Contemporáneos de Gerson y de Cusa, y no menos dignos de loa que ellos, fueron los españoles Juan de Torquemada (1388-1468), religioso dominico y Cardenal de la santa Iglesia Romana, y Alfonso Tostado, llamado también el Abulense, por haber sido obispo de ívila, en cuya catedral se ve hoy su sepulcro.
Sin ser propiamente filósofos, son dos escritores que representan y reflejan, no solamente la ciencia eclesiástica, sino la Filosofía escolástica española en aquel siglo. Porque las ideas de la Filosofía escolástica, y con especialidad de la de Santo Tomás, sirven de base a sus especulaciones y polémicas, y constituyen la trama general de sus escritos, pudiendo decirse que, en medio y a pesar de las profundas diferencias que separan a estos dos notables escritores en el terreno teológico,{1} se acercan y hasta coinciden perfectamente en el terreno propiamente filosófico. [417]
Porque no es sólo Torquemada, discípulo fiel de Santo Tomás y defensor de su doctrina, quien sigue las huellas del Doctor Angélico en las cuestiones [418] filosóficas, sino que lo mismo se observa en el Tostado. La condición del alma humana como forma substancial del hombre, la individuación de la misma por medio de su unibilidad o relación a su propio y singular cuerpo, la inmortalidad de la misma y razones de ésta, el origen de las ideas, el número y naturaleza de las facultades o potencias del alma, la teoría del entendimiento agente y entendimiento posible, con otros muchos problemas filosóficos que le salen al paso en sus escritos, y principalmente en los exegéticos, son problemas que se encuentran tratados y resueltos en relación y armonía con la doctrina de Aristóteles, de los escolásticos en general y de Santo Tomás en particular. Quien de ello quiera convencerse por sí mismo, puede consultar sus escritos, y principalmente sus comentarios sobre el í‰xodo y sobre el Evangelio de San Mateo.
Aún en las cuestiones de importancia menor o secundaria, las opiniones del Abulense coinciden generalmente con las de Santo Tomás, siendo muy pocos y de escasa importancia los puntos en que de éste se aparta. Entre estos puede citarse su opinión acerca del entendimiento agente y posible, entre los cuales parece admitir sólo distinción de razón, al paso que Santo Tomás admite distinción real.
Opina el Abulense que la desigualdad de entendimiento que existe entre los hombres no depende exclusivamente de la mayor o menor perfección de los órganos sensibles, como pretendían algunos, sino también de la diferencia de la luz mayor o menor que Dios da a cada hombre en el entendimiento agente (Deus est qui potest dare nobis majus intellectus agentis lumen); de manera que la mayor o menor agudeza del [419] entendimiento{2} o la perfección del ingenio, procede de la mayor luz del entendimiento agente y de la mejor disposición orgánica de la fantasía y de los sentidos internos.
Entre los escritos del obispo de ívila, hay algunos propiamente filosóficos, o que se rozan directamente con problemas filosóficos. Tal es, entre otros, el rotulado De statu animarum post hanc vitam, en el cual menciona y discute las opiniones y teorías de los antiguos filósofos acerca de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma humana. Por cierto que al hablar de los argumentos aducidos por Cicerón en favor de esta inmortalidad, dice con cierto donaire, y no sin alguna justicia, que afirmó y probó la inmortalidad del alma, sed rhetoricis quidem suasionibus magis quam naturalibus fulcimentis solidioribus.
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{1} Sabido es, en efecto, que Juan de Torquemada fue quien con mayor tesón y copia de doctrina impugnó y rebatió ciertas aserciones del Abulense, sobrado temerarias y peligrosas en el orden ortodoxo y dogmático, viéndose obligado a comparecer ante Eugenio IV para defenderse y para explicar dichas proposiciones. Era una de éstas que Dios no absuelve de la pena ni de la culpa, y que ningún sacerdote puede absolver de las mismas: Quod a poena aut a culpa Deus non absolvit, nec aliquis sacerdos absolvere possit.
Esta proposición del Tostado, la cual, como observa oportunamente el P. Mariana, «a los indoctos alteraba y a los sabios no agradaba», fue vigorosamente impugnada, bien así como algunas otras aserciones del mismo, por Juan de Torquemada. Pero el punto en que se manifestó de una manera más enérgica y viva el antagonismo doctrinal entre el obispo Abulense y el Cardenal dominico, fue el que se refiere a la autoridad del Sumo Pontífice. Mientras que el segundo afirmaba y defendía la potestad suprema del Papa en la Iglesia universal, su infalibilidad dogmática y la superioridad del Pontífice sobre el Concilio general, el Abulense se expresaba en esta materia como pudiera hacerlo el galicano más absoluto y exagerado. No se contenta con subordinar y sujetar la autoridad del Papa a la autoridad del Concilio, sino que afirma terminantemente que el Papa puede errar acerca de la fe (sed etiam circa fidem potest Papa ignorare et errare et effici haereticus), y añade, en consecuencia, que aunque el Papa condene alguna proposición como herética o declare que algún autor sintió heréticamente, no es necesario que esto sea verdad, siendo muy posible que el Papa incurra en error al hacer esto: Ex quo apparet, quod dato, quod Papa damnet aliquam conclusionem tamquam haereticam, vel aliquem auctorem dicat haeretice sensisse, non sequitur necessario illam conclusionem esse haereticam aut auctorem illum haeretice sensisse, quia potest esse quod Papa erraverit.
Todavía es más extraño, si cabe, la preferencia que concede a los dichos o sentencias de los varones doctos sobre la autoridad o decisión del Papa, cuando se trata de fijar o determinar la verdad, aun en las cosas pertenecientes a la Sagrada Escritura: quantum ad determinationem veritatis etiam in Sacra Scriptura, magis standum est dictis doctorum virorum quam dictis Papae.
Palabras son estas que no andan muy lejos del libre examen del luteranismo; que prueban que el P. Burriel no anduvo muy descaminado al calificar de atrevidas ciertas proposiciones del Tostado, y que justifican la resistencia que opuso la universidad de Alcalá cuando el Gobierno, inspirado por el jansenismo francés, quiso que, en lugar de las obras de Santo Tomás y de otros escolásticos, se enseñara por las del Abulense y Alonso de Cartagena.
{2} «Magis aut minus acutius aut hebetius intelligere provenit ex acumine intellectus: acumen autem intellectus consistit in duobus; primo, in quodam lumine intellectus agentis; secundo, in dispositione organorum phantasticorum subservientium intellectui. Lumen intellectus agentis... est in quibusdam major, in quibusdam minor.» Opusc, super Ecce Virgo conc., pág. 56.