Filosofía en español 
Filosofía en español

materialismo

“Materialismo médico”

1845 «III. Toda doctrina médica digna de este nombre, he dicho, está necesariamente dominada por un modo de concebir la vida humana. […] Bajo el aspecto fisiológico, dos soluciones se presentan desde el origen de los tiempos, y estas dos soluciones tienen el mérito de ser tan contrapuestas en su expresión y en su pensamiento, que entre las dos no hay compromiso posible. La vida humana es un hecho, y este hecho puede ser comprendido o como causa de los fenómenos que se suceden de un modo tan maravilloso en nuestra organización, o puede ser concebida como efecto del juego de los órganos. En otros términos, para el fisiólogo como para el metafísico, no hay medio entre el espiritualismo y el materialismo. Todo hombre cuyo espíritu es bastante vasto para no detenerse a la mitad del camino de un problema, se encuentra forzosamente conducido hasta esta terrible cuestión. Lejos de retroceder ante las dificultades que la oscurecen, se entrega a ella obstinadamente hasta que hace surgir de ella la luz. Esta es la razón porque, a pesar de su desdén para las cuestiones filosóficas, no hay un médico que halla dejado algunas huellas de su nombre en la ciencia, que no se haya inclinado abiertamente hacia una o la otra de las soluciones indicadas. […] Profundos misterios, preciso es convenir en ello, cubren la una y la otra de estas soluciones, pero según en la que uno se detenga todo cambia de aspecto. El materialismo médico, no viendo más que órganos que funcionan, coloca en ellos el origen y el punto de partida de la enfermedad; si estudia la acción de los agentes de curación, no se ocupa más que de las modificaciones orgánicas que producen, y cuando llega a trazar sus indicaciones terapéuticas, las toma de estas dos fuentes.» (León Simón [1798-1867], “Apéndice al Organon del arte de curar. Noticia historia y médica sobre la vida y los trabajos de Samuel Hahnemann”, Gaceta Homeopática de Madrid, 10 de octubre de 1845, págs. 302-304.)

1846 «Organicismo. Vamos a exponer las bases fundamentales de la Doctrina opuesta o del materialismo médico. Los sabios que reprocharon la insuficiencia del vitalismo han querido sentar un nuevo edificio sobre sus ruinas, sin otro mérito que la adopción del principio opuesto. La materia es el actor principal, ella es la causa eficiente; si el espíritu existe, existe bajo su dependencia; así dicen los materialistas y sientan como principios…» «Tal es el espíritu del materialismo médico. Teoría y práctica todo se conforma con el principio sentado. Si con espíritu de investigación y filosofía nos permitiésemos la comparación del sistema que discurrimos con los hechos primitivos de creación y naturaleza, veríamos que la atracción y repulsión los resumen todos; la naturaleza se compone y se descompone sin cesar; una ley calculable muerta y fatal rige y encadena todos los cuerpos: el universo del Materialista no es mas que un vasto cadáver. ¿Quién, pero, podrá conformarse con un sistema que hace abstracción del lazo que coordina y vivifica todo, que asocia los seres los unos con los otros, los hombres entre sí, y a las partes de un cuerpo las une y dispone en la mas estricta dependencia? Este hombre negaría el Orden, orden del Universo, creencia que a pesar nuestro nos sigue en todas partes, orden que es el objeto del más profundo estudio en aquellos más apasionados en deprimirlo; así pues sin temor de equivocarse, podemos decir que no hay ni puede haber materialista consecuente, materialista verdadero. (vide la célebre oración inaugural del Dr. Balcells leída en la facultad de ciencias Medicas de Barcelona (en 1844).» (Ramón Font Roura, Las ocho épocas. Atlas histórico-bibliográfico de las ciencias médicas, Barcelona 1846, págs. 133 y 140-141.)

1847 «Lección tercera. Señores: […] Dos son las soluciones que existen, dos las únicas que se han presentado sucesivamente, según el espíritu médico existente y según el carácter filosófico que le precedía y creaba. No es el antagonismo que caracteriza a las dos referidas soluciones lo que más contrista y aflige, sino la desconsoladora idea de que no hay medio de conciliación ni vínculo posible que no salve de tan fatal compromiso. No hay remedio señores: la vida humana es un hecho, y este hecho o le consideramos como causa de los maravillosos fenómenos que se suceden en nuestra organización, o como efecto del juego de los órganos: o admitimos el materialismo como la ley que explica el hecho, o apelamos al espiritualismo como vía más segura. Según que nos decidamos por la una o la otra de estas dos opuestas soluciones, el giro y carácter de la ciencia cambia de aspecto. En la lección anterior probé con el testimonio de la historia que el materialismo médico consecuencia legítima del materialismo filosófico era insostenible, y una de las pruebas que alegué es el abandono en que cayó, abandono de que no ha podido librarse porque la filosofía también le ha sepultado en el olvido y abrigamos la fundada esperanza de su difícil e imposible renacimiento. Si pues filosóficamente hablando la medicina no puede ser ya materialista porque carece de base que la sostenga, bajo el aspecto puramente médico es aun menos posible su existencia en atención a que los frutos que ha dado son de lo más estériles y por estar reducida a una afirmación sin prueba. Al suponer el materialismo que la vida es el efecto o resultado del ejercicio funcional, al expresar que cada órgano no es más que una modificación de la materia, y al sentar que el principio o fuerza vital es el conjunto de leyes que animan y rigen a la organización, parte sin justificación de una suposición gratuita, construye sobre una base vacilante un frágil edificio, confunde los medios de expresión con la causa que los produce. […] “En la economía animal viviente, dice Rostan, existen sólo órganos y funciones: las funciones no son otra cosa que los órganos en ejercicio; todo lo que no es órgano, principio de órgano o efecto de órgano, es nulo e insignificante, para el médico.” ¿Hay alguno, señores, que se atreva a sostener frente a frente esta ley de Rostan sin que se resienta su razón y encuentre insuperables obstáculos en la junta y amarga crítica que de la medicina orgánica se ha hecho? Pues no obstante la aversión que hoy día inspira el concepto anunciado, no se puede negar que es la expresión más fiel y legítima del materialismo médico, el destello más claro del poder y predominio de la materia que la filosofía admitía.» (Pío Hernández Espeso [†1880], “Lecciones orales de doctrina homeopática, pronunciadas en el Instituto Español por…”, La Homeopatía, Madrid, 10 y 25 de marzo de 1847, págs. 534-536.)

