Aunque la función propia y general de la sensibilidad, considerada como facultad de conocimiento, es suministrar la materia de éste, no entraña sólo las sensaciones como percepción de impresiones (receptividad) externas, sino que encierra también una fuerza interna y activa. En otros términos: las intuiciones sensibles, además y al lado del elemento empírico y a posteriori, incluyen un elemento a priori, producto espontáneo e interno del espíritu. [452]
Este elemento, contenido en el fondo mismo del alma, y que por esta razón se denomina a priori, se halla representado por el espacio, forma y condición general de las sensaciones externas, y por el tiempo, forma y condición general de la experiencia interna; de manera que el espacio y el tiempo deben concebirse como intuiciones primitivas y anteriores a toda experiencia y a todo ejercicio de la sensibilidad. El espacio y el tiempo no son objetos percibidos o conocidos por la sensibilidad, sino condiciones previas del ejercicio de ésta y formas generales de sus representaciones sensibles. Aunque el vulgo se imagina que percibe el espacio y el tiempo como cosas reales y externas, lo que percibe realmente son las cosas en el espacio y en el tiempo: éste y aquél son modos de percibir las cosas, no son objetos percibidos.
Una de las razones que alega Kant para probar que el espacio y el tiempo son intuiciones a priori y formas subjetivas anteriores a la sensibilidad e independientes de ella, es que, aunque podemos prescindir con el pensamiento de las cosas contenidas en el espacio y el tiempo, no podemos prescindir o hacer abstracción del espacio y del tiempo mismo, lo cual prueba, dice Kant, que estas intuiciones puras son internas e innatas en la razón, y que forman parte de la facultad de conocer. Como se ve, Kant confunde aquí la imaginación con el pensamiento, y a pesar de su gran penetración, no alcanzó a discernir entre la abstracción que corresponde a la imaginación y la que corresponde al pensamiento puro.
La idealidad, o, mejor dicho, la subjetividad y naturaleza apriorística del espacio y del tiempo, tesis [453] capital y centro de la estética trascendental kantiana, conduce lógicamente a la subjetividad del conocimiento sensible. Lo que percibimos por medio de la sensibilidad no son los objetos reales, no son las cosas en sí, no es la realidad nouménica, sino las cosas en cuanto aparecen en las formas internas del espacio y del tiempo; las cosas en cuanto modificadas, revestidas y representadas a través de un doble cristal de color, que forma parte de la sensibilidad misma como facultad de conocer.
Según se ve, la estética trascendental de Kant sienta las bases de la tesis idealista, la cual recibe completo desarrollo y como la sanción última en la crítica del entendimiento y de la razón, o sea en la