José Rodríguez de Castro 1739-1789
Bibliógrafo y hebraísta español (The Jewish Encyclopedia le incorpora entre los “de Castro”, familia de judíos marranos). «En alguna parte se ha insinuado que el mismo don José Rodríguez de Castro, autor de la famosa biblioteca rabínica española (1739-1799) era de ascendencia judía. Sin embargo, llegó a ser bibliotecario real y sucesor de don Juan Iriarte en la dirección de la Biblioteca Real de Madrid» (Julio Caro Baroja, Los judíos en la España moderna y contemporánea, Istmo, Madrid 1986, tercera edición, vol. 3, pág. 52, nota 124.)
En 1759, con veinte años (“Pangebat D. Josephus Rodríguez de Castro. ÆT. XX ANN.”), dedica un adulador impreso panegírico, en griego, hebreo y latín, al recién coronado Carlos III: Congratulatio Regi praestantisssimo Carolo, quòd clavum Hispaniae teneat (xiii páginas).
En 1781 dedica al rey el primer tomo de su monumental y bellamente compuesta e impresa Biblioteca Española, “que contiene la noticia de los escritores rabinos españoles desde la época conocida de su literatura hasta el presente”:
«Un Criado de V. M. en su Real Biblioteca, ofrece a sus Reales pies un trabajo muy propio de su ocupación y destino. Este es una Biblioteca Rabina, de que carecía la Nación, que contiene la historia literaria de los Escritores Hebreos Españoles desde la época conocida de su literatura hasta el presente. El mérito de esta Obra se debe atribuir, en la mayor parte, a los preciosos manuscritos y libros raros que V. M. tiene en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, y en la de Madrid. Con la sombra de V. M. se la añadirá nuevo realce; y con su Real protección se darán a luz las otras partes de la Biblioteca Española, que el Autor tiene trabajada, y se animará a proseguir en otras tareas literarias. Espera que V. M. la reciba con la benignidad tan característica de su generoso ánimo.» (“Al rey nuestro señor”.)
La Nación (histórica) española carecía de una Biblioteca Rabina que contuviese la “historia literaria de los Escritores Hebreos Españoles”, a la que consagra entonces la primera parte de su Biblioteca Española. Cinco años después publica el segundo tomo, en el que, desde la perspectiva judía hacia los no judíos, trata primero de los “escritores gentiles españoles” y después “de los cristianos hasta fines del siglo XIII”.
Reconoce, como es natural, como antecedente suyo al “laborioso y erudito” Nicolás Antonio, un siglo anterior, “que en su Biblioteca Española da razón de tales cuales Rabinos, y de algunos Conversos.” Pero a ciertos bibliotecarios cercanos, entretenidos desde siempre en la morosa preparación de una reedición de Nicolás Antonio que nunca terminaban, parece que les molestó el ímpetu de Rodríguez de Castro con su novedosa biblioteca rabina española, y se dedicaron con ardor a buscar reparos al original tomo primero de su brillante colega. Se conservan al menos dos copias manuscritas de esos reparos de 1782, firmados por Tomás Antonio Sánchez (1723-1802) y Juan Antonio Pellicer (1738-1806), que no merecieron ser impresos pero sirvieron y sirven a judeófobos para restar mérito a la pionera biblioteca rabina española (el manuscrito 2515 y su copia el 2516 de la Biblioteca Nacional de España, de 94 y 81 hojas respectivamente). Quien les ordenó que “hiciesen un examen crítico de la Biblioteca Rabínico-Española” fue Juan de Santander (1712-1783), bibliotecario mayor desde 1751 y eterno reeditor de Nicolás Antonio. “Este examen consta de seis capítulos. El primero es del Sánchez, y los cinco restantes de Pellicer.”