«La Sociedad Hahnemannianna de París acaba de recibir del doctor Mure, presidente de la Sociedad Homeopática del Brasil, nuevas noticias sobre lo que pasa en aquellas comarcas, respecto de nuestra doctrina. […] “La facultad ha comprado un aparato de Marsh, y algunos días después se ha acusado a un homeópata de haber envenenado una joven de diez años. El cuerpo ha sido exhumado; la autopsia ordenada debía verificarse a puerta cerrada, pero advertidos a tiempo cuarenta homeópatas, se han encontrado presentes y la suposición de envenenamiento ya no ha sido posible en vista de la integridad del estómago y de todo el tubo digestivo. La muerte ha sido atribuida por los expertos a mas de 200 lombrices encontradas en los intestinos. La afrenta ha recaído sobre el doctor Jobien, decano de la facultad, y el doctor Bompain nuestro denunciador, a quien perseguiremos sin piedad. Un oficio fúnebre y expiatorio ha sido celebrado en las catacumbas del hospicio donde la joven Gabriela ha sido despedazada por los ministros del materialismo médico. La prensa ha resonado con esta lucha furiosa, y el jefe de policía, que ha tomado nuestro partido, acaba de ser destituido a causa de las intrigas del doctor Jobien, médico del emperador. Este es el segundo ministerio que ha sido conmovido y modificado a causa de la cuestión médica, que ocupó a todos en el Brasil, desde los inspectores de policía hasta el consejo de Estado y las cámaras. La guerra es franca, ardiente, abierta, no hay transación. Nosotros no pedimos puestos en las sociedades alopáticas; levantamos sin temor bandera contra bandera, escuela contra escuela. Los hombres religiosos toman partido por la medicina del sacrificio y del espiritualismo contra la de la materia y el egoísmo. Nosotros tenemos nuestras oraciones en los reveses, nuestros Te Deum en los triunfos”.» (“Variedades”, Boletín Oficial de la Sociedad Hahnemannianna matritense, tomo II, Madrid [junio] 1847, págs. 134-135.)

«La Sociedad Hahnemannianna de París acaba de recibir del doctor Mure, presidente de la Sociedad homeopática del Brasil, recientes noticias harto interesantes sobre el estado en este reino de la propaganda homeopática. […] “Acaba de hacerse el último esfuerzo para una restauración alopática. La facultad ha comprado un aparato de Marsh, y algunos días después se acusó a un homeópata de haber envenenado a una joven de diez años; se efectuó la exhumación, y la autopsia decretada debía ejecutarse a puerta cerrada, pero advertidos a tiempo cuarenta homeópatas, acudieron al sitio, y no se pudo demostrar el supuesto envenenamiento en atención a la integridad del estómago y de todo el tubo digestivo. La muerte fue atribuida por los peritos, a mas de doscientas lombrices halladas en el intestino; y el doctor Jobien, decano de la facultad, así como el doctor Bompain, nuestro denunciador, a quien perseguiremos sin piedad, sufrieron el justo y merecido castigo del bochorno y la verguenza. Una ceremonia fúnebre y expiatorio se ha ejecutado en las catacumbas del hospital, donde la joven Gabriela fue despedazada por los ministros del materialismo médico; el concurso de homeópatas que presenciaron el caso, ha intentado una contraprueba contra sus adversarios, y el jefe o inspector de policía que se pronunció de su lado, ha sido depuesto en fuerza de las intrigas del doctor Jobien, médico del emperador. Van ya dos ministerios conmovidos y modificados a consecuencia de la cuestión de reforma médica, que ocupa todo el Brasil, desde los inspectores de policía, hasta el cuerpo del Estado y las cámaras. La guerra es animada, ardiente, abierta; no hay transación. No exigimos posición en las sociedades alopáticas; enarbolamos bandera contra bandera, doctrina contra doctrina. Los hombres religiosos se alistarán en la medicina del sacrificio y del espiritualismo, contra la del materialismo y el egoísmo. Resignados sufriremos los reveses, y en los triunfos que obtengamos celebraremos nuestra victoria con un ferviente Te Deum”.» (“Variedades”, Gaceta Homeopática, segunda época, tercer año de publicación, Madrid, nº 4, 15 agosto 1847, págs. 110-111.)

