Filosofía en español 
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Tomo primero Carta décimo séptima

De la Medicina Transplantatoria

1. Muy Señor mío: La última cláusula de mi Respuesta, dice Vmd. le dio aliento para escribirme otra Carta, en la cual, desengañado ya de la Medicina Transfusoria, me propone la Trasplantatoria, como objeto en que desea ejercite yo mi Crítica, recomendándola al Público como útil, si la considerase tal; o bien, impugnando la confianza, que muchos del vulgo tienen puesta en ella, si juzgare mal fundada esa confianza: en cuyo caso la podré incluir en el Catálogo de los Errores Comunes, por lo mucho que la aprehensión de su eficacia se ha extendido.

2. Esta propuesta de Vmd. tiene una correspondencia naturalísima con la pasada. La Medicina Transfusoria, y la Transplantatoria son correlativas. La intención de aquélla es comunicar la salud de un cuerpo a otro; la de ésta transferir de un cuerpo a otro la enfermedad. No sólo muchos del vulgo creen la realidad de la Medicina Transplantatoria, mas también algunos Autores Médicos. Entre quienes he visto más firme en creer su utilidad, y más empeñado en poner a todos en la misma persuasión, es Juan Curvo, Médico Lusitano Moderno.

3. Juzgo que se deben distinguir dos especies de curaciones [155] Transplantatorias; aunque Curvo, y otros las confunden. La primera es aquélla, en que precisamente, por medio del contacto, se transfiere la enfermedad, o ciertos tenues efluvios, de quienes pende la enfermedad, de un cuerpo a otro. La segunda es en la que la enfermedad se transfiere, o quita mediante alguna inmutación, que se hace en algún cuerpo forastero, y distante: de modo, que aunque haya precedido contacto de éste con el cuerpo doliente, no convalece éste hasta que haya aquella inmutación. La primera puede llamarse curación Magnética, la segunda Simpática. Pero aun la primera se puede subdividir en otras dos: una, en que la Transplantación se hace por contacto inmediato del cuerpo doliente con el sano: otra, que se hace por contacto mediato; esto es, mediante el contacto de alguna cosa extraída del cuerpo doliente, con el otro cuerpo adonde ha de transmigrar la enfermedad.

4. A la primera especie pertenece lo primero la curación del panarizo, metiendo el dedo doliente en la oreja de un gato. Riverio, en la Centuria cuarta de sus Observaciones, refiere dos casos, en que se curó por este medio el panarizo: uno en la Observación 19, y en que dentro de un cuarto de hora se logró la curación: otro en la Observación 63, en que dentro de dos horas se quitó el dolor. La inquietud, y gritería del gato en uno, y otro caso hizo probable, para los circunstantes, que el dolor del dedo había pasado a su oreja.

5. Lo segundo, la curación de la cólica, y de la gota, aplicando al abdomen, y a los pies unos cachorrillos. Etmulero propone este remedio, citando al Bartholino, el cual, entre otros casos, refiere, que un tío suyo, que padecía cólica, habiendo aplicado un cachorrillo al abdomen desnudo, se alivió del dolor, transfiriéndole al perro, porque éste mostró luego grande inquietud, y llegó a vomitar. Parece que Etmulero al dar esta noticia, prefiere los perros, que llaman de Malta, a los demás. Cita también Etmulero a Borello, el cual observó claudicar después los cachorros, que se aplicaron a los pies de los gotosos. [156]

6. Lo tercero, la curación de la gota coral, que escribe Joelio Langelot, citado por Curvo, logró una moza, transplantándola a una perrilla, que dormía con ella en la cama.

7. Lo cuarto, la que cuenta Waltero Brunero, citado por el mismo Curvo, que hizo en una mujer sujeta a accidentes epilépticos. Cogió una tórtola, y desplumada por el pecho, y vientre, la aplico al abdomen de la mujer por espacio de un cuarto de hora: hecho lo cual dejó volar la tórtola, y la mujer no padeció en adelante accidente alguno.

