Filosofía en español 
Filosofía en español

materialismo

“Materialismo grosero” “grosero materialismo”

En 1735, trocado lo escrito por “un Mylord Anglois” (Andrés Miguel de Ramsay, 1686-1743) a la lengua francesa –“Le Psychomètre ou Réflexions sur les différens caracteres de l'Ésprit”–, podía leerse en el apartado donde el Caballero Ramsay compara a Henry More con Espinosa: “Ceux qui regardent le Spinosisme comme un Matérialisme grossier, ne l'entendent pas; c'est l'Ideálisme le plus pur, le Malebranchisme consommé…” (Memoires pour l'Histoire des Sciences et des Beaux Arts, París, abril de 1735, pág. 707).

Medio siglo después, en distintas traducciones de la obra famosa del abate Bergier, Traité historique et dogmatique de la vraie religion –Chapitre VI: De la nature de l'homme, Art. II: De la liberté de l'homme, §XXIV: Ignorons-nous les causes de nos actions?–, se iba vertiendo:

1780 «Un esclave, continue-t-il, se croiroit libre, s'il pouvoir se faire qu'il ne connût point son maître, qu'il exécutât ses ordres sans le savoir, & que ces ordres fussent toujours conformes à son inclination. Les hommes se trouvent dans cet état; ils ne savent pas que les dispositions de leur cerveau sont naître leurs pensées, leurs volontés, leurs inclinations. L'ame croit se déterminer elle-même, parce qu'elle ne connoît pas le principe étranger de ses déterminations. Réponse. Matérialisme grossier. Dans cette hypothese, l'ame reçoit tout du cerveau , & ne se donne rien. Mais le cerveau n'est que de la matiere: d'où lui viennent ses dispositions & ses mouvemens? D'un autre corps, sans doute, & ainsi à l'infini. Nous voilà bien avancés.» (París 1780, 3:165.)

1788 «Ein Sclav, fährt er fort, würde sich für frey halten, wenn es möglich wäre, daß er seinen Herrn nicht kennete, daß er dessen Befehle, ohne es zu wissen, vollstreckte, und daß diese Befehle immer mit seiner Neigung übereinstimmten. In einem solchen Zustande befinden sich die Menschen; sie wissen nicht, daß die Beschaffen heiten ihres Gehirns ihre Gedanken, ihre Willenschätig keiten und ihre Neigungen zum Vorschein bringen. Die Seele glaubt, sie bestimme sich selbst, weil sie die fremde Grundursache ihrer Bestimmungen nicht kennt. Antwort. Das ist der grobe Materialismus. Nach dieser Hypothese empfängt die Seele alles von dem Gehirne, und gibt sich nichts selbst. Aber das Gehirn ist nur Materie: woher kommen also seine Beschaffenheiten und Bewegungen? Ohne Zweifel von einem andern Körper, und so ins Unendliche nach einander fort. Um wie viel sind wir denn so weiter gekommen?» (Bamberg 1788, 3:149-150.)

1790 «Sequitur Auctor: Mancipium putaret se esse liberum; si eo pacto gerere se posset, ut suum dominum prorsus ignoraret, Si se inscio illius jussa posset persicere, & si quae ei praecipit dominus semper ejus indoli congruerent. Porro homines hoc in casu inveniuntur; ignorant enim suas cogitationes, indoles, & voluntates a cerebri dispositionibus in eis produci. Anima vero cui extraneum suarum determinationum initium non innotescit, putat a se determinari. Resp. Hoc nihil aliud est nisi rudis Materialismus. Hac in hypothesi anima omnia recipit a cerebro nihilque sibi tribuit. Ast cerebrum non est nisi materia. Suae ergo dispositiones & motus a quo procedunt? Sane ab alio corpore, & sic usque in infinitum. Revera valde progressi sumus.» (Venecia 1790, 1:379.)

1847 «Un esclavo, continúa, se creería libre, si pudiese no conocer a su señor, y que ejecutase sus órdenes sin saberlo, y que estas obras fuesen siempre conformes a su inclinación. Los hombres se hallan en este estado; no saben que las disposiciones de su cerebro producen sus pensamientos, sus voluntades y sus inclinaciones. El alma cree determinarse a ella misma, porque no conoce el principio extraño de sus determinaciones. Respuesta. Materialismo grosero. En esta hipótesis, el alma todo lo recibe del cerebro, y no se atribuye nada a sí misma. Pero el cerebro no es sino materia; de dónde le vienen sus disposiciones y sus movimientos? De otro cuerpo, sin duda, y así hasta lo infinito. Henos aquí muy adelantados.» (Madrid 1847, 1:265.)

Parece que “grosero materialismo” se asienta en la lengua española poco antes que “materialismo grosero”. Aparte sutiles diferencias y matices advertibles entrambos rótulos, en ciertos usos, se ofrecen aquí entremezcladas muestras de ambas formas, por orden cronológico.