1850 «Brown, Rasori y Broussais no ven otra cosa que el órgano que funciona, y consideran a la vida como un resultado de este ejercicio. Su materialismo médico les lleva a mirar al órgano como a exclusivo origen y punto de partida de las enfermedades, y si estudian la acción de los medicamentos, no es para mas que para ocuparse de los cambios orgánicos que ellos puedan producir. […] Sobreviene una hemorragia uterina, y como todos los padecimientos, según el materialismo médico, son locales, los tópicos astringentes y el taponamiento serán los medios que se empleen, consiguiendo sí, que la sangre no salga al exterior, pero, derramada en la cavidad de la matriz, la muerte vendrá a patentizar la ineficacia de tal tratamiento.» (Anastasio Álvarez González, “Mi profesión de fe médica” [2 febrero 1850], Boletín Oficial de la Sociedad Hahnemannianna matritense, Madrid 1850, tomo V, págs. 73-74.)

1852 «¿Hay enfermedades generales? Dijimos en el artículo anterior que había enfermedades locales, y que para convencerse de ello bastaba considerar que en muchos casos la vida general, aunque influida por un trastorno circunscrito, resistía victoriosamente, conservando la salud del todo a pesar de la lesión de la parte. De este modo desechamos de la filosofía médica el espiritualismo exclusivo, y al parecer inclinamos algún tanto la balanza en favor del materialismo. En esta primera batalla llevó la mejor parte el organicismo, porque el ataque de su adversario era sobradamente duro y violento, propendiendo a desalojarle de los puntos más fortificados y donde con mejores armas podía defenderse. En efecto, negar la existencia de toda enfermedad local, es una pretensión tan exagerada, como la de los filósofos que niegan toda diversidad, o sea la existencia de la materia, sin reparar que la unidad misma supone la diversidad, que sin esta es aquella vana e ilusoria, y que en el orden fenomenal el espíritu es imposible sin la materia, puesto que el espacio, carácter fundamental de la materia, es condición inseparable de todo fenómeno experimental. […] Pero esta primera victoria del organicismo, ¿le da fuerzas bastantes para dominar completamente el campo de la patología, negando la existencia de las enfermedades generales? O en otros términos, la intervención reconocida de la diversidad o la materia en el fenómeno enfermedad ¿excluye necesariamente el espíritu o la unidad como elemento constitutivo del mismo fenómeno? Esto es lo que nos proponemos examinar en el presente artículo. […] Cuando la filosofía había venido a parar en el sensualismo de Condillac, la moral en la teoría del interés explanada por Helvetius y Saint Lembert, la política en el sistema de Hobbes y la religión en el ateísmo, o por lo menos en la indiferencia y la duda, todavía fue en la medicina un heroísmo digno de alabanza, una fidelidad no vista al sentido común, esperar hasta Broussais para formular el principio de la localización absoluta de todas las enfermedades. Los médicos acusados ligeramente de materialismo, fueron los que más tardaron en abandonar del todo los principios del espiritualismo, y los que menos tiempo se dejaron dominar por las exageradas doctrinas, que aunque hijas legítimas de la influencia de la época, llevaban en sí mismas un sello de falsedad, que no las permitía fijarse en ánimos ilustrados e imparciales. […] Firmes en este terreno, veamos si es posible poner de acuerdo la práctica con la teoría, empezando por preguntar a esta última, si puede explicar todas las enfermedades por el principio de la localización; en una palabra, si el materialismo médico con todas sus consecuencias es más aceptable que el espiritualismo. […] Con todo lo que va dicho no hemos hecho mas que demostrar la insuficiencia en medicina de las doctrinas emanadas del materialismo y del espiritualismo puros. Aun nos resta examinar las aplicaciones de otro sistema filosófico; exponer nuestra opinión acerca de este asunto, y últimamente ver si las conclusiones que obtengamos pueden tener alguna aplicación práctica.» (Matías Nieto Serrano [1813-1902], “Patología general. Hasta qué punto son locales, hasta qué punto generales las enfermedades. Art. 3º”, Gaceta médica, periódico de medicina, cirugía, farmacia y ciencias auxiliares, nº 269, Madrid 20 junio 1852, págs. 129-131.)

1854 «Gracias a los trabajos de la escuela anatómica de Bichat y de la escuela de los anatomo-patólogos, de que Corvisat fue el jefe, el organicismo fisiológico y patológico, es decir, el materialismo médico, fue constituido y tomó el nombre de organicismo, por oposición al animismo de Stahl y a las ideas iatro-mecánicas e iatro-químicas que Boerhave había negado, después de haberlas enseñado hasta en su vejez. No he mencionado en esta sucesión ni a Glisson ni a Haller. Glisson no merece el honor de una cita, y Haller es demasiado espiritualista para colocarle en las filas de los fautores del organicismo; aunque Bichat no haya hecho mas que aplicar sus investigaciones sobre la irritabilidad y la sensibilidad, violentándolas todavía por querer extenderlas a las funciones naturales y a todos los fenómenos de formación.” (“Estudios de medicina general, por el doctor Mr. Tessier” (cont.), traducción del Dr. R. Fernández del Río, La década homeopática, periódico oficial de la Academia Homeopática Española, Madrid 10 febrero 1854. nº 4, pág. 32.)