«De todo esto resulta lo 1° que los meses que el Sr. Castro halló bien reducidos, así los puso en su Biblioteca, pero que erró los que redujo, según su inteligencia. Lo 2° que no tuvo la instrucción que se requería en la Cronología hebrea, indispensable para escribir una Biblioteca Rabínica. Lo 3° que no puede entenderse como hallando algunos meses bien reducidos, o por judíos, o por cristianos, podía errar la reducción de aquellos mismos meses cuando se dejaba llevar de su propia pericia, pues viendo que sus reducciones no convenían con las de otros que él mismo adoptaba, debía haber dudado y examinado la materia que es muy obvia. Lo 4° solo este artículo de los meses sería un borrón para el autor, para la nación, y aún mayor para la Real Biblioteca, por ser una materia que tantos saben, aún si haber saludado el alfabeto hebreo. Dícese para la Real Biblioteca, porque nadie se persuadirá que el Sr. Castro haya escrito con total reserva de sus individuos una obra que pedía mucha instrucción de parte del autor, y de sus compañeros que serán tenidos por cómplices de los muchos errores que contiene.» (Reparos, final del capítulo primero –por Tomás Antonio Sánchez–, mss 2515, páginas 19v-20r.)
«De esta esterilidad con que trata de los códices hebreros se enmienda con la menuda y superflua descripción que hace de los códices castellanos y latinos, especialmente de las obras españolas impresas; y aunque uno de los principales fines que deben proponerse los escritores de Bibliotecas es dar noticia de los libros, hacer extractos de ellos, y no omitir especie que pertenezca a su historia literaria o crítica; lo cual debe tener más lugar en la descripción de las obras inéditas, o códices; pero desempeñar esta obligación, copiando a la letra prólogos, introducciones, índices de capítulos, títulos de dedicatorias, y aún de aprobaciones, sin hacer uso el autor de su propio juicio y raciocinio para extractar y narrar por sí mismo las especies ajenas, es abultar la obra con fastidio y dispendio del lector, privándola de la debida concisión.» (Reparos, capítulo segundo –por Juan Antonio Pellicer–, mss 2515, páginas 26v-27r.)
«Muestra mucha generosidad el Sr. Castro en tratar de conversos a nuestra Sta. Religión, no solo a este Judío, sino a otros varios de quienes no consta se hubiesen bautizado. Tales son entre otros R. Jehudah Hacohen, R. Zag de Sujurmenza, R. Mosej y R. Semuel, como se puede ver en la pág. 116, col. 2 y pág. 159, col. 1. Sin duda creyó que era Cristianos porque el Rey D. Alonso los empleaba en ejercicios literarios, como si nuestros Reyes no hubieran tenido Judios judaizantes, médicos, cirujanos, tesoreros, arrendadores de rentas reales &c., honrándolos mucho más de lo que debían.» (Reparos, capítulo cuarto –por Juan Antonio Pellicer–, mss 2515, páginas 51v-52r.)
«Capítulo V°. Facilidad en apropiarse especies y fragmentos de otros autores, callando sus nombres. Este capítulo que fácilmente pudiera hacerse el más difuso de todos, será más breve, porque el vicio de valerse el Sr. Castro de especies, y tal vez de artículos enteros de otros autores sin citarlos, es tan frecuente que pocos artículos de su obra están libres de él. Pondrase sin embargo tal cual ejemplo. Trae en su prólogo un resumen histórico de los Tanaim, de los Emoraim, de los Rabana, Seburae, de los Gueoim, y especialmente de las nueve edades de los Rabanim en España, y todo está tomado casi a la letra de la Nomologia de Rabi Imanuel Aboab desde la pág. 255 hasta la 289. Y aun la etimología de la voz Seburae copia de este Rabino, porque en la pág. 267 dice este: Deriva el nombre Seburae del verbo Sabar que en lengua Caldaica significa razonar o discurrir con fundamento y meditación, y Castro dice así: A los Rabanan Seburae, cuyo oficio era el discurrir con fundamento y meditación, como denota la voz Seburae derivada de la caldea Sabar &c. Es verdad que el mismo Imanuel en la pág. 280 dice que toda esta relación la sacó del Sepher ha Cabala, o del Seder Olam de Rabi Abraham ha Levi-ben David. Pero Castro a ninguno de los dos cita, con cuyo silencia no solamente priva al autor original del mérito de su averiguación y estudio, sino que se desautoriza a sí mismo, porque haciéndose autor de las noticias, ninguno le ha de dar crédito sobre su palabra en la relación de unos sucesos que preceden tantos siglos al tiempo en que él mismo vive. Además que aun cuando hubiese citado a uno de los referidos Rabinos, o a los dos, no parece cumplía con el oficio de crítico, citándolos sencillamente, y fiándose de ellos: antes desconfiando de lo que de tanta antigüedad refieren Judíos modernos, debía examinar la verdad de sus noticias.» (Reparos, capítulo quinto –por Juan Antonio Pellicer–, mss 2515, páginas 60v-61v.)