1833 «No se limitan a esto las discusiones, sino que se extienden a la protección de los teatros y a la recompensa y halago de los autores. Considerando a aquellos como asilos de buen gusto, como a escuelas de civilización y de costumbres, vuelven la vista los representantes de Francia a su brillante recinto al efecto de mostrar la importancia que conceden a su influjo. El Gobierno toma a su cargo estos ingeniosos pasatiempos que han reemplazado el heroísmo de la arena olímpica, la ferocidad del anfiteatro romano, y el estrepitoso aparato de los torneos de Europa. Si gentes menos marciales y más cultas, menos esclavas de un grosero materialismo, y más sensibles a los sutiles deleites de la imaginación, han sucedido en la tierra a aquellos pueblos de grandes pasiones y de frenéticos entusiasmos, es justo que se note en sus recreos la diferencia misma que choca en sus caracteres. Y de la misma manera que los tumultuosos gobernantes de entonces cuidaban de decorarlos con cuanto enardecer pedía la rústica admiración de los espectadores, es justo que los ilustrados gobiernos de ahora no se desdeñen de embellecerlos, procurando que tanto en la verdad histórica de trajes y de decoraciones, como en el mérito de los representantes y en la elección de las piezas, se hable al pecho y a la fantasía de los oyentes, y se les ofrezca esta mezcla de deleite físico y moral que no menos embalsama los sentidos que penetra y conmueve el corazón.» (“Francia. Cámara de los diputados”, El Vapor, Barcelona, viernes 29 de marzo de 1833, pág. 2.)

1838 «La literatura, como la sociedad antigua, es esencialmente materialista: y porque es materialista, rinde homenaje, como he demostrado ya, a la realidad, al mundo físico, a las formas. Ahora bien: los dramaturgos modernos, proclamando el principio de que todo lo que es real, es asunto de un drama, aunque la realidad sea enojosa y repugnante, proclaman el materialismo más absurdo y más grosero.» (Juan Donoso Cortés, “El clasicismo y el romanticismo. VII”, El Correo Nacional, octubre de 1838, en Obras de don Juan Donoso Cortés, Madrid 1854, tomo 2, pág. 38.)

1839 «El Occidente debía salir vencedor del Oriente en tiempo de Alejandro, porque la cultura intelectual de la Grecia era un progreso comparada con el materialismo grosero de los pueblos asiáticos, y la humanidad, entonces como ahora, y como siempre, debía caminar hacia la conquista de sus gloriosos destinos, por el camino del progreso; pero la victoria de la Grecia sobre el Asia no podía ser definitiva, porque la civilización de la Grecia no era definitiva tampoco.» (Juan Donoso Cortés, “Antecedentes para la inteligencia de la cuestión de Oriente”, artículos publicados en El Piloto en 1839, en Colección escogida de los escritos del Excmo. Sr. D. Juan Donoso Cortés, Madrid 1848, tomo segundo, pág. 52.)

1840 «Era poco que en centenares de libros y folletos detestables se ridiculizasen y combatiesen con descarada impiedad los ritos y dogmas de nuestra religión sacrosanta y se enseñase el más grosero materialismo negando la verdad capital de la inmortalidad de las almas, y hasta la esencial diferencia del vicio y de la virtud. Era poco que maestros indiscretos pusiesen en manos de los jóvenes para formar su espíritu y su corazón autores heterodoxos cuyas perniciosas doctrinas si no son análogas a las indicadas, por lo menos preparan el camino que conduce a ellas. Era poco que nuestros teatros se convirtiesen con dolorosa frecuencia en escuelas prácticas de impiedad y de escándalo, donde en dramas inmorales se escarneciesen las practicas santas de la religión, se vilipendiase a los ministros del altar y a los príncipes de la tierra, y se insultase a la moral y a las costumbres públicas... Todavía no estaba satisfecha con esto la desaforada licencia de la prensa. Todavía la restaba llamar en su auxilio las nobles artes y prostituirlas vilmente para amenizar sus horribles producciones empleando la pintura y el grabado para ofrecer a la juventud por medio de estampas obscenas, lecciones abominables de sensualidad y de infamia, presentando a su vista objetos que el pudor se niega a referir y la honestidad y la decencia repugnan indicar. ¡Como si la fragilidad humana y la juventud fogosa necesitasen tantos impulsos para precipitarse!... ¡Qué horror!» (Fermín Álvarez de Eulate & Benito Forcelledo [1802-1858], “Representación a S. M. de los Gobernadores eclesiásticos del Arzobispado de Santiago sobre la situación del clero, de los exclaustrados y de las monjas, y sobre las publicaciones obscenas e inmorales”, El Correo Nacional, Madrid, domingo 19 de abril de 1840, pág. 4.)