“Que soy materialista, pero materialista a mi manera científica… el materialismo médico-homeopático”

Como se habrá advertido más arriba, el “materialismo médico” era asunto tratado sobre todo en ambientes homeopáticos, herederos seguidores del sajón prusiano alemán afrancesado Samuel Hahnemann (1755-1843). Pero, como es natural, los homeópatas españoles y en particular los madrileños, estaban bastante reñidos entre sí: la natural competencia entre bandas que buscan captar clientes y prestigio en un novedoso mercado emergente, los individualismos particularistas y hasta las divergencias ideológico filosóficas. Formaban por tanto dos bandos principales: la línea de Pío Hernández Espeso (†1880) y los suyos, impulsora de la Gaceta Homeopática de Madrid (1845-1846), La Homeopatía (1846-1847), Gaceta Homeopática (1848-1849), el Instituto Homeopático Español (1849), la Academia Homeopática Española (1853), La década homeopática (1854-1857), La reforma médica (1865-1870), &c., y la línea de José Núñez Pernia (1803-1879) y los suyos, impulsora de la Sociedad Hahnemanniana Matritense (1845) y su Boletín (1847-1851), los Anales de la medicina homeopática (1851-1857), El criterio médico (1860-1889), el Instituto Homeopático y Hospital de San José (1878), &c.

En la península, en general, dominaban los homeópatas espiritualistas y sus irisaciones, pero contaba España en ultramar con homeópatas materialistas declarados, como Cayetano Cruxent Lalbi (1801-1863), “doctor médico-cirujano homeópata, tan ventajosamente conocido en nuestras Antillas por los felices resultados de su distinguida práctica, y en el mundo médico por sus concienzudos trabajos científicos” (escribía de él La Esperanza, periódico monárquico de Madrid, el 31 de mayo de 1854, anunciando su llegada a la corte y próximo retorno a La Habana). Este médico cubano, que poco antes de morir dejó publicadas unas Consideraciones críticas acerca de los principios fundamentales de la Homeopatía (Barcelona 1863, 605 págs.), se vio obligado a tener que escribir este remitido, publicado en 1855 por los Anales de la medicina homeopática de la Sociedad Hahnemanniana Matritense:

Breve contestación al artículo del Sr. D. Carlos Somoza, inserto en la pág. 73 y siguientes del tomo IV de los Anales de la medicina homeopática.

Remitido.

El Sr. D. Carlos Somoza, contestando a un artículo que publiqué en la entrega primera del tomo y periódico citados, supone que ulteriores explicaciones podrán quitar a los asertos que encierra mi artículo, el sabor de materialismo que los hace sospechosos e inaceptables para él.

Soy enemigo de rodeos, y por lo tanto acostumbro dar a mis opiniones el carácter claro y franco que el médico que tenga convicciones debe mostrar siempre en toda cuestión que interese a la humanidad. Por lo tanto, creo deber a mi apreciable compañero las siguientes aclaraciones:

1.ª Que soy materialista, pero materialista a mi manera científica, y, sobre todo, médicamente hablando.

2.ª Que, a pesar de esta circunstancia, soy Homeópata puro.

3.ª Que considero como un acto de arbitrariedad científica y de despótica represión el pretender excomulgar un Homeópata a otro Homeópata, tan solo porque no acaba este las explicaciones hipotéticas que aquel da a la manera como los hechos se producen.

4.ª Que en muchos puntos de doctrina, y aun de práctica homeopática, la autoridad del maestro tiene aprisionada la inteligencia de no pocos de los discípulos.

5.ª Que rechazo como inútil, y hasta cierto punto como perjudicial para la humanidad doliente, la creencia espíritu-vitalista del creador de la Homeopatía, formulada en su teoría del dinamismo vital.

6.ª Que si se atiende a los resultados prácticos, mi materialismo médico-homeopático es, cuando menos, tan provechoso para la humanidad doliente como pueda serlo la creencia en el dinamismo vital Hahnemanniano.

7.ª Que creo en la ley de los semejantes, en la necesidad de la experimentación pura, y en la acción eficaz de las dosis infinitesimales.

8.ª Que tengo fe en el porvenir, y que, por lo tanto, no reculo ni abandono mis principios, sean cuales fueren las calificaciones con que se pretenda reprobarlos.

9.ª Que tengo un convencimiento íntimo de que la Homeopatía es el áncora de salud de los enfermos y de los médicos; pero que de la Homeopatía de Hahnemann, a la del siglo vigésimo, habrá tanta diferencia como la que existe entre el telégrafo de Chappe y el eléctrico de nuestros días.

10. Que mis pretensiones no son las de pasar por sabio entre los médicos, sino las de curar más y mejor que los titulados sabios, que los que se esfuerzan en inculcar al mundo médico que, sin lo que ellos llaman ciencia, no puede haber salud para los enfermos.

