φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 61. Roger Bacon

Roger o Rogerio Bacon (doctor mirabilis) nació en Ilchester, condado de Sommerset, en 1214, y a los [290] treinta y cinco años de edad, según algunos, pero según otros, cuando sólo contaba veintiséis, abrazó la vida monástica en la misma Orden{1} que su contemporáneo San Buenaventura. Antes de esto, Roger Bacon había estudiado, primero en Oxford, en donde fue discípulo y se hizo amigo de Roberto de Lincoln, y después en París, donde recibió el grado de doctor en teología.

En opinión, no del todo infundada, de algunos historiadores, viajó por España, con el objeto de perfeccionarse en el conocimiento del árabe y del hebreo, y sobre todo en las ciencias físicas y matemáticas. De regreso a su patria, y vestido ya el hábito de San Francisco, comenzó a propalar sus ideas, que envolvían una reforma de las ciencias y de sus métodos; reforma que no podía menos de excitar los ánimos y chocar en un siglo en que predominaba el sentido metafísico y los estudios teológicos.

Por otro lado, Bacon, como casi todos los que asumen el papel de reformadores científicos, llevó la exageración a sus ideas, rebajando demasiado y esforzándose por anular, o poco menos, la importancia y utilidad del método racional y deductivo, para sustituirle el experimental e inductivo. Sin distinguir entre ciencias y ciencias, y sin tomar en consideración la índole, la variedad y las exigencias peculiares de unas y otras, no se contentó con señalar [291] y encomiar la necesidad e importancia del método experimental, sino que lo antepuso en absoluto a todo otro método y a todo otro procedimiento.

Para el filósofo inglés, todo lo que no sea proceder por medio de la experiencia y de la inducción, no puede conducir a la ciencia o conocimiento evidente de la verdad: el raciocinio concluye o deduce, pero no establece ni evidencia la verdad. Las demostraciones matemáticas no producen convicción completa, si no reciben la sanción de la experiencia, y, para decirlo de una vez, las ciencias todas, inclusas las especulativas, deben seguir el método experimental, porque es el único que merece el nombre de maestro de los conocimientos especulativos.

No son menos exageradas y peregrinas sus ideas acerca de otros puntos, pues pretendía que todos los cristianos sin distinción debían conocer perfectamente la Sagrada Escritura, y hasta que debían consultar las fuentes hebraicas y griegas (sed etiam fontes hebraicos et graecos ab omnibus consulendos), pretensión evidentemente exagerada, atrevida y hasta peligrosa.{2} Estos atrevimientos filológico-sagrados, las exageraciones y exclusivismos en favor del método experimental, en un siglo en que predominaban los métodos [292] racionales y las ciencias metafísicas y teológicas, junto con otras causas desconocidas de carácter personal y local, si no son suficientes para justificar, sonlo, por lo menos, para explicar y comprender las resistencias, disgustos y persecuciones que experimentó el filósofo franciscano, especialmente en los últimos años de su vida, que terminó en 1294.

En realidad, Roger Bacon, más bien que un filósofo, fue un filólogo, un matemático y un físico; y si ocupa lugar en la historia de la Filosofía, es sólo en cuanto y porque llamó la atención con su palabra y con su ejemplo sobre la utilidad del método experimental y de la observación de los hechos para conocer la realidad; porque la verdad es que esta observación de los hechos estaba a la sazón bastante descuidada, por no decir olvidada, entre la mayor parte de los que se ocupaban y escribían de filosofía, siendo, como es, muy necesaria para las ciencias psicológicas y morales, que formaban y forman parte de la misma.{3}

Como matemático, Bacon encomia la utilidad de esta clase de ciencias, o sea de la perspectiva, como él la llama; parece haber tenido alguna idea más o menos confusa del telescopio, y cultivó e hizo progresar la óptica. Entre otras observaciones y afirmaciones físico-matemáticas, indica conocimientos eideas bastante exactas acerca de la refracción y reflexión de la luz (congregantur radii per varias fractiones et [293] reflexiones quatenus comburatur quidquid sit objectum), y presenta indicios de poseer o conocer instrumentos más o menos semejantes al telescopio: Possunt etiam sic figurari perspicua, ut longissime posita appareant propinquissima, et e contrario, ita quod ex incredibili distantia... stellas faceremus apparere quo vellemus.