1841 «En el núm. 7º, pág. 328, de este tomo prometimos dar más adelante razón de dos curiosos documentos de la época, no muy conocidos entre nosotros, a saber: la profesión del ateísmo que dejó en su testamento el doctor Broussais, y la vigorosa y científica impugnación que hace el doctor Cerise de las palabras del filósofo ateo. Varias veces hemos indicado, así en esta como en la anterior Revista religiosa, que todas las ciencias caminaban más o menos velozmente hacia un orden de ideas más sanas, y más análogas con las ideas católicas. Por lo que hace a la medicina, en la cual poco ha dominaba sin rival el más grosero materialismo, hallase también sujeta a la influencia común; y hombres que reúnen a la fe la profundidad de la ciencia trabajan desde largo tiempo para adelantar esta unión tan suspirada. De esta doble verdad vamos a dar ahora una doble prueba tomada de elementos contrarios. Veremos en el testamento materialista y ateo del materialista más célebre de nuestra época a qué miserables razones tienen que apelar los que rehúsan creer en las tradiciones católicas: yo no veo, no toco, no comprendo; he aquí toda su ciencia, toda la base de su audacia cuando se levantan contra la Iglesia y contra Dios. En segundo lugar, se verá por cuán sólidas razones un doctor de nombradía demuestra el vacío y la debilidad de los razonamientos del médico materialista.» (“Fisiología. Observaciones sobre la profesión de fe del doctor Broussais”, La civilización, revista religiosa, filosófica, política y literaria, dirigida por Jaime Balmes, Barcelona 1841, tomo primero, pág. 514.)

1842 «Cabanís en su tratado de la relación de lo físico y de lo moral confundiendo la sensación con la impresión orgánica, suprime el hecho interior que conservó el maestro, y rompió así la frágil barrera que separaba del materialismo a la doctrina de la sensación. Se conoce la última palabra de la escuela: niega la libertad, la espiritualidad del alma; el mundo de los espíritus y no reconoce otros medios de ciencia que los sentidos, otras realidades que los cuerpos, otros principios que la materia. Helvecio afirma que si el hombre tuviese las manos hechas de otro modo, perdería quizás toda su superioridad sobre los animales. Saint Lambert define al hombre una masa de materia organizada. ¡Se necesita citar el grosero materialismo de Holbach! Condillac, tenemos prueba de su buena fe, creía firmemente en la libertad y en la espiritualidad del alma; pero lo creyó más como hombre y como cristiano que como filósofo. En su tratado sobre el hombre y sus facultades intelectuales y morales, el filósofo desprecia la cuestión de la libertad y la cuestión del alma. Y en el fondo nada más natural que la repugnancia de Condillac a esta especie de problemas: ¿cómo conciliar la libertad y la espiritualidad del alma con una teoría que poniendo a la sensación como principio de toda la vida intelectual y moral, no veía más que una sensación transformada en la voluntad, el tipo único de la libertad, y reducía el ser humano a una colección de sensaciones? La creencia de Condillac en estos dos grandes hechos fue sin duda sincera y profunda, pero quedó fuera de su sistema con el que nada tenía de común; lo que hace que nuestro autor sea conducido, sin darse cuenta, a no tratar sino bajo la forma de apéndice de la libertad y de la espiritualidad del alma. Sus discípulos no hicieron caso del apéndice, porque en efecto el pensamiento de Codillac estaba en otra parte.» (Victor Cousin, “Filosofía”, folletín en El Espectador, Madrid, miércoles 15 de junio de 1842, pág. 3.)

«Es verdad que los brutales trabajos de estos hombres bestializados no logran lo que directamente intentan, porque ¿cómo quitar al alma la conciencia de su racionalidad, de su espiritualidad? ¿Cómo despojarla del instinto de su inmortalidad? Era necesario destruirla para eso, y esto no le es dado al hombre: en medio, pues, de su abyección levantará tal vez su noble frente, y acordándose de su origen suspirará por Dios su fin último y su objeto. ¿Mas tendrá libertad para soltándose de sus cadenas volar á él? ¡Ah! no lo creáis: si sus tiranos no la pueden retener en el grosero materialismo, la entretendrán con las miserables paparruchas del teísmo o de otros errores no menos engañosos, a favor de los cuales la harán arrastrar sus cadenas con menos oposición de parte de ella. No lo dudéis: todas las herejías, todas las impiedades en que abunda nuestra era han sido inventadas con solo el objeto de tranquilizar la conciencia que busca a Dios, y de separar al alma de que piense en sí, en sus destinos futuros, en el medio o medios de adquirirlos felizmente, para que desatendida de esto que debía ser su única aplicación, se aplique toda al servicio del cuerpo, de las pasiones, de los intereses perecederos.» (“Homilia sobre la actual degradación de la inteligencia humana”, El Católico, Madrid, domingo 7 de agosto de 1842, nº 890, pág. 299.)

«La filosofía ecléctica proclamó en alta voz el principio de que era necesario poner fin a todas las supresiones conocidas hasta entonces: y de que era necesario reemplazarlas con una sola supresión; conviene a saber; la supresión del fanatismo. La supresión del fanatismo, la supresión de todas las supresiones fanáticas es, si bien se mira, lo que constituye la filosofía ecléctica. El principio por ella proclamado llevará consigo una revolución radical en los estudios filosóficos, históricos, políticos y morales: en los estudios filosóficos debían renacer las ideas espiritualistas suprimidas violentamente por un materialismo grosero; en los históricos debían revivir los hechos pertenecientes a las épocas llamadas de barbarie, y a las épocas monárquicas y religiosas; hechos que habían sido suprimidos violentamente por un fanatismo insensato: en los políticos debía verificarse una restauración de las ideas de libertad y tolerancia, ideas que habían sido violentamente suprimidas por los tiranos modernos, conocidos con el nombre de tribunos; en los morales en fin debía revivir el culto de una religión divina que es la única sanción de las acciones humanas, y que había sido suprimida violentamente también por un fanatismo estúpido y ateo.» (Juan Donoso Cortés, “Cartas de París al Heraldo”, París, 4 octubre 1842, en Colección escogida de los escritos del Excmo. Sr. D. Juan Donoso Cortés, Madrid 1848, tomo segundo, págs. 410-411.)

