Tomás Campanella, que metió mucho ruido en su tiempo, tanto por sus escritos y doctrina, cuanto por las persecuciones de que fue objeto y las vicisitudes de su vida,{1} fue natural de Stilo, en la Calabria, donde [204] nació año de 1568. Joven aún, vistió el hábito de la Orden de Santo Domingo, en la que perseveró hasta su muerte, acaecida en 1639.
Hombre de inmensa lectura, genio dotado de un amor ardiente por el saber, Campanella cultivó casi todas las ciencias entonces conocidas; pero, arrebatado y extraviado a veces por su imaginación fogosa e incapaz de freno, sus escritos presentan un conjunto enciclopédico, en cuyo fondo aparecen y chocan multitud de ideas, no siempre sanas ni armónicas; una amalgama especial de grandes verdades y grandes errores.
En el orden crítico-filosófico, Campanella, que se veía rodeado de renacientes entusiastas, ora en favor de Aristóteles, ora en favor de Platón, rechaza y combate con vigor contra las exageraciones del Renacimiento en esta materia, reduciendo a justos límites la importancia y el valor de los filósofos paganos. Con este designio, y con el de poner coto a las pretensiones de ciertos escolásticos, para quienes no había más Filosofía ni más autoridad doctrinal que la de Aristóteles, [205] se complace en poner de manifiesto los errores y defectos de este filósofo. Así es que, en contra de los renacientes y de los escolásticos que sólo pensaban con Aristóteles, discute y resuelve en sentido afirmativo las dos siguientes cuestiones:utrum liceat novam post gentiles condere philosophiam–utrum liceat Aristoteli contradicere, y en sentido negativo la siguiente: utrum liceat jurare in verba magistri.
Desenvolviendo y aplicando estas ideas, Campanella quiere que el teólogo cristiano marche sin sujetarse a la autoridad de filósofo alguno y menos a la de Aristóteles,{2} sino escogiendo y tomando de todos lo que haya de verdadero y conforme con la fe cristiana.
Esto no le impidió, sin embargo, reconocer y acatar la autoridad doctrinal de Santo Tomás, al cual defiende contra los que no le concedían el honor (qui ejus honori detrahunt) y respeto que le son debidos, y del cual dice, no sin razón, que debe ser considerado como discípulo, no de Aristóteles, sino de la sabiduría cristiana: Haec et alia multa sunt quae manifestant D. Thomam, non Aristotelis, sed sapientiae christianae discipulum.
A imitación de San Agustín, y antes que Descartes, [206] Campanella discute y demuestra lo absurdo del escepticismo y combate sus conclusiones, echando mano del testimonio de la conciencia o sentido íntimo. Según el filósofo calabrés, es posible dudar de la realidad objetiva de las sensaciones y de su conformidad con el objeto representado; pero no es posible dudar de la realidad del yo, de la realidad de sus actos y de la realidad de algunos de sus atributos. Más todavía: la razón, apoyándose sobre estos actos y atributos, y principalmente tomando por punto departida su limitación propia, puede elevarse, y se eleva lógicamente al conocimiento de Dios o de un ser superior que posea estos actos y atributos sin limitaciones.
Aparte de esta prueba, en parte psicológica y en parte ontológica de la existencia de Dios, Campanella admite una especie de conocimiento intuitivo e inmediato de Dios, conocimiento que se realiza por medio de un contacto íntimo (tactus intrinsecus) del alma, o digamos de la inteligencia con la divinidad.
