φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:90919293949596979899100Imprima esta página

§ 97. Dialéctica trascendental o crítica de la razón, según Kant

Después de afirmar que la cantidad, la substancia, el accidente, la causalidad, etc., que atribuimos a las cosas, no existen, al menos para nosotros, en sí mismas o a parte rei, y sí sólo en nuestro entendimiento, Kant intenta probar que lo mismo sucede con respecto a las concepciones propias y peculiares de la razón, a las cuales da el nombre de ideas, para distinguirlas de las categorías, que corresponden a la razón como facultad del juicio.

Así como las categorías son las formas a que se subordinan, los moldes en que se agrupan y coordinan las representaciones sensibles, así también las ideas son como ciertos moldes más elevados, ciertas formas más puras en que se agrupan y coordinan las categorías o nociones que constituyen los juicios. Juntando y aplicando a los actos internos las categorías de substancia y de causa, resulta la idea de alma; reuniendo y aplicando a los fenómenos externos las categorías de ser, substancia, totalidad, causa, unidad, resulta la idea de Dios; de manera que las ideas y la [457] razón a la cual deben su origen, son cosas esencialmente sintéticas, al paso que las categorías son formas simples de suyo, aunque pueden apellidarse sintéticas con respecto a las intuiciones sensibles que les sirven de materia.

Estas síntesis a priori de la razón, o sea las ideas de la razón pura, son formas vacías de realidad objetiva, lo mismo que las categorías, y con mayor razón aún que las categorías; porque éstas, al menos, se refieren a la experiencia y descansan inmediatamente, por decirlo así, en las representaciones e intuiciones de la sensibilidad, mientras que Dios, el alma, el universo, etc., como ideas absolutas de la razón pura, son independientes de la experiencia, y no reciben contenido alguno de la sensibilidad. Por esta razón las ideas, en cuanto distintas y superiores a las categorías y puestas fuera de toda experiencia, constituyen el mundo inteligible, pero puramente subjetivo; porque no sabemos ni podemos saber nada acerca de la realidad objetiva de semejantes ideas, o sea acerca de la existencia real de los seres puramente inteligibles por ellas representados (nous ne savons absolument rien de positif de ces êtres intelligibles purs, nous n'en pouvons rien savoir), tanto más, cuanto que no dicen relación a la experiencia, ni son seres sensibles, lo cual bastaría para quitar todo valor real y subjetivo a semejantes ideas: aussití´t qu'on en sort (de l'expérience possible), ces notions n'ont plus le moindre valeur.

Téngase presente, sin embargo, que cuando decimos que las ideas de la razón pura son independientes de la experiencia, y no reciben contenido alguno de la sensibilidad, debe entenderse esto en el sentido de que [458] sólo presuponen la experiencia y las intuiciones sensibles de una manera remota e indirecta, y no de una manera inmediata, como las categorías o conceptos del entendimiento, los cuales, aunque considerados en sí mismos y en su origen, son apriorísticos, se refieren y aplican a las intuiciones sensibles de una manera inmediata; y en este sentido, el entendimiento puede apellidarse empírico en contraposición a la razón pura, la cual, por su propia naturaleza, en virtud de su propia organización, tiende espontáneamente a la totalidad, o sea a sistematizar y encerrar la pluralidad de los seres en la unidad. De aquí las ideas de alma, universo, Dios, ideas fundamentales de la razón pura, en las cuales vienen a concentrarse y unificarse las sensaciones, todas las intuiciones sensibles, las categorías del entendimiento, no porque estas cosas constituyan el contenido de las ideas de la razón pura, sino porque estas ideas presuponen naturalmente el ejercicio y funciones de la sensibilidad y del entendimiento. Por lo demás, estas tres ideas fundamentales, no solamente son apriorísticas, sino que son la expresión de la tendencia innata de las facultades intelectuales a la unidad y a la universalidad. Con lo cual dicho se está que son formas meramente subjetivas, y que no hay derecho alguno para atribuirles existencia o realidad objetiva. Y el autor de la Crítica de la razón pura es lógico al negar objetividad real a las ideas de la razón pura, toda vez que la había negado de antemano a las categorías del entendimiento, las cuales se hallan más cerca de la experiencia y de las intuiciones sensibles.

Resulta de lo expuesto en los cuatro párrafos anteriores que el fondo substancial de la Crítica de la razón [459] pura, como concepción filosófica y relativamente original, puede resumirse en las siguientes conclusiones:

1.ª En el hombre deben admitirse tres facultades, fuerzas o modos de conocer: la sensibilidad, el entendimiento, la razón.

2.ª La sensibilidad comprende o abraza las sensaciones como elemento a posteriori del conocimiento sensible, y las formas del espacio y del tiempo como elementos a priori del mismo.

3.ª La asociación de estos dos elementos, o, digamos mejor, la coordinación de las sensaciones y su reducción a unidad por medio del espacio y del tiempo como formas generales y a priori de la sensibilidad, constituyen las intuiciones sensibles por medio de las cuales conocemos los fenómenos externos e internos.

4.ª Lo que son el espacio y el tiempo para la sensibilidad, son las categorías o conceptos para el entendimiento, es decir, formas a priori, independientes de la experiencia, y cuya naturaleza y clasificación trae su origen y tiene su razón de ser en las formas del juicio como acto propio del entendimiento.

5.ª Por medio del conocimiento sensible conocemos las cosas según aparecen (fenómenos), pero no según son en sí mismas.

6.ª El conocimiento racional, ora pertenezca al entendimiento por medio de las categorías, ora pertenezca a la razón por medio de las ideas puras, nada nos dice acerca de la realidad objetiva de las cosas representadas en las categorías e ideas, o sea acerca de la cosa en sí, la cual viene a ser para nosotros una X desconocida, un objeto colocado fuera de la esfera de la cognoscibilidad humana. Porque [460]

7.ª El dominio de nuestro conocimiento es únicamente la experiencia posible, y esta sólo nos da el conocimiento de los fenómenos de las cosas en sí, pero no el conocimiento de éstas, o sea de los noúmenos.

8.ª Finalmente, para el hombre no hay más verdad que la que radica y se refiere a la experiencia, porque «todo conocimiento de las cosas, concluye el filósofo de Königsberg,{1} por medio de simples nociones intelectuales o de la razón pura, no es más que simple apariencia, y la verdad no existe más que en la experiencia».

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{1} Prolégomènes à toute metaphysique future, trad. de Tissot, pág. 194.