φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:5051525354555657585960Imprima esta página

§ 52. Vicente de Beauvais

Ignórase el lugar y también el año fijo de su nacimiento; pero fue uno de los primeros que abrazaron la Orden de Santo Domingo, recientemente fundada. Aunque algunos de sus biógrafos suponen que fue obispo de Beauvais, es más probable lo contrario. Su virtud y su saber llamaron con justicia la atención de San Luís, que le trajo a su lado y le confió la educación de sus hijos.

Este célebre dominico, de quien dice Posevino que jamás se cansaba de estudiar, leer, enseñar y escribir, fue acaso el escritor más erudito de su tiempo, como lo demuestra su famoso Speculum Majus, especie de enciclopedia que contiene, resume, y en cierto modo completa todos los conocimientos de la época. En [205] ella se habla y se trata de física, química, medicina, botánica, mineralogía, arquitectura, milicia, navegación, comercio, industria, fisiología, astronomía, geografía, mecánica, óptica, aritmética, geometría, y también de muchos oficios mecánicos y de las artes liberales. Esto, sin contar las ciencias teológicas, filosóficas, morales e históricas, que ocupan lugar preferente en el Speculum Majus.

Sabido es que Vicente de Beauvais (Bellovacensis) dividió su obra en tres partes, que son el Speculum Naturale, en la cual trata principalmente de las ciencias teológicas, morales y filosóficas, y con ocasión de éstas de muchas cuestiones pertenecientes a casi todas las ciencias naturales y físicas: el Speculum Doctrinale, en el cual trata del origen y progresión de todas las ciencias, de las artes liberales y de los oficios: el Speculum Historiale, especie de historia universal desde el principio del mundo hasta el Pontificado de Inocencio IV. El Speculum Morale, que se le atribuyó en algún tiempo por algunos biógrafos, es apócrifo, y no es obra suya.

Facilitar a los hombres estudiosos, y principalmente a sus hermanos de religión y hábito, la adquisición de la ciencia en todas sus esferas y de toda clase de conocimientos, fue el objeto que se propuso el insigne enciclopedista dominico al escribir su gran obra. Compendia y resume en ella la substancia y como la flor de muchos libros (multorum librorum florem quemdam atque medullam in unum volumen compegi), facilita el trabajo del hombre estudioso y ayuda la memoria, escogiendo y coordinando las principales sentencias de los autores, tanto gentiles como [206] cristianos,{1} sin perjuicio de completarlas por medio de sus propias ideas y observaciones.

Porque no se crea que el autor del Speculum Majus se limita a extractar, exponer y coordinar las teorías y opiniones de otros, sino que, al lado de éstas, suele indicar las suyas, y hasta ofrece a veces puntos de vista que no carecen de originalidad. Así, por ejemplo, al tratar del alma humana, entre otras afirmaciones más o menos originales, después de enseñar que el alma es substancia perfectamente inmaterial, dotada de simplicidad, parece admitir cierta gradación en esta última (una anima alia simplicior est secundum majorem accessum ad divinae naturae simplicitatem); y al tratar de su unión con el cuerpo, dice que podemos [207] considerar al alma o en cuanto es una substancia, y que en este concepto se llama propiamente espíritu, y está en el cuerpo por coexistencia solamente, y no por información (et est in corpore per coexistentiam tantum, non per informationem), o en cuanto es forma, y que en este concepto se dice alma, como cosa que anima y vivifica el cuerpo, y está en éste como la perfección en la cosa perfectible, como la forma en la materia. De aquí resulta que, destruido el cuerpo, se destruye el alma en cuanto forma, puesto que deja de informar y vivificar al cuerpo, pero no se destruye en cuanto es substancia o espíritu: Unde destructo corpore, destruitur anima in quantum forma, non tamen in quantum est substantia, id est, spiritus.

Esta doctrina no se distingue en el fondo y en la substancia de la profesada por otros escolásticos, pero esto no quita para que haya cierto aspecto ingenioso y cierta originalidad en el modo con que el Belvacense expone y aplica el doble concepto del alma humana como substancia y como forma.

Notables son también, y muy dignas de llamar la atención, las ideas de Vicente de Beauvais acerca de la vida y acerca de su origen y desenvolvimiento en las plantas y animales. Después de sentar que el vigor o energía que constituye la vida sólo puede proceder de una substancia simple e inextensa (vita est vigor qui non potest procedere nisi a substantia simplici carente extensione, propter suam actualitatem et nobilitatem), habida razón de su actualidad y nobleza; después de afirmar que los astros carecen de vida, y después de afirmar que las almas humanas fueron y son producidas por creación, presenta y defiende como probable la [208] siguiente teoría del origen y proceso de la vida en las plantas y animales.