«Para combatir este movimiento espontáneo, este instinto de lo bello que tiene la muchedumbre salen los regeneradores y dicen: Cierto que a primera vista seducen las obras de los naturalistas porque hay en ellas magia engañadora, pero lo perfecto, lo sublime es esto que horroriza verlo. –Y si se quiere averiguar en qué consiste aquella perfección y sublimidad que escapa a los sentidos, dicen con misterioso acento. –Consiste en que esas éticas figuras, esas secas y recortadas formas, ese pálido color son espiritualismo puro, son la imagen más aproximada de la divinidad. Eso otro que tanto gusta, que encanta, que conmueve, que atrae es materialismo grosero, es; ¡qué horror! la imitación de la naturaleza tal cual existe o puede existir, y la pintura no tiene nada que ver con la naturaleza.– Ya tenemos aquí una teología aplicada a las bellas artes que no puede menos de producir gran efecto en los aficionados a visiones. Los modernos regeneradores a la manera del articulista quieren que el espiritualismo, es decir, la flor y nata de la perfección en pintura vaya a buscarse en la escuela gótica, italiana y alemana anterior a Rafael de Urbino. Como la imitación de la naturaleza es máxima enteramente profana y materialista, no puede su estudio haber servido de dato para llegar a tan portentoso descubrimiento: bien alto dicen que de él hablan que los sentidos nada tienen que ver con el espiritualismo.» (Antonio M. Esquivel, “Exposición de pintura”, El Corresponsal, Madrid, martes 25 de octubre de 1842, pág. 3.)

«Comentando Thseng-Tseu las últimas palabras de Confucio en su primer libro clásico, dice así: “El principio racional y moral es la base fundamental del gobierno del príncipe; las riquezas no son sino lo accesorio.” Se observa en este pasaje no solo la aplicación de la filosofía al gobierno de la sociedad, sino cierto carácter de abnegación y de espiritualismo en abierta oposición con el grosero materialismo de los pueblos orientales.» «Más se comprende desde luego este fenómeno, si se considera que el pueblo chino está embrutecido y degradado por su supersticioso y grosero materialismo de ceremonias, que sus costumbres no varían nunca, y que su actividad intelectual se halla notablemente comprimida por el carácter especial de su escritura.» «Nada hay más significativo que estas reflexiones para comprender el carácter de grosero materialismo ceremonial y de inamovilidad del pueblo chino.» «El sistema moral de este filósofo fue entendido y desarrollado sabiamente por sus discípulos, siendo muy notable, que en medio del grosero materialismo de los pueblos orientales se elevasen filósofos que comprendiesen y defendiesen el carácter eterno e invariable de la moral, y las afecciones instintivas del corazón negadas por la filosofía material del siglo pasado.» (Fermín Gonzalo Morón [1816-1871], “Estudios filosóficos sobre el Oriente. Confucio. Artículo 2º”, Revista de España y del Extranjero, Madrid, 30 noviembre 1842, págs. 170, 175, 176 y 177.)

1843 «¿A qué vienen, ni qué pueden prometerse todas las sofisterías que ha inventado un grosero materialismo, ni un espiritualismo ridículo e insensato? Sabemos que por medio de estos extravíos absurdos del espíritu humano, ha tratado el infierno de desterrar a Jesucristo del mundo; pero ¿qué ha logrado con los repetidos esfuerzos que ha hecho por espacio de diez y ocho siglos y medio? ¿Qué se puede prometer con redoblarlos en adelante si se los dejan redoblar? Nada, absolutamente nada. Cuantas han inventado hasta aquí han sido nulas; cuantas inventen en adelante lo serán también y mucho más.» (M. A., “Discurso para el día de la epifanía”, El Católico, Madrid, viernes 6 de enero de 1843, nº 1042, pág. 41.)

1845 «Admitamos, si se quiere, que Venecia y Milán hayan perdido la memoria de su pasada grandeza, Venecia que luchaba con Maximiliano, Milán que era la reina de las repúblicas lombardas: admitamos que la indolencia italiana se asimile con facilidad al materialismo grosero del linaje austríaco propiamente dicho: mas el pueblo eslabón que habita la mayor parte de la Bohemia: pero el Húngaro tan apegado a sus instituciones antiguas, ¿cómo han de ponerse a aquel nivel de obediencia pasiva, de independencia intelectual?» (“Estudios políticos. Introducción al estado actual de las naciones europeas bajo el punto de vista de sus instituciones y de su cultural social”, El Español, Madrid, miércoles 23 julio 1845, nº 334, pág. 3.)

