φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 62. Escoto

Juan Duns Escoto, no sin razón apellidado por sus contemporáneos y por la posteridad Doctor subtilis, nació, según unos, en la aldea de Duns en Escocia, según otros, en el condado de Nortumberland, y según Wading, su biógrafo, en Irlanda. Si hubiera de darse crédito a uno de los epitafios que se dedicaron a su memoria,{1} estarían en lo cierto los que le hacen natural de Escocia. [297]

Igual incertidumbre existe acerca del año de su nacimiento, que algunos suponen en 1274, otros en 1263, no faltando quien lo fija en 1247. Sea de esto lo que fuere, es cierto que Escoto profesó en la Orden de San Francisco, que enseñó en la Universidad de Oxford, reuniendo en torno de su cátedra sobre tres mil discípulos, los cuales llegaron hasta el número de treinta mil, según tradiciones más o menos legendarias y fabulosas, pero que prueban en todo caso su gran renombre y fama entre sus contemporáneos.

No fueron menores su séquito y su fama en la Universidad de París, en la cual enseñó por los años de 1306-7, pasando de allí a Colonia por orden de los superiores, en cuya ciudad falleció, cuando contaba sólo treinta y cuatro años de edad según algunos, y según otros biógrafos, cuarenta y cinco o sesenta y tres respectivamente, con relación a la fecha adoptada por unos y otros para fijar su nacimiento.

La Filosofía de Escoto, contenida y representada principalmente en sus Comentarios sobre los libros De Anima y sobre los libros Metaphysicorum de Aristóteles, en sus Quodlibet y en sus Comentarios o Quaestiones subtilissimae, –según se dice en la edición de Amberes,– sobre las sentencias de Pedro Lombardo, se distingue por la sutileza en cuanto a la forma, y por la tendencia crítica en cuanto al fondo. Bajo la pluma del Doctor Sutil las cuestiones se desvanecen, por decirlo así, ante los ojos del lector, quedando reducidas a una especie de polvo impalpable, a fuerza de divisiones, subdivisiones y distinciones de todo género. En la casi imposibilidad de seguir al autor por caminos tan complicados y difíciles, la inteligencia se halla en peligro [298] de perder de vista el fondo del problema y su solución, abrumada y aturdida con tantas divisiones y distinciones,{2} a lo que se añade el empleo de palabras y fórmulas relativamente nuevas y diferentes de las usadas por los escritores anteriores. [299]

Basta hojear sus obras para convencerse de que la tendencia crítica constituye otro de los caracteres de la doctrina de Escoto. Poner de relieve los defectos verdaderos o imaginarios de las pruebas y argumentos de los demás autores, desvirtuar la fuerza de sus demostraciones, y descubrir los vicios y lagunas de sus procedimientos científicos, tal parece ser el empeño constante y como la preocupación fija del Doctor Sutil. Apenas hay cuestión de alguna importancia en la que no tenga que presentar reparos, o contra las opiniones, contra las pruebas de sus predecesores y contemporáneos. Sin embargo, el blanco principal de sus reparos y ataques son las razones y doctrina de Santo Tomás, de quien se separa casi siempre que se trata de puntos opinables.

Así, por ejemplo, –y esto servirá para conocerla doctrina filosófica de Escoto, en lo que tiene de especial con respecto a los principales filósofos escolásticos anteriores al franciscano inglés,– Santo Tomás había enseñado que las potencias vitales se distinguen realmente del alma y entre sí: Escoto niega esta distinción real entre las potencias y la substancia del alma.

Santo Tomás había enseñado que en Dios los atributos se identifican realmente con la esencia, de la cual sólo se distinguen con distinción de razón: Escoto enseña que no se distinguen sólo con distinción de razón, sino con distinción formal ex natura rei.

Santo Tomás había enseñado que implica contradicción la existencia de la materia prima sin forma alguna substancial: Escoto admite la posibilidad absoluta de la materia informe. [300]

Santo Tomás había enseñado que en el hombre no hay más que una sola forma substancial, que es el alma racional: Escoto enseña que en el hombre, además del alma racional, hay otra forma substancial, que da al cuerpo humano el ser de cuerpo o la razón de corporeidad.