Como filólogo, recomienda el estudio de las lenguas como medios naturales y hasta necesarios para adquirir las ciencias filosóficas, las cuales reciben grave daño por falta de traducciones exactas de las obras de los filósofos. En este sentido deben interpretarse sus palabras, cuando dice que «si tuviera alguna autoridad sobre los libros de Aristóteles, los haría quemar todos,» lo cual sólo puede referirse a las versiones infieles del discípulo de Platón, y no a las obras en sí mismas, toda vez que le ensalza y celebra con frecuencia sobre todos los demás filósofos, incluso Avicena, por quien tenía predilección particular, y a quien apellida guía y príncipe de la Filosofía, después de Aristóteles: dux et princeps phiosophiae post Aristotelem. Es muy probable que la excesiva importancia y los exagerados elogios que tributaba a los escritores árabes, y con especialidad a Avicena y Averroes,{4} contribuyeron en parte a las resistencias y desconfianzas que encontró entre sus contemporáneos, los cuales no podían olvidar que Santo Tomás había dicho, [294] no sin fundamento, que Averroes tuvo más de corruptor que de comentador de la Filosofía aristotélica.

Como físico, Roger Bacon afirma ante todo que el arte puede aumentar y multiplicar las fuerzas y el poder de la naturaleza (ars utens natura pro instrumento, potentior est virtute naturali); menciona varios aparatos, y habla de experimentos que revelan sus grandes conocimientos en esta materia y su misión verdaderamente científica,{5} según se desprende del lugar preferente, por no decir exclusivo, que en sus obras se concede a los experimentos y observación de los fenómenos de la naturaleza.

Desde este punto de vista, bien podemos decir, con Alejandro Humboldt, que «Rogerio Bacon, contemporáneo de Alberto Magno, puede ser considerado como la aparición más importante de la Edad Media, en el sentido de que más que ningún otro contribuyó a engrandecer las ciencias naturales, a fundarlas sobre las matemáticas, y a provocar los fenómenos de la naturaleza.» Sus más importantes trabajos, añade el autor del Cosmos, son los que hizo sobre la teoría de la óptica, sobre la perspectiva y sobre la posición del foco [295] en los espejos cóncavos, juntamente con sus experimentos químicos acerca de las mezclas inflamables.

Si consideramos a Bacon en el terreno más propiamente filosófico, encontraremos en él que señala como causa de la ignorancia y del error los ejemplos que sirven de autoridad sin merecerlo; el hábito y costumbre a que se da fuerza de ley; la opinión del vulgo, falaz de su naturaleza, y la ostentación de una ciencia vana y aparente; porque «la vanidad, dice, es la que nos arrastra a persistir en nuestras ideas, a defenderlas y rechazar toda, innovación que les sea contraria, siendo así que debemos examinar con cuidado las opiniones de los antepasados para añadir lo que les falta y corregir lo erróneo, bien que con toda modestia y excusándolos:» Examinare debemus distinctissime sententias majorum; ut addamus quae eis defuerunt, et corrigamus quae errata sunt, cum omni tamen modestia et excusatione.

Este punto de vista es acaso el más importante y racional de Bacon como filósofo, pues aunque la filología, las matemáticas y el método experimental que señala como elementos de la reforma científica, son aceptables y fundados en razón, dejan de serlo desde el punto de vista exagerado y exclusivista que revisten en el filósofo inglés.

