácter dominante de la doctrina de Aristóteles. Complácese Platón en sacar, por decirlo así, del fondo de sí mismo y de su razón, sistemas, ideas, teorías utópicas, y hasta los objetos de la ciencia: Aristóteles busca en la realidad externa el objeto de la ciencia, la base de los sistemas filosóficos, la razón suficiente de las teorías científicas. El punto de vista de Platón es más elevado, más indefinido; abarca horizontes más vastos; pero, por lo mismo, su pensamiento es más vago, más obscuro, más flotante: el punto de vista de Aristóteles, sin ser tan elevado y sin abarcar horizontes tan vastos como el de Platón, es más filosófico, más real y práctico, más objetivo, y su pensamiento es más preciso, más conforme a la realidad, más científico. Platón concibe, contempla y crea [321] los objetos del pensamiento: Aristóteles observa, clasifica y raciocina acerca de los objetos del pensamiento. Platón se mueve y se agita en la región altísima y misteriosa de lo ideal: Aristóteles marcha con paso seguro por el camino de la realidad, y muévese siempre en la región de las existencias y de los hechos. Los sentidos y la experiencia, que, según Platón, nada significan en el orden científico, y que son elementos, si no dañosos, extraños a la ciencia, son, por el contrario, elementos muy importantes e indispensables, según Aristóteles, con respecto al origen y constitución de las ciencias. En suma: en Platón más elevación intuitiva, más originalidad utópica, más genio creador, más espontáneidad de imaginación: en Aristóteles hay más seguridad de juicio, más profundidad de ingenio, más conocimiento de la realidad, y, sobre todo, más ciencia y más verdad.
Concretándonos ahora a Aristóteles, hemos visto que su teoría del conocimiento dista mucho de merecer el epíteto de sensualista que le atribuyen algunos filósofos e historiadores de la Filosofía. Para desvanecer esta idea tan inexacta, hemos querido citar y aducir textos, contra nuestra costumbre, al hacer su exposición, y a poco que se fije la atención en ellos, se reconoce fácilmente que la teoría aristotélica sobre el conocimiento poco o nada tiene de común con las teorías sensualistas, por más que en ella haya lagunas y puntos obscuros y dudosos. Lo mismo puede decirse en orden a su psicología: la unión del alma con el cuerpo en razón de forma substancial, excluye el estrecho dualismo platónico, a la vez que sus utopías sobre preexistencia y metempsícosis; al paso que la teoría [322] aristotélica sobre el entendimiento agente, echa por tierra las ideas innatas y la reminiscencia platónicas, cerrando a la vez la puerta a las teorías del sensismo y del materialismo.
Como la teoría de las Ideas es la clave, el punto capital y como el centro de la Filosofía de Platón, así la teoría de la materia prima y la forma substancial es la clave, el punto culminante y el centro de la Filosofía de Aristóteles. Y esta teoría lleva al filosófo estagirita a vislumbrar la grande idea de la creación, y por medio de la misma evita en todo caso el escollo del dualismo absoluto de Platón en el orden cosmológico, dualismo incompatible con la educción de la forma substancial de la potencialidad de la materia por medio del agente o causa eficiente, sobre todo cuando se trata de una causalidad infinita, como es la de Dios, en concepto de Aristóteles.
Por lo que hace al problema teológico, puede decirse que Aristóteles, sin hablar de Dios con tanta frecuencia como Platón, posee una idea más precisa y concreta, una concepción verdaderamente metafísica y filosófica de Dios y de sus atributos. Hasta en la parte errónea que incluye esta concepción, cual es la negación de la providencia con respecto a una parte del mundo, se descubre cierto fondo de verdad y de elevación filosófica; porque hay cierto fondo de verdad y como una aspiración teológica en afirmar que el único objeto digno de la inteligencia divina es su misma substancia, su ser infinito, su mismo pensamiento (seipsam ergo intelligit, et est intellectio intellectionis), su acto purísimo. Faltóle solamente a Aristóteles la iluminación cristiana, que enseña a conciliar la [323] elevación, pureza y simplicidad del pensamiento divino con la extensión y universalidad de su objeto. Por otra parte, la negación o dudas de Aristóteles en orden a la providencia no se extienden a la humanidad, objeto principal de la providencia divina, puesto que en algunos lugares de sus obras {114} reconoce la existencia y manifestaciones de la providencia divina con respecto a los hombres.