«Este descuido, el de no haber evacuado por lo común las Bibliotecas de D. Nicolás Antonio, ni el Índice de la de Majestad, que eran los primeros pasos que debiera haber dado, y lo demás notado hasta aquí, todo acredita que no es fácil pueda llenar Castro con su obra el deseo que no pudo cumplir D. Nicolás Antonio con la suya, y que está muy distante de desempeñar la oferta que hace en el prólogo de componer una Biblioteca Nacional Completa en que se haga ver desde los tiempos más remotos el mérito verdadero de los Escritores Españoles… y en que se haga una exacta e imparcial crítica de sus obras, manifestando el aprecio que se debe hacer de ellas. Esto es lo que por mayor podemos informar a VS. sobre la Biblioteca Rabínica de D. José de Castro, en cumplimiento del encargo que nos tiene hecho.» (Reparos, capítulo séptimo –por Juan Antonio Pellicer–, mss 2515, páginas 93v-94r.)
De los fragmentos que anteceden podrá el lector barruntar, y hasta percibir, las podridas y asquerosas miasmas que envolvían entonces a los beneficiados individuos que conformaban el apasionante entorno de la Real Biblioteca de la monarquía hispánica…
1793 «de Castro. Biblioteca Española Tomo primero, que contiene la noticia de los Escritores Rabinos Españoles desde la Época conocida de su literatura hasta el presente. Su autor D. Joseph Rodríguez de Castro. En Madrid 1781.– Tomo segundo, que contiene la Noticia de los Escritores gentiles Españoles y la de los Cristianos hasta fines del Siglo XIII de la Iglesia. ibid. 1786. fol. – Auctor operis lentissimo procedentis est amanuensis bibliothecae regiae Matritensis. Avunculus eius Emanuel Lanz de Casafonda, qui multa ad augendam Nicolai Antonii bibliothecam Hispanam collegerat, auctorem huius operis ad exsequendum consilium a se conceptum excitavit, tradiditque eidem collectanea. In prima parte scriptores Rabbini, e Hispania oriundi, posterique eorum, post eiectionem ex Hispania, secundum saecula post Christum natum, ab undecimo nempe usque ad decimum septimum, enumerantur, libri eorum describuntur, fontesque, e quibus auctor hausit, indicantur. Quum vero idem editiones et codices manu scriptos huius generis raro ipsis suis ocultis rite usurpavit; notitiae ex his forulis bibliothecae suae partim sunt mancae, partim non fatis accuratae; attamen infunt, quae valde arrident, minimeque in vulgus notae, quibus Wolfii bibliotheca Rabbinica mirum in modum ornari potest. Pars secunda exhibet ordine quoque chronologico notitias scriptorum Romanorum, quorum patria Hispania fuerat, gentilium atque christianorum usque ad saeculum decimum quartum, summa diligentia collectas, bonaeque frugis plenissimas. Intexuit auctor excerpta e codicibus manu exaratis, et ex editionibus librorum rarioribus, vel non fatis cognitis. Utitur quoque in elaborationes operis bibliotheca Escorialensi. Raro iudicium suum de scriptoribus interponere solet; eo diligentior est in vitis eorum narrandis librisque, quum deperditis, tum supertitibus enumerandis. Nec editiones librorum versionesque silentio praetermittuntur. Recenset auctor quoque scriptores Lusitanos. Ad esti utrique tomo indices auctorum alphabetici. Frustra hucusque optavimus, ut reliquae etiam partes produssent, quippe quae longe maiori usui, quam prioris duae, nobis fuissent. Cf. Götting. gel. Anzeigen a. 1788, p. 237 sqq. Greifswaldische neueste crit. Nachr. a. 1788, p. 353 sq. Allgemeine Litteratur-Zeitung a, 1788. T. IV, p. 822 sqq.» (Johann George Meusel [1743-1820], Bibliotheca historica, voluminis VI, pars I, cap. II: Scriptores de rebus Hispanicis, Lipsiae 1793, págs. 18-19.)
