Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Filosofía elemental
Libro segundo: Psicología. Sección primera: Psicología empírica

Libro segundo
Psicología

Tomada en su significación etimológica la Psicología, es la ciencia del espíritu o del alma espiritual, toda vez que se compone de las dos palabras griegas psyche, que significa espíritu, alma, y logos, que significa tratado. Con relación a su objeto y en el sentido filosófico de la palabra, la Psicología es la ciencia que trata de la naturaleza, atributos, facultades y operaciones del alma humana. El conocimiento racional de ésta, según que se puede adquirir mediante la observación de sus actos y fenómenos, constituye lo que suele apellidarse Psicología empírica o experimental: el conocimiento racional o científico del alma humana que se adquiere por medio del raciocinio, suele apellidarse Psicología racional, y también trascendental.

De estas nociones se infiere:

1º Que la Psicología empírica y la racional no se distinguen entre sí de una manera esencial o sustancial, puesto que tienen el mismo objeto y los mismos principios generales.

2º Que se diferencian o distinguen accidentalmente; en primer lugar porque la empírica se sirve principalmente de [218] la observación psicológica, pero sin excluir enteramente el raciocinio, al paso que la racional se sirve en primer término del raciocinio, y como en segundo término de la observación de los actos u operaciones del alma. En segundo lugar, la empírica se limita en cierto modo al conocimiento y clasificación de las facultades del alma, sin extender sus investigaciones de una manera preferente y directa a la esencia y atributos del alma; al paso que la racional, examina e investiga de un modo especial y preferente los problemas relativos a la esencia, atributos, origen, &c., del alma humana.

3º Que en realidad la Psicología, como ciencia completa y verdaderamente filosófica, abraza la racional y la empírica, porque no puede ser completa si no abraza igualmente el objeto peculiar o preferente de las dos, y si no emplea simultáneamente la observación de los fenómenos psicológicos y el raciocinio, la inducción y la deducción.

En atención a esto, nosotros dividiremos la Psicología en dos secciones, tratando en la primera las cuestiones que atañen más directamente a la Psicología empírica, y en la segunda las que suelen considerarse como peculiares de la racional. [219]

Sección Primera
Psicología empírica

Capítulo primero
Facultades y operaciones del hombre consideradas en general

Artículo primero
Clasificación general de las facultades del hombre

La experiencia nos enseña que el hombre se halla dotado de una actividad que se manifiesta y revela por medio de potencias y funciones múltiples y diferentes entre sí. Observamos en el hombre la facultad de moverse locamente por sí mismo sin necesidad de recibir ningún impulso extraño, la facultad de nutrición, que se manifiesta con varias funciones que guardan analogía con las que observamos en los cuerpos dotados de vida vegetativa, la facultad sensitiva, que también se manifiesta por medio de variedad de funciones análogas a las de los animales, la facultad de pensar y la facultad de apetecer o de amar y de aborrecer con sus varias manifestaciones y modos.

De aquí inferían, no sin fundamento, los Escolásticos y santo Tomás, que las potencias o facultades vitales del hombre se pueden reducir a cinco géneros, que son: facultad o potencia locomotriz, vegetativa, sensitiva, apetitiva e intelectiva.

Esta clasificación de las potencias vitales, por lo mismo que es genérica, no excluye la multiplicidad y variedad específica de las mismas, y mucho menos la multiplicidad y [220] variedad de funciones y actos. Así la facultad o género vegetativo, incluye la generativa y la nutritiva, el género sensitivo incluye los sentidos externos y los internos, &c.

Si la facultad sensitiva se toma en cuanto sirve para conocer, o sea como facultad de conocimiento, excluyendo la parte apetitiva o afectiva, no habría inconveniente en reducir a cuatro los géneros de potencias vitales, comprendiendo los sentidos y el entendimiento bajo la denominación de facultad cognoscitiva.

Esta división de las potencias vitales que la experiencia y la observación nos demuestran en el hombre, se halla en completa armonía con la naturaleza de éste y con sus necesidades físicas, morales o intelectuales. Por medio de las potencias pertenecientes al género vegetativo, el hombre produce o propaga, conserva o desarrolla su ser: por medio de los sentidos conoce y procura las cosas necesarias y útiles a su conservación: por medio de la facultad locomotriz ejecuta los movimientos necesarios para evitar las cosas contrarias y entrar en posesión de las útiles: por medio del género intelectivo conoce la verdad, conocimiento que constituye su mayor perfección como ser racional; por medio del apetito se inclina y elige el bien, rechaza y aborrece el mal.