Es digno de notarse que al lado de la experiencia sensible, y, por decirlo así, puramente externa y naturalista a que alude frecuentemente en sus obras, Bacon admitía a la vez otra experiencia superior, y que podríamos apellidar interna y mística. Procede ésta de la iluminación interior y de la inspiración divina que ilustró a los santos y profetas, cuyas iluminaciones se [296] refieren, no sólo a las cosas espirituales, sino también a las filosóficas y científicas. En la parte sexta de su Opus Majus,{6} el filósofo inglés habla con insistencia de este nuevo género de experiencia que entraña cierto sabor de misticismo.

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{1} Sólo por una equivocación de imprenta, o por una alucinación momentánea, se concibe y explica que De Gerando haya afirmado o supuesto que Roger Bacon perteneció a la Orden de Santo Domingo, cuando escribe: «Les Dominicains, auxquels il appartenait, tui avaient interdit d'en communiquer aucunHist. Comp. des syst. de Phil., cap. 26.

{2} En la misma carta escrita a su protector Clemente IV, en que establece esta atrevida doctrina, se gloria de haber inventado una gramática universal, con cuyo auxilio cualquiera puede aprender en pocos días el hebreo, el griego, el latín y el árabe: cujus ope intra paucissimas dies, quilibet linguan hebraicam, (graecam, latinam, et arabicum adducere queat. Estas palabras e ideas, lo mismo que otras análogas que se encuentran en la citada carta, según análisis y testimonio de Warton, revelan que Bacon llevó la exageración al terreno filológico como la había llevado al método experimental.

{3} Es justo advertir que Leland afirma haber visto en diferentes bibliotecas varias obras manuscritas de Bacon pertenecientes a la Filosofía propiamente dicha, y entre ellas las siguientes: De intellectu et intelligibili.–Lógica.–Metaphysica.–De Anima.–De philosophia morali.–De universalibus.

{4} Post Avicennam, añade Bacon, venit Averroes, homo solidae sapientiae, corrigens dicta priorum, et addens multa, quamvis corrigendus sit in aliquibus.

Además de Avicena y Averroes, cita y menciona también con elogio a Alfarabi, Alfergana, Algazel, con otros filósofos árabes.

{5} Sabido es que en sus obras se hallan pasajes alusivos a la pólvora y a algunos instrumentos o aparatos que parecen presentir ciertos descubrimientos de los más notables entre los modernos. Así nos habla, entre otras cosas, de pontes ultra flumina sine columna vel aliquo sustentaculo, y nos dice que pueden fabricarse instrumenta volandi, ut homo sedens in medio instrumenti, revolvens aliquod instrumentum per quod alae artificialiter compositae aerem verberent, ad modum avis volaret. También nos habla de instrumentos para andar por el fondo de los mares y ríos sin peligro, y nos dice que pueden producirse en el aire relámpagos y sonidos semejantes al trueno, y hasta con mayor estrépito que los producidos por la naturaleza: imo majore horrore quam illa quae fiunt per naturam.

{6} Se supone generalmente que el libro titulado Opus Majus, que es la obra magistral de Roger Bacon, fue escrito por mandato de Clemente IV, que había sido su discípulo, y que es el mismo a que alude este Sumo Pontífice en carta dirigida a su antiguo maestro, en la cual dice, entre otras cosas, lo siguiente: «Sane ut melius nobis liqueat quid intendas, volumus et tibi per apostolica scripta praecipiendo mandamus, quatenus, non obstante praecepto praelati cujuscumque contrario, vel tui ordinis constitutione quacumque, opus illud quod te dilecto filio Raymundo de Lauduno communicare rogavimus in minori officio constituti, scriptum de bona littera nobis mittere quam citius poteris, non omittas, et per tuas nobis declarare litteras, quae tibi videntur adhibenda remedia circa illa, quae super occasione tanti discriminis intimasti.» Apud Martene. Thesaurus nov. anecd., tom. V, pág. 325.