1821 «D. José Rodríguez de Castro trató copiosamente, aunque a las veces con menos claridad que erudición, las traducciones castellanas de la biblia en el tomo I de su Biblioteca española, desde la página 400 hasta la 520. Prueba que ya las había en el año de 1233, puesto que en él las prohibió el Rey D. Jaime de Aragón. Describe después la que mando hacer Rey de Castilla D. Alonso el Sabio y se insertó en la obra que con el título de General História, dividida en 5 partes, existía en el monasterio del Escorial. A esta obra poco conocida pertenecen al parecer los números 9, 10, 11, 12, 13 y 14. La descripción que hace Rodríguez de Castro de otras versiones de libros de la Biblia que se guardan en el Escorial, comparada con la de algunos artículos de este inventario, excita la idea de que realmente son unos mismos códices. […] Es muy de notar que el erudito D. Juan Antonio Pellicer, autor del Ensayo de una biblioteca de traductores españoles, en que habló de algunas de las versiones de la Biblia publicadas en el siglo XVI, no mencionase ninguna de estas, y aún parece que no tuvo noticia de ellas, ni de las que se mencionan en los artículos siguientes.» (Diego Clemencín, “Ilustraciones sobre varios asuntos del reinado de doña Isabel la Católica”, Memorias de la Real Academia de la Historia, Madrid 1821, tomo VI, pág. 437, nota.)
1861 «Con propósito más general escribía su Ensayo de una biblioteca de traductores españoles don Juan Antonio Pellicer y Saforcada (1778), daba a la estampa su Biblioteca española don José Rodríguez de Castro (1781) y reproducía la Biblioteca Vetus de don Nicolás Antonio el entendido don Francisco Pérez Bayer con eruditas y abundantes notas (1787). Pero estas obras, en que no faltaba a la verdad diligencia ni amor a las verdaderas glorias de nuestro suelo, sobrando a veces la erudición, eran también más bibliográficas que críticas. Escasas las noticias reunidas por Pellicer, aunque casi siempre exactas, carecían de pensamiento filosófico que las hiciera referirse a un fin determinado. Mayor interés ofrecía la Biblioteca de Rodríguez de Castro, si bien adolecía de análogo achaque: consagrado exclusivamente el tomo I a los escritores rabínicos, daba razón de largas investigaciones y vigilias, manifestando en su lectura que no sólo había tenido Castro presentes las obras de igual naturaleza hasta entonces publicadas, sino reconocido también muchos archivos, y entre ellos la Biblioteca de MSS. del Escorial, no registrada antes con aquel propósito. Comenzando en la Era de Augusto, sólo alcanzaba el tomo II hasta el siglo XIII: menos peregrina la materia, reuníanse en él sin embargo muchos y apreciables datos, bien que no faltaban notables errores e inexactitudes; y aunque fue en una y otra parte de su Biblioteca digno de alabanza por el pensamiento patriótico que le animaba, justo es reconocer que no poseyó Rodríguez de Castro dotes de verdadero crítico, lo cual le movía con frecuencia a trasferir a su libro juicios ajenos, inspirados por contrarios sistemas.» (José Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Madrid 1861, tomo I, págs. LVII-LVIII.)
1895 «Rodríguez de Castro (José): Biog. Helenista, orientalista y bibliógrafo español. N. en Galicia en 1739. M. en 1799. Compuso a la edad de veinte años tres poemas, respectivamente en hebrero, griego y latín, dedicados a Carlos III, y por los que obtuvo una plaza en la Real Biblioteca de Madrid, cuyo director, Juan Iriarte, le hizo trabajar en su Bibliotheca græca, y al cual sucedió más tarde como biblitoecario en propiedad. Después de muchas investigaciones, Castro publicó su Biblioteca Española, en la cual dio noticia de los autores rabinos españoles desde la época más remota hasta los tiempos modernos. Los hombres más sabios de Europa le felicitaron por ella. Castro dio (1785) un segundo volumen, pero falleció antes de terminar su importante trabajo.» (Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Montaner y Simón, Barcelona 1895, tomo 17, pág. 820.)