Artículo II
Distinción de las facultades

Aunque todos, o la mayor parte de los filósofos, convienen sustancialmente en la clasificación de facultades o potencias del hombre que dejamos consignada, no sucede lo mismo con respecto a la distinción de las mismas, ya con relación a la esencia del alma, ya comparándolas entre sí. No solamente los panteístas, que propenden por la naturaleza de su sistema a negar la distinción real de los seres, sino la mayor parte de los filósofos modernos, sin excluir algunos de los que hacen profesión de seguir las tradiciones de la filosofía escolástico-cristiana, adoptan la antigua opinión de los nominales, negando toda distinción real entre las facultades [221] o potencias vitales del hombre que radican y proceden del alma racional (1).

{(1) «Nimirum, escribe el P. Cuevas, una eademque vis est qua anima actus cujuscumque generis exercet: facultates vero, quas ipsi tribuimus, solius mentis conceptibus secernuntur.» Pocos filósofos y teólogos de nota encontrará el P. Cuevas, lo mismo en su Orden que en las demás, que hayan sentado semejante doctrina. La facilidad con que se aparta del común sentir de los Escolásticos, sería, no obstante, disimulable, si hubiera aducido sólidas razones para adoptar esta opinión.}

Expondremos nuestra opinión sobre la materia en las siguientes tesis.

Tesis 1ª
Las potencias o facultades del alma racional se distinguen de la esencia y sustancia de ésta con distinción real.

Pruebas o razones.

1ª El alma racional, considerada en su esencia y sustancia, está siempre en acto, y es una actualidad vital, puesto que necesaria y esencialmente constituye al hombre en que se encuentra ser viviente actualmente. Luego si las potencias no se distinguieran realmente de la esencia del alma, estarían siempre en acto, o sea en actual ejercicio con respecto a lo que le corresponde por su misma esencia y sustancia, que es el hacer y constituir al ser viviente. La experiencia interna nos manifiesta que nuestras potencias o facultades vitales no siempre se hallan en actual ejercicio: luego no pueden identificarse con la sustancia del alma, que siempre está en acto de vivir, y que por sí misma constituye una actualidad vital. En términos más precisos: la vida, que envuelve esencialmente el concepto de acto, de perfección actual, es inseparable del alma racional, y no puede existir ésta en el cuerpo sin que exista aquélla. Por el contrario, la potencia operativa puede existir y existe de hecho sin que exista siempre su acto. ¿Puede negarse en buena filosofía que las facultades de [222] moverse, de engendrar, de ver, de querer, &c., existen en el hombre separadas de sus actos o funciones actuales (1)?

{(1) Toda esta razón se halla condensada en las siguientes palabras de santo Tomás: «Anima, secundum suam essentiam, est actus. Si ergo ipsa essentia animae esset immediatum operationis principium, semper habens animam, actu haberet opera vitae (las operaciones o funciones de las potencias) sicut semper habens animam, actu est vivum». Sum. Theol., 1ª p., q. 77, art. I.}

2ª La diversidad, y hasta la oposición, que existe entre las operaciones y actos vitales del hombre, exigen que el principio próximo e inmediato de esas operaciones tan diversas, y hasta en algún modo opuestas, sea distinto realmente, por más que el principio radical, primero y fundamental sea uno mismo, o sea la sustancia del alma. No es fácil, en verdad, concebir que sea uno mismo el principio inmediato del pensamiento actual, de la visión, de la generación y del movimiento local. Siendo la esencia del alma un solo principio (una sustancia simple), no puede ser principio inmediato de todas sus acciones, sino que es necesario que tenga potencias múltiples y diversas, en relación con la diversidad de sus acciones (2).

