φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:8081828384858687888990Imprima esta página

§ 84. Juan Gerson

Juan Gerson, canciller de la universidad de París, fue uno de los hombres más notables de su siglo, tanto por su doctrina y escritos, cuanto por sus trabajos en favor de la Iglesia. En el Concilio de Constanza, y antes de celebrarse éste, empleó su saber y su celo en la extirpación del gran cisma, y falleció con fama de virtud y santidad en 1429.

La mayor parte de sus obras son, o exegéticas, o morales, o místico-ascéticas. Su doctrina es una protesta práctica contra la doble tendencia sutilizadora y escéptica de la escuela nominalista que a la sazón preponderaba en las escuelas. Contra la primera, Gerson enseña y proclama la necesidad de la devoción y de la piedad, para que la Filosofía y la Teología sean verdaderamente útiles y capaces de facilitar al espíritu la inteligencia de las cosas superiores (Vana est philosophia, inutilis est theologia... si non comes affuerit devotio, qua comite, poterit ad intelligentias plurimas evehi). Y si esto se verifica generalmente en toda clase de conocimientos, con mayor razón tiene lugar cuando se trata del conocimiento de Dios, con respecto al cual el canciller de París, en armonía con su tendencia mística, admite una especie de conocimiento independiente de todo lo sensible y del mismo entendimiento, por medio del cual el espíritu humano se eleva a un conocimiento superior y supermental de [410] Dios: abnegatis omnibus quae, vel sentiri, vel imaginari, vel intelligi possunt, ferat se spiritus per amorem in divinam caliginem, ubi ineffabiliter ac supermentaliter cognoscitur Deus.

Contra la segunda, Gerson afirma la verdad filosófica, y reconoce el poder de la razón natural para afirmarla y conocerla con certeza. Bajo este punto de vista, su doctrina es idéntica a la de San Agustín, Santo Tomás y San Buenaventura. Con éste y con San Agustín coincide en cuanto a cierta dirección o aspiración ontológica que se observa en algunos puntos de su doctrina; pero fuera de estas desviaciones ligeras y parciales, en sentido ontológico, la doctrina de Gerson es idéntica generalmente, a la de Santo Tomás, hasta en las cuestiones opinables y de importancia secundaria, según puede verse en su doctrina acerca de las potencias del alma humana, acerca de su distinción en orgánicas e inorgánicas,{1} acerca de los sensibles per se y per accidens como objetos de los sentidos (ad ea quae sensibilia sunt per se vel per accidens cognoscenda), acerca del alma racional como forma substancial del hombre (quae secundum Ecclesiae determinationem est forma propria hominis), acerca de la distinción real entre el acto y la potencia de que proceden, acerca de la no existencia de ideas innatas, acerca del proceso natural de la razón cuando conoce y adquiere la ciencia, lo mismo que acerca del objeto propio de ésta, con [411] cien otros puntos en que no hace más que reproducir las opiniones y teorías del Doctor Angélico.{2}

La ortodoxia de Gerson, unida a su ascetismo místico y práctico a la vez, hizo que sus contemporáneos le apellidaran Doctor Christianissimus.

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{1} «Ratio est vis animae cognoscitiva, deductiva conclusionum ex praemissis, abstractiva quidditatum, nullo organo in operatione sua egens. Haec descriptio per ultimam particulam notat differre rationem a sensualitate, quae utitur organo.» Theol. speculat., cons. 11.

{2} El siguiente pasaje, que contiene algunos de los puntos indicados, puede servir de muestra, a la vez que de confirmación, de lo consignado en el texto: «Conceptiones intelligentiae qualiscumque, praeter primam, quae Deus est, sunt accidentia vel actus ab intelligentia distincti... Conceptiones intelligentiae humanae non sunt hic naturaliter in via nisi in conjuncto vel praevio phantasmate... Conceptiones intelligentiae humanae non sunt per impressionem idearum separatarum, ut Plato dicitur posuisse... Anima in prima sui creatione est sicut tabula rasa et capit scientiam suam a sensibus et a phantasmatibus per abstractionem ab hic et nunc, et a materia; et proinde scientia est de necessariis, et aeternis.» Centiloquim de concept., part. 6.ª