1906 «Castro, Jose Rodrigues de: Christian rabbinic scholar; librarian; born in Spain in 1739; died about 1795. Appointed royal librarian to Charles III. and Charles IV., he devoted himself to a revision of the bibliographical labors of Nicolas Antonio; producing at Madrid, in 1781, the “Biblioteca Española.” This contains in the first volume accounts of Spanish Jewish authors, taken mainly from Bartolocci, though there is evidence that the writer knew some Rabbinic Hebrew, as his work includes Spanish translations of two Hebrew poems on chess. He addressed to Charles III. on his accession a number of Hebrew, Latin and Greek verses entitled “Congratulatio Regi,” Madrid, 1759. Bibliography: Steinschneider, Cat. Bodl. col. 813; idem, in Zeit. für Hebr. Bibl. ii. 96; Biographie Universelle, 1844, 5, v.; Ersch and Gruber, Encyc., s.v.» (The Jewish Encyclopedia, 1906.)
1911 «Castro, José Rodríguez de. Biog. Erudito orientalista y filólogo español, nacido en Galicia y muerto en Madrid (1739-1769). Fue bibliotecario de Carlos III y Carlos IV dedicando al primero de dichos soberanos tres poemas en hebreo, griego y latín con el título Congratulatio regi praestantissimo Carolo (Madrid, 1759). Dejó, además, una Biblioteca española, que contiene noticias muy curiosas sobre los escritores rabinos. Bibliogr. Meusel, Bibl. hist. (t. VI, part. I, 18).» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, José Espasa e Hijos, Barcelona 1911, tomo 12, pág. 387.)
Pentalfa Microediciones publica en 1989 en facsímil la Biblioteca Española de José Rodríguez de Castro (L-374 y L-375, 7 y 6 microfichas).
2011 «En 1759 compuso y publicó en la imprenta de Ibarra una de las obras que le dieron prestigio: un poema trilingüe, en griego, hebreo y latín, a la venida de Carlos III a España, que mereció el elogio no sólo de Manuel de Roda y de Sempere Guarinos, sino del políglota agustino Georgi en Roma, quienes admiraron el dominio de las lenguas clásicas en un joven de apenas veinte años. Sin duda, Rodríguez de Castro trató de aprovechar este éxito para, aconsejado por Lanz de Casafonda, solicitar del Rey la concesión de una plaza de escribiente en la Real Biblioteca, que le fue concedida, ingresando en la institución en diciembre de 1761. Allí permaneció hasta el año de su muerte, en el que obtuvo el grado de oficial y el de bibliotecario interino, tras veintiocho años de intensa actividad profesional no debidamente reconocida, quizá a consecuencia de las envidias y favoritismos de los bibliotecarios mayores y de sus colegas. De su afición poética se conocen unas octavas reales que dedicó, con el ánimo de ganarse su favor, sin duda, al bibliotecario mayor, Juan de Santander. También se conocen sus trabajos en la Biblioteca Real por el resumen que él mismo hizo: redacción de cédulas de libros prohibidos, inventarios de las bibliotecas del padre Burriel y de otros, copias de códices, el índice de la Biblioteca arábigo-hispana de Casiri, los sumarios de los cinco primeros tomos de la Historia de España de Ferreras, y sobre todo la colaboración en la composición y edición de la Biblioteca griega de Juan de Iriarte. Otros trabajos hechos aparte de su dedicación en la Biblioteca fueron su labor de examinador de opositores a las Cátedras de Griego, Hebreo y Árabe en los Reales Estudios de San Isidro, la elaboración de una gramática hebrea, las traducciones del árabe y del francés, varias oraciones gratulatorias al nacimiento de las infantas, y un tratado de matemáticas, en las que era versado, obras todas ellas inéditas. Pero la obra principal de Rodríguez de Castro, que todavía hoy relaciona su nombre con la historia de la erudición y la bibliografía española, es la Biblioteca española, de la que aparecieron dos volúmenes entre 1781 y 1786, y dejó material para un tercero. Siguiendo la línea de trabajos iniciada por Nicolás Antonio en la centuria anterior con su Bibliotheca Hispana, nova y vetus (reimpresas, por cierto, por la Biblioteca Real entre 1783 y 1788), y la representada por las obras de los bibliotecarios Miguel Casiri (Bibliotheca arabico-hispana Escurialensis, 1760-1770) y Juan de Iriarte (Regiae Bibliothecae Matritensis codices graeci mss., 1769), en las que el propio Castro