«Si aun no satisface esta razón emanada directamente del carácter materialista que siempre ha ofrecido la medicina, si se nos objetase que en la escuela Sthaliana, de cuyo carácter espiritualista no se puede dudar existía igual vacío y que tampoco dieron un paso hacia este objeto, contestáramos: primero que bastará una rápida ojeada acerca del estado actual de conocimientos acerca de las enfermedades mentales; y segundo que el espiritualismo tal como le entendió Sthal, no pasa de ser un bello concepto que admira por la sublimidad, y seduce por la elevación de miras, pero que fuera del rudo golpe con el que sofocó por algún tiempo el grosero materialismo, fue estéril para la práctica por desatender y despreciar la enfermedad en sus manifestaciones. Sola esta consideración era suficiente para haber retraído a nuestros críticos de la amalgama que han creído existía entre las doctrinas hahnemaniana y sthaliana.» (“Cuatro palabras acerca del caso de enajenación mental curado en la Habana por el Dr. D. Francisco de Paula Escofet”, Gaceta Homeopática, Madrid, 25 de octubre de 1845, pág. 313-314.)

1847 «Un esclavo, continúa, se creería libre, si pudiese no conocer a su señor, y que ejecutase sus órdenes sin saberlo, y que estas obras fuesen siempre conformes a su inclinación. Los hombres se hallan en este estado; no saben que las disposiciones de su cerebro producen sus pensamientos, sus voluntades y sus inclinaciones. El alma cree determinarse a ella misma, porque no conoce el principio extraño de sus determinaciones. Respuesta. Materialismo grosero. En esta hipótesis, el alma todo lo recibe del cerebro, y no se atribuye nada a sí misma. Pero el cerebro no es sino materia; de dónde le vienen sus disposiciones y sus movimientos? De otro cuerpo, sin duda, y así hasta lo infinito. Henos aquí muy adelantados.» «No quiera Dios que seamos reducidos a un simple presentimiento o a motivos de interés, para esperar una vida futura; nuestra creencia está fundada en razones más sólidas. La revelación primitiva, la persuasión general del género humano, la naturaleza espiritual del alma, y las ideas que Dios nos ha comunicado de su providencia, de su justicia y de su bondad; he aquí nuestras pruebas. La opinión de los incrédulos no está fundada más que en un materialismo grosero, cuyo absurdo hemos ya demostrado.» (Nicolás Silvestre Bergier [1718-1790], Tratado histórico y dogmático de la verdadera religión, Madrid 1847, tomo primero, pág. 265 y 276.)

«Tocante a que acusamos a la Alopatía de falta de sistema, yo por mi parte lo confieso más sobra que falta de ellos, lo que otros reconocerán conmigo, y tocante a que calificamos de grosero materialismo al conjunto de escuelas habidas, diré que sin una crasísima ignorancia mal podríamos calificar así a los ultra-espirituales Paracelso, Vanhelmon, Stahl, Barthez… cuyos envejecidos sistemas condenamos, no de grosero materialismo, sino del exceso contrario tan falso como el de los que no ven en el hombre sino órganos.» (José María Gil, “Sobre las reflexiones preliminares al examen de la Homeopatía”, Gaceta Homeopática, Segunda serie, Madrid, 1 julio 1847, pág. 14.)

«¿Cuál puede ser la causa de los repetidos envenenamientos? Las continuas agitaciones políticas que se han ido sucediendo en España desde fines del siglo pasado, han hecho descuidar la primera educación, y no es lo peor este descuido, sino que en esto como en todas las cosas se han introducido innovaciones que con el nombre de mejoras, no han hecho otra cosa que descuidar en la primera educación los principios de religión, que formando el corazón de la juventud mantenían por toda la vida creencias, que sin oponerse a la verdadera despreocupación, no convertían a ésta en una completa desmoralización, que es de lo que groseramente se hace alarde en la presente juventud. En la actualidad es vergonzoso hasta el ser honrado; la religión se hace alarde de ignorarla, la incredulidad se llama despreocupación, el romanticismo ilustración, la filosofía es un caos que no la entienden ni aun muchos de los que la enseñan, la superficialidad está a la orden del día, la poesía es la suprema inteligencia, la palabrería se cree erudición, el despego a la vida grandeza de alma, el grosero materialismo se ha apoderado de la ignorancia, de modo que en pocos años hemos sido testigos de una metamorfosis que ha convertido el fanatismo religioso que dominaba en España, en un exagerado pirronismo; pero no se crea que estos nuevos discípulos de Pirrón son filósofos escépticos por convicción, indecisos en fuerza de estudio y de ciencia; no, les basta solo tener lo que en el día se llama trato de gentes, haber leído las obras de Victor Hugo, de Paul de Kock, Eugenio Sué, y algún español que no cito siquiera por no manchar mi país; les es suficiente saber componer un mal soneto picante, un epigrama insolente para creerse, adornados de todos los conocimientos necesarios para decidir las cuestiones más difíciles, ya sean científicas, políticas o religiosas, y para aspirar a los más altos destinos de la nación; por último, el espíritu de imitación ha cundido en todas las clases de la sociedad, de modo que basta que una cosa se haga en una nación vecina, para adoptarla sin examen, para ponerla en práctica sin modificación, para alabarla sin análisis, y para copiarla sin estudio; de forma que en general hasta estas copias se desfiguran dejando en el mayor número de casos lo bueno, y adoptando lo perjudicial. Si a lo dicho se agrega el descuido de las leyes en la expendición de medicamentos y el tráfico de drogas, tendremos explicadas las principales causas de los repetidos envenenamientos tanto perpetrados como intentados, tanto descubiertos cuanto ocultos.» (F. de P. G., “Medicina práctica. Caso de envenenamiento por el fósforo”, Gaceta Médica, periódico de medicina, cirugía y farmacia, oficial del Instituto Médico de Emulación, Madrid, 30 agosto 1847, nº 96, pág. 186.)