Así como San Agustín admitió la existencia de ciertas esencias o razones seminales capaces de dar origen, en circunstancias dadas, a algunos vivientes, también podemos admitir que Dios, al crear los elementos, creó también en ellos cierta esencia especial diferente de la naturaleza elemental (in elementis mundi indita est a Conditore eorum natura quaedam, alia a natura elementari), cierta naturaleza sui generis, simple e incorpórea de suyo, la cual contiene, o, mejor dicho, es la vida potencial y como en germen, es el principio implícito de la vida, que, una vez colocado en condiciones oportunas, da origen a plantas y animales por parte del cuerpo y por parte del alma: Ex quo, accepta opportunitate, prodeunt plantae et animalia, non tantum secundum corpora, sed quodammodo secundum animas.

Cuando esta naturaleza especial, que representa y contiene el principio primordial de la vida en el reino vegetal y animal, favorecida y ayudada por las condiciones exteriores oportunas, y por las influencias de los astros y de la atmósfera, llega a producir alguna planta o animal, su acción productora o germinadora se aumenta con la fuerza generatriz propia de aquella planta o de aquel animal,{2} de manera que la fuerza generadora del ser viviente ya producido se acumula a [209] la fuerza primordial y a las demás condiciones que pueden influir en la producción de nuevos vivientes, lo cual podrá explicar en esta teoría la producción de razas y variedades, pero no la de especies nuevas, porque debemos suponer que el Belvacense no señalaba un solo protoplasma, sino más bien diferentes virtudes o naturalezas primordiales (virtutes sive naturae), cada una de las cuáles responde a diferentes géneros y especies.

En esta teoría no hay necesidad de admitir que las plantas y animales deben su origen a una creación directa e inmediata por parte de Dios, y mucho menos que comenzaron a existir simultáneamente o desde los primeros días de la creación. Cuando en el Génesis se dice que Dios creó toda alma viviente y dotada de movimiento, debe entenderse de una creación impropiamente dicha (Cum igitur audis Scripturam dicentem quod creavit Deus omnem animam viventem atque motabilem, intellige quod ibi creare, extenso nomine dicitur producere), o como equivalente de producción. Dios produjo, en efecto, todas esas almas, por cuanto que creó sus gérmenes primordiales, esa naturaleza especial o sui generis, existente o unida a los elementos y cuerpos elementales, pero distinta de ellos, gérmenes o principios vitales que, a medida que se encontraron en condiciones favorables y convenientes por parte de las influencias de los astros, de la atmósfera, de la luz, del calor, etc., dieron origen o [210] produjeron paulatina y sucesivamente las diferentes especies de plantas y animales.

Excusado parece advertir que esta doctrina de Vicente de Beauvais tiene más de un punto de contacto y presenta bastante afinidad con la teoría darwinista, bien que rechazando o excluyendo las ideas y tendencias anticristianas de la última. Porque el autor del Speculum Majus admite y presupone la existencia de pluralidad de principios vitales, diversidad de gérmenes o semillas de la vida (virtute sive naturae semina –rationes seminales– principia unde generantur), sin derivar ésta en sus diferentes ramos y manifestaciones de un solo principio o protoplasma, según pretenden los partidarios más avanzados del darwinismo, y admite también, contra lo que estos últimos suponen, que esos gérmenes o principios de la vida son esencialmente distintos de los elementos (natura quaedam, alia a natura elementari) o cuerpos inorgánicos, y que, lejos de identificarse con éstos ni ser producidos por éstos, fueron creados por Dios al crear el mundo,{3} y son de suyo incorruptibles, como lo son los elementos primitivos en que se resuelven los cuerpos al corromperle.

Si a lo dicho hasta aquí se añade que el enciclopedista dominicano poseía conocimientos relativamente [211] exactos y extensos en materia de astronomía y geografía,{4} de física y química, de botánica y zoología, de industria, comercio, navegación, etc., nadie extrañará que Humboldt haya colocado su nombre al lado de los de Alberto Magno y Rogerio Bacon, «entre los hombres que prepararon la época de Colón y de Gama.»

En resumen: si es cierto que en el Speculum Majus se descubren, como es natural, las señales del tiempo en que se escribió, principalmente en la parte que se refiere a la crítica histórica, es también incontestable que se encuentran en esta obra pensamientos originales, erudición sólida y extensa para aquellos tiempos, seguridad de juicio y elevación de ideas. En todo caso, esta publicación debió comunicar vigoroso [212] impulso a todas las ciencias, que se pusieron, por decirlo así, en comunicación y contacto por medio de esta obra vasta y comprensiva, encaminada a descubrir sus mutuas relaciones y acortar sus distancias.

