Filosofía en español 
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Tomo tercero Carta XVI

Sobre cierta lesión de la vista de un Caballero
En respuesta a la madre del paciente, que había escrito al Autor, enviándole la consulta, que le hacían dos Médicos, por si hallaba algún remedio al accidente. Donde se advierte, que como la respuesta a la señora es ordenada a que la vean los Médicos consultantes, no debe extrañar el Lector los textos Latinos, y noticias Físicas, Anatómicas, y Matemáticas que hay en ella.

1. Muy Señora mía: Con gran dolor he leído la de Vmd. y la consulta que la acompaña de los Señores Doctores N. y N.; porque juzgo el defecto que su hijo de Vmd. contrajo en la vista, de resulta de estar mirando al Sol de hito en hito largo rato, de muy difícil, y acaso de imposible curación. Esa nieblecita blanca, que le impide la inspección de aquella parte del objeto, que quiere mirar directamente, proviene sin duda, como esos señores Doctores discurren muy bien, de la lesión que los rayos solares hicieron en la retina; a que añado, que no en toda ella sí sólo en su parte central, o en el medio, donde termina el nervio óptico, que es el sitio en que hicieron impresión los rayos del Sol; digo la impresión más viva, y eficaz; lo que es general a los rayos visuales de cualquier objeto, que vienen por el exóptico; esto es, por aquella línea, que, [166] saliendo del objeto, se considera encaminarse por el centro, o medio de los tres humores del ojo perpendicular a ellos, y se termina en el centro de la retina. De aquí es, que el paciente ve los objetos, que mira, algo lateralmente; porque los rayos visuales de estos no vienen por el eje óptico, ni se terminan en el centro de la retina, sino con algún desvío.

2. El Padre Claudio Francisco Dechales, lib. 1. Opticae, proposit. 30. cuyo título es, de oculorum suffusionibus, muscis, & aliis huiusmodi, toca, aunque muy de paso, y generalísimamente el caso de nuestro enfermo, atribuyendo el daño a la retina, por estas palabras: Hoc accidit his, qui Solem intuiti sunt, qui propterea in obiectis singulis Solem vident, eo quod retina fuerit vulnerata.

3. ¿Pero qué lesión es la que recibe en este caso la retina? Resueltamente afirmo que es una alteración constante de su textura, que viene a ser continuación de aquella misma que padeció al recibir los rayos Solares, aunque algo debilitada; y por eso representa siempre el Sol, aunque débil, y confusamente. Esto se entenderá claramente con un experimento muy fácil de hacer, y que yo hice algunas veces. Si el que miró por un rato un objeto luminoso, o muy iluminado, cierra luego los ojos por algún espacio de tiempo, v.g. cuatro, o cinco credos, le parece ver aquel mismo objeto, aunque débil, y confusamente. Puede hacerse esta experiencia con la luz de una candela al tiempo de acostarse, y de día con una vidriera iluminada al Sol: una, y otra hice algunas veces; pero en la vidriera se hace con mayor evidencia, porque después de cerrados los ojos, se representa con la división de todos sus cuarterones, y las listas de plomo que los dividen.

4. Esto prueba, a mi parecer, invenciblemente que dura por algún rato en la retina aquella preternatural textura, que produjo en ella la impresión viva del objeto, y por la cual se representa. ¿Mas por qué no permanece por más tiempo aquella textura preternatural? Porque las fibras por su fuerza elástica se van restituyendo a su positura natural; [167] y así como poco a poco se van restituyendo, al mismo paso se va desvaneciendo la imagen del objeto, hasta que, lograda enteramente la textura nativa, se desaparece enteramente la imagen.

5. Esto sucede cuando el objeto no es muy intensamente luminoso, o es poco el tiempo en que se mira. Mas como la luz del Sol es extremamente viva, a proporción es su acción mucho más eficaz, que la de otro cualquier objeto luminoso, o iluminado: con que, recibida en la retina por algún tiempo considerable, es natural, que induciendo en sus fibras una corrugación, o crispatura fuerte, extinga, o deje sin ejercicio la fuerza elástica de ellas; del mismo modo que hace el mismo efecto de crispar, o currugar el fuego en cualquier cuerpo flexible, y fibroso; v.g. un pergamino que reciba su acción muy de cerca, y por algún tiempo considerable. Donde advierto, que éste no es caso símil, sino el mismo, porque el Sol es realmente fuego, y su acción es rigurosamente ígnea, como se ve en los espejos ustorios; y lo que hace en los espejos ustorios, hace, aunque no con tanta fuerza, en los ojos; o hacen los ojos, respecto del Sol, lo mismo que los espejos ustorios convexos; esto es, por medio de la refracción, que padecen en los tres humores de que constan, unir sus rayos en el centro de la retina. De modo que el ojo es en realidad un espejo ustórico convexo.

