φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:90919293949596979899100Imprima esta página

§ 92. Avicena

Treinta años después de la muerte de Al-Farabi, o sea en el año de 980, nació en las cercanías de Bokhara el célebre Ibn-Sina, apellidado o conocido generalmente con el nombre bastante popular de Avicena. A los diez y siete años de edad había adquirido ya gran reputación como médico, profesión que ejerció con honra y provecho en las cortes de diferentes príncipes y en varias ciudades del Dahistan, de la Persia, del Khorasan y del Asia Menor.

Habiendo librado al rey de Hamadan de una enfermedad peligrosa, recibió de éste grandes honores y hasta el cargo de visir, sin que este cargo ni aquellos honores le impidieran entregarse a sus tareas literarias. [442]

Durante los primeros años de su juventud, la actividad de su espíritu se concentró en el Isagoge de Porfirio, las matemáticas de Euclides y el Almagesto de Tolomeo, y a la edad de veinte y dos años, según él mismo dice, escribió dos o tres tratados de Filosofía. «Después de haber profundizado, añade en su autobiografía, la lógica, las ciencias físicas y las matemáticas, abordé la teología especulativa; pero esta ciencia permaneció incomprensible para mí, hasta que la casualidad me hizo entrar en posesión de un escrito de Al-Farabi, que por tres dracmas adquirí en un mercado de libros.»

Nuestro filósofo falleció en Hamadan a los cincuenta y siete años de edad.

Sin contar sus numerosas obras referentes al arte de curar, entre las cuales se distingue su Canon de medicina,{1} que sirvió de base y de texto por mucho tiempo en algunas escuelas de medicina, Avicena escribió varios tratados filosóficos, en los cuales se limita generalmente a exponer y seguir la doctrina de Aristóteles y de sus comentadores griegos, sin perjuicio de modificarla alguna vez, y aun de adoptar opiniones diferentes sobre algunos puntos. Averroes, en su famoso libro Destructio Destructionis pretende que Avicena, o al menos sus partidarios, enseñaban el panteísmo y negaban la existencia de Dios como [443] substancia separada del mundo, como inteligencia subsistente, distinta y separada de las esferas celestes. Tofaïl y otros escritores árabes suponen también que Avicena enseñaba el panteísmo en su Filosofía oriental, obra que no ha llegado hasta nosotros.

Pero, sea de esto lo que quiera, parece cierto que Avicena enseñó, entre otros, los siguientes puntos:

1.º Dios, como ser perfectamente uno, sólo produce inmediatamente un ser, y, por consiguiente, el universo, como conjunto de seres y substancias, no procede de Dios inmediatamente, sino mediante la primera inteligencia, efecto inmediato de Dios; doctrina en la cual se descubre la dirección emanatista del neoplatonismo, sobre todo si se tiene en cuenta que esta primera inteligencia creada produce o crea la segunda, y ésta la tercera cuando se convierte hacia la inteligencia superior y la conoce (secundam autem cum ad primam se convertens intelligit, tertiam producere), lo cual trae a la memoria las teorías panteístico-emanatistas de los gnósticos y de Plotino.

2.º En relación con la anterior doctrina acerca del proceso de la creación, Avicena enseñaba igualmente que el conocimiento que Dios tiene del mundo es sólo un conocimiento universal, sin extenderse a las cosas singulares, doctrina que lleva consigo la negación de la providencia divina. Por lo demás, Avicena, como la mayor parte de los filósofos árabes, enseñaba la eternidad del mundo y de la materia.

Así es que para el filósofo de Bokhara, lo que se llama ordinariamente creación del Universo, se reduce, en realidad de verdad, a un proceso de emanación para las inteligencias y almas separadas (ex istis [444] intelligentiis quaedam earum consequitur quandam sicut causatum causam... ab uno autem et simplici non provenit nisi unum), y a un proceso de organización y de introducción de formas diferentes en la materia; de manera que para Avicena, Dios debe apellidarse dador de las formas (datorem formarum), más bien que creador de las substancias materiales.

La teoría emanatista de Avicena, en lo que toca a los seres y formas inteligentes, puede resumirse en los siguientes términos: de Dios, ser absoluto, substancia primera, inteligencia infinita, deriva o emana la inteligencia primera, la cual comunica el movimiento al primer cielo, o sea a la primera esfera celeste. De esta primera inteligencia, emanación primordial de Dios, emana, a su vez, una segunda inteligencia, que mueve al segundo cielo, y así sucesivamente, hasta llegar, por medio de emanaciones decrescentes, a la inteligencia, que está encargada de comunicar el movimiento a la última esfera celeste, origen o principio del entendimiento activo o agente del hombre; de manera que lo que llamamos y llama Aristóteles el entendimiento agente, debe su origen a la inteligencia que pone en movimiento la esfera celeste más cercana a nosotros.

Conviene tener presente aquí que Avicena, en ocasiones, da el nombre de entendimiento activo a Dios, o sea a la Inteligencia suprema, que no debe confundirse con el entendimiento agente de los aristotélicos. Y añadiremos también que, inspirándose en las ideas neo-platónicas en esta cuestión, como en otras varias, Avicena reconoce y admite que nuestra alma, aun en la vida presente, puede romper o suspender los lazos que la unen al cuerpo, y elevarse a la unión íntima con [445] Dios, o sea la Inteligencia activa suprema. Para legitimar esta conclusión, Avicena abandona la teoría de Aristóteles en orden al compuesto humano, afirmando que las relaciones entre el cuerpo y el alma son relaciones semejantes a las que existen entre el motor y el móvil, entre el agente y su instrumento.

