φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:8081828384858687888990Imprima esta página

§ 81. Domingo de Flandria

La escuela de Escoto y la nominalista tuvieron un impugnador acérrimo y entendido en Domingo de Flandria, que floreció en el último tercio del siglo XV, y cuyos comentarios o cuestiones sobre la metafísica de Aristóteles{1} pueden considerarse como el pensamiento metafísico del Estagirita, expuesto y completado por Santo Tomás y Alberto Magno, al cual cita con mucha frecuencia. Ya se deja comprender que la obra de este filósofo del siglo XV abraza la ontología o metafísica general, la cosmología y la teodicea, tratando a la vez no pocas cuestiones pertenecientes a la lógica, la psicología y la moral.

En todas aquellas ciencias y en todas estas cuestiones, Flandria, además de rechazar la dirección escéptica que dominaba en las escuelas occamistas, bastante numerosas por aquel tiempo, opone las soluciones del realismo moderado a las soluciones nominalistas, absteniéndose a la vez de entrar en ciertas cuestiones inútiles y de entregarse a ciertas sutilezas que se habían generalizado en las escuelas a la sombra del criticismo de Escoto y del nominalismo occamista; porque, a pesar de su grande extensión, la obra del escritor dominico se distingue por la claridad de su lenguaje, no menos que por su orden en la distribución de la materia, y por su método, que, sin dejar [394] de ser escolástico y científico, es a la vez sencillo y natural.

Flandria comienza su obra llamando la atención sobre la afinidad y relaciones que existen entre la teología cristiana y la metafísica, la cual puede considerarse como la base y el prólogo natural de aquélla, añadiendo muy oportunamente que no podrá ser verdadero teólogo el que no conozca la metafísica: catholicae veritatis doctor incipit ubi desinit metaphysicus; qui in Metaphysica non fuerit eruditus, nequaquam verus theologus praedicabitur.

No creemos necesario exponer en particular su Filosofía, toda vez que, según queda indicado, esta coincide con la de Santo Tomás y Alberto Magno, cuyo pensamiento, obscuro y ambiguo alguna vez, expone con claridad e interpreta con acierto. Esto, sin perjuicio de añadir observaciones e ideas propias, que no por estar relacionadas con las de aquéllos, dejan de ofrecer cierto aspecto original. Tal sucede, por ejemplo, cuando explica de qué manera debe entenderse y puede decirse con verdad que Dios obra inmediatamente en todos los efectos y actos creados con inmediación de virtud y de esencia, sin que por eso debamos decir que obra con inmediación de supuesto o de persona,{2} hablando con rigor científico. [395]

Flandria afirma también y explica, antes y mejor que Spinoza, en qué sentido Dios puede y debe ser llamado natura naturans, es decir, como principio activo, universal o de toda la naturaleza: Natura vero universalis, est virtus activa in aliquo universali principio naturae... secundum quod a quibusdam, etiam Deus dicitur natura, naturans.

Por el fondo y por la forma, por la doctrina, por el método y por la claridad del lenguaje, Domingo Flandria representa la oposición más genuina y completa, como una especie de protesta teórica y práctica contra la escuela occamista en su fondo y en su forma: en su fondo, como escéptica y nominalista, y en su método y lenguaje, representados por las sutilezas, cavilaciones y cuestiones inútiles que se habían apoderado de las escuelas. Igual fue, bien que llevada a cabo por otro camino, la misión que desempeñó el filósofo español en quien vamos a ocuparnos.

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{1} R. P. F. Dominici de Flandria ord. Praedicatorum in duodecim libros Metaphysicae Aristotelis secundum expositionem Angelici Doctoris utilissimae quaestiones.

{2} «Sicut Deus operatur immediate secundum virtutem, ita et secundum essentiam... Tamen non dicitur operari immediate immediatione suppositi... quia Dei actiones ad extra non procedunt a supposito divino secundum quod unum suppositum distinguitur ibi ab altero, sed procedunt a tota Trinitate personarum in quantum conveniunt in una essentia illae tres personae, nisi forte essentia seu natura divina sumatur improprie, scilicet, pro persona.» Metaphys., lib. VII, cuest. 12.ª