6. Siendo tal la lesión, que padeció en los ojos el paciente, me parece a mí naturalísima la mala secuela que tuvo la aplicación de la aguardiente, ruda, eufrasia, y nuez moscada; o por mejor decir, la mala secuela, que resultó de empeorar el paciente con la aplicación de estos remedios, es nueva prueba de que la lesión, que padeció en los ojos, es la misma que yo he afirmado; porque remedios ardientes, y aromáticos que habían de hacer, sino aumentar la crispatura, y rigidez de las fibras de la retina. Parece ser se había de tomar el rumbo diametralmente contrario; esto es, aplicar humectantes, y emolientes. ¿Pero acuso yo en esto de impericia al Médico, que usó de aquellos [168] remedios? En ninguna manera. Por los principios de la Medicina, que estudió, es natural que no pensase en otra cosa que en lo que hizo. En nuestras Aulas de Física, y Medicina todo se atribuye a cualidades, sin acordarse jamás de la constitución mecánicas de las varias partes de cuerpo animado, ni de las alteraciones, que en esa constitución mecánica pueden inducir varias causas. Pero en nuestro caso más es menester que la noticia del mecanismo de las partes. Es el caso, que muchas de las lesiones de los ojos piden para su conocimiento, y curación la pericia en otra facultad distinta de la Medicina, que es una de las Matemáticas, llamada Optica. Por esto en otras Naciones, que abundan de Artífices para todo, tienen Médicos especiales para las enfermedades de los ojos, que por eso se llaman Oculistas; a ellos remiten los Médicos comunes a cualquiera que los consulta sobre afectos oculares; y cuando no lo hacen, suelen caer en notables errores.

7. El Padre Dechales, en el lugar que he citado arriba, refiere como para la curación de un Jesuita de su Colegio, que empezaba a padecer cierto defecto en la vista, fueron llamados unos Médicos bastantemente doctos a consulta, a la cual asistió también el mismo Padre Dechales, que comprehendió claramente la esencia del defecto, y su causa; pero los Médicos iban mil leguas de allí. Con todo los disculpa, porque su error consistía, no en ignorancia de la Medicina, sino de la Optica: Cum ex suis tantum principiis loquerentur, nec Opticas rationes advocarent, mirum quantum in re, alioquin facili, hallucinabantur.

8. Lo proprio digo yo, Señora, del Médico que tentó la curación del hijo de Vmd. Supongolo muy docto en su facultad; pero a su facultad, le falta mucho para alcanzar, no digo sólo a la curación, mas aun al conocimiento del mal, por falta del indispensable auxilio de la Optica. Y aun añado, que en nuestro caso era también necesaria cierta dosis de Física experimental, como verán estos señores Doctores que entra en la explicación, que hice arriba, del afecto que padece ese Caballerito, y de su causa. Y tampoco [169] esa Física experimental se enseña, por lo común, a lo menos en las Escuelas de España.

9. Tengo noticia de que hoy se halla en Santiago de Galicia un Oculista Extranjero muy perito en su arte. Y si salió ya de Santiago, sería para la de Lisboa, de donde me dicen está llamado. Mi dictamen, pues, es, que se le consulte, remitiéndole copia de esta Carta mía. En un Lugar tan populoso, y de tanto comercio como ése, no faltarán quienes tengan alguna correspondencia en Lisboa, y en Santiago. La lesión de vista, que padece el hijo de Vmd. ni pide, ni admite operación manual; y así, en caso de ser curable (lo que yo dificulto mucho), por escrito podrá informar de lo que se debe hacer.

A los señores Doctores N. y N. B. L. M. y a Vmd. me ofrezco con el más afectuoso rendimiento, para cuanto pueda servirla, &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo tercero (1750). Texto según la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo tercero (nueva impresión), páginas 165-169.}