8. Lo quinto, se puede reducir a la misma especie la comunicación de una enfermedad por medio de un espejo. A este propósito refiere Curvo observaciones suyas, de sujetos que mirándose en un espejo, en que antes se habían mirado personas, que tenían el cutis de la cara afeado con postillas, botones, o clavos, contrajeron en el semblante los mismos vicios. Alega sobre lo mismo a Webero, que dice, que de este modo se puede comunicar la lúe venérea mediante un espejo; y lo que es más, aun las torpes inclinaciones de sujetos viciosos, que se miraron en un espejo, afirma que se pueden contraer por los que después se miran en el mismo.

9. Yo no desentiré a que haya, o pueda haber algo de realidad en esta especie de Transplantación, sin que para eso sea menester admitir magnetismo, o atracción propiamente tal; pues con puro mecanísimo se puede componer, que algunos corpúsculos, de quienes pende tal, o tal enfermedad, mediante el contacto se transfiera de un cuerpo a otro. Es fácil concebir, que aquellos corpúsculos estén en continua agitación; pero sin disiparse del cuerpo doliente, sino en el caso que inmediato a él encuentren otro cuerpo, cuyos poros tengan determinada disposición para recibirlos. Así se cree, que el Escorpión machacado, y puesto sobre la herida, que él mismo hizo con la mordedura, extrae del cuerpo su mismo hálito venenoso; y la que llaman Piedra de la Serpiente, aplicada del mismo modo, extrae el veneno, que [157] con la mordedura imprimió cualquier sabandija.

10. Pero por más que digan Webero, y Curvo, no puedo encajarme la comunicación de enfermedades, mediante la inspección en los espejos. En el Tom. 5. Disc. 5 del Teatro, donde traté del Fascino, puede ver Vmd. que la acción de la Potencia visiva es inmanente, y totalmente incapaz de transmitir afuera algunos efluvios. Así no puede enviar al espejo aura, o hálito morboso alguno, que después inficione al que se mire en él. Ni aun cuando dejase impreso en el espejo alguna reliquia morbosa, se comunicaría la infección a quien después se mirase en el espejo. Si fuese así, mucho más general, y seguramente se transplantaría la enfermedad en todos aquellos, que mirasen al mismo sujeto enfermo, como en quien reside la minera, y virtud difusiva de esas auras venenosas.

11. A la segunda especie de transplantación magnética, o que se hace por contacto mediato, pertenecen lo primero la Transplantación de la gota, cortando las uñas de las manos, o de los pies que la padecen, y metiéndolas en el tronco de una encina; y del dolor de dientes, sacando un poco de sangre de la parte inmediata, y teñido un palo con ella, introduciéndole también en el tronco de la misma especie de árbol. Etmulero, que da noticia de estos dos remedios, añade sobre la fe de Andrés Tentzelio, Médico Alemán, que casi todas las enfermedades se pueden curar mediante la Transplantación en encinas. También dice, que se puede transplantar el dolor de dientes en un avellano, o en un sahuco, sacando una astilla de la raíz desnuda de cualquiera de estos árboles, picando con ella la encía hasta sacar sangre, volviéndola luego a su lugar, y cubriéndola con tierra.

