Filosofía en español 
Filosofía en español

Juan Miguel Sánchez de la Campa · La instrucción pública y la sociedad · 1854

Capítulo XI

Cuatro palabras a los hombres de razón

El objeto primordial que se tuvo a la vista al principiar este escrito, fue la demostración de los males que produce el actual sistema de instrucción pública, y las perniciosas consecuencias que resultan y debe producir su continuación. Una instrucción primaria abyecta y entregada a manos ignorantes; una instrucción secundaria nominal; una instrucción de facultad, poco en armonía con las necesidades de la época; una instrucción especial sin base y cuasi desconocida; y últimamente, una instrucción eclesiástica con absoluta independencia del gobierno y robando a la sociedad brazos que necesitan las artes, inteligencias que hacen falta a las ciencias.{1} Creemos haber conseguido nuestro objeto, y presentado, aunque no con los colores convenientes, y sí de un modo pálido, el triste cuadro de la enseñanza pública. Al indicar nuestras ideas sobre la organización que debe recibir, no hemos sido mas que intérpretes de una opinión ni menos fundada, mi menos atendible que otras, que sin tener quizá tanta conciencia de su razón, aspiran a imponerse por medio del ruido y del aparato.

Con suma rapidez, y deteniéndonos únicamente en los puntos más culminantes de la instrucción pública, hemos indicado la forma que esta debe recibir para que marche en armonía con las tendencias de la sociedad, y satisfaga a las necesidades del país. No faltará quizá quien pretenda damos demasiada importancia al estudio de las ciencias en perjuicio del de las letras; a esto se podrá contestar lo que queda dicho en otro lugar de esta obra, y es que aquellos conocimientos que se encuentran menos vulgarizados y que son de mas útil e inmediata aplicación, es necesario protegerlos de un modo decidido, a fin de que el equilibrio no se destruya en el sistema social; y bien seguro es que una nación que cuenta hoy diez escuelas de jurisprudencia y 58 de seminarios conciliares en pleno ejercicio, debe, si no quiere sufrir tristes calamidades, apresurarse a disminuir las primeras y a poner en frente de las segundas, escuelas científicas en donde pueda la juventud de todas las clases de la sociedad encontrar conocimientos que la auxilien y dirijan en las diversas profesiones en que ha de librar su subsistencia. Aún más: en una nación donde el pueblo toma parte en la gestión de los negocios públicos, y en donde ciertas ideas se encuentran fuertemente arraigadas, es de absoluta necesidad difundir la instrucción y hacerle ver que no es el Estado quien tiene la obligación de mantener a los que instruye, sino que por el contrario, facilitándoles la instrucción, les facilita los medios de que vivan por sí, sin convertirse en humildes pretendientes, sino con dignidad e independencia.

Ínterin esta máxima no se difunda convenientemente y se arraigue en el corazón de todos, la instrucción pública no gozará vida propia; el orden en la sociedad será consecuencia de la presión que ejerza la fuerza; el presente será transitorio; el porvenir incierto; la justicia una ilusión, y la ley una letra muerta.

Que los hombres de corazón y amantes de su país mediten en lo que va manifestado: que los padres de familia entren en cuentas consigo mismos y que extiendan su mirada un poco más allá del hoy, que pasa luego; y que puesta la mano sobre el corazón, no juzguen a el hombre oscuro que esto escribe, sino a la intención que dirigió sus ideas.

Cuenca, 29 de marzo de 1854.{2}

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{1} Con decir que no se admitan cursantes externos en los seminarios conciliares, y con establecer en las universidades la facultad de teología, estarán muy tranquilos y satisfechos los prohombres de hoy. Efectivamente que algo es, pero no lo que las condiciones sociales exigen. Un día el episcopado español era de los que opinaban que el concilio es superior al papa; hoy ve en el papa la superioridad absoluta. Mientras más se aproxime la marcha política de la nación española al principio popular, el alto clero se estrechará más y más con los ultramontanos.

{2} Destinado este escrito a ver la luz pública luego que lo terminamos, circunstancias independientes de nuestra voluntad nos arrancaron del estudio y de nuestras virtuales ocupaciones. El 28 de junio y el grito de Manzanares nos llamaron a un puesto que ocupamos y sostuvimos con la entereza y lealtad que nos es propia: restablecida la calma en la nación, y repuesto algo de mis disgustos, di a la imprenta este manuscrito. Pero las condiciones del país habían cambiado mucho para que se pudiera prescindir de esta circunstancia, y pusimos las notas que contiene con el objeto de que los lectores no echen de menos ciertas particularidades.

Madrid, 16 de octubre de 1854.

{Texto de las páginas 154 a 156 de La instrucción pública y la sociedad, Madrid 1854.}