Zeferino González (1831-1894) |
Historia de la Filosofía Tercer periodo de la filosofía griega |
a) Pirrón, de quien recibió el nombre este escepticismo, fue natural de Elis, contemporáneo de Aristóteles, y acompañó a Alejandro Magno en sus [381] expediciones por el Egipto, la Persia y la India. De vuelta a su patria, comenzó a dogmatizar en sentido escéptico, y a vivir y obrar en armonía con su teoría, si se da crédito a Diógenes Laercio, el cual refiere varias anécdotas {131} en confirmación de esto. Fue muy honrado por sus conciudadanos, y murió a la avanzada edad de noventa años.
Según los testimonios más fidedignos, Pirrón sólo negaba al hombre el conocimiento de la verdad objetiva y de la esencia de las cosas, pero no negaba la realidad subjetiva, ni el valor de los sentidos como norma de conducta práctica en el proceso de la vida. El hombre debe obrar en conformidad con las prescripciones de la ley, de la cual emana la distinción entre lo bueno y lo malo; pero debe abstenerse de afirmar y de negar cosa alguna acerca de la realidad objetiva del mundo externo, de las cosas sensibles, y con mayor razón de las cosas espirituales. Los efectos e impresiones que en sí mismo experimenta, no dan derecho ni medio al hombre para afirmar nada en pro ni en contra de la existencia y naturaleza de las causas. En este quietismo de juicio y en ejecutar ciegamente las leyes consiste la felicidad del hombre.
b) La escuela de Pirrón duró poco tiempo después de su muerte, y el más notable de sus representantes fue su compatriota y amigo el médico Timón, el cual [382] escribió un poema satírico con el exclusivo objeto de poner de relieve las contradicciones en que habían incurrido los metafísicos o dogmáticos de todas las escuelas, desde Tales hasta su contemporáneo Arcesilao. Tanto en este como en otros escritos escépticos, Timón esfuérzase en probar que al hombre sólo le es dado conocer lo que las cosas parecen a sus sentidos y a su entendimiento; pero no le es dado conocer su naturaleza o realidad objetiva. Lo que los filósofos y metafísicos suelen ofrecernos como una tesis cierta o como conclusiones demostradas, no son ni serán jamás sino hipótesis más o menos especiosas. Como se ve, el escepticismo de Timón, lo mismo que el de su maestro, es un escepticismo objetivo, pero no absoluto o subjetivo.
Diógenes Laercio indica que el fundador del escepticismo que nos ocupa no escribió obra alguna (Pyrrho quidem ipse nullum reliquit opus) para enseñar y extender su doctrina, dejando esto a cargo de sus discípulos, entre los cuales ocupa lugar preferente el ya citado Timón, a quien se debe principalmente la consolidación y propaganda del escepticismo pirrónico, ora por los elogios que tributa al fundador de esta doctrina {132}, comparando su vida con la de los dioses (solus ut in vivis gereres te Numinis instar), ora por el desenvolvimiento que comunicó a las razones y argumentos en favor del escepticismo. [383]
Aunque fue el principal o más celebrado, no fue Timón el único discípulo y sucesor de Pirrón; pues fuéronlo también Euriloco, acérrimo enemigo de los dogmáticos o sofistas, como los apellidaban los pirrónicos; Filón, muy perito y ejercitado en disputas dialécticas contra los dogmáticos; Hecateo, natural de Abdera, y Nausifanes, que fue maestro de Epicuro, según algunos autores antiguos, lo cual se halla en perfecta consonancia con las tendencias escéptico-sensualistas de este filósofo, y con el menosprecio o ninguna importancia y valor que concedía a la dialéctica, si hemos de dar crédito a Cicerón, cuando escribe que Epicuro totam dialecticam et contemnit et irridet.
{131} Cuenta y afirma, entre otras cosas, que no se apartaba de los carros, perros y precipicios que había o le salían al paso en su camino, teniendo que cuidar sus discípulos de apartarle en estos peligros, fundándose en que no se debe dar crédito alguno al testimonio de los sentidos. En cierta ocasión pasó al lado de Anaxarco, que había sido su maestro y que había caído en un lodazal, sin detenerse a darle auxilio para salir.
{132} En el ya citado poema dice, entre otras cosas, dirigiéndose a su maestro y en alabanza del mismo: Miror qui tandem potuisti evadere Pyrrho. –Turgentes frustra, stupidos vanosque sophistas. –Atque imposture fallacis solvere vincla. –Nec fuerit curae scrutari, Graecia quali. –Aëre cingatur, neque ubi aut unde omnia constent.
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Historia de la Filosofía (2ª ed.) 1886, tomo 1, páginas 380-383 |