Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Tercer periodo de la filosofía griega

§ 102

Los nuevos pitagóricos

A este movimiento de transición que se verificó por este tiempo en el seno de la Filosofía, y principalmente al movimiento sincretista y teosófico que caracteriza a las escuelas alejandrina y al neoplatonismo, expresión la más elevada de la Filosofía helénica en su tercer periodo, contribuyeron también los nuevos pitagóricos que en Roma y en otras regiones del imperio florecieron por este tiempo. La combinación o amalgama de ciertas ideas teóricas y prácticas de los antiguos pitagóricas con algunas doctrinas y principios de otras escuelas filosóficas, es lo que constituye el neopitagoreismo, cuyos representantes más notables son, además de Moderato de Gadira, contemporáneo de Séneca, y de Nicomaco de Gerasa, que parece haber vivido en tiempos de los Antoninos, [435]

a) Sextio, que floreció bajo Julio César y Augusto, y cuya escuela parece haber sido muy concurrida, según las indicaciones de Séneca, las cuales nos revelan igualmente que en la doctrina y enseñanza de Sextio, al lado del elemento pitagórico, predominaba el elemento estoico.

b) Soción, natural de Alejandría, y uno de los preceptores de Séneca (Sotio philosophus alexandrinus, praeceptor Senecae), según el testimonio de Eusebio de Cesárea, enseñó y defendió con más amplitud que Sextio la doctrina y las prácticas pitagóricas, y entre ellas la transmigración de las almas (animas in alia corpora atque alia describi, et migrationem esse, quam dicimus esse mortem), y la abstinecia de carnes, si hemos de dar crédito al testimonio explícito de su discípulo Séneca.

c) Apolonio de Tyana, célebre pseudotaumaturgo que durante el primer siglo de la era cristiana metió mucho ruido en el imperio romano con sus prestigios y falsos milagros, historiados por primera vez, corregidos y aumentados por Filostrato, cuando ya habían pasado más de cien años sobre la tumba de Apolonio. Discípulo del pitagórico Euxeno, Apolonio parece haberse propuesto como modelo a Pitágoras, reproduciendo sus ideas, y, sobre todo, practicando sus máximas. A Ejemplo de su maestro y modelo, Apolonio no usaba vestidos de lana, se abstenía de comer carnes y de beber vino, andaba descalzo, llevaba una vida austera, y rechazaba ciertas prácticas groseras del culto idolátrico. En el terreno doctrinal, además de la importancia que concedía a las fórmulas aritméticas de Pitágoras, recomendaba y practicaba el estudio de la música, las matemáticas y la astronomía. [436]

Las prácticas pitagóricas, junto conla teurgia y la magia, muy en boga en tiempo de Apolonio, principalmente en el Oriente, representan y constituyen la base de las acciones prestigiosas y de las fábulas que le atribuye Filostrato. Cuya historia de Apolonio, según dice con razón Haas, «no es más que una parodia de la vida de Cristo y del Evangelio, como lo prueban, por ejemplo, el nacimiento milagroso, la reforma del mundo, los milagros obrados, la expulsión de demonios y la ascensión que allí se atribuyen al pretendido taumaturgo.»

Aunque fueron los principales, o al menos lo más conocidos, no fueron estos los únicos secuaces del pitagoreismo por esta época. Las tendencias sincréticas y orientalistas que predominaban, no podían menos de favorecer la resurrección del antiguo pitagoreismo. Así, vemos que San Justino, mártir, al referirnos en su famoso Dialogus cum Tryphone sus peregrinaciones a través de las diferentes escuelas filosóficas, enumera, entre los maestros que tuvo en su juventud, a un pitagórico, el cual le prometía la posesión de la felicidad suprema y de la verdad, a condición de que estudiara antes la música, la geometría y la astronomía, ciencias que representan el camino seguro y único para elevarse al mundo inteligible, a la región de la realidad pura y de la verdad perfecta.

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Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 434-436