3.º Según Averroes, fue opinión y doctrina de Avicena que el alma humana es causa eficiente, y, como si dijéramos, creadora de las demás formas substanciales, las cuales son impresas o introducidas en la materia por la acción del alma,{2} en lo cual pudiera sospecharse alguna reminiscencia confusa de las teorías neoplatónicas.

4.º Atribuye a la imaginación y a la voluntad del hombre el poder o fuerza, no sólo de producir mutaciones en su propio cuerpo, sino en los cuerpos externos, y hasta el poder o fuerza para producir lluvias, esterilidad, caídas, con otros fenómenos análogos: est hoc dominium tale, ut per voluntatem talis animae, fiant pluviae, sterilitates, et homo dejiciatur ab equo, et infirmetur et sanetur.

Esta doctrina, que debió influir en algunas creencias y prácticas supersticiosas de los últimos siglos de la Edad Media, puede considerarse a la vez como premisa del moderno espiritismo teórico y práctico, con el cual conviene hasta en la teoría privilegiada de los mediums; porque Avicena y sus discípulos decían [446] también, según Camperio, que este poder superior era privilegio de algunas almas: nec tamen id ajunt omnibus animabus ese commune, sed quarundam esse privilegium singulare.

5.º Avicena, no sólo enseñaba que las esferas celestes están animadas y son movidas por las Inteligencias, o sea por ángeles, lo cual era opinión común entre los árabes, sino que les atribuía la facultad imaginativa, lo cual abre el camino al sensualismo en psicología, porque tiende a borrar la línea divisoria y esencial entre los sentidos y el entendimiento.

Al hablar del destino final del hombre, o de lo que constituye su felicidad y perfección suprema, Avicena deja entrever con bastante claridad que tenía por despreciables y erróneas las enseñanzas del Corán sobre este punto;{3} y en su calidad de filósofo, coloca la felicidad verdadera y la perfección del hombre en la unión con Dios como verdad primera, en la posesión de los bienes del alma, y no en la de groseros deleites corporales, según supone la ley de Mahoma.

Estas ideas del filósofo de Bokhara, nada conformes con los principios y tendencias del Corán; las teorías y opiniones del mismo que dejamos consignadas, y que tienen mucho de heterodoxas desde el punto de vista musulmán, sin contar algunas otras no más [447] ortodoxas que le atribuyen Averroes y Maimónides, fueron causa de que Avicena adquiriera y conservara entre sus correligionarios fama y nombre de racionalista y de incrédulo. De aquí es que Al-Gazzali, que, según hemos visto en el pasaje citado en el párrafo anterior, coloca a Avicena al lado de Al-Farabi entre los enemigos del profetismo o los del Profeta del Islam, en otros lugares de sus escritos le presenta como uno de «aquellos cuya fe ha sido debilitada y adulterada por la Filosofía, hasta el punto de no creer el dogma del profetismo»; por uno de los filósofos «que tratan los dogmas religiosos lo mismo que los dogmas de la Filosofía»; como uno de los que contribuyeron más eficazmente a difundir y consolidar entre los musulmanes la incredulidad y el indiferentismo religioso.

Avicena escribió un tratado especial para rebatir las inepcias de la astrología judiciaria, cuya vanidad y peligros demuestra con razones, y hasta con burlas y sarcasmos.

Además de los caracteres indicados, la doctrina de Avicena se distingue por su tendencia a fundir y amalgamar la Filosofía aristotélico-árabe con la de los neo-platónicos de Alejandría.

Ya dejamos dicho que Avicena es más conocido como médico que como filósofo, y ciertamente que sus obras de medicina entrañan mayor mérito y son más sólidas,{4} por punto general, que las que tratan de Filosofía.

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{1} Liber canonis totius medicinae ab avicenna arabum doctissimo escussus, a gerardo cremonensi ab arabica lingua in latinam reductus, et a Petro í¢tonio rustico placêtino î phîí¢ (in philosophia) ní´ mediocriter erudito ad limí¢ ex omni parte ab errorib.s et omni barbarie castigatus... 1522. Al final de esta antigua y curiosa edición se dice: Liber avicennae lugduni finê sortitus est optutum, opí¢ (operí¢) Jacobi myt, diligentissimi calcographi.

{2} «Dixit (Avicenna) in sexto suae abreviationis De Anima, quod anima non est illud in quo sunt omnes formae tantum secundum esse intelligibile et sensibile, sed est illud quod ponit omnes formas in materiis et creat eas.» Aver. op., t. VIII. Metaphys., lib. VII, cap. X.

{3} He aquí en qué términos se expresa en el lib. IX, cap. VII, de su Metafísica: «Lex nostra, quam dedit Mahomethus ostendit dispositionem faelicitatis et miseriae, quae sunt secundum corpus, sed est alia promissio quae apprehenditur intellectu. Sapientibus vero theologis multo major cupiditas fuit ad consequendum hanc faelicitatem, quam corporum, quae quamvis daretur eis, non tamen attenderunt eam nec appretiati sunt eam comparatione faelicitatis, quae est conjunctio Primae Veritati.»

{4} Llaman ciertamente la atención la abundancia de materiales, la especialidad de conocimientos y la excelencia relativa del método que se observan en su Liber canonis totius medicinae, en el cual se habla con extensión y bastante método de clínica, de terapéutica, de anatomía, de botánica, de fisiología, con otras ramas de las ciencias médicas y sus afines. El filósofo de Bokhara da principio a su obra con la siguiente definición de la medicina: «Medicina est scientia qua humani corporis dispositiones noscuntur ex parte quae sanatur, vel ab ea removentur, ut habita sanitas conservetur, et amissa recuperetur.» Liber can. tot. med., lib. I, cap. I.