La teoría político-social de Aristóteles es la antítesis directa de la teoría de Rousseau y del socialismo contemporáneo, y lo es también en gran parte de la teoría platónica, cuyas tendencias utópicas excluye. La sociedad, o sea el estado social, lejos de oponerse a la naturaleza y lejos de ser origen de males para el hombre, es, por el contrario, connatural a éste, y origen y condición necesaria de bienestar y perfección en todas las esferas de la vida humana. El organismo social propuesto por Platón, y sobre todo su doctrina acerca de la comunidad de bienes, de mujeres y de hijos, son cosas, no ya solo utópicas, sino esencialmente inmorales y contrarias al orden y existencia misma de la sociedad. Ya queda indicado también que el pensamiento de Aristóteles con respecto a la esclavitud, sin dejar de ser erróneo e irracional, es más humanitario en sus aplicaciones que el pensamiento de los demás filósofos, sus predecesores y contemporáneos. [324]
Lo mismo puede decirse en orrden a la existencia y educación de los hijos; pues las ideas de Aristóteles sobre esta materia, sin ser lo que debieran, sin ser ajustadas a la recta razón y menos a la conciencia cristiana, son menos irracionales y repulsivas que las de Platón y de sus contemporáneos. El sistema de educación propuesto por Aristóteles es más práctico y moral que el de éstos, y por lo que respecta a la multiplicación de los hijos y su exposición y abandono en ciertos casos, aunque incurre en aberraciones análogas a las de sus antecesores y contemporáneos, todavía procede aquí con ciertas reservas y limitaciones, que revelan en su autor sentido moral más recto y seguro. Así, por ejemplo, aunque concede al Estado la facultad de fijar el número de hijos que deben procrearse para evitar la excesiva multiplicación de éstos, aconseja que se tomen medidas oportunas para conseguir esto antes que se verifique la concepción, porque es ilícito atentar contra el feto animado o que ya tiene vida: antevenire oportet ut non concipiantur, nam postquam concepti sunt, et sensum aut vitam acceperint, nefas est attingere eos.
La obra maestra del discípulo de Platón, aparte de su teoría sobre la generación substancial, es la lógica, que le debe, si no su origen, al menos su ser científico, su desarrollo y su perfección; porque la verdad es que el Organon de Aristóteles contiene la exposición analítica más acabada y completa de las leyes del pensamiento humano. La dialéctica de Platón, la de Sócrates y la de los eleáticos, se convierten y transforman con el Organon en la ciencia del pensamiento y de la investigación de la verdad. Lo mismo debe [325] decirse de Zenón, a quien algunos apellidan sin razón fundador y creador de la lógica. La lógica rudimentaria del filósofo eleático es la lógica puramente dialéctica y disputadora; no es la lógica científica que enseña a buscar la verdad por medios y métodos racionales. La lógica de Zenón, si tal nombre merece su ensayo dialéctico, es el arte de disputar, es la que enseña a combatir y demoler, sin edificar nada: la lógica de Aristóteles es el arte que enseña el modo de investigar la verdad y levantar el edificio de la ciencia; es la que enseña a pensar y discurrir rectamente para llegar al descubrimiento de la realidad, para entrar en posesión de la verdad de una manera refleja y realmente científica. Que si Zenón el eleático, y los sofistas, y Sócrates, y el mismo Platón, habían hecho uso de la dialéctica y habían empleado la demostración y el silogismo, hiciéronlo sin darse cuenta a sí mismos de la naturaleza íntima y de las condiciones científicas de la demostración. Aristóteles no se limitó a demostrar y hacer uso de raciocinios evidentes, según habían hecho sus predecesores, sino que descubrió y fijó sus preceptos y su método, demostró la demostración, si es lícito hablar así, descubriendo y formulando su teoría, según había observado ya su comentarista Filopón {115} en siglos anteriores.
Así es que el mundo de los sabios no ha escaseado a Aristóteles los elogios por esta grande obra, ni ha [326] negado jamás el tributo de su admiración al legislador del pensamiento. Un defecto se nota en el Organon, y es la ausencia de un tratado acerca de los universales; pero esto culpa es e injuria de los tiempos, no de Aristóteles, puesto que escribió un tratado del Género y la Especie, según Laercio, y en realidad hace alusión a este escrito en el libro primero de los Tópicos. La introducción o Isagoje de Porfirio hace menos sensible esta pérdida.
