Filosofía en español 
Filosofía en español


A los Delegados de Trabajo

(Madrid, 23 de febrero de 1945.)

Camaradas: Hace dos años recibisteis aquí unas consignas que acaso algunos entendieran como demasiado agudas de perfil.

En general estoy contento por la forma en que han sido cumplidas. Mis palabras de hoy no han de modificar un ápice las orientaciones de entonces como no sea para reafirmar sus contornos a la manera que se pasa sobre una raya decolorada la tinta del tiralíneas.

Demasiado sabemos que las transformaciones trascendentales requieren el empleo de una gran fuerza de presión, violenta si son rápidas las transformaciones y tenaz si no es oportuno que sea violenta la presión. Por eso he de insistir en la necesidad de aumentar la modificación del sentido que informa vuestro servicio. Lo social, en cuyo nervio tenéis por obligación que actuar, está colocado en el tiempo presente en el primer plano de importancia nacional. Yo quiero haceros pensar sobre esta verdad tan reconocida en abstracto pero en cuya trascendencia no se ahonda y de la que no se extraen muchas veces las consecuencias prácticas necesarias. Porque hay unas series de rebuscadas tesis que explican a su manera y en beneficio de determinadas orientaciones el porqué de cada situación que vive la Patria, que ponen todas sus esperanzas en modificaciones exclusivamente superficiales cuando todo el verdadero problema español es eminentemente social y cuando todas las posturas adoptadas por la Nación en los últimos tiempos sólo fueron el resultado de enfrentamientos sociales disfrazados de luchas políticas.

El hecho de que vuestra función os sitúe, precisamente, en ese puente de mando que actúa sobre las dos alas decisivas, generadoras de todos los movimientos nacionales, obliga a abandonar todas las posturas pasivas y aprovechar la posibilidad excepcional de servir activamente la paz y la unidad estables de España.

Por eso el servicio de un Delegado de Trabajo no puede entenderse como mero desempeño de una labor administrativa, sino concebirse rebasando todas las esferas burocráticas en adscripción, cada vez más firme y resuelta, a una gran empresa misionera: la Revolución, que si se ayuda ejerciendo la función con exactitud, sólo se sirve íntegramente enfilando todo el esfuerzo de que es capaz el hombre –no el funcionario– sobre sus metas inmediatas.

Naturalmente que expresar en abstracto este pensamiento expone a aparecer como propugnador de idealismos irreales, porque una Delegación de Trabajo tiene dentro de la Ley tan limitadas sus actividades que en la cotidiana tarea hay que forzar atrevidamente los resquicios para poder batir con eficacia los campos a que me refiero. Y por otra parte es necesaria la concreción porque pudiera entenderse que es exclusivamente a la acción política, en el sentido estricto de la palabra, a la que apunta nuestra flecha. De aquí que se haga precisa una explicación: Hemos dicho al principio que para nosotros todas las últimas vicisitudes de España no estuvieron determinadas por imperativos políticos, sino sociales, porque todos los viejos tinglados partidistas estaban esencialmente montados sobre el interés de los grupos sociales, de manera que de uno y otro lado todas las grandes declaraciones eran exclusivamente justificaciones de una postura pequeña, hojarasca para vestir un tronco, careta para ocultar una faz. Debajo de todas aquellas apariencias, la lucha de clases, en toda su bárbara concepción antiunitaria y negativa, mantenía y fundamentaba el encono partidista como la primera razón de la actitud. No sólo, pues, se concibe sino que se constata la existencia de dos órdenes: el político y el social, que si ayer se negaban en engañosos falseamientos, hoy se afirman y se identifican, en comunes directrices de unidad. Por eso hoy la lucha por la transformación social significa una adscripción directa al sentido falangista y quienes tenemos en ella fijos nuestros puestos somos sus soldados sin salirnos de nuestro cometido laboral.

Este es el tipo de acción a que debéis entregaros y que conviene distinguir de la estrictamente política, competencia exclusiva de los mandos y organismos del Movimiento.

No queremos Delegados politiqueros que distraigan tiempo a su acción en misiones al margen de lo social, exigimos Delegados falangistas que entiendan como el mejor servicio de España, de la Falange y del Caudillo, la ardiente adhesión activa y combatiente de su individualidad a las ofensivas presentes por el mejoramiento de las condiciones de trabajo, por la ayuda a la transformación legislativa, por la misionera incorporación de las conciencias trabajadoras a los sentidos revolucionarios nacionales.

Vosotros que vivís día a día sobre la tirantez de intereses contrarios, estáis, más que nadie, convencidos de la necesidad de modificar esencialmente el mecanismo actual que rige, en el mundo del esfuerzo, las relaciones de los hombres.