había colaborado, trató, por un lado, en el volumen primero, de completar un aspecto que Nicolás Antonio apenas había esbozado, el de la literatura rabínica o de los judíos españoles que escribieron en varias lenguas “desde la época conocida de su literatura hasta el presente” (empeño que ya había sido iniciado, aunque enseguida abandonado, por su tío, Lanz de Casafonda); y en el segundo, de llevar a cabo un estudio bibliográfico de la literatura hispano-latina desde sus orígenes hasta el siglo XIII, que sería completado en los siguientes volúmenes que no llegó a realizar. El plan era bastante razonable, pues se trataba de llenar las lagunas dejadas por sus predecesores, y aunque las dificultades en su realización y publicación y el hecho de no haberse completado mermaron algo su utilidad, no acabaron con ella. En el volumen de la literatura hispano-rabínica, el más utilizado por los estudiosos, salido de la Imprenta Real de la Gaceta el año 1781 y dedicado al Rey, incluye en orden cronológico datos biográficos y bibliográficos de los autores, con los títulos en hebreo y latín, comprobados de primera mano siempre que tuvo oportunidad, aunque no se le dieron facilidades para consultar más que las bibliotecas más próximas, como la Regia Matritense, la Escurialense, y varias particulares que cita en la obra. El volumen segundo, en la Imprenta Real y en 1786, resulta de menos utilidad, pues su materia había sido tratada en buena parte por Nicolás Antonio, aunque aquí trata de completar, corregir y ofrecer en orden cronológico los datos bibliográficos de aquél. La Biblioteca rabínica de Rodríguez de Castro fue elogiada por el abate Rossi, que entonces estaba recogiendo en Parma las variantes del Antiguo Testamento, y a quien le fue remitida por José Nicolás de Azara. Sin embargo recibió bastantes críticas de sus colegas de la Biblioteca Real española, desde el bibliotecario mayor Juan de Santander hasta Tomás Antonio Sánchez y Juan Antonio Pellicer, a quienes les debió parecer que el trabajo de Castro interfería los suyos propios: “a la publicación de esta obra se opusieron muchas de las dificultades que son comunes a la ejecución de todos los grandes pensamientos”, al decir de Sempere y Guarinos, y sólo llegó a ver la luz gracias a la aprobación de Pérez Bayer (que le permitía incluir la dedicatoria al Rey), y especialmente a la protección del conde de Floridablanca, que consiguió que se imprimiese a las reales expensas. Daniel G. Moldenhawer, director de la Biblioteca Real danesa, le describió como “hombre pequeño, afable y cortés, en cuyo aspecto exterior no hay ningún rasgo español, y muy diligente en sus estudios”. Este carácter modesto fue, quizá, la causa de sus pocos ascensos y sus ingresos económicos escasos. Falleció, dos meses después de haber alcanzado el puesto interino de bibliotecario, y tras dilatada enfermedad, en Azaña (hoy Numancia de la Sagra) el 28 de mayo de 1789. La viuda ofreció los materiales que tenía para el tomo tercero de su obra al conde de Floridablanca, pero, consultado el duque de Alcudia y tras un informe no muy favorable de Tomás Antonio Sánchez, bibliotecario mayor interino, finalmente no fueron adquiridos, y en cambio se concedió a la viuda una limosna diaria de 9 reales.» (Manuel Sánchez Mariana, “José Rodríguez de Castro”, Diccionario Biográfico Español, RAH, Madrid 2011, tomo XLIII, págs. 936-937.)
★ Sobre José Rodríguez de Castro en Filosofía en español
1781 Biblioteca española. Tomo primero, que contiene la noticia de los escritores rabinos españoles desde la época conocida de su literatura hasta el presente, Madrid 1781 (“Al rey nuestro señor”, “Prólogo”, “Escritores rabinos españoles por orden alfabético”, “Escritores rabinos españoles por orden cronológico”, “Escritores rabinos españoles de edad incierta”, “Escritores rabinos españoles por Facultades”, “Escritores rabinos españoles por patrias”, “Escritores rabinos españoles conversos”, “Rabinos españoles que escribieron en árabe”).
1786 Biblioteca española. Tomo segundo, que contiene la noticia de los escritores gentiles españoles, y la de los cristianos hasta fines del siglo XIII de la Iglesia, Madrid 1786 (“Prólogo”, “Escritores españoles contenidos en este Tomo”).