11. Que el médico, en calidad de antropólogo, se queda completamente a oscuras, vagando sin dirección precisa, y tropezando a cada paso, desde el momento que aparta la vista de lo que se ve y se toca, y de lo que se puede percibir distintamente por medio de la razón, para irse a perder en las regiones misteriosas de los espíritus; en una palabra, desde que admite que sin físico no hay ni puede haber moral.

12. Que la ciencia frenológica enseña y prueba con hechos materiales que la materia es un intelectámetro infalible; por lo tanto, que para el fisiologista práctico, las manifestaciones intelectuales, sentimentales e instintivas, deben ser consideradas como productos de ciertas y determinadas porciones de materia.

He dicho lo que por el pronto es posible y conveniente. He hecho mi profesión de fe en breves palabras. Si la suerte me vuelve a llevar a la Península, ofrezco al Sr. Somoza explanar más las ideas vertidas como preludio en la presente contestación, en una obrita que está destinada a ver la luz pública, y que estoy escribiendo ex profeso en los momentos que puedo robar a mi práctica.

Habana 22 de abril de 1855.

Dr. C. Cruxent.

(Anales de la medicina homeopática, tomo IV, Madrid 1855, págs. 301-303.)

1856 «Respecto al organicismo, hijo legítimo del materialismo filosófico, aun cuando ha quedado ya desechado al combatir en el artículo anterior el materialismo, diremos, no obstante, que en el terreno de la ciencia, bajo el aspecto fisiológico, parece imposible no haya tenido un sostenedor en las célebres sesiones que a principios de este año ha celebrado la Academia médica imperial de Francia. Solamente Mr. Forget en representación de la escuela médica de Strasburgo, es el que, si bien no defendió el organicismo, combatió el vitalismo con generalidades de las que no presentó aplicación práctica alguna, contentándose con inclinar los ánimos a una imposible conciliación, intentó, como se dice en España, hacer un pastel. […] Si, pues, el materialismo médico es insostenible, si el espiritualismo de Sthal jamás ha logrado fortuna porque conduce a la negación en las aplicaciones prácticas, solo resta el vitalismo; pero como este se ha presentado de distintas maneras, preciso será sepamos a que atenernos.» (Pío Hernández Espeso (†1880), [La Homeopatía] “Artículo IV”, La década homeopática, Madrid, 30 junio 1856, nº 89, pág. 137 y 139.)

1857 «Por último, entre los diversos matices del materialismo médico que hemos examinado, pueden hacerse transacciones y refundiciones, que ofrecerán en mayor o menor grado los inconvenientes propios de las variedades refundidas y puestas en contribución; pero que todas conservarán los defectos inherentes a este género de doctrinas, a saber: 1.º, limitar el campo de la terapéutica, sugiriendo indicaciones racionales procedentes de una teoría sumamente incompleta e insuficiente; 2.º, empequeñecer la experiencia adquirida, haciendo considerar como empíricas todas las indicaciones suministradas por la observación, que no quepan en el círculo de la doctrina, y apartando el ánimo de emplearlas, explotarlas y perfeccionarlas progresivamente; 3.º, inspirar una confianza ilusoria y perjudicial en los medios racionales, fundados en el supuesto conocimiento del sitio y naturaleza del mal; y 4.º, apartar del estudio de las alteraciones dinámicas, de las relaciones generales de los síntomas entre sí y con otros estados morbosos y fisiológicos, del conjunto de la enfermedad en todos sus períodos y circunstancias, que sirve para investigar la influencia sintética que en estas condiciones ejercen ciertos medios, solos o combinados en mayor o menor número, y lo que por analogía puede esperarse en casos semejantes o comprendidos en la idea general de la afección morbosa.» (Matías Nieto Serrano [1813-1902], “¿Qué dirección conviene dar a los estudios médicos?”, en El Siglo Médico, reproducido en Anales de la Medicina Homeopática, Madrid 1857, tomo VI, pág. 167.)

1860 «La cuestión del vitalismo y materialismo médico es demasiado importante y compleja para tratarla de un modo tan incidental, como ha venido traída al tapete: yo necesitaría algunas sesiones más para hablar con toda la extensión debida sobre mi doctrina: siete lecciones empleé en otra ocasión, allá en el Ateneo, ocupándome de la vida y sus fenómenos, bajo un punto de vista físico y químico, y hoy debería hacer otro tanto y quizá más, para abarcar cuanto desde entonces ha ganado la doctrina en el campo científico y en el de la experiencia.» (Pedro Mata, Doctrina médico-filosófica española, sostenida durante la gran discusión sobre Hipócrates y las escuelas hipocráticas en la Academia de Medicina y Cirugía de Madrid y en la prensa médica, Carlos Bailly-Bailliere, Madrid 1860, págs. 793-794.)

1861 «Es, pues, posible que los medicamentos atenuados hasta la dilución llamada infinitesimal, ejerzan una influencia, una acción física, fisiológica, patológica o terapéutica en el hombre sano, y sobre todo en el enfermo. En segundo lugar, ¿es probable esta actividad dinámica en las diluciones infinitesimales de los medicamentos? La analogía está por la afirmativa; el materialismo médico y el neo-hipocratismo, especie híbrida de un consorcio absurdo de vitalismo y materialismo, están por la negativa; nosotros estamos por la analogía.» (Joaquín Hysern Molleras [1804-1883], “La certidumbre de la homeopatía en sus fundamentos empírico-racionales”, El criterio médico, periódico de homeopatía, oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid 1861, tomo 2, pág. 178.)