Vicente de Beauvais es el gran enciclopedista del siglo XIII y de la Filosofía escolástica, y al leer su Speculum Majus, tan notable por muchos conceptos, la imaginación asombrada no puede menos de reconocer la exactitud y verdad de las palabras de Posevino, cuando dice que este humilde fraile de Santo Domingo había leído y estudiado con asidua diligencia omnes omnium pene gentium libros.

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{1} Antes de entrar en el fondo de la obra, el autor da cuenta minuciosa de su propósito y de la distribución de la misma, en un prólogo dividido en veinte capítulos, que son curiosos por más de un concepto. El primer capítulo de este notable prólogo comienza en los siguientes términos: «Quoniam multitudo librorum et temporis brevitas, memoriae quoque labilitas, non patiuntur cuncta quae scripta sunt pariter animo comprehendi, mihi omnium fratrum minimo plurimorum libros assidue revolventi ac longo tempore studiose legenti, visum est tandem (accedente etiam majorum meorum consilio) quosdam flores, pro modulo mei ingenii electos, ex omnibus fere quos legere potui, sive nostrorum id est, catholicorum Doctorum, sive Gentilium, scilicet Philosophorum et poetarum, et ex utrisque Historicorum in unum corpus voluminis, quodam compendio et ordine summatim redigere... Ad istud ipsum provocavit me plurimum falsitas vel ambiguitas quaternorum in quibus auctoritates Sanctorum adeo plerumque mendaciter a scriptoribus vel notariis intitulabantur, ut quae haec sententia, vel cujus auctoris esset omnino nesciretur... sic et de dictis Philosophorum et poetarum; sic de narrationibus historicorum fiebat, dum unius nomen pro alio sumebatur, vel dictorum veritas simpliciter evertebatur.»

Como se ve por estas últimas palabras, la obra del Belvacense reúne el carácter crítico al carácter enciclopédico.

{2} «Ex his ergo rationibus seminalibus sive virtutae animae qua plena sunt haec inferiora, est origo et principium animae vegetabilis atque sensibilis.» Speculum Natur., lib. XXIII, cap. XXIX.

«Dicimus itaque, ut supra, quod elementis mundi est indita quaedam natura simplex et incorporea, alia, scilicet ab elementari, quae dum cooperatur virtuti operativae in plantis et in animalibus, vir tute corporum coelesticum concurrente, prodeunt in esse vegetabilium et animalium animae. Et haec quidem virtutes sive naturae possunt dici corporales, quia radicantur in corporibus, et etiam spirituales quia carent mole corporali.» Ibid., cap. XXXI.

{3} «Sicut corpora ex elementis generantur, elementa tamen non sunt generata sed creata, sic animae (vegetabilium et animalium) habent principia unde generantur, tamen illa principia non sunt generata, sed creata. Et iterum sicut corpora quae fiunt ex elementis sunt corruptibilia, elementa tamen in quae resolvuntur sunt incorruptibilia, sic animae vegetabilium et sensibilium sunt corruptibiles, semina tamen eorum incorruptibilia.» Spec. Nat., lib. XXIII, cap. XXIX.

{4} Como uno de los muchos ejemplos que pudiéramos aducir en corroboración de lo que se dice en el texto, transcribiremos aquí una parte del capítulo en que trata de la figura de la tierra: «Terrae forma est rotunda; unde et orbis dicta est. Nam si quis in aere positus illam desuper aspiceret, tota enormitas montium et concavitas vallium minus appareret ia ea quam digitus alicujus si pilam praegrandem in manu teneret. Rotunda vero terra per hoc esse probatur, quod quaelibet ejus pars aequaliter tendit ad centrum: ipsa enim ponderibus sui sustentatur... quod non si angulosa esset, imo alia ejus pars magis elongaretur a centro quam alia, et sic in partera illam terra vergeret, nec sustentaretur ponderibus suis.

»Item, si esset plana, tunc Sol levaretur super terram aeque cito, et aeque diu videretur a quolibet existente in ipso plano, circumscripto saltem impedimento: immo citius vident eum orientem illi qui sunt in Oriente quam illi qui sunt in Occidente, et longe diversas habent meridies. Patet ergo quod terra non est angulosa, nec plana; ergo rotunda. Aqua vero, cum naturaliter sequatur devexa, talem sibi formam assumit, qualem sibi invenit in ipsa térra, et est ex omni latere circa ipsam terram; et similem formam assumit aer circa aquam.» Specul. Natur., lib. VI, cap. VIII.