φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 66. Enrique de Gante

Enrique de Gante o de Goethals, apellidado en las escuelas el Doctor solemne (doctor solemnis), adquirió merecido renombre entre sus contemporáneos; enseñó en la Universidad de París desde mediados del siglo XIII, y a su muerte, acaecida en 1293, dejó escritas varias obras de reconocido mérito, y entre ellas una Summa Theologiae, y otro tratado que lleva el título de Quaestiones Quodlibetales, epígrafe muy usado en aquella época.

Por estas dos obras, que contienen el pensamiento filosófico de Enrique de Gante, se ve que la doctrina de éste coincide con la de Santo Tomás, del cual apenas se separa en cuestiones de importancia, si no es en la controversia sobre el principio de individuación y en la que se refiere a la superioridad del entendimiento con respecto a la voluntad. Para Enrique de Gante, el principio de individuación no es ni la materia, ni los accidentes, ni la entidad sui generis de Escoto; es sencillamente la existencia o subsistencia, [316]como él la denomina algunas veces, es decir, que la unidad numérica o la individuación es producida por Dios al comunicar la existencia actual a la substancia o esencia: Quia conjunctio istorum duorum, scilicet, essentiae et subsistentiae in uno et in altero, non potest esse ex seipsis... ideo causa individuationis eorum efficiens dicendus est Deus, qui dat utrique eorum subsistentiam in effectu et seorsum. Dios, pues, como causa de la existencia que actúa y determina la esencia en la cual se recibe, es la causa eficiente de la individuación de la esencia, y la existencia misma es la causa formal.

Y aquí conviene advertir que el pensamiento de Enrique de Gante acerca de la distinción entre la esencia y la existencia, problema que entraña íntimas relaciones con el principio de individuación, si no es contrario al pensamiento de Santo Tomás, es por lo menos ambiguo y obscuro. Supone y afirma aquél que la existencia no se distingue realmente, o, mejor acaso, como una cosa de otra (non differt re ab essentia creaturae), de la esencia en las cosas creadas, pero afirma al propio tiempo que tampoco se distinguen con sola distinción de razón (non tamen differt ab illa sola ratione) y de concepto, sino que se distingue además por medio de la intención, o digamos con distinción intencional. Difícil es averiguar qué es lo que este autor entiende por esta distinción intencional,{1} y que parece ser un [317] medio entre la distinción real perfecta o sea tanquam res a re, y la distinción de razón y de concepto. Si lo que el Gandavense quiso excluir y negar es la distinción real perfecta en contraposición a la real imperfecta, o sea tanquam modus realis a re, en este caso su opinión no distaría mucho de la de Santo Tomás.

Por lo que hace a la segunda cuestión, la sentencia del Gandavense no puede ser más terminante y explícita en favor de la voluntad, a la cual considera superior y más perfecta que el entendimiento, ora se la mire por parte de los hábitos de que es capaz, ora por parte de su acto y de su objeto: Omnino habitus, et actus et objectum voluntatis praeeminet actui, habitui et objecto intellectus: idcirco absolute dicendum quod voluntas praeeminet intellectui, et est altior potentia illo.

Otro de los puntos en que se separa de Santo Tomás es el modo de concebir y explicar las relaciones entre la Filosofía y la Teología. Santo Tomás, al subordinar la primera a la segunda, reconoce al propio tiempo la importancia propia y la independencia relativa de la ciencia humana: Enrique de Gante exagera la subordinación de la Filosofía a la Teología, puesto que tiende a no reconocer apenas utilidad o importancia real en las ciencias filosóficas sino bajo el punto de vista exclusivamente teológico, llegando hasta reprobar el estudio de las mismas, si se hace con el solo [318] fin de conocer la verdad (propter scire naturas rerum) o realidad de las cosas.{2}

Aparte de estos puntos, no hay cuestión alguna de importancia en que la enseñanza del autor de las Quaestiones Quodlibetales se halle en contradicción con la de Santo Tomás, sin que por eso deba considerársele como discípulo suyo, toda vez que enseñó y escribió probablemente antes o al mismo tiempo que el Doctor Angélico. Descúbrese, sin embargo, en este autor cierta tendencia platónico-ontológica, según se ve por su empeño en defender a Platón contra las acusaciones de Aristóteles en la cuestión de las ideas, y, sobre todo y principalmente, en algunos pasajes en que parece admitir cierta comunicación directa de Dios con la inteligencia humana por medio de ideas infusas o impresas por la Verdad primera (ex similitudine veritatis menti impressa de re cognoscibili ab ipsa prima veritate), añadiendo que las ideas o representaciones abstraídas de las cosas u objetos reales son obscuras, nebulosas e insuficientes para juzgar con certeza de la verdad: Omnis enim alia impressa, quocumque exemplari abstracto a re ipsa, imperfecta, obscura et nebulosa est, ut per ipsam certum judicium de veritate rei haberi non possit .

