En el decurso de la historia de la Filosofía escolástica hemos tropezado más de una vez con nombres de filósofos árabes y judíos, lo cual quiere decir que [424] fuera de la Filosofía escolástica, pero al lado y en dirección paralela a la misma, se verificó un movimiento filosófico más o menos importante en el seno del mahometismo y del judaísmo, movimiento del cual no es posible prescindir en una historia general de la Filosofía, siquiera sea compendiosa.
Y comenzando por la Filosofía de los árabes, diremos con Munk, que, «durante los primeros tiempos del islamismo, el entusiasmo que excitó la nueva doctrina, y el fanatismo de los feroces conquistadores, no dejaron lugar a la reflexión, y no se pudo pensar en ciencia ni Filosofía. Sin embargo, apenas había transcurrido un siglo, cuando algunos espíritus independientes, procurando darse cuenta de las doctrinas del Corán, admitidas hasta entonces sin más prueba que la autoridad divina de este libro, emitieron opiniones que se convirtieron en germen de numerosos cismas musulmanes: viéronse nacer paulatinamente diferentes escuelas, que más tarde supieron revestir sus doctrinas de formas dialécticas..., y de escuelas teológicas, que eran antes, se transformaron en verdaderas escuelas filosóficas.»
En efecto: un siglo después de Mahoma aparecen ya en el seno del islamismo la secta de los Kadritas y la de los Djabaritas, las cuales, aparte de otros puntos, profesaban opiniones opuestas con respecto a la libertad, puesto que los primeros afirmaban que el hombre posee libre albedrío y es dueño de sus acciones, al paso que los Djabaritas eran partidarios del fatalismo absoluto y negaban al hombre todo género de libertad. Poco después apareció la secta de los Motazales, o sea los disidentes, apellidados así porque se [425] apartaban del Corán en muchos puntos, pero principalmente porque negaban la existencia de atributos en Dios, y porque afirmaban que el hombre es perfectamente libre y causa única del bien y del mal en todas sus acciones.
La necesidad de combatir las teorías contrarias y defender las propias, obligó a estas sectas a buscar armas en la dialéctica y en las demás partes de la Filosofía. De aquí la transformación paulatina de aquellas sectas en escuelas filosóficas, y el desarrollo del movimiento intelectual en el seno del islamismo, desarrollo y movimiento en los cuales influyó indudablemente de una manera eficacísima la literatura cristiano-oriental.
En la primera mitad del siglo VIII, San Juan Damasceno escribía su Dialéctica y su obra De Fide Orthodoxa, especie de suma teológica; la cual, en unión con la dialéctica, debió contribuir a excitar entre los musulmanes, con quienes vivía, la afición al estudio de las cuestiones más importantes en el orden filosófico y teológico. Al propio tiempo, los nestorianos, que al refugiarse y diseminarse por las provincias del Asia Menor, por el Egipto, la Siria y la Persia, llevaron consigo la literatura griega, iniciaron a los árabes en todos sus ramos, y esto con tanta mayor facilidad, cuanto que éstos fraternizaron con los nestorianos desde luego, a causa de la afinidad de sus opiniones acerca de Dios y de Jesucristo.
Porque en el Egipto, la Persia y la Siria no podían menos de conservarse semillas y reminiscencias de la ciencia cristiana y de las diferentes escuelas que en aquellas regiones habían florecido a la sombra y bajo [426] las inspiraciones del Cristianismo. Cuando los sectarios del islamismo conquistaron aquellas regiones, todavía se dejaba sentir en ellas la irradiación filosófica y científica –aunque debilitada ya– de las famosas, escuelas cristianas de Alejandría y de Antioquía. Y esta irradiación y aquellas semillas se reanimaron, crecieron y adquirieron nuevo vigor y fuerzas al calor de los nestorianos, cuando se diseminaron y establecieron en aquellas regiones, y principalmente en la Siria. Humboldt observa y dice con razón, que «los sirios, raza también semítica como los árabes, fueron los que iniciaron a estos últimos en la literatura griega, cuyo conocimiento habían recibido aquellos de los nestorianos, perseguidos por el crimen de herejía. Mahoma y Abubekr, tenían ya en la Meca relaciones de amistad con médicos formados en la célebre escuela de Edesa que los nestorianos habían fundado en Mesopotamia.»
