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  El Basilisco (Oviedo), nº 21, 1996, páginas 16-17
  Actas de las II Jornadas de Hispanismo Filosófico (1995)

Huarte de San Juan: vida y obra en el contexto
político y religioso de la España del siglo XVI


José Javier Biurrun Lizarazu
Salamanca
 

En primer lugar voy a comenzar adelantando que el primer problema con el que me topo en mi investigación sobre Huarte es una cuestión de método.

En el mes de septiembre del año 1995 asistí a un congreso sobre Huarte que se celebró en Baeza (ciudad en la que el autor vivió la mayor parte de su vida). Y este congreso, dirigido por Guillermo Serés (quien en el año 1989 realizó –a mi juicio– la mejor edición del Examen de ingenios que existe), este congreso –decía– se caracterizó por dos cosas. En primer lugar, porque la mayoría de los conferenciantes no eran especialistas en Huarte, sino, más bien, estudiosos de la época en general, por lo que prácticamente no fue apuntado ningún dato novedoso sobre el autor.

En segundo lugar, hubo, especialmente, dos conferenciantes que llegaron a profundizar sobre la obra de Huarte. Estos fueron Domingo Yndurain y Jean-Pierre Etienvre. Estos participantes sí que ofrecieron una visión novedosa sobre Huarte, que se podría resumir en los siguientes términos: El Examen de ingenios no es para nada un libro de ciencia; Huarte es un autor medieval, escolástico, apologeta de la Contrareforma y reacio a cualquier tipo de reforma religiosa. Con lo cual, y al margen ya de las conferencias, ambos profesores me llegaron a decir que Huarte era un personaje que les caía muy antipático.

El motivo de esta antipatía y, en definitiva, de esta concepción del autor, está, precisamente, en la metodología utilizada para estudiar la obra de Huarte.

Estos investigadores leen la obra de Huarte al pie de la letra, atendiendo únicamente a su discurso interno, a lo explícito del texto, y dejando de lado las circunstancias de la obra. Y estas circunstancias –por todos sabidas– no son otras que las del escritor de la época que escribe ante la amenaza inquisitorial (y, en efecto, su obra apareció en los índices de libros prohibidos, y fue expurgada en buena medida).

Por tanto, no es de extrañar que una lectura tal de Huarte dé lugar a antipatías, sobre todo, teniendo en cuenta que si leemos el Examen al pie de la letra nos topamos con continuas contradicciones internas.

Todo esto lo adelanto no como mera anécdota, sino para dejar claro que mi investigación sobre huarte va a partir de otros presupuestos metodológicos. Voy a ir al texto huartiano atendiendo no sólo a aquello que en él queda explícito, sino, sobre todo, a lo que tras el texto puede quedar implícito.

Esta temática la desarrollé ampliamente en mi tesina La concepción del ingenio en Huarte de San Juan (Salamanca, julio de 1994). Y creo que cuando Huarte reforma su edición expurgada del Examen (la cual será editada póstumamente) no acepta de buena fe los 'consejos' inquisitoriales (como apuntaron los citados conferenciantes), sino que Huarte sigue en sus trece. Continúa perseverando en la corporeidad del entendimiento y en la negación del libre albedrío; y creo que de esto no puede haber lugar a dudas.

Soy consciente de que esta metodología lleva consigo el problema de los límites. ¿Hasta qué punto puede el investigador decir que cuando Huarte 'dice...', en realidad 'quería decir...'? Quizá entonces alguien diga que este proceder está más cerca de la literatura que de la historiografía. Pero creo que hay ciertos casos claros, como es el de Huarte, en los que el autor escribe con una especie de camisa de fuerza, y se hace necesario indagar e incluso 'figurar' o imaginar las posibilidades del texto.

Siendo, pues, consciente de la dificultad de esta tarea, lo que estoy haciendo es figurar ciertas hipótesis sobre el autor y tratar de que éstas coincidan tanto con las líneas generales del texto, como con los datos biográficos del autor. Se trata, por tanto, de no ceñirme únicamente al texto, sino de compaginarlo con el contexto.

La importancia que metodológicamente le otorgo al contexto hace que la primera tarea sea el estudio minucioso de los pocos datos biográficos que los investigadores de Huarte nos han ofrecido. Y, por costoso que sea, esta tarea requiere una vuelta a indagar en las fuentes originales y especialmente en los archivos.

He comenzado por el principio, esto es, por el origen familiar de Huarte. El motivo de ello es dar respuesta a la pregunta: ¿por qué la familia de Huarte emigra de Navarra a Baeza? Creo que si se consigue dar respuesta a esto, conseguiríamos comenzar a delimitar el contexto próximo a Huarte.

El padre Iriarte nos remite al licenciado Juan de Huarte, que bien pudo ser el abuelo paterno de Huarte, vecino, también, de San Juan del Pie del Puerto y Alcalde de la Corte Mayor del Reino de Navarra. Este dato podría ser significativo y decidí comprobarlo en el Archivo General de Navarra. (Por otro lado, tengo que decir que la referencia que nos da Iriarte es incorrecta. El caso es que parece ser que Iriarte copió mal el nombre del escribano: no se trata de Vergara, sino de Ugarra, y por insignificante que pueda parecer este dato lo cierto es que difícilmente el investigador podrá acceder a dicho documento a no ser que le asista la fortuna o la imaginación, como ocurrió en mi caso.) Entonces, una vez encontrado el documento, pensé que un Alcalde de la Corte Mayor tendría que aparecer en otros archivos. Y que era importante saber qué rey dio el cargo a dicho alcalde y qué rey lo destituyó del mismo (porque en el documento que cita Iriarte se dice que fue destituído con el fin de sustituirlo por un alcalde castellano).

