Condiscípulo de Salisbury fue Pedro Lombardo, natural de las cercanías de Novara, en Lombardía, de donde le vino el sobrenombre de Lombardo. Este sabio italiano, que en 1159 fue consagrado obispo de París, es el autor del Sententiarum libri quatuor, obra que se hizo famosa en toda la Edad Media y aun después, no tanto por su mérito intrínseco, cuanto por haber servido de texto para numerosos, y algunos de ellos excelentes comentarios de los filósofos y teólogos posteriores. Por lo demás, este libro viene a ser una colección de sentencias, tomadas en su mayor parte de los Padres de la Iglesia, y algo parecido al Sic et Non de Abelardo, aunque escrito en sentido más perfectamente ortodoxo. El contenido de la obra es más bien teológico y dogmático que filosófico, sin que por eso falten en ella pensamientos y conceptos que entran en el cuadro de la Filosofía, principalmente cuando el autor se esfuerza en conciliar sentencias y opiniones diferentes de los Padres.
Este escritor, que, según se dice, fue el primero que llevó el título de Doctor en teología, y que en las escuelas es más conocido con el nombre de Magister sententiarum, tuvo impugnadores y enemigos que atacaron reciamente su libro, que estuvo a pique de ser condenado a las llamas después de su muerte. El abad de San Víctor, Godofredo o Gualterio, solía apellidar quatuor labyrinthos Franciae, los cuatro laberintos de [177] Francia, a Abelardo, Pedro Lombardo, Gilberto de la Porrée y Pedro de Poitiers, fundándose para ello en que trataban con ligereza escolástica los misterios inefables de la Trinidad y Encarnación, inspirándose únicamente en el espíritu de Aristóteles: uno spiritu aristotelico aflati, ineffabilia Trinitatis et Incarnationis scholastica levitate tractarent.
Por nuestra parte, opinamos que estas apreciaciones de Gualterio acerca de Pedro Lombardo son exageradas, y hasta inexactas. Cierto que el libro de las Sentencias fue acusado de contener herejías cuando todavía no había muerto su autor, y hasta por alguno de sus discípulos, como lo fue Juan de Cornouailles; cierto es también que Alejandro III condenó, o al menos prohibió enseñar una proposición sacada de aquel libro; cierto que el famoso Joaquín, abad de Flora, acusó a Pedro Lombardo de enseñar errores acerca de la Trinidad, y cierto, por último, que los profesores de teología de la Universidad parisiense acordaron en 1300 no enseñar algunas proposiciones tomadas del autor del libro de las Sentencias; pero no por esto debe ponerse en duda la ortodoxia de éste. La proposición reprobada por Alejandro III lo fue por su sentido ambiguo y confuso. La Universidad de París jamás condenó como heréticas las proposiciones de Pedro Lombardo, y por lo que hace a las acusaciones del abad Joaquín, lejos de producir el resultado que éste se había propuesto, produjo, por el contrario, la aprobación implícita de la doctrina del Obispo de París y la condenación o reprobación de la del abad de Flora en el Concilio de Letrán, celebrado bajo Inocencio III.
Si Gualterio o Gauterio de Mauritania, como le [178] apellida su contemporáneo Salisbury, no anduvo muy acertado ni justo al colocar a Pedro Lombardo al lado de Gilberto y Abelardo, tampoco lo anduvo al dar a entender que el primero abusó de la dialéctica, como hicieron los dos últimos, en las cuestiones teológicas. Pedro Lombardo procura conciliar el método expositivo o dogmático con el método científico o dialéctico, y, en realidad de verdad, bien puede decirse que predomina en su obra el método expositivo sobre el dialéctico, toda vez que se trata de un libro que, por confesión de su mismo autor, es una colección o conjunto de sentencias de los Padres de la Iglesia (brevi volumine complicans Patrum sententias, appositis eorum testimoniis), como un compendio ordenado de su doctrina acerca de las cuestiones teológicas, según que esta doctrina se apoya en los testimonios de la verdad eterna y de la tradición cristiana: in labore multo ac sudare volumen, Deo praestante, compegimus ex testimoniis veritatis in aeternum fundatis, in quo majorum exempla doctrinamque reperies.
Escasas son las noticias que poseemos acerca de la doctrinal de Alano de Isle (Alanus de Insulis), de Lisle, según algunos, y de Ryssel, según otros. Nació en Lille por los años 1114, y después de haber sido Rector de la Universidad de París, fue promovido al obispado de Auxerre, dignidad que renunció para abrazar la vida monástica en Claraval, donde falleció de edad muy avanzada, o sea en los primeros años del siglo XIII. A causa de la variedad y universalidad de sus conocimientos, fue apellidado Doctor universalis.
Su obra principal De Arte sive de articulis fidei catholicae, es una especie de suma teológica, más [179] completa y más científica, en cuanto al fondo y la forma, que la de Pedro Lombardo. El método es más escolástico y hasta geométrico en cierto modo, procediendo por definiciones, axiomas y demostraciones. Alano, que dividió su obra en cinco libros, trata en el primero de la existencia, esencia y atributos de Dios, del misterio de la Trinidad y de la causa primera de las cosas. En el segundo trata de la creación del mundo, de los ángeles y hombres, y de la naturaleza de la libertad. La redención del género humano por Jesucristo constituye la materia u objeto del tercer libro. El cuarto trata de los Sacramentos, y el quinto de la resurrección y de la vida futura.
Algunos historiadores han querido hacer de Alano un panteísta, pero esta apreciación carece de sólido fundamento, a no ser que se quiera calificar de panteístas a todos los que conocieron y comentaron el libro De Causis y los escritos areopagíticos, en todos los cuales se encuentra cierto sabor neoplatónico, que Alano y otros comentadores católicos interpretan en sentido ortodoxo. Lo que hay de cierto es que Alano, en alguna de sus obras, y especialmente en la que lleva por epígrafe De Planctu Naturae, manifiesta tendencias al platonismo, principalmente con respecto a la teoría de las Ideas, considerándolas como Platón, a manera de formas o sellos {1} de las naturalezas [180] sensibles o materiales, pero en realidad, y por punto general, la tendencia doctrinal de Alano es una tendencia relativamente independiente y conciliadora entre Platón, Aristóteles y los Padres de la Iglesia.
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{1} Así parecen indicarlo, aunque no de una manera precisa, pasajes de la obra citada De Planctu Naturae, en uno de los cuales se dice:
«Quae Noys plures recolens ideas,
Singulas rerum species monetans,
Rerum togas formas, chlamydemque formae
Pollice formas.»