Filosofía en español 
Filosofía en español


En Alcalá de Henares

(Alcalá de Henares, 20 de octubre de 1943.)


Camaradas: Con frecuencia se pierde entre las inquietudes exteriores la serena e invariable persistencia en la continuidad de una lucha cuyos objetivos no pueden cambiar jamás para nosotros.

Contra todas las cobardías, contra todas las timoratas voces de desaliento, muchas veces intencionadas sembradoras de la desorientación, el Caudillo ha reafirmado resueltamente, poniendo por testigos a las mejores juventudes de la Patria, su decisión de continuar con más intensidad que nunca la batalla en el frente social, de donde arranca el camino más corto de la Revolución.

En 1943, los suficientes años después de la guerra para que los que no la sintieron puedan arrojar sus máscaras de condolencia y de comprensión, cuando ya puede estimarse por muchos como una inoportunidad enojosa el recuerdo de las más gloriosas ausencias, el General Franco persiste en la línea que eligió el 18 de julio, sabiendo que contra todas las pequeñeces, los accidentalismos y las politiquerías agazapadas sólo puede arrancarse a lo social, a la justicia de una Revolución que nos hermana, la gran victoria de la Patria.

Dentro de este campo único en que tenemos orden y tentación de movernos hay un sector industrial y un sector campesino con caracteres y posibilidades inmediatas distintos. Y si en el primero no se ha llegado a un límite que nos permita el más ligero descanso –aunque se hayan rebasado las realidades liberal-marxistas–, en el campo español se nos ha ordenado una ofensiva intensa, porque a nadie puede escapar la injusta amargura económica que viven extensas zonas de trabajadores de la tierra. Las dificultades mayores que presenta la implantación en el sector agrícola de las Instituciones de protección han de ser vencidas con una presión, resuelta de las leyes de trabajo, una transformación paulatina de los regímenes y la comprensión de cuantos españoles hayan de ser afectados por ellas.

Entiendan todos que desde el punto de vista del propio interés, como desde el punto de vista del patriotismo, la colaboración en esta empresa es sencillamente un deber y una necesidad. La hermandad de la gran familia campesina, asentada sobre la desaparición de las barreras mezquinas que separan a los hombres, constituye la única garantía segura de estabilizar la propia prosperidad y asegurar la paz y la libertad de la Patria. Porque una Patria unida en torno de un Jefe y de una idea que sean capaces de llevar a cada vida la alegría de la justicia y del pan, es una Patria libre, que, contra todos los cultivadores del nervosismo y de la inquietud, puede mirar con displicencia española la mayoría de los vaivenes del mundo.

Abiertas a nuestra ilusión falangista están las besanas españolas, esperando una hora tan prometida y tan negada en que la verdad de los hechos deshaga la mentira de los rencores. Pero para encuadrar en nuestras filas nuevos núcleos populares que vigoricen la eficacia de nuestra unidad revolucionaria hace falta que se sepa de nuestra fe exclusivamente por la realidad de sus obras, y que se adscriban el interés y el ideal de muchos hombres a la victoria de una misma bandera. Vamos, pues, prescindiendo de orientaciones demasiado teóricas, a concretar en qué han de consistir los primeros pasos. Y si hemos confesado el retraso que el campo lleva con respecto a la industria en el camino de la justicia, uno de los primeros objetivos ha de ser acortar en lo posible esa distancia. No escapa a nuestra consideración la necesidad de una previa transformación en el régimen de la tierra para llegar a los últimos estadios del avance social, pero tampoco nos es dado negar que aun antes de lograrla pueden irse implantando en la agricultura una serie de Instituciones sociales de protección, la primera de las cuales es el Subsidio Familiar. Estimamos que una buena manera de hacer participar a los interesados en ella de la inquietud de nuestra lucha consiste en hacerles saber y acostumbrarles a vivir sus incidencias. El Estado Nacional-Sindicalista, que creó en plena guerra el Régimen de Subsidio Familiar, no estableció ninguna diferencia para su percibo entre los trabajadores de la industria y de la tierra. El hecho de que hasta el presente los últimos se hayan visto excluidos de él, sólo debe achacarse a las mayores dificultades de todo orden que en la agricultura se le oponen, no a preconcebida parcialidad.

En julio de 1938 se creó el Régimen de Subsidios Familiares con carácter general para trabajadores del campo y de la industria. Por Ley de 1939 se estableció para los primeros con contextura diferente, en forma de cuotas patronales proporcionadas a la contribución territorial. Dadas las órdenes para la confección de los censos, por fin en 1943 se ha podido llegar en el campo a dar alguna efectividad práctica al Subsidio Familiar, y con la lentitud a que la extensión y complejidad del problema fuerzan, en todas las provincias españolas se van haciendo los pagos en actos como este que hemos querido presidir hoy.

Creo que todos entendemos esta conquista como un gran aliento para seguir. No obstante, es demasiado modesta todavía para que no nos tiente el inmediato escalón de equiparar en absoluto el subsidio familiar agrícola al industrial. No podemos estar contentos con un régimen que desfigura los verdaderos perfiles del seguro social, en que el trabajador paga su prima y adquiere un derecho por sí mismo. Es un paso importante, sin embargo, que nadie de buena fe debe mirar despreciativamente.

Si otros nos precedieron en el intento de agrupar las masas industriales, a nosotros nos está reservado el empeño de poner en pie con obras a las muchedumbres campesinas. De alargar en silencio nuestras manos al trabajador de la tierra. Miles de hombres, camaradas nuestros de los frentes, andan por los pueblos perdidos de España, aislados en su decepción solitaria. Si sabemos otra vez despertarlos con el clarín de una nueva lucha, formarán con nosotros en la gran barricada española que a la orden de Franco, contra todos los oportunistas, los cobardes y los perjuros, ha de inmovilizar todas las tentativas de retroceso en la victoria de la justicia y de la Patria.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Alcalá de Henares, 20 de octubre de 1943.)