1848 «En esto sucede lo que en medicina, porque el principio es del todo idéntico: los remedios que solo atacan las manifestaciones exteriores, sin cuidarse del algo anterior de que proceden, son un materialismo grosero, una ignorancia que da lástima.» (Bernardo López de Ayala, Anatomía descriptiva. Los polvos de la Madre Celestina, quinta edición, Imprenta de Pedro Fullá, Barcelona 1848, págs. 26-27.)

«Por providencia del 7 de julio de 1746 fueron condenados a la hoguera los Pensamientos filosóficos de Diderot y la Historia natural del alma por La Mettrie. Esta última obra contenía un materialismo grosero y se encaminaba a probar que el alma no es distinta de los órganos del cuerpo y perece con este. La providencia del parlamento obligó al autor a fugarse y se refugió sucesivamente en Holanda y en Berlín, donde publicó una edición completa de sus obras. En el discurso preliminar dice expresamente que el alma es material: que la religión y la moral son obras de la política, y los remordimientos unas preocupaciones de la educación; y que el interés solo de la sociedad es el que decide del bien y del mal moral. Esta colección contiene entre otros escritos el Sistema de Epicuro, el Hombre máquina y el Hombre planta, cuyos títulos solos dan a conocer bastante la extravagancia del contexto.» «Su libro [El espíritu, de Helvecio] escrito en un estilo a las veces hinchado y atestado además de declamaciones ajenas del asunto tenía por objeto establecer un materialismo grosero, legitimar las pasiones y sustituir a los principios de la moral los cálculos del interés personal. Reduce todas nuestras facultades a la sensibilidad física y todos los actos interiores a sensaciones, desecha la espiritualidad e inmortalidad del alma, niega la libertad humana, pinta como invencibles todas nuestras inclinaciones y no admite otro móvil de nuestras acciones que el placer o el dolor, ni otra regla del deber que el interés particular, ni otro bien que el deleite. Esta doctrina monstruosa fue aplaudida por el partido filosófico, y aun hubo un censor que tuvo la tontería o la audacia de dar su aprobación al libro.» (Francisco José Javier Receveur [1800-1854], Historia de la Iglesia, Imprenta de José Félix Palacio, Madrid 1848, tomo XV, pág. 223 y 257.)

1849 «Nada más singular, nada más ilógico y por lo mismo acaso nada más interesante que aquel adusto carácter seco y ardiente al mismo tiempo, duro hasta la ferocidad y capaz sin embargo en amor del más abyecto servilismo; –mujer fantástica a veces como una hada, a veces prosaica y rastrera como una mozuela;– conjunto que no se explica, pero que se siente y se ve, y en el que se cree como en una cosa existente, de sensibilidad e indiferencia, de hermosura y fealdad física y moral, de bondad y depravación ambas nativas, de ingenio elevado y de materialismo grosero, –personaje a quien es imposible amar y a quien sin embargo no acertamos a aborrecer,– carácter altamente complejo, que por un lado se roza con la inculta sencillez de la naturaleza salvaje, y por otro participa de los más impuros refinamientos de la corrupción social.» (Eugenio de Ochoa [1815-1872], “La Gaviota, novela original de costrumbres españolas, por Fernán Caballero”, La España, domingo 26 de agosto de 1849, pág. 4.)

1851 «Ciertamente entre el impío que niega a Dios, y el racionalista que reposa en la confianza de que, sin salir del orden natural y a beneficio de no sé qué transformación, ha descubierto y fundado su Dios, es inmensa la distancia; inmensa de positivo ante la justicia divina, no menos que ante la equidad humana. Y tales son a la vez nuestra efervescencia y nuestra miseria intelectuales, que en este vasto espacio y en todas las gradaciones desde el materialismo grosero hasta el deísmo puro, se encuentran, y probablemente ¡ay de mí! se encontrarán siempre, talentos eminentes y corazones sinceros. Infinitas e infinitamente variadas son las alternativas y las formas del error, y el hombre al caer en él hace infinitos esfuerzos por retener algunos vestigios de verdad; y Dios permite que lo consiga, o que se persuada buenamente de que lo ha conseguido; lo cual le servirá un día, o de escusa, o de tabla de salvación.» (Francisco Guizot [1787-1874], “Meditaciones y estudios morales”, Eco literario de Europa, tomo II, Madrid 1851, pág. 38.)