Efecto y manifestación a la vez de estas tendencias y aficiones platónicas con que se tropieza en más de una ocasión en los escritos de Enrique de Gante, es [319] su tesis relativa a la existencia de un mundo ideal o inteligible, no identificado con la esencia divina. Suponía este filósofo que Dios no podría conocer todas las cosas finitas y distintas de su esencia, sin que esas cosas tuvieran alguna realidad objetiva, razón por la cual atribuía a las esencias o cosas finitas algún ser, alguna realidad objetiva fuera de la esencia divina o con independencia de Dios. Esta tesis, cuyo fondo platónico no es difícil reconocer, aparte de su inexactitud en el orden teológico, entraña tendencias y abre el camino para el panteísmo, especialmente en sus formas gnóstico-cabalista y neoplatónica.

Sin embargo, Enrique de Gante tiene cuidado de evitar las exageraciones del ontologismo, y, sobre todo, las desviaciones y errores del panteísmo, siendo de notar la exactitud filosófica con que habla acerca del modo con que Dios existe en las cosas creadas y éstas en Dios,{3} expresándose sobre esta materia en términos que revelan la seguridad de su criterio católico, a la vez que la exactitud y claridad de sus ideas, lo cual puede servir de correctivo y como aclaración de su teoría acerca del ser objetivo de las cosas fuera de la esencia de Dios o consideradas en sí mismas. [320]

Pero el mérito principal de Enrique de Gante y lo que constituye, por decirlo así, el carácter propio de este filósofo escolástico, es la refutación del escepticismo. Sea que hubiera ya en su tiempo quienes hicieran alarde de profesar el principio escéptico, sea que llegaran a sus oídos las tendencias crítico-escépticas de Escoto y que presintiera su reproducción y desarrollo en tiempos posteriores, es lo cierto que dedica las primeras páginas de su Suma teológica a combatir la doctrina y objeciones de los escépticos, discurriendo con acierto sobre la posibilidad, existencia y condiciones de la ciencia y de la certeza por parte de nuestras facultades. Aparte de las razones concretas que alega para establecer el valor del testimonio de los sentidos y la legitimidad del conocimiento intelectual, aduce en favor de la tesis dogmática una razón general, basada por una parte en la condición de Dios que nada crea en vano, y por otra en la naturaleza misma del alma racional, cuya operación natural y destino propio es saber o conocer: Multo enim minus Deus, quam natura, aliquid operatur frustra... operatio autem animae humanae proprie naturalis, non est alia quam scire aut cognoscere.

De aquí pasa a combatir lo que pudiéramos llamar el principio fideista o tradicionalista, tarea en la que le había precedido Santo Tomás, enseñando que, sin especial ilustración de Dios, el hombre puede adquirir conocimientos científicos, y que los que lo contrario afirman desconocen la dignidad de la naturaleza humana: Contrarium enim dicere multum derogat dignitati animae et naturae humanae.

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{1} He aquí la parte más importante del pasaje a que aludimos en el texto: «Si vero loquamur de secundo esse (esse existentiae) creaturae, illud licet non differt re ab essentia creaturae, non tamen differt ab ea sola ratione, in quantum intellectus diversis conceptionibus capit de ea quod est, et quod tale quid est substantia vel accidens; sed etiam differt ab ea intentione, quia quantum ad tale esse, ipsa essentia creaturae potest esse val non esse... et ideo de tali esse (esse existentiae) non potest concedi quod essentia creaturae est esse suum, quia esse essentiae nunc existens in actu potest esse non ens, sicut prius fuit ens. In solo autem Deo verum est quod, de tali esse loquendo, ipse est suum esse.» Quodlib., cuest. 9.ª

{2} «Qui enim philosophicas scientias discunt, finem statuendo in ipsis, propter scire naturas rerum, non in ordine ad usura istius scientiae (Theologiae), vel per se, vel per alios, quos forte docet philosophiam, ut promoveantur ad theologiam, isti sunt qui ambulant in vanitate sensus sui.» Sum. Theol., 1.ª p., art. 7, cuest. 10.

{3} «Dicendum quod res, et quodammodo sunt in ipso (Deo), et quodammodo extra ipsum: et similiter ipse (Deus) quodammodo est in eis, et quodammodo extra eas. Est enim Deus in rebus quemadmodum causa in causato, et movens in moto. E converso autem, res habent esse in Deo sicut in primo movente; adhuc autem sicut et in fine et optimo; neutrum autem horum habet esse in altero sicut quod est de essentia alterius... Sunt autem res extra Deum et Deus extra ipsas, in quantum aliae sunt rerum essentiae et Dei; atque infinita distantia, non situs, sed naturae, est inter ipsas.» Quodl. 7.º, cuest. 3.ª