φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:4041424344454647484950Imprima esta página

§ 49. Los filólogos y los naturalistas

Mientras que Pedro Lombardo, Alejandro de Hales y Guillermo de París daban dirección ortodoxa a los elementos filosóficos que a la sazón eran conocidos, estos elementos crecían, se multiplicaban y afluían de todas partes en mayor número, gracias al estudio y conocimiento de las lenguas, y gracias también al estudio de las ciencias exactas y naturales, cuya afición se despertó y se avivó por aquel tiempo. Porque sabido es que aparecieron varios hombres de saber, que, sin ser filósofos en el sentido propio de la palabra, contribuyeron grandemente a los progresos de la Filosofía, unos traduciendo, varias obras filosóficas del árabe, del hebreo y sobre todo del griego al latín, que era la lengua universal de las escuelas, otros, ora cultivando, ora sistematizando las ciencias físicas, exactas y naturales, y algunos poniendo en contacto la idea cristiana con la idea judaica y la mahometana por medio de polémicas y controversias doctrinales.

Así es que durante la segunda mitad del siglo XII y la primera del siglo XIII, nótase un gran movimiento de fermentación intelectual, producida por los trabajos de los filólogos, polemistas y naturalistas, los cuales desembarazan el terreno y se convierten en auxiliares poderosos del gran movimiento filosófico que tiene lugar durante el siglo XIII. Gundisalvi, y Miguel Escoto, y Moerbek, y Gerardo de Cremona, y Arnaldo de Villanova, Raimundo Martín y Vicente de Beauvais, [196] vienen a ser, ora los precursores, ora los auxiliares del movimiento filosófico representado por Alberto Magno y Santo Tomás, Egidio Romano y Enrique de Gante, San Buenaventura y Escoto.

Como traductores, y sin contar los que unieron a esta cualidad la de naturalistas, de los cuales hablaremos después, merecen citarse los siguientes:

a) El español Domingo González o de Gonzalo (Gundisalvi), acerca de cuya vida poseemos muy escasas noticias. Consta, sin embargo, que hacia mediados del siglo XII tradujo al latín muchas obras de los filósofos árabes, entre ellas, una parte no pequeña de los escritos de Al-Gazzali, de Al-Farabi, de Avicena, así como el famoso Fons vitae de Avicebrón, y también el no menos celebrado libro De causis, apellidado por otros Elevatio theologica, libro que por aquella época se atribuía generalmente a Aristóteles, y que Santo Tomás atribuye a Proclo con mejor acuerdo. Por lo dicho se echa de ver que el arcediano español fue uno de los que contribuyeron más eficazmente a la propaganda y divulgación por la Europa cristiana de los escritos árabes y judíos.

b) Miguel Escoto, oriundo de Inglaterra, en opinión más probable, y no de Escocia, a pesar de su apellido, nació en el último tercio del siglo XII, estudió en París, viajó por España, recorriendo sus escuelas más celebradas y permaneciendo en Toledo por espacio de algunos años. Retiróse después a la corte de Federico II, en la que gozó de gran fama de astrólogo; pero lo que le hace digno de ocupar un lugar en la historia de la Filosofía son sus numerosas traducciones. Es muy probable que tradujera, ya del árabe, ya del [197] hebreo al latín, casi todas las obras de Aristóteles, inclusas las que se refieren a la historia natural. Verdad es que Alberto Magno y Roger Bacon le acusan de inexactitud, ignorancia y hasta de plagios {1} más o menos numerosos. Su ortodoxia parece haber sido sospechosa, cuando menos, sin que la abone mucho su intimidad con Federico.

c) Roberto Greathead (1253), llamado también Roberto de Lincoln por haber sido Obispo de esta ciudad en Inglaterra, es apellidado por Mateo de París, vir in latino et graeco peritissimus, y consta, en efecto, que tradujo del griego al latín los tratados de Aristóteles relativos a la moral. Además de esto, comentó algunos tratados del Organon del mismo, y la mayor parte de los libros areopagíticos.

d) Santiago o Jacobo de Venecia, eclesiástico perito en la lengua griega, tradujo los tratados que componen el Organon de Aristóteles.

e) Guillermo de Moerbek, oriundo de Flandes, es acaso el más notable e importante de los traductores griegos de esta época, por la perfección con que poseyó esta lengua y por las numerosas versiones que llevó a cabo. Entró joven en la Orden fundada recientemente por Santo Domingo, fue penitenciario de Gregorio X, a quien acompañó al Concilio de Lyon, tomando parte activa en los trabajos de aquella asamblea, encaminados a la unión de la iglesia griega con la latina. Nombrado poco después arzobispo de Corinto, empleó el tiempo que le dejaban libre los cuidados pastorales en [198] traducir al latín varias obras griegas, sin contar otras que había traducido antes de su elevación a la silla de Corinto. Cuéntanse entre ellas, 1.º, todos los libros deAristóteles, traducidos por Moerbek a instancias de Santo Tomás; 2.º, la lucubración teológica (elementatio theologica), o sea el libroDe Causis; 3.º, el tratado de Galeno De alimentis, y otro de Hipócrates sobre el pronóstico de las enfermedades (liber Hippocratis, de pronosticationibus aegritudinis), y 4.º, un tratado que lleva el epígrafe De decem dubitationibus circa Providentiam, atribuidos por el traductor a un Proclo Diadoco: Procli Diadochi, de decem dubitationibus circa Providentiam.

Como se ve, las versiones de Moerbek no abrazan sólo los libros filosóficos de Aristóteles, sino también sus tratados sobre ciencias físicas y naturales. Si a esto se añaden sus traducciones de Galeno e Hipócrates, bien puede afirmarse que este escritor fue uno de los que más contribuyeron al vuelo que tomó la ciencia en el siglo XIII, y hay sobrados motivos para creer que la Filosofía escolástica y sus representantes en el siglo XIII no necesitaron de los árabes para conocer los libros de Aristóteles y de otros sabios de la Grecia.

——

{1} «Michael Scotus, escribe Bacon, ignarus quidem, et verborum, et rerum, fere omnia quae sub nomine ejus prodierunt, ab Andrea quodam judaeo prodierunt.» Opus. Maj.