1852 «Cierto es que todos los médicos no son Régulos; pero todos han conocido este sublime sentimiento. Si algunos en vez de colocar este precioso germen de moralidad bajo la protección de una filosofía capaz de fecundarle, se han dejado llevar de la sencillez aparente de un grosero materialismo, estos mismos no desconocen del todo el oculto imperio del sufrimiento. Un día a la cabecera de un lecho, sobre el cual se hayan acumulado todos los dolores que puede resistir la sensibilidad humana; un día en que vean virtud, ingenio, amor, hermosura, todo lo bello de la tierra casi próximo a desaparecer al soplo de la enfermedad, en ese día recordarán el secreto que habían olvidado, y el egoísmo que en sus manos hizo un instrumento venal de la más noble de las ciencias, vendrá a ser un remordimiento para su espíritu atribulado.» «Hay razón sin duda para ser tan rigoristas cuando se trata de tales materias; pero no la hay para desatender tanto las otras partes del programa; porque solo las letras, y la filosofía disponen de una manera conveniente la inteligencia y el corazón del hombre para el estudio de una ciencia tan difícil y peligrosa como la medicina, debiendo el espíritu del joven medicinante estar nutrido especialmente con saludables estudios filosóficos. Solo de este modo resistirá a ese materialismo grosero, que puede a la vez absorber en los anfiteatros en que se respira esta doctrina, como un funesto miasma, y en algunos de los libros que se proporciona para dirigirse en sus estudios.» «No nos extenderemos más sobre las ideas excéntricas, a que han llegado algunos fisiólogos, queriendo con los elementos especiosos que poseen, pagar su deuda a la manía de renovación que trabaja a los tiempos modernos. Lo que en general domina más en sus concepciones es un sensualismo grosero: todo lo conceden a la materia, y preocupados por este interés, olvidan completamente el interés moral y el interés social; parece, siguiendo la expresión de un naturalista muy despejado, que el hombre no es para ellos sino una vejiga agujereada por sus dos extremos.» «En su amor excesivo por los goces materiales, los hombres se separan cada día más de la vida intelectual, para entregarse en cuerpo y alma a la vida de los sentidos: olvidan los títulos que tiene la inteligencia para ser respetada. Que a lo menos la ley no concurra a desacreditarla, haciéndola sospechosa: que no autorice el insolente desdén, el materialismo grosero de la aristocracia bursatil. La ley tiene un lado moral que el legislador debe comprender.» (Max Simón, Deontología médica. Treinta lecciones sobre los deberes de los médicos… [1845] obra escrita en francés por el doctor Max Simon, arreglada al castellano por Francisco Ramos Borguella, Imprenta del Boletín Oficial del Ejército, Madrid 1852, págs. 8, 79, 448 y 527.)

«Lo que desde luego puede afirmarse es que en los escritos de los Padres no debe aspirarse a encontrar un sistema de filosofía completo, pues lo que en ellos se observa más bien es un eclecticismo ilustrado por la fe, a cuya causa y a la de las buenas costumbres hacían servir todo lo que en los sistemas filosóficos encontraban favorable a la religión. El de Platón fue ciertamente el que mayor preferencia tuvo; debiéndose esto, así a los muchos puntos de contacto que tenía con las ideas cristianas, como a la distinción que establece entre el espíritu y la materia: distinción a que era preciso dar suma importancia en tiempos en que el materialismo grosero de los cultos paganos estaba tan en boga. Es aparente la contradicción que se observa en los Padres cuando unos alaban la filosofía y otros la condenan. Los esfuerzos de la inteligencia para explicar las cosas nadie puede condenarlos; pero si se trata de medir por el compás de la razón las verdades divinas, sometiéndolas a los alcances humanos, entonces la filosofía es damnable, y en este sentido recae sobre ella la condenación de algunos Padres.» (“La filosofía católica considerada como única luz. Artículo II”, La Esperanza, periódico monárquico, Madrid, miércoles 26 de mayo de 1852, pág. 1.)

1853 «El señor Sanz escribe lleno de la idea que va a expresar componiendo y pintando a la vez; pero de tal modo, que caminando unidos la expresión y el pensamiento, hasta en sus últimos accidentes, sin interrupción ni debilidad y siempre derechos a un fin, dan por la unidad del sentido cierta fuerza a las palabras que no tendrían puestas en otro lugar o en otra relación. Resalta además en esta obra, según el primer tomo que hemos leído, un profundo carácter filosófico, superior al idealismo abstracto y al materialismo grosero que alternativamente dominan la sociedad, inspirando en el lector el asentimiento de la convicción.» (El Barón de Illescas [Nicolás Ramírez de Losada, 1817-1885], “Dos palabras sobre el Compendio de la Historia Universal, escrito en alemán por el doctor Weber, y traducido al castellano, de la quinta edición, con algunas consideraciones, por D. Julián Sanz del Río”, La Ilustración, Madrid, sábado 23 abril 1853, nº 217. pág. 161.)

