Tomo primero ❦ Carta décimo tercera
A un Médico, que envió al Autor un Tratado suyo, sobre las utilidades del Agua, bebida en notable copia, y contra los Purgantes
1. Muy señor mío: Recibí con sumo aprecio, y leí con igual gozo el Tratado de las Utilidades del Agua, tanto caliente, como fría, que Vmd. ha trabajado, y con que me regala. Mucho tiempo ha tengo noticia del uso, que han hecho de ella algunos Médicos en varias enfermedades, administrándola en gran copia, y de los felices sucesos, que han logrado a favor de esta medicina. Pero nunca vi la práctica, porque sólo in fide dicentium puede estribar mi asenso; bien que fortificado en alguna manera por una representación viva, de que son naturalismos los buenos efectos, que sus protectores le atribuyen; pues parece ser, que el agua bebida en gran cantidad, no puede menos de diluir los humores coagulados, o dispuestos a coagularse, embebiendo [138] juntamente varias sales perniciosas al cuerpo humano, con cuyas dos operaciones es consiguiente, que en muchos casos produzca bellos efectos.
2. Un Médico Inglés, llamado Hancocke, dio el año de 1722 en Londres a luz un tratado intitulado: El gran Febrífugo. Este gran Febrífugo no es otro, según el Autor, que el agua fresca, la cual dice, que ministrada oportunamente el primero, o segundo día de la fiebre mezclándose con la sangre, fermenta, o llena los vasos, de modo, que causa un sudor, que expele la materia viciada, y la fiebre. La cantidad que señala para hacer sudar un infante es un cuartillo; para un adulto, de dos a cuatro cuartillos. Añade que no menos que la fiebre, la tos, el reumatismo, la ictericia, y otras dolencias, ceden a cierta dosis de agua fresca. Esta noticia, en la forma que la pongo, debo al Padre Regnault, de la Compañía de Jesús, el cual la da, citando a dicho Inglés en el segundo Tomo de sus Diálogos Físicos, Dial. 17.
3. Las últimas palabras dan a entender que, en ocasiones, es menester mayor dosis de agua, que la expresada. La objeción de que algunos enfermos, tratados con este remedio, murieron, es en sumo grado despreciable. Mueren muchos que se sangran, muchos que se purgan, muchos que toman la quina, y muchos que usan del más ajustado régimen. Quid inde? Proscríbanse todos los remedios, pues ninguno hay, después de cuyo uso no muriesen muchos. Como se me verifique, que de doce enfermos deplorados, o incurables con los remedios comunes, uno se restituye con el uso del agua, basta para aclamarle por un gran remedio o invención divina.
4. En cuanto a la sentencia, que Vmd. da contra los purgantes, que junta como accesoria a los encomios del agua, puede hablar con más conocimiento. Antes que leyese alguno de los modernos, que han declamado contra ellos, estaba firmemente, por reflexiones propias, persuadido, no sólo a su inutilidad, mas aun a su perjudicialidad. Había observado lo primero, que todos los que se purgan padecen [139] alguna inquietud, y molestia en la noche, y día subsiguientes a la operación del purgante: consecuencia, que no se nota con esta generalidad, después de la operación de otro algún medicamento.
5. Había observado lo segundo, que los que estando sanos se purgan, por la máxima de prevención, con igual dosis del mismo específico purgante, igual evacuación tiene, que los que abundan de humores viciosos; y repitiendo mucho los purgantes, (como noté en algún sujeto) se van continuando siempre las evacuaciones. De aquí colegía, que el jugo nutricio es el que hace el principal gasto a las purgas: porque, ¿cómo es creíble, que en un cuerpo sano, o por mejor decir, en todos los cuerpos sanos, haya tanta copia de humores excrementicios? ¿O cómo, si los hubiese, dejaría de corromper, y matar muy en breve a todos los que no se purgan copiosamente?