«En suma: el exclusivismo de unos; el asustadizo apocamiento de otros; el frío escepticismo de no pocos; la falta completa de buenos estudios filosóficos; la carencia de una escuela filosófica propiamente española, y otras causas que no hay para qué enumerar aquí: han contribuido y contribuyen a que el Materialismo médico cunda entre nosotros con no poco desprestigio de la ciencia, y con daño gravísimo de la humanidad doliente. Id al colegio de nuestra Facultad; id a la Real Academia de Medicina; id al Ateneo científico y literario de esta corte; y veréis y oiréis al más docto, al más elocuente, al más simpático de sus apóstoles; venid a las sesiones de esta docta Academia, y también le veréis y oiréis teniendo en torno suyo una pléyade brillante de jóvenes simpáticos e instruidos, esperanza de la patria ciencia, y no menos hábiles y solícitos defensores que el Maestro de la propia doctrina! […] ¡Dichoso yo, Señores, si al terminar mi tarea consigo que nuestro sabio impugnador, tan digno de nuestra estimación y respeto por su laboriosidad y altas prendas intelectuales, dichoso yo si consigo que aparte los ojos de la caduca fenomenalidad para fijarlos allí donde el sol de la Verdad irradia sus puros raudales de luz! […] ¿Por qué no habría de estarle reservado enseñarnos a descifrar una línea siquiera de ese misteriosísimo libro en cuya portada leemos NATURALEZA, y cuyo autor se nombra DIOS? He dicho.» [El malvado es Pedro Mata.] (José Álvarez de Peralta, “Discurso pronunciado en la Academia Médico-Quirúrgica de esta Corte (sesión del día 25 de mayo)”, El criterio médico, periódico de homeopatía, oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid 1861, tomo 2, pág. 252-254.)

«En la noche del sábado 25 se celebró otra de las sesiones que la Academia médico-quirúrgica de la calle de Capellanes está dedicando a discutir las doctrinas del sistema homeopático. Tocóle hacer uso de la palabra al Dr. Álvarez Peralta, cuyo discurso era esperado con interés, a causa de la reputación de hombre de talento, vasta instrucción y dotes oratorias de que el Sr. Álvarez goza en los círculos médicos de la corte. Nos complacemos en decir que el orador correspondió a las esperanzas de todos. El Sr. Alvarez entró de lleno en la cuestión de principios y procuró demostrar al Dr. Mata que no podía con el método a posteriori, que proclama como exclusivo y absoluto, haber examinado el grado de certitud de los principios de la doctrina homeopática, porque no lo había aplicado; que él, y no los homeópatas, es ontologista, porque levantaba el nuevo ontologismo de la materia; que él y no los homeópatas, es opresor de la libertad del pensamiento, porque lo encerraba en las estrechas leyes de lo finito, o extenso, lo material; que él, y no los homeópatas, adora ídolos, imitando a Condillac, Locke y Cabanis. El Sr. Álvarez continuará el sábado próximo examinando el credo del materialismo médico.» (El Contemporáneo, Madrid, martes 28 mayo 1861.)

«A unos dais el epíteto de materialistas, a otros los llamáis panteistas. ¿Son merecidos estos cargos? ¿Están fundadas esas acusaciones? Y en todo caso, ¿cuya es la culpa? […] II. No negaremos (¿y por qué habríamos de negarlo?) que hoy se advierten en el movimiento médico de España dos tendencias muy notables: una hacia el materialismo, mejor dicho, el panhylismo; la otra hacia el panteísmo alemán, mas claro, hacia las escuelas de Shelling y Hegel por unos, hacia la de Krause por no pocos. No negaremos pues esas tendencias; no las aplaudimos, pero tampoco nos creemos autorizados para magistralmente vituperarlas. Confesamos el hecho, lo reconocemos, y no culpamos por ello a la juventud médica, sino a vosotros, fingidos hipocratistas; porque la culpa es vuestra. Esto es lo que nos proponemos demostrar: y para ello, echaremos una rápida ojeada a vuestra conducta como críticos, y a vuestra enseñanza como escritores y catedráticos. III. Es preciso combatir el Hahnemannismo, dijisteis; y os apercibisteis para la lucha, ¿con que armas? con las armas del organicismo, con las armas del materialismo médico. No visteis que la Homeopatía se asienta en la hipótesis del vitalismo hipocrático; no visteis que la Homeopatía profesa la esencialidad morbosa, doctrina de la escuela de Hipócrates…» (José Álvarez de Peralta, “Némesis médica. Artículo I. A los se dicentes hipocratistas”, El criterio médico, periódico de homeopatía, oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid 1861, tomo 2, págs. 493-494.) [El malvado sigue siendo Pedro Mata.]