Por vuestras manos pasan con frecuencia leyes cuya eficacia se entierra en un arenal de obstáculos imprevisibles, que las especiales características locales hacen necesario rodear con habilidad; por vuestros pensamientos cruzan a menudo soluciones prácticas hasta que la amplitud de una ley general no tiene posibilidades de defender. Y muchas veces, conscientes del objetivo que persigue una medida laboral, depende exclusivamente de vuestro entusiasmo y vuestro interés el que sea absoluta o sólo parcialmente cubierto. Hay una manera cómoda de entender el servicio que consiste en ir aplicando buenamente las leyes y una actitud difícil que estriba en abrirles camino. Todo está en sentarse tranquilamente en la indiferencia o erguirse resueltamente en el entusiasmo y en la pasión. Vosotros no podéis ser conductos tibios a través de los cuales llegue al pueblo acartonada y fría una acción social por cuya conquista clarearon hace tan poco tiempo las mejores vanguardias de España: Vosotros no tenéis derecho a olvidar, ni siquiera con la ayuda de todas esas cautas teorías que aconsejan tradicionalmente al funcionario no significarse demasiado, que porque toda esta justicia no se hizo y para que toda esta justicia se hiciera pelearon muchos que murieron y viven muchos que volverían a pelear. Porque ¿es que no hacerse decididamente solidario de estas voluntades entiende alguno que no sea significarse escandalosamente no ya ante eventualidades posibles, sino ante seguras realidades presentes? Vosotros tenéis que mantener la misma temperatura de combate que alienta en la Ley cuando aún está fresca la firma del Caudillo. Vuestra función no puede equipararse a la más o menos trascendente de cualquier funcionario del Estado; se trata de una misión excepcional y la Patria os confía nada menos que el gran problema, caballo de batalla, de todos los enconos y de todas las diferencias del cual nacieron todos los choques políticos más cercanos, en cuya oscura tela de araña se enredó la paz española y cuya solución falangista y abierta de cara a lo generoso y a lo cristiano es, entendedlo bien, pese a todos los eternos ciegos, la única garantía de hermandad, la única base de grandeza y el único signo de libertad de la Patria, por eso yo quiero haceros hoy un nuevo llamamiento para que continuéis vuestra lucha todavía con más brío y más fe. Tiene que haber en esta unidad de la Revolución, que debe ser el Ministerio de Trabajo, una unidad y una comprensión en el pensamiento y en la acción cada vez más intensa desde el Jefe al último soldado. Hace falta que cada uno entienda como suya la tarea de todos; necesitamos iniciativas locales, informaciones, preocupación, esfuerzo; nada de tener miedo a ser desagradables. Si una medida no responde en vuestro sector concreto a la realidad, hay que insistir y llamar y presentar correcciones. Si una necesidad urgente aún no ha sido cubierta es preciso machacar, utilizando todos los procedimientos, hasta conseguir la solución.

Como vosotros comprenderéis, para esto es precisa la existencia de una rotunda corriente de confianza y una modificación de ese viejo estilo formulista y protocolario que resta agilidad a la acción. Se necesita la inteligencia personal y la adopción de una manera sencilla y flexible de aligerar los conductos reglamentarios. Hay una función exclusivamente burocrática que tiene su mecanismo invariable aunque sea susceptible de marchar más suavemente, pero toda esta actitud y este más allá en el esfuerzo a que me refiero debe desenlazarse resueltamente de la rutina, utilizando todos los sistemas y todas las fórmulas compatibles con la necesaria unidad de acción. Hay que prescindir y se prescindirá, porque esta es mi orden a los altos mandos del Ministerio, de ese estilo tradicional lento y receloso embarazado por una serie de tiquismiquis absurdo. Para las circunstancias excepcionales se utilizan los medios excepcionales. Quiero que estéis en contacto directo y personal con nosotros sobre todas aquellas preocupaciones que rozan la orientación social de gobierno. Sobre los ambientes, sobre la marcha de la acción proselitista, sobre las interpretaciones dudosas de un sentido concreto.

Esta es la acción que a todos en esta hora inquieta nos exige la Patria y nos ordena Franco. Y éstas son las consignas para esta nueva etapa; éstas y no otras más suaves, más ponderadas o menos abiertamente defendidas.

En mí tenéis un camarada para ayudaros y para comprenderos y un Jefe para responder de toda acción que en obediencia a este sentido emprendáis.

Y nada más, sino que en esta áspera lucha de cada día, porque es noble la empresa de dar a los siervos libertad, porque es generoso el empeño de llevar alegría a los hogares tristes y porque la justicia así lo demanda, que a vosotros y a mí nos ayude Dios.

 
(Madrid, 23 de febrero de 1945.)