Al lado de estas excelencias y ventajas, la doctrrina de Aristóteles adolece de graves defectos, según queda indicado. Tales son la falta de afirmaciones precisas acerca de la inmortalidad del alma, la negación de la providencia divina sobre todas las partes del universo, las afirmaciones referentes a la eternidad del mundo, a la solidez e incorruptibilidad de los cielos, a las inteligencias o ángeles que mueven las esferas, y a las causas que señala para explicar muchos fenómenos físicos, meteorológicos y astronómicos, explicaciones que se resienten del atraso de las ciencias físicas y naturales por aquel tiempo. Así y todo, éstas le deben mucho, por haberlas enriquecido con nuevas observaciones, y por haber llamado la atención de los sabios sobre estas materias y sobre el moso de tratarlas.
Defecto grave es también de la Filosofía de Aristóteles la separación que establece entre la idea teológica y la idea ética. La idea de Dios, base metafísica y [327] sanción real y última del orden moral, apenas se deja ver en la Filosofía ética de Aristóteles, cuya teoría moral ofrece un aspecto puramente racionalista y entraña una sanción casi exclusivamente humana y empírica, que tiene grande afinidad con la moral independiente de nuestros días.
No es fácil encontrar efectivamente, entre todos los filósofos de la antigüedad, una concepción tan vasta, tan profunda, tan científica, tan lógica como la concepción ética de Aristóteles. El concepto, la esencia y propiedades de la virtud moral, sus condiciones esenciales, la división o clasificación de las virtudes morales con sus relaciones mutuas, la libertad, las pasiones, la ley natural y civil, los principios racionales inmediatos de la virtud, bien así como sus relaciones y aplicaciones al orden político y al orden económico, la familia, la propiedad, la justicia, la educación: todas estas cosas y otras más no menos importantes, son investigadas, discutidas y analizadas profundamente en los libros morales y políticos de Aristóteles; pero al terminar la lectura se experimenta como cierto vacío, cierto vago malestar, porque se advierte que falta allí la idea de Dios y de la vida futura iluminando, afirmando y dando sanción suprema y metafísica a esa concepción gigantesca, pero incompleta. La teoría moral de Aristóteles es un bello y grande edificio, pero que carece de coronamiento; es una estatua de Fidias, a la cual falta la cabeza.
Por lo demás, la doctrina y los escritos de Aristóteles representan uno de los elementos más fecundos y universales de la cultura intelectual del espíritu humano a través de las edades históricas, y esto, no ya [328] sólo habida razón de su valor interno, sino a causa de los muchos libros a que dieron ocasión y origen {116}, y a causa principalmente de los muchos comentarios y dis quisiciones de que fueron objeto.
{114} Véase entre otros pasajes, lo que escribe en la Ethica ad Nicomachum: «Nam si Dii curam humanarum rerum, ut existimatur, aliquam habent, rationi sane consentaneum fuerit ipsos eo gaudere quod est optimam, maximeque sibi cognatum… et in eos qui maxime hoc amant (mentem) et honorant, beneficia vicissim conferre, tamquam curam iis quae sibi sunt chara, ac diligentiam adhibentes, in recte beneque agents.» Lib. X, cap. VIII.
{115} He aquí cómo se expresa éste en la vida que escribió de Aristóteles: «Magnam item accessionem fecit ad artem disserendi, quandoquidem ab ipsis rebus normas praeceptaque secrevit, et demonstrandi rationem cum via instituit. Nam superioris memoriae Philosophi demonstrare quidem ac evidentibus rationibus uti, [326] sciebant, sed demonstrandi modum ac evidentes probationes conficere, ignorabant: atque idem ipsis usu veniebat, quod sutoribus, qui coria secare non queunt, calceis autem uti probe queunt.» Aristotelis vita ex monum. Joan. grammat. Philopo alexandrini. Tom. I de las obras de Aristóteles, edic. De Lyon, 1566.
{116} Uno de los libros más curiosos e interesantes que se han publicado acerca de las obras de Aristóteles, es el que en el siglo XVI escribió el monje benedictino español P. Fr. Francisco Ruíz, natural de Valladolid. Contiene este libro un índice copiosísimo de la doctrina de Aristóteles, dispuesto en orden alfabético. Este trabajo, que con el modesto título de Indice es un verdadero compendio o resumen de la doctrina de Aristóteles, forma dos volúmenes en folio menor, y fue impreso año de 1540. El autor conocía a fondo, no solamente las obras de Aristóteles, sino las de sus comentadores principales.
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Historia de la Filosofía (2ª ed.) 1886, tomo 1, páginas 319-328 |