1863 «Que existe una fuerza que imprime el movimiento a los átomos de que se compone el organismo animal, o que los obliga a que ocupen en él lugares determinados y a que se muevan y evolucionen sujetos a un orden también determinado cuyo fin es conservar la individualidad formada por los mismos, esto se halla a mi entender fuera de toda discusión; mas, que dicha fuerza sea o no distinta de las llamadas físicas y químicas nada prueba contra mi opinión de que, a semejanza de las demás fuerzas, ella no da ni puede dar más que el impulso a la máquina (a la materia), siendo propiedad exclusiva de esta ejecutar determinados movimientos, destinados a producir sensaciones y a dar productos de varias especies, los cuales en calidad, lo mismo que en cantidad, guardan siempre relación directa con la configuración, con la calidad y con la cantidad de la materia movida. Por esto Hahnemann, huyendo, segun he dicho, del materialismo médico, sentó involuntariamente una gran verdad: sentó que ni la fuerza vital es autocrática, ni tampoco la materia, sino que el poder que los dinamistas atribuyen exclusivamente a aquella, es la propiedad de ambas, aun cuando cada una tenga atribuciones distintas.» «Despues de lo dicho hasta aquí, no tengo necesidad de refutar concepto por concepto, frase por frase, esa complicada declamación de Hahnemann dirigida a la escuela alopática, pero que sin embargo alcanza hasta el materialismo médico que yo profeso.” (Cayetano Cruxent Lalbi [1801-1863], Consideraciones críticas acerca de los principios fundamentales de la Homeopatía, Barcelona 1863, págs. 93-94 y 102.)

1865 «He aquí lo que no nos sabemos explicar; y sin embargo, tenemos esperanza de que el fallo que generalmente se da en aquel sentido, ha de ser falso: cuando se proclame la muerte del materialismo médico, incapaz de dar solución ninguna obvia y concluyente, a los problemas patológicos que aun están por resolver; y que, no obstante, creen haber resuelto muchos médicos alópatas y homeópatas, que aseguran haber curado tísicos y cancerosos radicalmente (1. El ilustrado catedrático Sr. Seco Baldar un tísico, y Álvarez y González otro: el primero alópata, y el segundo homeópata, ambos establecidos en Madrid.) » (Dr. José López de la Vega [1830-1888], “Extracto del discurso pronunciado en la Academia Médico-quirúrgica Matritense, el 18 de marzo de 1865”, El genio quirúrgico, Madrid, 31 marzo 1865, nº 840, pág. 182.)

«Recomendamos a nuestros lectores el tratado del Cólera asiático, precedido de un opúsculo titulado El materialismo médico o el espíritu médico filosófico de la época, escrito en 1855 por el señor de Palomar y Caballero, médico especialista de las enfermedades de pecho y padecimiento del hígado. En dicho tratado encontrarán nuestros lectores varias estadísticas, por las que juzgarán de las ventajas de uno y otro sistema, es decir, del homeopático y del alopático.» (La Correspondencia de España, Madrid, 26 octubre 1865, pág. 2.)

«Dejemos a un lado las definiciones de fisiología, sobre si la vida es el organismo funcionando, con todas las sensaciones y afectos de que es susceptible, pues tales voces no son más que pequeñeces del materialismo médico, que procura prosélitos en los ignorantes, persigue a los que contradicen y rehúsa la luz del espiritualismo, que es la fuente de las ideas de la verdadera ciencia y en ella residen los principios de la noción y acción de la verdadera fisiología.» (Dr. José López de la Vega [1830-1888], “Estudios sobre la redención física del hombre”, El genio quirúrgico, Madrid, 15 noviembre 1865, nº 505, pág. 594.)

1868 «Háse dicho por algún periódico en tono concluyente y a la manera del que falla ex catedra, que habiendo permitido la única autoridad que puede decidir las cuestiones acerca del materialismo, toca solamente a los demás bajar la cabeza y acatar las decisiones de la expresada autoridad. Esto que pudiera parecer una verdad inconcusa, no es sino una razón muy especiosa sin otra fuerza que una tan aparente come ficticia. Si se tratase del materialismo en religión, tendrían razón los que tal han dicho; y aun en ese caso, respetaríamos el fallo, sin dar por eso torcedor a nuestra conciencia; pero aquí se trata la cuestión de muy diversa manera; nos ocupamos directa y exclusivamente del materialismo médico; y si bien puede argüirse que una cuestión tiene forzosamente que rozarse con la otra, por lo mismo que son perfectamente afines, yo abordo la cuestión en el terreno que no me está vedado, sin dejar por esto de reconocer, y acatar la autoridad que tuviese derecho para enmendar mis errores, si en alguno incurriese, en las ramificaciones de mis argumentos.» (José López de la Vega, “El lado materialista de la obra de filosofía hidrológica del Sr. Ortego”, El genio médico-quirúrgico, Madrid, 22 junio 1868, nº 628, pág. 594.)

«Mi querido amigo y distinguido colega: No me es posible hacerme superior al cariño que os profeso, para imponeros la poderosa lógica del idealismo, sobre el positivismo (y cuenta que este se aparea con el materialismo médico y filosófico, que no es el ateísmo), sin que dejéis la circunspección para no contestarme con alusiones a mi imaginación, poesía, delirios, &c., que es la láctica empleada por todos los hombres prácticos, para batir a los idealistas.» (José López de la Vega, “Al Sr. Ortego, mi última palabra por ahora, sobre su obra de filosofía hidrológica, &c.”, El genio médico-quirúrgico, Madrid, 15 agosto 1868, nº 635, pág. 478.)

