φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

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§ 15. Escuela teosófico-naturalista

Lo que caracteriza y distingue a los representantes de esta escuela, es la amalgama más o menos sistemática, a la vez que extraña y frecuente, de ideas pertenecientes a la magia natural, la alquimia, la astrología, la teúrgia y la cábala, con ideas más o menos filosóficas, con observaciones físicas y con experimentos químicos. [59]

Ocupa lugar preferente en esta escuela el famoso

a) Paracelso (Aureolo-Teofrasto), cuyo nombre propio y primitivo es Felipe Bombat de Hohenhein, el cual nació en Suiza, no lejos de Zúrich, en 1493, y murió en 1541. Sus libros y su doctrina representan un conjunto informe de química, de medicina y de magia teúrgica. Consideraba algunas enfermedades como efectos de la acción de los espíritus, y para su curación aconsejaba que se consultara con las brujas, zíngaros, rústicos, etc. (oportet medicum quandoque accedere ad vetulas, sagas, zingeiros, rusticos et circumforaneos), en atención a que Galeno y Avicena son inútiles al efecto: De tali curatione, nec Galenus, nec Avicenna scripserunt, aut sciverunt aliquid.

Llevado de extremada jactancia y pedantería, apellidábase a sí mismo Reformador de la medicina; trataba con soberano desprecio a todos los demás médicos, sin excluir a Hipócrates y Galeno, a quienes calificaba de charlatanes; se gloriaba de recibir de Dios directamente sus conocimientos, y evocaba con frecuencia los demonios y espíritus, según su biógrafo Erasmo. Sin embargo, ni aquellos conocimientos que suponía recibidos de Dios, ni su comercio con los espíritus, pudieron evitarle la desgracia de morir en el hospital de Salzburgo, cuando sólo contaba cuarenta y ocho años de edad, no obstante que se jactaba de poseer un remedio para alargar la vida de los hombres por espacio de varios siglos. En medio del fárrago de cosas inútiles, falsas y supersticiosas que contienen sus escritos, encuéntranse algunas observaciones y experimentos útiles para la química y la medicina. Su teoría de que la acción perniciosa o mala de un [60] principio debe ser combatida, no con un principio contrario, sino con la acción favorable o buena del mismo principio, parece que entraña cierta anticipación de la moderna homeopatía.

b) Jerónimo Cardano, que nació en Pavía año de 1501 y murió en 1576, ofrece bastante semejanza con Paracelso en su vida, sus escritos y su doctrina. Lleno de vanidad y de amor propio, recorre la Europa preconizando por todas partes sus curas maravillosas, sus méritos y su saber sin igual. Pero, en realidad de verdad, su ciencia consiste en un conjunto de ideas y nociones, exactas algunas, falsas otras, extravagantes y peligrosas muchas, tomadas principalmente de la química, la medicina y las matemáticas; todo ello salpicado y amalgamado con ideas y formas astrológicas, teúrgicas y mágico-teosóficas. Porque es de notar que Cardano se gloriaba de tener visiones y revelaciones divinas, entrevistas con Dios y con los demonios, y conversaciones con los ángeles, viendo a la vez espectros y oyendo voces sobrenaturales.

Como Paracelso, y acaso con más solidez y eficacia que Paracelso, Cardano contribuyó al progreso de las ciencias naturales y exactas con sus descubrimientos y observaciones. En medio de sus extravagancias y errores de todo género, sus obras De subtilitate y De varietate rerum, contienen puntos de vista, ideas y observaciones más o menos útiles y originales, pero todo ello mezclado con puerilidades, fábulas, y, sobre todo, con supersticiones{1} de todo género. Cardano [61] admitía también un alma universal del mundo, y pretendía explicar gran parte de los fenómenos naturales por medio de la misma, en unión con la simpatía y antipatía, que desempeñan papel importante en su teoría físico-cosmológica.

Sus enemigos y detractores, entre los cuales se cuenta Escalígero, le acusaron de impiedad y hasta de ateísmo. Sin negar que estas acusaciones fueran exageradas y no del todo justas ni desapasionadas, la verdad es que no carecían de fundamento, al menos bajo el punto de vista de la ortodoxia cristiana. Porque ello es cierto que el médico italiano fue hombre que no tuvo reparo en sacar el horóscopo de Jesucristo, pretendiendo explicar por este medio, o sea por la influencia de las constelaciones que presidieron a su nacimiento, las acciones prodigiosas, el poder sobrehumano y los milagros obrados por el fundador del Cristianismo. Como muchos incrédulos y como los modernos espiritistas, Cardano, que acudía a una intervención sobrenatural para explicar los fenómenos de la naturaleza física, reservaba la explicación naturalista precisamente para las cosas o fenómenos que exigen y entrañan la acción sobrenatural y divina.