{(2) «Cum essentia animae sit unum principium, non potest esse immediatum principium omnium suarum actionum, seo oportet quod habeat plures et diversas potentias correspondentes diversitati suorum actionum.» QQ. Disp. De Ani., art. 12.
Por eso decían los Escolásticos que el alma es principium primum et radicale de las varias acciones del hombre, y que las potencias o facultades son principium proximum et secundarium de las mismas.}

3ª La experiencia nos enseña que existen entre las potencias del alma una verdadera subordinación y una dependencia real, por razón de las cuales una potencia mueve a otra y determina sus funciones, como se observa en los actos de la voluntad y de las pasiones, los cuales son determinados y modificados por la energía de la voluntad, así como también por la percepción, las ideas y reflexiones del entendimiento, y en la facultad locomotriz, cuyos actos se hallan [223] subordinados a la voluntad. Ahora bien: si las potencias del alma se identifican realmente con ésta, no es fácil concebir ni explicar satisfactoriamente esta subordinación de las facultades vitales. Donde hay identidad, no cabe subordinación: porque una cosa no se subordina ni depende de sí misma. Quod, esse non posset, dice santo Tomás, si omnes potentiae essent ipsa animae essentia, quia, idem, secundum idem, non movet seipsum.

Corolarios

1º Por la doctrina expuesta es fácil conocer porqué y en qué sentido decían los Escolásticos que el alma es principium quod de sus operaciones; y que las potencias son principium quo de las mismas. El alma se dice principio quod, porque es la cosa de la cual emanan originariamente todas las acciones del hombre. Sin embargo, se debe tener presente que en rigor metafísico, el alma no es principio quod de las acciones, sino el hombre, porque las acciones pertenecen y se atribuyen a los supuestos, actiones sunt suppositorum, o sea a los individuos completos. Así es que el alma más bien debe apellidarse principium quo totale, porque es el principio universal, mediante el cual, o por razón del cual, quo, el individuo produce las operaciones. Las potencias deben apellidarse principium quo proximum, porque son el principio o raíz inmediata de las operaciones que el hombre pone mediante o por medio, quo, de dichas potencias.

2º Los que defienden la identidad real de las potencias con la esencia del alma, preparan en cierto modo el camino al panteísmo, dando ocasión para excluir del alma toda potencialidad y convertirla en una actualidad pura, como pretende el panteísmo psicológico y subjetivo.

Tesis 2ª
Debe admitirse distinción real entre algunas potencias del alma.

Digo algunas para indicar que se prescinde aquí de ciertas cuestiones concretas sobre algunas potencias determinadas, como si la distinción entre la voluntad y el libre albedrío, [224] entre la razón y el entendimiento, es real o de sola razón.

Pruebas

1ª Si las facultades del hombre se identifican realmente entre sí, no pueden existir la una de la otra, a no ser que digamos que una cosa puede existir y no existir al mismo tiempo; es así que el alma humana separada del cuerpo pierde la facultad de nutrición y la sensibilidad externa, perseverando en ella en entendimiento y la voluntad; luego es preciso admitir que se da distinción real entre algunas potencias del alma.

Esta razón sirve también para confirmar más y más la tesis primera. Porque si las potencias se identifican con la esencia del alma, permaneciendo ésta después de la muerte, debieran permanecer también sus potencias. La duración y el ser de una cosa lleva consigo la duración y el ser de todo aquello que se identifica realmente con aquella cosa.

Si alguno pretendiera desvirtuar la prueba aducida, diciendo que en el alma separadas permanecen las facultades de sentir y de nutrirse, bien que no pueden ejercitarse por falta de los órganos necesitados al efecto, contestaremos nosotros que ésta observación robustece la fuerza de la prueba en vez de destruirla. En efecto: lo que se desprende de semejante observación es que en el hombre o en el alma racional hay ciertas facultades que no pueden ejercerse sino con dependencia, y usando de un órgano material, y que al propio tiempo hay otra u otras que pueden ejercerse con independencia de todo órgano material. Luego estas facultades son intrínseca y realmente distintas; pues es evidente que si la una no se distingue en nada realmente de la otra, deben estar sujetas a las mismas condiciones de ser y de obrar.