1869 «Que no es de esperar que estos dignos profesores, por muchos que sean los quilates en que se estimen, desairen la invitación de la Sociedad, porque tengan en menos debatir las doctrinas de la homeopatía; cuando profesores distinguidos y de gran reputación en las escuelas alopáticas, no se desdeñaron poco tiempo ha de acudir con grande interés a defender unos y a impugnar otros en la Academia Médico-Quirúrgica Matritense, la doctrina anti-filosófica, anti-científica, anti-social y anti-religiosa del materialismo médico y filosófico.» (Joaquín Hysern, “Fundación de la Academia Homeopática Española -concluye la contestación…)”, La reforma médica, periódico oficial de la Academia Homeopática Española, Madrid 30 setiembre 1869, nº 75, pág. 360.)

1871 T. P. [Tomás Pellicer Frutos 1816-1902], «Filosofía. La homeopatía y el materialismo médico» (publicado en seis partes por El criterio médico, órgano oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid, I: 10 y 25 de mayo, II: 10 julio, III: 25 julio, IV: 10 y 25 septiembre, V: 10 octubre, y VI: 25 noviembre 1871.)

1872 «Aparece en esta época el genio filosófico de Pitágoras al frente de la escuela Itálica, y este hombre profundo, fundando el materialismo médico, da el golpe de muerte a las antiguas creencias, y separa enteramente la higiene de los ritos religiosos, con quienes en su origen la vemos confundida.» (J. López Ocaña, “Cuestiones científico-sociales. Higiene del Pueblo. VI.”, La Ilustración Republicana Federal, Madrid 21 mayo 1872, nº 15, pág.)

1903 «Libros recibidos: Contribución a la vulgarización de los estudios frenopáticos, y combatir el materialismo médico. La responsabilidad o capacidad legal, bajo el punto de vista médico. Memoria presentada en el Reconocimiento general de 20 de Diciembre de 1901, por el primer médico de la Armada D. Francisco Cantero y Gómez. Ferrol, imp. y lib. de hijos de R. Pita, 1903. Folleto de 85 páginas.» (La lectura dominical, Madrid, 3 mayo 1903, nº 487, pág. 284.)

1910 «El Instituto Homeopático celebrará sesión científica mañana a las diez de la noche, en la que el doctor Olivé disertará sobre “Abusos del materialismo médico”.» (La Vanguardia, Barcelona, lunes 6 junio 1910, pág. 3.)

1922 «La mística y el materialismo médico. Ciudad de Dios (julio). El P. Francisco Marcos del Río viene insertando en la Revista agustiniana una serie de artículos llenos de erudición y sana lógica sobre el tema que encabeza estas líneas. Afirma que la frondosidad del lenguaje psicológico de los flamantes sistemas esconde un verdadero maremágnum de teorías erróneas: el agnosticismo, positivismo, evolucionismo y panteísmo, las doctrinas relativistas, el inmanentismo, el intuicionismo, el activismo, el voluntarismo, el empirismo, el dogmatismo moral, el fideísmo, pragmatismo y modernismo, que los comprende todos. “El desarrollo –dicen los sectarios de estas aberraciones– de las ciencias positivas, de la psicología y sociología, hace que ningún pensador pueda sustraerse a la infiltración, y como dice Erichen, la Religión debe ahora someterse a los fines del hombre puro, en cuanto ella no puede dar apoyo sólido al hombre, ni puede gobernar la vida, ni determinar su sentido y su valor”. Y un doctor, el señor Marie, llama enfermedades religiosas al misticismo, confundiendo una inclinación pura y libre del espíritu con un caso patológico.» (Nuestro Tiempo, Madrid, agosto de 1922, nº 284, pág. 204.)

1972 «El racionalismo del siglo XIX negó el misticismo, calificándolo de propaganda y apostolado. Posteriormente el “materialismo médico” califica los fenómenos místicos de “estados patológicos” y “anomalías”. Solución poco válida –concluyó diciendo don Pedro Sainz Rodríguez–, porque es sabido que los grandes genios son “anormales fisiológicos” y son los que pueden llegar a un estado superior del espíritu, similar al que permite que el alma llegue al conocimiento de Dios.» (“Conferencia de don Pedro Sainz Rodríguez. Disertó sobre el tema 'El misticismo'”, ABC, Madrid, martes 9 de mayo de 1972, pág. 47.)

1979 «En gran parte el materialismo se ha manifestado como la idea de que el alma, la mente, el espíritu, se reduce al cuerpo y a fenómenos corporales. Esto explica el llamado “materialismo médico”, es decir, el hecho de que tanto en la Edad Antigua como en la Moderna haya habido “médicos-filósofos” inclinados hacia el materialismo. El materialismo de La Mettrie y de Holbach estaba fundado en gran parte en la concepción material de la mente. Dentro de esta línea de pensamiento se halla asimismo Cabanis, pero éste no elaboró, como La Mettrie y Holbach, una concepción materialista del mundo.» (José Ferrater Mora, “Materialismo”, Diccionario de filosofía [sexta edición], Alianza, Madrid 1979, pág. 2144.)

gbs