Santo Tomás había enseñado que el principio de individuación es la materia signata quantitate, y consiguientemente que las substancias que carecen de materia y de orden a la materia, como son los ángeles, son incapaces de distinción puramente individual: Escoto enseña que el principio de la individuación es una entidad o formalidad sui generis, distinta e independiente de la materia, y consiguientemente que los ángeles son capaces de diferencia individual intra eamdem speciem.

Santo Tomás había enseñado que aunque ciertos actos son indiferentes moralmente considerados, secundum se o in abstracto, todo acto singular y deliberado de la voluntad es, o bueno, o malo moralmente: Escoto enseña que la voluntad puede ejecutar actos singulares y deliberados, que son y permanecen indiferentes en el orden moral.

Santo Tomás había enseñado que la ley natural, como expresión de las ideas divinas y participación de la ley eterna, que no es otra cosa que la misma razón divina, es inmutable y necesaria, y consiguientemente que Dios no puede dispensar en los preceptos del Decálogo: Escoto enseña que la ley natural se refiere a la libre voluntad divina, y, por consiguiente, que Dios puede dispensar en algunos de los preceptos del Decálogo, toda vez que no entrañan por sí mismos [301] bondad o malicia moral,{3} esencial y necesaria.

Santo Tomás había enseñado que en la posesión de la bienaventuranza perfecta, la intuición de la esencia divina es el acto principal y más esencial: Escoto enseña que el acto principal y esencial es el amor.

Santo Tomás había enseñado que el entendimiento es facultad más noble y perfecta que la voluntad: Escoto enseña que ésta es facultad superior y más perfecta que el entendimiento.

Natural era que el Doctor Sutil, una vez colocado en esta pendiente, y arrastrado por sus aficiones y tendencias excesivamente críticas, llegara hasta pisar el terreno del escepticismo, y así sucedió en efecto. Escoto opina que la omnipotencia de Dios no puede ser demostrada por las solas fuerzas de la razón natural, sin auxilio de la revelación: Omnipotentia videtur esse credita de primo efficiente, et non demonstrata.

Afirma igualmente que la razón y la Filosofía por sí solas son impotentes para demostrar la incorruptibilidad o inmortalidad del alma, la cual sólo nos es conocida con certeza mediante la revelación divina: Licet ad illam probandam sint rationes probabiles, non tamen demonstrativae. – Non habebant [302] (philosophi) nisi quasdam probabiles persuasiones.{4}

Más todavía: Escoto, sin negar que podemos conocer a Dios bajo la razón de ente infinito y algunos otros, niega, sin embargo, que puede ser conocido por nosotros en particular, o sea en cuanto es esta esencia (non cognoscitur Deus naturaliter a viatore in particulari et propine, hoc est, sub ratione hujus essentiae ut haec et in se) particular y determinada, y niega también que la razón, abandonada a sus propias fuerzas, puede conocer con certeza que Dios constituye el fin último natural del hombre, siendo necesaria, al efecto, alguna luz o conocimiento sobrenatural. Soli rationi naturali insistendo, vel errabit circa finem (ultimum) in particulari, vel dubius remanebit... Necessaria est sibi de hoc tradi aliqua cognitio supenaturalis.

Al exponer y comentar el prólogo del libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, Escoto, después de indicar las pretensiones de la Filosofía racionalista enfrente de la teología católica{5} y de la revelación, [303] impugna y rebate la tesis racionalista con toda clase de argumentos. Aduce al propio tiempo razones y explicaciones notables en favor de la credibilidad de la doctrina revelada, de la cual dice con mucha razón que en el orden práctico o moral viene a ser como un desenvolvimiento de la ley natural (quasi quaedam explicatio legis naturae), así como en el orden especulativo sus dogmas entrañan conceptos más elevados o ideas más profundas y exactas acerca de Dios y de sus perfecciones: Nihil credimus de Deo quod aliquam imperfectionem importet, imo quidquid credimus verum esse, magis attestatur perfectioni divinae quam ejus oppositum, ut patet de Trinitate personarum, incarnatione Verbi et hujusmodi.