Con respecto a las demás ciencias, o sea a las que no tienen por objeto a Dios, la experiencia y el raciocinio o especulación racional son los dos instrumentos principales para su investigación y adquisición. En la micrología natural, o sea en la fisiología, la física, la astronomía, la mágica natural, la medicina, la mecánica, etc., debe predominar la observación de los fenómenos y el método experimental; en la micrología racional, o sea en la teodicea, la metafísica, la lógica, la gramática, etc., debe darse la preferencia a la especulación racional, aunque sin excluir la experiencia externa e interna, principalmente en las ciencias morales, políticas y sociales. [207]
Uno de los puntos capitales de la Filosofía de Campanella es lo que pudiéramos llamar su teoría teológico-cosmológica. El ser y el no-ser representan el dualismo absoluto y primitivo. La contradicción absoluta que existe entre estos dos términos, se deriva y comunica a sus propiedades fundamentales. Tres son los atributos o propiedades primarias (primalitates) del ser: la potencia, la sabiduría y el amor,{3} a las cuales responden por parte del no-ser la impotencia, la carencia de saber (insipientia) y el odio metafísico, siendo de notar que se trata aquí de primalidades que entran en la constitución de todos los seres, sin excluir a Dios: Omne enim ens constat potentia essendi, sensu essendi, et amore essendi, sicut Deas, cujus imaginem aut vestigium gerunt.
En Dios, que es el ser puro, infinito, simplicísimo, existen y subsisten en unidad simplicísima las tres primalidades del ser, con exclusión absoluta del no-ser y de sus atributos o propiedades esenciales y primarias. Dios, como ser supremo e infinito, produce las cosas ex nihilo, y las produce imprimiendo en ellas las ideas que a cada cual corresponde, y las produce comunicándoles, con estas ideas y por medio de estas ideas, una participación de su poder, sabiduría y amor; pero por lo mismo que salen de la nada, sólo participan y no poseen propiamente las tres primalidades [208] dichas, y su esencia es una mezcla de ser y de no-ser, con sus respectivos atributos fundamentales, o sea con sus respectivas primalidades.
La idea divina impresa y como inmanente en cada naturaleza finita, y la participación de las tres primalidades absolutas del Ser Supremo, son el principio, la razón suficiente y la medida de su perfección relativa y de sus evoluciones o desarrollo en el tiempo y el espacio.
El Universo-mundo se halla vivificado, dirigido y gobernado por un alma universal (platonismo), que es a la vez sensitiva e inteligente, la cual preside a todos sus movimientos. Los astros y las estrellas son también cuerpos animados, y es probable que los rayos luminosos hagan el oficio de palabras, por medio de las cuales se ponen en comunicación unos con otros. El mundo es como una estatua viva (velut statuam vivam Dei) de Dios, siendo sus partes principales el sol y la tierra, fuente común de la sensibilidad y movimiento{4} de los animales. Pero la sensibilidad, lejos de pertenecer exclusivamente a los animales, se encuentra en todas las cosas, desde la luz y el aire (quoniam et lux videt, sicut aer sonum sentit) hasta los metales y la madera: Lignum sentit exiguum ignem et robustum, sed hunc doloroso, potius sensatione.
Campanella rechaza la teoría de Descartes acerca de los brutos, pero opina que el alma de éstos no es forma substancial de los mismos, y, lo que es más, la considera como un cuerpo aeriforme, compuesto de [209] calor y de una materia sutilísima que mueve y agita el cuerpo con todas sus partes:Nos autem respondemus esse agentem causam interclusam et intra operantem in corpore. Et quidem, spiritum (corpus spirituosum) dicimas compositum ex calore et materia tenuissima.
Tanto en estas y otras análogas teorías, como en la predilección que manifiesta hacia ciertas doctrinas de la antigüedad, aconsejando, entre otras cosas, que se abran o funden escuelas de platónicos y estoicos (scholae Platonicorum et Stoicorum aperiendae sunt), se descubre en Campanella la influencia del Renacimiento.