2ª Nosotros no conocemos nuestra alma, ni tampoco la de los brutos sino por medio de sus operaciones o actos y facultades; y esto es tan cierto, que si suponemos un hombre que no experimente ni perciba en sí mismo ningún acto, o que no perciba operación alguna en los animales, no alcanzará idea alguna ni de la naturaleza del alma racional, ni del [225] alma de los brutos, ni menos de la distinción que existe entre las dos. Ahora bien: si la facultad de sentir y la facultad de entender o pensar, son una misma facultad, una misma entidad a parte rei, una misma realidad, será consecuencia necesaria y legítima el inferir que el que tiene la facultad de sentir tiene también la facultad de pensar, puesto que existe identidad real entre ésta y aquélla, según la opinión que venimos combatiendo. Luego los brutos que tienen la facultad de sentir, tienen también la facultad de pensar.

Por otra parte, y cualquiera que sea la solución que se intente para evitar esta deducción peligrosa, siempre resulta que los que niegan la distinción real entre las facultades, y la de éstas de la esencia o sustancia del alma, se hallan en la imposibilidad y se cierran a sí mismos el camino para establecer y demostrar la distinción real, esencial y primitiva, entre el alma de los brutos y la del hombre.

A la verdad, sin por una parte las facultades o potencias se identifican realmente con la sustancia del alma, y son una misma cosa con su esencia; si por otro lado la facultad de sentir y la de entender o pensar no se distinguen realmente entre sí, ¿qué medio de demostración nos queda para establecer sólidamente la distinción esencial y primitiva entre el alma racional y el alma de los brutos? Porque si la facultad de sentir y de pensar son una misma cosa, y esta cosa se identifica con la esencia del alma racional, donde quiera que exista la facultad de sentir, existirá también la esencia del alma racional; es así que en los brutos existe realmente la facultad de sentir; luego existe también realmente la esencia del alma racional.

Esta sola razón bastaría para establecer sólidamente tanto esta tesis como la anterior, y su fuerza sólo puede ser desvirtuada diciendo con Descartes que los brutos son meros autómatas que carecen de la facultad de sentir.

Excusado es añadir que los que niegan la distinción real de las facultades vitales en el hombre, ya entre sí, ya con respecto a la esencia del alma, echan por tierra una de las verdades más importantes y fundamentales de la filosofía cristiana, que cierra la puerta al materialismo y sensualismo. [226]

Objeciones

Obj. 1ª Admitir facultades distintas realmente de la esencia del alma, es multiplicar los entes sin necesidad: luego, &c. Prueb. el antec. Así como las facultades o potencias proceden inmediatamente del alma, lo mismo podrían proceder de ésta inmediatamente las operaciones: luego admitir facultades distintas es multiplicar los entes sin necesidad.

Resp. Negando los dos antecedentes y la paridad que se establece en el segundo. Además de las razones alegadas en las pruebas contra esta paridad, bastará tener presentes las siguientes observaciones: 1ª que no se podría señalar la razón suficiente de la diversidad de operaciones que se observa en el hombre, si todas procedieran de un mismo principio inmediato: 2ª que perteneciendo, como pertenecen, al orden de seres accidentales las operaciones o actos de las criaturas, deben proceder de un principio accidental para que haya relación y proporción entre el acto y su principio inmediato: 3ª que según la doctrina o teoría de santo Tomás, en ninguna sustancia creada las operaciones o actos nacen inmediatamente de la misma sustancia, (nulla creata substantia est inmediate operativa), pues esto es atributo propio de solo Dios, en el cual, siendo como es acto purísimo, la operación se identifica o es una misma cosa con su sustancia: in solo Deo operatio est ejus substantia. Unde Dei potentia quae est operationis principium, est ipsa Dei essentia: quod non potest esse verum, neque in anima, neque in aliqua creatura.

Obj. 2ª La pluralidad y distinción real de las potencias entre sí, destruye la simplicidad del alma; porque donde hay pluralidad y distinción real de partes no puede haber simplicidad: luego, &c.

Resp. Dist. el ant. La pluralidad y distinción real de las potencias destruye la simplicidad potencial o potestativa del alma, conc., destruye la simplicidad sustancial o de esencia, neg. La pluralidad de potencias o facultades en una sustancia, no es incompatible con la simplicidad y unidad de esencia, así como esta simplicidad y unidad de esencia y [227] sustancia no es incompatible con la pluralidad y distinción real de operaciones, pluralidad y distinción que la experiencia manifiesta en el hombre y que no es posible poner en duda.

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Zeferino González Filosofía elemental (2ª ed.)
Madrid 1876, tomo 1, páginas 217-227