Y encontré que dicho Juan de Huarte fue nombrado alcalde por Fernando el Católico, con fecha de 17 de diciembre de 1512.

Este dato es inquietante porque, precisamente, en esa fecha San Juan del Pie del Puerto y la Baja Navarra ya no están bajo dominio castellano, sino que habían sido reconquistados por el legítimo rey navarro Juan de Labrit.

No quiero adentrarme más en este tema que, realmente, es complejo. Pues en esta época Navarra, y más concretamente la Baja Navarra (y su capital San Juan del Pie del Puerto) fue un hervidero de luchas y cambios políticos, de conquistas y reconquistas. Sin embargo, como muestra de que el tema puede dar mucho de sí, quiero adelantar que descubrí otro documento del año 1509 (esto es, antes de la conquista de Navarra) en el que los Reyes Navarros Don Juan de Labrit y Doña Catalina nombran Ujier del Consejo y Corte Mayor a un tal Johan Huarte. Asimismo, precisamente, en el año 1518, vuelve a aparecer un pago a dicho ujier Juan de Huart.

¿Significa esto que dicho Huarte estuvo jugando a dos bandos, de ujier cuando el ejército navarro recuperaba la Baja Navarra, y de alcalde cuando ésta estaba bajo el dominio castellano?

Quizá fuera así, y posiblemente pudo ser éste el motivo por el que la familia de Huarte fuera, al final, vista con recelo por ambos bandos y, tras la muerte del alcalde Huarte, algunos de sus hijos decidieron dejar aquellas tierras.

Estoy indagando todavía más datos que pudieran dar luz sobre esta cuestión. Pero, de momento, aunque no nos podamos pronunciar con rotundidad sobre la causa de la emigración de la familia Huarte, sí que de estos datos se puede extraer una conclusión no poco significativa:

Si Huarte, como parece ser, era nieto de tal licenciado Huarte, que poseía tan notable cargo en la Corte ¿cómo se le puede atribuir la condición de judío converso?

Desde que Américo Castro le adjudicara a Huarte esta condición (por el simple hecho de que en su libro Huarte hace una –por otro lado inaudita– defensa del médico judío) prácticamente la totalidad de los estudiosos de Huarte han perseverado en atribuirle esta condición de cristiano nuevo.

Pues bien, si Huarte perteneció a la familia que acabamos de ver, parece ser muy difícil que se le pueda atribuir esta condición.

Pero aún hay más. Existe un dato del que nadie se ha percatado y que guarda relación con el contexto que estamos tratando.

Los judíos de Navarra, especialmente los de Tudela (población en la que existía el mayor foco), resistieron siempre a la conquista de Castilla. El motivo es claro: en Navarra no se había puesto en marcha la maquinaria inquisitorial contra los judíos, ni existía el decreto de expulsión. Cuando la familia de Huarte emigra de la Baja Navarra, ésta ha quedado ya independiente del Reino de Castilla y pasa a ser el nuevo Reino de Navarra. Por tanto, ¿cómo es posible que una familia de judíos decida emigrar a tierras en donde saben que van a sufrir persecución?

Yo creo que éste es el principal argumento para descartar ya de una vez esa atribución de la condición judía que se le hace a Huarte.

Baste este botón de muestra para hacer ver por donde voy a dirigir mi investigación sobre Huarte. Y a continuación cito los pasos que pretendo seguir:

1) Voy a intentar extraer de los archivos y fuentes originales toda la información sobre Huarte.

2) Voy a compaginar este tipo de datos externos a la obra con los datos internos.

3) Esto me va a permitir, por un lado, negar algunas de las conclusiones que sobre el autor se han venido manteniendo. Y, por otro lado, y esto es más significativo, abrir nuevas alternativas de interpretación del autor y su obra, pero más a modo de hipótesis, de posibilidades, que de conclusiones.

Voy a mencionar una de estas posibilidades en las que estoy trabajando, y, por sorprendente que parezca, se trata de una lectura calvinista de la obra de Huarte. Aquí no voy a citar los motivos que a ello me han llevado. Y voy a adelantar que en absoluto nunca podré llegar a afirmar con rotundidad que Huarte fuese calvinista. Simplemente pretendo mostrar que hay ciertos datos inquietantes, que están ahí, y que figurándolos y dándoles un cierto orden podrían apuntar a esta consideración.

Por último, y volviendo al tema de la metodología, quiero plantear una pregunta al auditorio de curtidos investigadores:

Con este tipo de autores; de los que apenas existen datos biográficos; de los que vivieron en un tiempo relativamente lejano y en un contexto conflictivo; de los que, como es el caso de Huarte, sólo nos queda una obra también conflictiva, llena de contradicciones internas, que esta obra es, además, un texto cargado de experiencias, en el que vida y obra están unidas...; entonces –como decía– con este tipo de autores ¿es posible proceder del modo que he indicado, construyendo y figurando posibilidades, más que llegando a verdaderas conclusiones definitivas?

El problema que se plantea es que este modo de proceder queda bastante próximo a la literatura, o, por decirlo en terminología huartiana, el problema es que aquí juega un papel importante la imaginativa (y esto, quizá, pueda no parecer adecuado a la hora de hacer rigurosa historiografía).

Pero, si por el contrario, nos ceñimos al sentido literal del texto, entonces nos quedamos con el Huarte medieval, escolástico, contrareformista y contradictorio que consideraba el profesor Yndurain. Y, leyendo el Examen, el sentido común o la intuición le dicen a uno que eso no es Huarte.

 

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