Por lo dicho se ve que el movimiento filosófico entre los árabes fue debido en primer término a su contacto con los cristianos de la Iglesia oriental, y principalmente con los nestorianos, que tenían escuelas públicas en que se enseñaba la dialéctica, las matemáticas, la astronomía, y sobre todo la medicina. De aquí la preponderancia de esta última entre los filósofos árabes, y de aquí también la preferencia que entre los mismos obtuvo Aristóteles a causa de sus trabajos dialécticos, de su dirección empírica o experimental, y de sus tratados sobre las ciencias físicas y naturales. Las obras del Estagirita, juntamente con las de sus principales intérpretes, Porfirio, Temistio, Alejandro de Afrodisia y Juan Filopón, constituyen la base y el objeto principal de la especulación [427] arábigo-filosófica: las versiones greco-siriacas y arábigas de sus escritos sirven de punto de partida en este movimiento, y Aristóteles es para la Filosofía de los sectarios de Mahoma el filósofo por excelencia, cuyo mérito obscurece y borra el de todos sus predecesores, el escritor perfectísimo cuyas obras son incapaces de adición, el hombre a quien los antiguos dieron con justicia el epíteto de divino, y en cuyos escritos no se encuentra cosa alguna de consideración que pueda ser refutada;{1} los escolásticos más exagerados y prevenidos en favor de Aristóteles, no llegan a los árabes sobre este punto.
Andando el tiempo, los filósofos árabes conocieron y estudiaron algunos libros de Platón, y algunos también inspirados en su doctrina y en la de los neoplatónicos alejandrinos. Así es que vemos que Averroes comenta, o, mejor dicho, parafrasea la República de Platón, y que tanto él como otros filósofos mahometanos anteriores tuvieron conocimiento y se apropiaron algunas ideas pertenecientes al platonismo antiguo y nuevo, y con especialidad las contenidas en el famoso libro De Causis. [428]
Por lo demás, en este punto, lo mismo que en su aspecto aristotélico, la Filosofía de los árabes debe su origen y gran parte de sus progresos a los cristianos que tradujeron estas obras del griego al siríaco y después a la lengua arábiga. A pesar de sus ideas anticristianas y de sus conclusiones racionalistas, Ueberweg reconoce y confiesa que a los cristianos de la Siria debieron los árabes mahometanos, no solamente el conocimiento de los escritos de Aristóteles, sino también el de sus discípulos{2} y el de algunos neo-platónicos; y después de consignar que el mismo Mahoma había tenido comercio o trato con monjes nestorianos (Mit nestorianischen Mänchen hat auch Mohammet Verkehr gehabt), prueba que a estos se debieron las versiones de Aristóteles y de otros filósofos griegos hechas durante los siglos VIII y IX, pero principalmente durante el X, las cuales sirvieron de texto y como de punto de partida para los comentarios{3} de los principales representantes de la Filosofía árabe.
Aun con respecto a la medicina y a las ciencias físicas y naturales, los mahometanos y árabes recibieron [429] el impulso de los cristianos. Sin contar que el autor mismo del Corán tuvo por médico y amigo al nestoriano Hareth de Calda, es sabido que de la escuela de Edesa salieron la mayor parte de los médicos y físicos que iniciaron a los árabes en estas ciencias. Consta, además, que aun las escuelas o universidades fundadas posteriormente por los Califas en Bagdad, Damasco y otras partes, estuvieron dirigidas por sabios formados en las escuelas cristianas, y principalmente por los nestorianos. Y eso que se trata aquí de ciencias cuyos progresos debieron mucho a los árabes, porque si hay una rama del saber humano en que éstos hayan dado pruebas de originalidad y en que hayan trabajado con ahínco y con verdadero fruto, es sin duda alguna la que se refiere a las ciencias físicas y naturales.
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{1} He aquí, en prueba de lo dicho, y para que no se crea que exageramos, lo que escribe Averroes: «Postquam notuere libri hujus viri (Aristotelis), libri praedecessorun ejus fuerunt abnegati et aboliti... Nullus posteriorum ejus usque ad praesens tempus, quo sunt fere mille et quingenti anni, potuit quidquam addere his quae ipse tractavit, neque aliquid impugnare quod sit alicujus momenti vel considerationis. Inveniri autem hoc in unico individuo est alienum ac maxime miraculosum. Haec autem, cum reperiuntur in aliquo viro, debent potius ascribi divino statui (flatui?) quam humano; et ideo antiqui vocabant eum divinum.» Oper., edic. de 1562, t. IV, proemio In libros Physic., pág. 5.ª
{2} «Die Bekanntschaft der mohammedanischen Araber mit den Schriften der Aristoteles wurde durch syrische Christen vermittelt... Nicht nur die Schriften der Aristoteles selbst, sondern auch mehererer alter Aristoteliker... auch neuplatonischer Interpreten, wie Porphyrius und Ammonius, ferner des Galenus, etc., wurden in's Syrische und Arabische übersetzt.» Grundris der Geschich. der Philos., t. II, pág. 163.
{3} «Im zehnten Jahrhundert, añade el historiador alemán, wurden neue Uebersetzungen angefertigt und zwar durch christliche Syrer... Die von diesen Männern ausgegangenen arabischen Uebersetzungen haben sich weit verbreitet und grossentheils bis heute erhalten; ihrer haben sich Alfarabi, Avicenna, Averroes und die anderen arabischen Philosophen bedient.» Ibid., pág. 164.