Zeferino González (1831-1894) |
Historia de la Filosofía Tercer periodo de la filosofía griega |
Mientras que en el escepticismo académico tenía lugar un movimiento de restauración, mediante el cual se transformaba en dogmatismo ecléctico, aparecía una nueva escuela de escépticos positivistas y empíricos, que, no solamente resucitó el anticuado pirronismo, sino que le comunicó una extensión y desarrollo que jamás había alcanzado. Fue el primer representante notable de este escepticismo,
Enesidemo, natural de Gnose, en Creta, y que parece enseñó en Alejandría, aunque se ignora la época precisa en que floreció, haciéndole unos contemporáneo o poco posterior a Cicerón, al paso que otros suponen que vivió en el primer siglo de la era cristiana. Sea de esto lo que quiera, es lo cierto que sus Ocho libros sobre el pirronismo, de los cuales sólo poseemos fragmentos y el estracto de los mismos conservado en las obras de su correligionario Sexto Empírico, Enesidemo expone y desenvuelve las razones principales en que se apoya el escepticismo positivista y empírico. [389] Los escépticos llamaban a estas razones o motivos de duda universal tropos, y son en número de diez, siendo las principales las ocho siguientes:
1º La diversidad de organización que se observa entre los seres sensibles, y la consiguiente diversidad y oposición de las impresiones producidas por los objetos en dichos seres.
2º La diversidad en la organización humana, de la cual debe resultar y resulta diversidad de impresiones, de ideas y de inclinaciones, las cuales deberían ser idénticas, si no hubiera diversidad en la organización de los individuos.
3º La variedad y oposición de sensaciones producidas por el mismo objeto. Un pájaro de hermoso plumaje y de canto o voz desentonada, produce una sensación agradable por parte de la vista, y a la vez otra deagradable al oído. Por otro lado, es muy posible que este objeto que nos parece uno a pesar de las contrarias impresiones que en nosotros produce, sea en realidad múltiple y compuesto de elementos esenciales que nosotros no percibimos por carecer de sentidos acomodados al efecto, así como la vista no percibe la música, por no ser sentido acomodado para percibir esta realidad.
4º La dependencia y mutabilidad de nuestras percepciones en relación con la distancia, situación y demás circunstancias que rodean el objeto. El mismo elefante, que visto de cerca nos parece muy grande, nos parece pequeño a cierta distancia. Esto quiere decir que, aunque podemos conocer y afirmar lo que son para nosotros tales objetos en tal situación, en tal distancia, en tal condición, no podemos afirmar ni conocer lo que [390] son esos objetos en sí mismos y con independencia de tales condiciones.
5º Las modificaciones o cambios del sujeto percipiente. El objeto que nos causa tal sentimiento o emoción en la juventud, nos la causa diferente en la vejez; en la enfermedad vemos y sentimos las cosas de diferente manera que en buena salud, de manera que la naturaleza del juicio y del sentimiento relativamente al objeto, cambia y se relaciona con el estado del sujeto.
6º La cantidad de las cosas modifica y cambia por completo sus cualidades, y, por consiguiente, estas no pueden guiarnos en el conocimiento de su naturaleza verdadera. Ciertas substancias venenosas, en pequeñas dosis, sirven de medicamento, y las mismas, en mayor cantidad, producen la enfermedad y la muerte.
7º Podemos conocer y sabemos lo que es una cosa en relación a otra y las impresiones que en nosotros produce; pero no sabemos lo que ella es en sí misma, o con relación a su esencia íntima; porque nada nos asegura que la relación de una cosa a otra, o la impresión que en nosotros produce, sea la norma y la medida de su realidad objetiva.
8º La influencia de la costumbre, de la educación, de la sociedad y de la religión. Un eclipse, o la aparición de un cometa, nos llama la atención y nos impresiona vivamente, porque no son frecuentes, mientras que ni nos impresiona ni llama nuestra atención la vista del sol, por estar habituados a ella. El judío educado en la religión de Moisés, considera a Jehová como el Dios verdadero, y a Júpiter como un ídolo vano. [391]
Enesidemo no se contenta con asentar el escepticismo sobre estas razones generales; somete a una crítica prolija, sutil e implacable las concepciones principales de la Filosofía dogmática, y con especialidad la idea de causalidad, que es acaso la más esencial y trascendental en el terreno de la ciencia. Sexto Empírico expone en los siguientes términos la crítica que el filósofo de Gnose hace de la idea de causa:
«Un cuerpo no puede ser causa respecto de otro cuerpo; porque si obra por sí mismo inmediatamente, no puede producir sino lo que ya está en su propia naturaleza. Para obrar mediante otro cuerpo, sería preciso que dos hiciesen uno, y además esta producción intermediaria se extendería in infinitum. Lo que es corpóreo, no puede ser causa de otro ser incorpóreo, por la razón de que los seres no pueden producir más que lo que encierran en sí mismos: por otra parte, lo que es incorpóreo, no puede tener contacto, ni obrar, ni experimentar acción. Un cuerpo no puede ser causa de un ser incorpóreo, y recíprocamente, porque el uno no contiene la naturaleza del otro...
»Las cosas que coexisten no pueden ser la causa la una de la otra; porque cada una de ellas tendría igual derecho a ejercer esa prerrogativa. Una cosa anterior no puede ser causa de otra que viene después, porque la causa no existe si no existe el efecto al mismo tiempo, puesto que éste debe estar contenido en aquélla, y, por otro lado, constituyen una relación cuyos términos son simultáneos y correlativos. Más absurdo sería decir que la causa puede ser posterior al efecto.
»¿Admitiremos una causa perfecta, absoluta, que obra por su propia energía y sin ninguna materia [392] extraña? En este caso, obrando su propia naturaleza y en posesión permanente de su virtud, debería producir su efecto sin cesar, sin mostrarse activa en unos casos e inactiva en otros.
»¿Afirmaremos con algunos dogmáticos que la causa necesita de una materia extraña sobre la cual obre, de manera que la una produzca el efecto y la otra lo reciba? En este caso, la palabra causalidad expresará solamente la relación combinada de dos términos, sin que haya razón para atribuir la propiedad de causa a la una más bien que a la otra, toda vez que el uno de los términos no puede prescindir del otro.»
Después de atacar la idea de causa con estos y otros argumentos metafísicos, Enesidemo echa mano con el mismo objeto de argumentos empíricos tomados del orden experimental y de la observación de los hechos. La brevedad que nos hemos propuesto no nos permite exponer estos últimos argumentos, y así bastará recordar que el filósofo de Gnose puede ser considerado como legítimo precursor de Hume en el terreno metafísico, y como legítimo precursor también de los materialistas de nuestros días en el terreno empírico y positivista. Entre Enesidemo y los positivistas de nuestro siglo hay todavía otro punto de contacto y afinidad, y es su predilección, su tendencia común a la física atomístico-naturalista.
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Historia de la Filosofía (2ª ed.) 1886, tomo 1, páginas 388-392 |