1855 «La Iberia es un diario lleno de sentimientos delicados. Odia a los polacos por su apego al vil metal. Desprecia el grosero materialismo de nuestros tiempos. Su altiva cabeza solo se doblega ante el puro resplandor de las ideas grandes, de las doctrinas que han de regenerar a la humanidad, asegurando en todos los rincones del universo el triunfo de la virtud y el mérito.» (“Cuestiones de nombre”, El Padre Cobos, Madrid, 30 de abril de 1855, nº XL, pág. 2.)

«En todas partes y de todos lados sale un constante clamor contra lo que ha dado en llamarse materialismo grosero de nuestro siglo, y no hay ya paciencia suficiente para sufrir un día y otro día, un año y otro año, las declamaciones de los hipócritas, los sarcasmos de los impíos y la charlatanería de los indiferentes, que se empeñan en sostener con la mayor formalidad que está próximo, muy próximo, un cataclismo social venido sobre la humanidad tan solo por el materialismo que todo lo ha invadido y domina.» (El Barón de Illescas [Nicolás Ramírez de Losada, 1817-1885], “Las ilusiones”, Semanario Pintoresco Español, Madrid, 20 de mayo de 1855, pág. 158.)

«Conforme con el espíritu dominante de la alopatía moderna, casi todos los escritos recientemente publicados sobre la copaiva tienen principalmente por objeto demostrar las ventajas de las altas dosis de este medicamento. Pero sin entrar en el examen de esta terapéutica brutal, que el materialismo grosero de los organicistas es el único que hallaría medios para justificarla, dejemos a un lado las dosis, y contentémonos con registrar los hechos cuya significación no podría para nosotros ser dudosa.» (Alfonso Teste [1814-1888], Sistematización práctica de la materia médica homeopática, Carlos Bailly-Baillière, Madrid 1855, págs. 180-181.)

1858 «Oh! sí: mucho nos va en estas cuestiones: pues somos espíritu y materia, y nuestra dicha, lo mismo que nuestra dignidad humana, procede del espíritu, tiempo es ya de que convirtamos los ojos a sus nobles facultades, olvidadas en estos días que alcanzamos de materialismo grosero y torpe sensualidad. Es el alma un jardín celestial, en que Dios puso los gérmenes de las más hermosas flores, de modo que a poco que la cultive el mortal, encuentra en ella tantos tesoros de gracia y de hermosura que bastan a hacerla llevadera y grata su peregrinación por la tierra.» (Pedro Antonio de Alarcón [1833-1891], “Crítica Literaria. De Villahermosa a la China, coloquios de la vida íntima, por don Nicomedes Pastor Díaz”, La España, Madrid, viernes 23 de julio de 1858, pág. 1.)

1859 «¿Será la embriaguez que siento, que me aturde, que me hace estar inquieto cuando no la tengo a mi lado, efecto de ese materialismo grosero que coloca a un hombre en una situación excepcional durante ese período que llaman luna de miel?» (Manuel Fernández y González [1821-1888], “La voluntad de Dios. Cuento”, La América, Madrid, 24 de julio de 1859, pág. 13.)

1863 «Pero nos dirá el órgano o'donnellista que él se cree conservador liberal. De que se lo crea ahora no dudamos, pero de que lo haya sido bajo la dominación y en la defensa de los actos del Sr. Posada, dudamos y mucho. En aquellos días de reacción hipócrita y de grosero materialismo político, había una disidencia y una oposición conservadora, que protestaban diariamente de aquella marcha perjudicial para el país.» (El Contemporáneo, Madrid, viernes 21 de agosto de 1863, pág. 1.)

1880 «A pesar de esto la teoría de Kant, aunque no abiertamente, es en realidad completamente materialista. Una multitud atómica y autónoma de hombres sin fin supremo, preocupados únicamente de la conservación de su propia libertad, que decide del derecho y de la ley por el número de votos, un soberano por la gracia del pueblo... ¿puede darse más grosero materialismo político?» (Christian Pesch, S. J. [1853-1925], “El estado cristiano y las teorías políticas modernas”, La Ciencia Cristiana, Madrid 1880, volúmen XIV, pág. 415.)

1918 «En último término, un español del siglo XV, de los muchos que aun quedan, especies rezagadas en nuestra sociedad contemporánea, es más digno, espiritualmente, de nuestro respeto que ese bárbaro materialismo político del Sr. Cambó. Ante todo, queremos hombres de ideas y sentimientos, por fanáticos y odiosos que sean. Un hombre que sólo es un interés no puede inspirarnos ninguna simpatía cordial, aunque admiremos su industria y su diligencia. Las gentes que en Valencia le hicieron callar hace unos días expresaron el sentir de la mayoría de los españoles, no, como han dicho estúpidamente algunos periódicos, porque la protesta significase un acto de españolismo contra un propósito de separatismo –ridícula retórica–, sino porque ese atropello fue una justa sanción a un pecado de deslealtad. La palabra que no guarda en su seno un contenido ideal ni moral, sino que es sólo un instrumento de grosero materialismo político, no merece oírse.» (“en torno de las próximas elecciones”, España, Madrid 17 enero 1918, nº 145, pág. 3.)

gbs