España. Revista semanal de la Asociación Patriótica Española
Buenos Aires, 5 de julio de 1908
 
año V, nº 240
páginas 401-402

Miguel de Unamuno

El presupuesto de cultura de Barcelona

Mucho ruido se ha armado últimamente en Barcelona, habiendo repercutido fuera de ella, con eso del llamado presupuesto de cultura y con lo de que el alcalde de la ciudad condal, amparado y acaso promovido por el gobierno que hoy nos rige, haya suspendido una de sus bases, la que se refiere a la enseñanza neutra, es decir no confesional. Y sin embargo el veneno de ese presupuesto está en otra base.

Lo ha mostrado D. Antonio Royo Villanova, uno de los más sólidos y más penetrantes espíritus con que cuenta nuestro profesorado universitario –explica Derecho Internacional en la Universidad de Valladolid, dirigiendo a la vez El Norte de Castilla– en una interesantísima conferencia que sobre la cultura catalana acaba de dar en el Ateneo de Madrid.

Estando yo en Barcelona y comentando la escasez y la pobreza de sus escuelas públicas de instrucción primaria –hay muchas menos de las que según ley y población debía sostener y las que hay están malamente instaladas– y comparándolo con lo que ocurre en Bilbao donde las escuelas tienen magníficos edificios y los maestros gozan de pingües sobresueldos, no faltó quien con cándida ignorancia me replicara: es que en su país de usted hay autonomía provincial y un régimen propio. A lo cual tuve que contestarle que la instrucción pública está en mi país organizada lo mismo que en resto de España, que los maestros de las escuelas públicas vascongadas se nombran, como las de todas las demás del reino, en virtud de concursos u oposiciones que se hacen en Valladolid, cabeza del distrito universitario a que Vizcaya corresponde. Bilbao gasta dinero en realizar y mejorar las escuelas públicas oficiales sometidas al régimen general, y que el Estado impone y creó. ¿Por qué no hace lo mismo Barcelona?

¿Por qué? Porque en ellas se enseña en castellano y con todo eso del presupuesto tan pomposamente llamado de cultura apenas si se busca otra cosa que crear frente a las escuelas públicas, y no junto a ellas, otras escuelas catalanas, cuyos maestros sean forzosamente catalanes y en las que se enseñe en catalán.

No se sabe bien todo el daño que nos ha hecho y sigue haciéndonos en España una rutinaria y mal fundada hostilidad hacia las instituciones del Estado, siendo así que el Estado es aquí no ya la primera y mejor garantía de libertad sino hasta el órgano de ella. Deficiente y todo como es la instrucción pública oficial es la única que merece el nombre de enseñanza. Los institutos privados de ella son peores, por lo general, que los oficiales y van a la rastra de estos. Si se decretara una completa y absoluta libertad de enseñanza, como desean y piden los de la extrema derecha ultramontana, pronto se sentirían sus perniciosos efectos sobre la cultura patria.

Lo sanamente patriótico sería que tanto los municipios y las provincias como los particulares y las asociaciones libres se esforzaran por corroborar y mejorar los centros oficiales de cultura, y eso les permitiría una cierta intervención en ellos. Hace poco le aconsejaba a un municipio que en vez de gastarse unas sumas en crear una problemática escuela elemental de artes y oficios las empleara en mejorar sus escuelas de instrucción primaria, en las que puede llegarse a enseñar rudimentos de oficios y artes.

En algunas ciudades universitarias, en Oviedo y en Granada por lo menos, se han formado asociaciones de «amigos de la Universidad» o de antiguos alumnos de ella que lejos de procurar se creen otras instituciones frente a ellas se dedican a fortalecerlas. Y es que nuestros institutos de enseñanza oficial tienen mucha más elasticidad de lo que se cree. Todo depende de la buena voluntad de los amantes de la cultura.