En su tratado De monarchia hispanica, Campanella, en medio de algunas ideas más o menos erróneas y extrañas, revela conocimientos nada vulgares, y, lo que es más, ideas prácticas acerca del régimen y gobierno de los pueblos. Aconseja, entre otras cosas, como medio para extender y afianzar el imperio español en la Europa, que se procuren y faciliten los matrimonios entre diversas personas pertenecientes a los reinos sujetos al rey de España, tanto más, cuanto que estos enlaces preparan y consolidan la fusión de los diferentes pueblos y razas: Ut hispani cum italis et flandricis mulieribus unam familiam constituant, perutile est Hispania; sic enim mundus paulatim mores hispanicos induet, et facilius sub jugum mittetur... curet hispanicas (mulieres) cum italis aut belgis copulari.
Entre los varios y, generalmente acertados consejos y medios que Campanella propone para el fomento y conservación del Nuevo Mundo, uno es la fundación de escuelas de astronomía, de matemáticas, de mecánica [210] y de otras ciencias y artes acomodadas para observar y conocer aquellas regiones{5} nuevas y apartadas, y para utilizar sus producciones. Con el mismo objeto aconseja que se establezcan ante todo escuelas de náutica (quamprimum seminaria nautarum instituenda esse) y arsenales en las costas de la Península. Campanella observa también con razón que las provincias del Nuevo Mundo no deben mirarse como minas de oro y plata, sino que debe atenderse a conservar y fomentar su población, en lo cual consiste la verdadera riqueza de las naciones: Absurdissimum est, terram illam facere promptuarium auri atque argenti, et non potius hominum, cum hi multo pretiosiores sint.
La verdad es que la monarquía española no hubiera perdido nada, antes hubiera ganado mucho, si sus reyes y ministros hubieran tomado en cuenta y puesto en práctica algunos de los consejos de Campanella.
En el orden religioso, el ideal de Campanella es el gobierno de la humanidad por Jesucristo, o sea la monarquía universal del Mesías (Monarchia Messiae), gobierno ejercido por el Sumo Pontífice en su calidad de Vicario de Jesucristo y cabeza de la sociedad religiosa, a la cual debe estar subordinada la sociedad secular, así como los poderes civiles al poder pontificio o eclesiástico.
En el terreno político-social, Campanella, dando rienda suelta a su imaginación fogosa, incurrió en errores graves y trascendentales, exponiendo y [211] adoptando ideas y doctrinas que apenas se conciben en un filósofo cristiano. Su famosa Civitas Solis, calcada sobre la República de Platón y sobre la Utopía de Tomás Moro, contiene una teoría esencialmente comunista. Entre los habitantes de la Ciudad del Sol, bienes, educación, mujeres, trabajo, comidas, todo es común y todo está sujeto a la voluntad y dirección de los funcionarios públicos.
El organismo político-social y jerárquico en la Ciudad del Sol se halla representado por el gran metafísico, jefe supremo del Estado, y por tres ministros principales, que representan y encarnan el poder, la sabiduría y el amor, en relación con las tres propiedades primitivas o primalidades del Ser Supremo. Bajo estos cuatro magistrados superiores y principales existen y se colocan funcionarios inferiores, como representantes secundarios encargados de desenvolver y aplicar las tres primalidades ya dichas a las diferentes esferas y clases que componen la sociedad.
Es posible que Campanella, al escribir su Civitas Solis, se haya propuesto únicamente dar rienda suelta a su imaginación, y exponer, no una teoría práctica o destinada a la realidad, sino una teoría puramente ideal y utópica. Las ideas que expone en la Monarchia hispanica, en la cual prescinde casi por completo de las teorías contenidas en la Ciudad del Sol, vienen en apoyo de lo dicho, y hacen sospechar que la teoría práctica y real, la verdadera teoría político-social de Campanella, no es la que se halla desenvuelta en su Civitas Solis.
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{1} «Campanella, se dice en la Enciclopedia del siglo XIX, recorrió todas las grandes ciudades de Italia, Florencia, Venecia, Padua, buscando la seguridad que no halló sino en Roma, bajo la protección de muchos miembros del Sacro Colegio. En Florencia había dedicado al gran duque de Toscana su tratado De magno sensu rerum; en Bolonia le fueron robados todos sus escritos, y, entre otros, la Nueva Filosofía; volvió a escribir esta obra, y la perdió de nuevo.
