Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)
Capítulo XXVI
«El Hipnotismo»
N el pensamiento filosófico de nuestra patria, va acentuándose cada vez más la grave enfermedad de nuestra época, que es el escepticismo para todo lo que no cae bajo la inmediata inspección de los sentidos. De ese mal se origina la muerte de los más nobles ideales, la corrupción de las costumbres, el enervamiento de las facultades, y la volubilidad del espíritu, que no deja de tributar efímera aquiescencia a los mayores absurdos, con tal que se presenten envueltos en el ropaje de la ciencia. Ya hemos visto a la luz del criterio católico y filosófico-cristiano, las principales obras de Filosofía escritas o publicadas en México; pero casi todas son fruto de entendimientos notablemente sustraídos a la fe, y aun a las buenas obras de controversia, por lo cual, o ven tan sólo un lado de las cuestiones desdeñando a priori los otros, o se dejan arrastrar de individuales cavilaciones. De todo esto encontrará el discreto lector en un opúsculo que ostenta la portada que sigue: El Hipnotismo bajo consideraciones diversas, | por Ramón del Pino, Ex-Catedrático Oficial de Filosofía y Letras; Ex-Catedrático de Literatura del «Instituto Oficial de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe», (Cuba); Ex-Presidente del «Círculo Científico-Literario-Artístico» de dicha ciudad, Ex-Inspector Jefe (cargo honorario como Síndico Municipal) del «Establecimiento de Corrección Penal» anexo a la «Excma. [442] Audiencia Territorial de Puerto Príncipe»; Miembro de varias Sociedades Literarias Cubanas, Ex-Director de la «Escuela Industrial» de México. | México. | Imprenta, Litografía y Encuadernación de Ireneo Paz, Callejón de Santa Clara núm. 6, | 1889.
Dedica el Señor del Pino sus lucubraciones filosóficas Al Liceo Hidalgo de México. | A la Academia de Ciencias Antropológicas de la Habana, y Al Ateneo Centro-Americano de Guatemala.
Puede incluir el folleto algunos datos y observaciones que sirvan, tal vez, para el estudio científico del hipnotismo; pero el juicio o criterio, la impiedad y los errores del autor a nada conducen, sino a suministrar nuevo motivo para que nos lamentemos del extravío de las inteligencias, debido, sin duda, a la educación oficial del día.
Para el Señor del Pino la Filosofía escolástica es un cadáver; para él, como para la turba ingente de vacíos declamadores, «la intolerancia religiosa esclavizó al poder pontificio (sic ¡!) el criterio de la ciencia y la libertad de la humana conciencia»; para él la única Filosofía es la teoría positivista de la evolución y la negación de todo supernaturalismo. En la virtud, en el misticismo ortodoxo, no ven sus ojos más que cualesquiera manifestaciones hipnóticas: es el hipnotismo una especie de desequilibrio y de ese desequilibrio adolecieron hombres tan insignes como Santo Tomás de Aquino. Ahora bien, si el genio del Sol de las Escuelas fue desequilibrado, ¿qué epíteto reservaremos para el Señor del Pino?
Hay un magnífico libro que da meridiana luz sobre esta materia, rotulado El Supernaturalismo de Santa Teresa y la Filosofía Médica, por el Dr. Arturo Perales y Gutiérrez: Madrid 1894.
En la página 12 se lee: «En la Escolástica, –reducción del numen religioso y de los elementos teocráticos a la categoría de escuela filosófica, (sistema que, como dice [443] Balmes (v. Historia de la Filosofía, Jaime Balmes), bajó al sepulcro con su fundador Santo Tomás de Aquino, y que luchó tanto contra el nuevo espíritu, atemorizando a las conciencias–, tuvo su origen la doctrina espirita.» No honran mucho a todos los Ex de la portada la construcción aquella del verbo esclavizar y este rasgo de historia. Las transcritas palabras envuelven dos burdas calumnias, una contra el filósofo de Vich, quien dice precisamente lo contrario de lo que se le atribuye: «Desde Santo Tomás data propiamente la Filosofía escolástica reducida a un sistema completo, y en armonía con el dogma católico: en los siglos XI y XII se reunían los materiales, se construían tiendas, habitaciones provisionales; pero el verdadero edificio lo levantó en el siglo XIII el genio de este hombre extraordinario, a quien, conforme al espíritu de los tiempos, se dio con mucha verdad el hermoso título de Ángel de las escuelas, o Doctor Angélico.»{287} Lejos de suponer el disparate de que la Escolástica muriera con Sto. Tomás, continúa diciendo: «La importancia del conocimiento del sistema escolástico, aunque no resultara de su valor intrínseco, se evidenciaría por el extrínseco, esto es, por el dominio exclusivo que obtuvo en Europa durante cuatro siglos, habiendo resistido otros dos a los empujes de las teorías modernas.»{288} La otra calumnia es contra la Filosofía escolástica achacándola nada menos que ¡el origen del espiritismo! ¿Esto es ser filósofo?
Por lo que respecta al hipnotismo en sí considerado, no es ligera labor la de comprobar y clasificar los hechos, distinguiendo lo verdadero de lo falso en asunto en que abundan las supercherías; no es tan fácil, como a primera vista parece, discernir entre el orden humano, el natural invisible y el sobrenatural o divino; no como quiera se ligan los efectos a sus positivas causas, y, sin embargo, el conjunto y los [444] detalles, el análisis y síntesis de todo esto, constituyen el problema que espera todavía la solución científica.
Mientras tanto, la Iglesia nuestra Madre procede con celo, con cautela, con prudencia; procura defender sus dogmas, conservar la pureza de las costumbres y alentar a los sabios.
———
{287} Balmes. Historia de la Filosofía. XXXVIIII.
{288} Ibidem XXXIX.