¿Y por qué no pasa eso en otras partes? En unas por espíritu sectario, pues hay Universidades en que los enemigos de la enseñanza oficial están dentro de ellas y forman parte de su profesorado. Regentan en ellas una cátedra porque así cuentan con un sueldo seguro y el Estado es bueno para vivir de él, pero además por que de tal modo impiden que ocupe un puesto que ellos ocupan algún hereje o liberal redomado. Pero fuera de su estricta obligación legal no quieren convivencias ni solidaridades con otros profesores de ideas vitandas a las que si pudieran echarían de sus cátedras.

El caso de Barcelona es distinto. Cierto es que en su Universidad abundan los reaccionarios –sobre todo entre las profesores indígenas– pero la cuestión principal hoy es descastellanizarla y ver de llegar a explicar en catalán una historia, un derecho, una geografía, una filología y hasta una química y una física catalanas. ¡Así saldría ello!

El Sr. Royo Villanova disertó con gran acierto y buena copia de datos sobre la cultura catalana demostrando a muchos y corroborando en todos lo que ya otros sabíamos y es que Cataluña es en España una de las regiones en que más analfabetos hay y una de las más atrasadas en sostener el número de escuelas que le corresponde.

Y no vale alegar lo de la lengua porque en mi país vasco hay también una lengua regional –y mucho más distinta del castellano que en Cataluña– y la hay en Galicia y, sin embargo, no ocurre lo mismo.

Cuando una región en vez de coadyuvar a la acción del Estado se opone a ella y le resiste por recelos o suspicacias, no tiene luego derecho a quejarse de  ese Estado. El litoral cantábrico está lleno de escuelas públicas –públicas, oficiales, cuyos maestros nombra el Estado, hay que repetirlo– cuyos edificios se pagaron con esplendidez por municipios y hasta por particulares, y hasta hay un instituto de Segunda Enseñanza, el de la Coruña, instalado en casa que pagó un particular. ¿Cuántos de estos ejemplos puede presentar Cataluña?

Y no hay que atribuirlo sólo a sordidez de los particulares y los municipios, no. Es en gran parte efecto de la hostilidad y el desafecto a los institutos oficiales, de la sorda protesta contra el Estado en que se les educó.

Todo eso del llamado presupuesto de cultura es una maniobra para arrancar a los niños de escuelas en que se les enseñe en castellano, es una campaña contra la lengua nacional que es a la vez una lengua internacional, una lengua de una veintena de naciones, y la lengua de cultura por excelencia que hay en España, la única lengua de cultura que en vigor tenemos en nuestra patria.

Yo no digo que hoy por hoy deba hacer el Estado español lo que el prusiano está haciendo en Polonia para imponer su lengua, pero tampoco debe permitir que municipios españoles creen escuelas públicas en que no se enseñe español y sólo en él.

La imposición de la lengua española es acaso la mayor obra de cultura en España. A los demás idiomas que aquí se hablan dejarlos que mueran en paz, sin ejercer sobre ellos violencias ni acelerar su natural tisis, pero sin permitir tampoco que se trate de prolongarles la vida de una manera oficial. Ni hay que perder de vista que a ese presupuesto de cultura habrían de contribuir todos los vecinos de Barcelona, catalanes y no catalanes, y como todos ellos son españoles justo sería que su rendimiento se emplease en enseñar en español, pero como no todos ellos son catalanes sería injusto se invirtiera en enseñar en catalán.

Un alemán establecido en Barcelona me decía: cuando vine a España creí me bastaba saber español y no sabe usted cuanto me molesta el que al entrar en un comercio y pedir en castellano me contesten a mí, que no soy español ni tengo que ver con las rencillas de ustedes, en catalán. Y hube de contestarle: eso ya sabe usted lo que es. Y me replicó sonriendo: ¡sí, entendido!

Miguel de Unamuno

[ salvada la errata señalada por Unamuno en su ejemplar conservado en Salamanca ]

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