«Después de una corta permanencia en Nápoles, Campanella se retiró a Stilo, y se constituyó en campeón del dogma católico de la potestad pontificia contra los protestantes. Al propio tiempo tomó parte en las discusiones sobre la gracia, renovadas por Molina. Una acusación grave y misteriosa vino a arrancarle de su estudioso retiro. Se le acusó sobre sus opiniones religiosas, a la vez que sobre su conducta política. Se le achacaba, entre otras cosas, el haber compuesto el libro De tribus impostoribus, y el haberse puesto en connivencia con los turcos para establecer un nuevo Imperio en su patria y una religión nueva.
»En cuanto al primer capítulo de acusación, respondió que treinta años antes de su nacimiento ya estaba impreso el libro que se le atribuía. Sometido a torturas atroces, renovadas hasta siete veces (durando cuarenta horas la última prueba), no dejó escapar la menor confesión contra sí. La existencia de la conspiración achacada a Campanella no se ha podido probar hasta ahora... Brucker opina que estalló, en efecto, una conspiración por aquella época, y conjetura que Campanella, dedicado enteramente a la astrología, fue acusado de ser la cabeza y el instigador de un complot, del cual había sido profeta inocente por una casualidad funesta para él. De todas maneras, es cierto que, víctima de la iniquidad o de una ley sin misericordia, Campanella sufrió una prisión de veintisiete años. El estudio y el comercio con los sabios, que se apresuraron a hacerle la corte, aliviaron los sufrimientos de esta cautividad. Gracias a las reiteradas instancias de Urbano VIII, Felipe IV abrió finalmente las puertas de la cárcel a Campanella, el cual fue muy bien acogido por el Papa, y hasta auxiliado con una pensión.
»Sin embargo, el resentimiento de los ministros de España no se apaciguó completamente, y Campanella se vio precisado a disfrazarse y salir secretamente de Roma en el carruaje del embajador de Francia. En Aix, de la Provenza, recibió magnifica hospitalidad en casa del sabio Peiresse. Luis XIII le concedió una pensión de 1.000 libras, y Richelieu le admitió en el Consejo del Rey para consultarle sobre los asuntos de Italia.»
{2} He aquí un pasaje curioso e instructivo sobre la materia: «Dicimus tria: Primum; quod nullus philosophus est acceptatus in scholis christianis tanquam magister indubitata fide dignus; at ex ominium plilosophorum scriptis, theologo christiano seligendum esse id, quod bene ac fidei... consonum dictum esse, examinando, plene cognoverit.
«Secundum; quod si quis philosophorum est acceptatus vel acceptandus, ille est Plato vel alius, non autem Aristoteles.
«Tertium; quod fato diro introductus est Aristoteles, ut sit sciolis magister, qui sapientibus solum fuit aliquando testis contra suos.» De gentilismo non retin., cuest. 1.ª, art. 2º
{3} «Manifestum esse debet, Potentiam, Sapientiam et Amorem, primordia esse altissima constitutiva, non modo rerum compositarum, sed et simplicissimarum. Quinimo, in eis, et ex eis consistere omnium esse, ac potius primalitates et primondia dici debere.» Universalis Philos, seu metaphysic. rerum, juxta prop. dogmata, lib. VI, cap. XI, art. 1.º
{4} «Sol igitur pater, tellusque mater rerum, sensitiva sunt, atque ab ipsis animalia habent sensum, motum et omnia.» De sensu rerum et magia, lib. III, cap. V.
{5} «In locis commodis illius hemisphaerii erigendae sunt Scholae astronomicae, mathematicae, mechanicae atque aliae, prout supra indicatum, ut constellationes, maria, regionesque illius loci pernoscantur.» De monarchia hisp., cap. XXXI.