——

{1} Aludimos al epitafio que decía:

Scotia me genuit, Anglia me suscepit,

Gallia me docuit, Colonia me tenuit.

{2} Para que no se crea que exageramos al hablar en este sentido, vamos a extractar los términos en que Escoto fija y determina, no ya la solución del problema con las razones y argumentos en pro y en contra, sino el sentido nada más de la cuestión. Pregunta en las Cuestiones quodlibetales, si es posible demostrar la omnipotencia de Dios con la razón natural; y como preliminares para la resolución, y con el objeto de fijar los términos y el sentido de la cuestión, escribe: «Hic praemittendae sunt duae distinctiones necessariae: et secundo, juxta membra distinctionum solvenda est quaestio.

»Prima distinctio est... quod demonstrationum alia est propter quid, sive per causam; alia quia, sive per effectum...

»Secunda distinctio est de omnipotentia, et illa praesupponit confusum intellectum hujus termini Omnipotentia, qui talis est, quod omnipotentia non est passiva, sed activa, non quaecumque, sed causativa. Per hoc habetur, quod ipsa est respectu alterius in essentia causabilis, quia non est causalitas nisi respectu diversi simpliciter: ergo est potentia respectu possibilis, non generaliter, ut opponitur impossibili; nec etiam ut opponitur necessario omni modo a se, prout convertitur cum producibili, sed respectu possibilis, prout possibile idem est quod causabile, quia terminus potentiae causativae. Includit etiam omnipotentia quamdam universalitatem... sed ista universalitas est ipsius potentiae, non simpliciter, sed respectu hujus causabilis, quod est possibile sive creabile... Et hoc potest intelligi dupliciter: uno modo quod sit cujuscumque creabilis immediate, vel mediate; alio modo quod sit cujuscumque creabilis, et immediate, saltem immediatione causae, hoc est nulla alia causa activa mediante.» Quaestione Quodlib., cuest. 7.ª

Bien se necesita entendimiento ejercitado y atención poderosa para seguir el pensamiento del autor en este pasaje, a través de las divisiones, subdivisiones, distinciones y atenuaciones que contiene, sin contar la oscuridad de algunas de sus frases y fórmulas. Y cuenta que se trata aquí de un pasaje que puede apellidarse claro y sencillo, si se compara con algunos otros del autor.

{3} «Sed talia non sunt quaecumque praecepta secundae tabulae... non enim in his quae praecipiuntur ibi, est bonitas necessaria ad bonitatem finis ultimi, convertens ad finem ultimum; nec in his quae prohibentur est malitia necessario avertens a fine ultimo, quia si bonum istud non esset praeceptum, posset finis ultimus amari et attingi.» Sentent., lib. III, distinc. 37, cuest. 1.ª

«Leges aliquae generales rectae de operabilibus dictantes, praefixae sunt a voluntate divina, et non quidem ab intellectu divino ut praecedit actum voluntatis divinae.» Ibid., lib. I, dist. 44, cuest. 1.ª

{4} Las siguientes palabras con que pone término a lo discusión sobre la inmortalidad del alma, resumen su pensamiento sobre la materia: «Ex his apparet quantae sint gratiae referendae misericordiae Creatoris, qui nos per fidem certissimos reddidit in his quae pertinent ad finem nostrum et ad perpetuitatem sempiternam, ad quae ingeniosissimi et eruditissimi quasi nihil poterant attingere.» Sentent., lib. IV, dist. 43, cuest. 2.ª

{5} «In ista quaestione videtur esse controversia inter philosophos et theologos. Tenent enim philosophi perfectionem naturae, et negant perfectionem supernaturalem: theologi vero cognoscunt defectum naturae, et necessitatem gratiae et perfectionum supernaturalium. Diceret ergo philosophus quod nulla est cognitio supernaturalis homini necessaria pro isto statu, sed quod omnem notitiam sibi necessariam posset acquirere ex actione causarum naturalium.» Comment. in lib. Sent., cuest. 1.ª, n. 3.