6. Había observado lo tercero, que en los días inmediatos después de la purga, comúnmente se minora la cantidad de todas las evacuaciones sensibles. Lo mismo se debe creer de la insensible, o por la insensible transpiración. De aquí hacía tres deducciones. La primera, que aun en lo que evacua de excrementicio la purga, no hace más que preocupar la acción de la naturaleza. La segunda, que esta preocupación, por anticiparse al tiempo debido, por hacer de golpe, (digámoslo así) lo que, según el orden natural, se había de hacer paulatinamente, y por acción de causa extraña, necesariamente ha de ser violenta, y todo lo violento es nocivo. Con que siendo la evacuación natural igual en cantidad a la artificial, nada se va a ganar con ésta, y por ser violenta se pierde mucho. La tercera deducción, y dignísima de dotarse es, que todo purgante ha de hacer necesariamente algún estrago, poco, o mucho, en los insensibles conductos por donde los humores purgados, desde los vasos donde están contenidos, transitan al estómago, o al vientre. La razón es, porque diferentes humores se componen (como sienten todos los Físicos) de partículas insensibles de diferente figura, y tamaño; por lo cual, no a cualesquiera [140] poros, o conductos insensibles del cuerpo humano, cuyas cavidades en diferentes entrañas, o partes de él, son también de diferente tamaño, y figura, se acomodan para transitar libremente las partículas insensibles de cualquier humor. Por esta razón la naturaleza, obrando por sí misma, unos humores excrementicios expele por el vientre, otros por la vía de la orina, otros por los conductos salivares, otros por el cutis, llevando a cada uno por aquellos conductos insensibles, a cuyas cavidades son acomodadas sus insensibles partículas. Pero la acción violenta del purgante, impeliéndolos todos hacia una vía, lleva a muchos por poros, a que no se ajustan naturalmente, o que no pueden transitar sin ensanchar las cavidades, y raer algo de los conductos; de lo que precisamente ha de resultar un daño considerable, si los purgantes se frecuentan.
7. Había observado lo cuarto, que si los purgantes curasen, se seguiría la mejoría inmediatamente a la operación. La razón es, porque la curación por ellos, si se hace, se hace por la ablación, o remoción de la causa de la dolencia, la cual causa es, según los protectores de las purgas, el humor excrementicio, que el purgante expele; y quitada la causa, se había de ver inmediatamente la mejoría, como sucede muchas veces con un vomitivo dado oportunamente, y no pocas con una sangría. Esta mejoría pronta jamás se sigue a las purgas en los males, cuyo semblante es de continuar por algún tiempo, dejados a la acción de la naturaleza. Así se ve, como yo dos veces he visto, cortar del golpe un vomitivo fuerte una terciana contumaz, estando aún crudísima la orina, en cuyas circunstancias jamás se corta por ningún purgante. De donde colijo, que se engañan mucho los que juzgan ser la operación del purgante, y la del vomitivo substancialmente la misma.
8. He observado lo quinto, la ninguna utilidad, que experimenté en el uso de los purgantes, repetido por espacio de siete años; esto es, desde los veinticuatro de edad, hasta los treinta inclusive; y que por esto abandoné enteramente, sin que por ello fuesen después (aun con la circunstancia [141] de edad mayor) mis indisposiciones, ni más frecuentes, ni más graves, ni más prolijas. En que es muy de notar, que siempre experimenté gran alivio en todas las evacuaciones solicitadas por la misma naturaleza. De que se infiere con evidencia, que la naturaleza evacua lo que conviene, y con el modo debido; el purgante todo lo contrario.
9. Mas ya esto parece que es ir saliendo de los límites de Carta, y entrar en los de Disertación. Concluyo, pues, suplicando a Vmd. que no sólo aproveche el especial talento que nuestro Señor le ha dado para la Medicina, en beneficio de los enfermos que visita, pudiendo por medio de sus Escritos difundir luces a favor de los más distantes. Para cuyo efecto ruego a Dios nuestro Señor prospere su salud por muchos años.