En sus escritos, y sobre todo en su citada obra De subtilitate, se advierten, no solamente opiniones peregrinas, como la que atribuye memoria a todas las partes [62] del cuerpo (videtur memoria omnibus corporis partibus inesse), sino ideas y tendencias marcadamente heterodoxas y averroísticas. Sin contar que Escalígero supone y afirma que negaba la inmortalidad del alma,{2} es lo cierto que el modo con que se expresa el médico de Pavía acerca del entendimiento tiene mucha afinidad con la concepción de Averroes. Para Cardano, el entendimiento es una substancia que existe fuera del hombre y que comunica o asiste a éste lo mismo que a las bestias, sólo que la comunicación con el hombre es más perfecta e interior, por razón de su mayor inmaterialidad respecto de las bestias, cuya materia más grosera no se presta a una comunicación tan íntima, sin que por esto haya distinción real entre el entendimiento del hombre y el de las bestias: Ingredi igitur (intellectum unum) in hominem, atque eo fieri ut homo intelligat. Eundem intellectum etiam belluis imminere easque ambire; at ipsi non patere aditum propter materiae ineptitudinem. Igitur hominem intus irradiare, circum belluas extrinsecus collucere: neque alia re hominis intellectum ab intellectu differre belluarum.

c) Entre los que siguieron y conservaron la dirección de Paracelso y Cardano, debe mencionarse también al inglés Roberto Fludd (de Fluctibus), que nació en el condado de Kent en 1574 y murió en 1637. La química, la cábala y la magia teúrgica le sirven [63] para explicar los fenómenos de la naturaleza, y especialmente las enfermedades, cuyo origen y curación atribuye a ciertos genios y espíritus diseminados por la naturaleza.

d) El célebre médico Van-Helmont (Juan Bautista), que nació en Bruselas año de 1577 y murió en 1644 como buen católico, después de haberse retractado de algunos errores contenidos en sus obras, y principalmente en la que lleva por título De magnetica vulnerum curatione. Tanto en este Van-Helmont, como en su hijo Francisco Mercurio, se descubren y observan, no sólo la dirección teosófico-naturalista de Paracelso, sino muchas de sus paradojas, sin contar algunas nuevas, como la metempsicosis profesada por Van-Helmont el hijo. El primero, o sea el padre, se gloriaba de tener comunicaciones con Dios por medio de visiones y éxtasis, en las que aprendía muchas verdades relativas a la medicina y la física. Como Paracelso, se jactaba de poseer una panacea para alargar la vida indefinidamente, lo cual no le libró de la muerte. Leibnitz, que debió conocer a Van-Helmont el joven, le dedicó un epitafio, en el cual, a vuelta de los elogios propios de un epitafio,{3} se revela la doctrina teosófica del protagonista.

e) Los protestantes alemanes Weigel (Valentín) y Boehm (Santiago) pueden contarse también entre los representantes de esta escuela, si bien es cierto que el [64] fondo de su doctrina presenta aspectos teológico-cristianos más explícitos que los que aparecen en los anteriores representantes de la escuela teosófico-naturalista. En la doctrina del primero (1533-1588) puede decirse que entran por partes iguales el elemento neoplatónico, el religioso-protestante y el paracélsico, mas algunas ideas y reminiscencias de Eckart.

El segundo, natural de una aldea próxima a Gärlitz (1575-1624), después de haber sido pastor y zapatero, se entregó a la contemplación de los libros santos, y por medio de visiones, éxtasis y revelaciones que recibió de Dios, según nos dice, alcanzó el conocimiento íntimo de la Divinidad y de la naturaleza. Paracelso y Weigel fueron casi los únicos autores que conoció, y esto explica la amalgama que hizo de ideas místicas y de ideas físicas, psicológicas y naturalistas. El fuego corresponde a la naturaleza en Dios, la luz corresponde al espíritu, pues Boehm distingue en Dios la naturaleza y el espíritu. La sal es el símbolo de la conciencia, el mercurio lo es de la multiplicidad, y el azufre representa y simboliza a la angustia.

A este tenor, y por medio de esta amalgama de ideas psicológicas, físicas y teosóficas, Boehm explica la creación o processus de las cosas. El sistema del teósofo alemán conduce o entraña también la identificación substancial del alma humana con Dios, la impotencia del hombre para conocer la verdad por sus propias fuerzas y la necesidad, al efecto, de la iluminación divina.

El fondo real de la doctrina de Boehm, una vez despojada de sus fórmulas y símbolos místicos, es la unidad absoluta de substancia, y en este concepto sus [65] amigos y discípulos tuvieron razón en llamarle el filósofo alemán; porque representa la concepción panteísta, y es como el precursor lejano del gran movimiento panteísta que en tiempos posteriores apareció en la Filosofía germánica.

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{1} El título solo de algunos capítulos de su voluminosa obra De varietate rerum, basta para conocer su extravagancia y sus preocupaciones sobre esta materia. He aquí los epígrafes de algunos de sus capítulos: Divinatio an sit, et an in omnibus, y por cierto que admite la adivinación en casi todas las cosas, y especialmente en la medicina, agricultura, náutica, fisonomía y astrología.– Chiromanticae observationes.– Striges seu lamiae et fascinationes.– Aruspicia.– Soni ac voces praeter naturam.– Sigila.– Magia Artesii.– Praecantationes, con otros muchos por el estilo.

{2} «Tu in libris tuis De anima, secuutus Averrois atque eo prioris Themistii vaesaniam, fecisti animam mortalem. Intellectum vero, ens unum, primum, omnia implens, atque in unumquodque entium sese insinuans, quae pro suo quaeque captu et admittant et habeant ad usum tuendae vitae.» De subtilitate ad Cardanum. página 398.

{3} He aquí parte de este epitafio:

«Nil patre inferior, jacet hic Helmontius alter

Qui junxit varias mentis et artis opes:

Per quem Pythagoras et Cabbala sacra revixit