12. Pertenece lo segundo la Transplantación hecha por medio de la orina del enfermo. El mismo Etmulero refiere, que algunos usan curar la gota, y otras enfermedades crónicas, como también las fiebres intermitentes, hirviendo carne porcina en la orina del paciente recién sacada, durante, o inminente la accesión, y dándola después a comer a un perro; una cum iusculo: lo que yo entiendo, no de otro [158] caldo, sino de la misma orina, en que hirvió la carne. Este Autor dice, que conoció en la misma Ciudad de Lipsia, donde habitaba, un hombre, que adolecía de inveterados dolores de piernas; y habiendo experimentado inútiles muchos remedios que le aplicaron los Médicos, un Rústico le curó del modo siguiente: Tomó un huevo fresco, que coció, hasta endurecerle, en la orina del enfermo: deshaciéndole luego en pequeños trozos, y macerándole por algún tiempo en la misma orina, le sepultó después en un sitio sombrío. Curvo cuenta, que él mismo curó una terciana pertinaz, y rebelde a otros remedios, cociendo un bollo de harina en la orina del doliente, vertida en el tiempo de la accesión, y dándole a comer un perro. El efecto fue sanar el doliente, y enfermar el perro. Para la Ictericia prescribe el mismo remedio, dando el bollo a comer a un perro, o a un gato.

13. Pertenecen lo tercero las Transplantaciones hechas por medio del líquido, cuyo flujo constituye la enfermedad, o es efecto de ella. El mismo Curvo refiere, que curó a una Señora, que padecía un flujo de sangre uterina, que el Vulgo llama sangre lluvia, mojando un poco de pan en aquella sangre, y dándole a comer a una perra parida. Añade, que otra Señora casada transfirió una purgación blanca, que padecía había once años, y por cuya causa era estéril, a una puerca parida, dándole a comer un bollo de harina amasado con aquel humor.

14. Debajo del supuesto que mi Crítica en ninguna manera pueda perjudicar al derecho que los demás Filósofos, y Teólogos tienen para pronunciar sobre tales asuntos, digo, que en esta especie de Transplantación de enfermedades, o nada hay de realidad, o hay algo de superstición. Porque, o en las uñas, en la sangre, en la orina, o generalmente otra cualquier cosa, que se deriva del cuerpo del enfermo, salen envueltos los hálitos, corpúsculos, que constituían, o eran causa de la enfermedad, o no. Si lo primero, con la mera extracción de las uñas, sangre, &c. queda el cuerpo libre de aquellos hálitos; y del mismo modo, o con tanta seguridad [159] no volverán a él, echando aquella materia en el fuego, o en un río, que dándola a comer a un bruto, o introduciéndola en un tronco. Si lo segundo, de nada servirá hacer con aquella materia esta, o la otra diligencia, pues lo que causaba la enfermedad, en el cuerpo doliente se quedó. Luego sólo en caso de estar anexo a aquella diligencia algún pacto, podrá lograrse en virtud de ella la curación.

15. A la tercera especie de curación Transplantatoria (que a la verdad impropiamente se llama tal, y mejor se diría curación simpática) pertenece lo primero la siguiente Receta de Juan Doléo, para la Tísica. Tómese el esputo purulento del enfermo en un lienzo, el cual se colgará a recibir el humo en una chimenea, y a proporción que el esputo se fuere secando, se irá consumiendo el humor morboso del Tísico.

16. Pertenece lo segundo la curación, que Curvo dice hizo en un Ictérico, sólo ordenándole, que todos los días hiciese hervir al fuego su orina. Pertenece lo tercero, el método con que el mismo Autor refiere su curó uno, que padecía una dureza tan grande en el bazo, que todos juzgaban ser un Scirro confirmado. Puso el bazo de una vaca, luego que se sacó de ella, sobre la parte afecta, dejándole estar sobre ellas seis horas: colgóle luego en la chimenea, y así como se fue secando el bazo de la vaca, se fue desobstruyendo el del enfermo.

17. Pertenece lo cuarto la Receta, que él mismo da para curar los dolores hemorroidales. Estréguese, dice, la parte doliente con una tajada de vaca fresca, hasta que ésta se caliente. Entiérrese luego esta carne, y sucederá, que al paso que se vaya pudriendo, los dolores hemorroidales irán cesando.

18. Omito otras Recetas, y Observaciones de curas transplantatorias, que no omitiera, si las juzgase dignas de alguna fe. Pero exceptuando las de la primera especie, en las cuales, como ya insinué, acaso hay algo de realidad, todas las demás tengo por una insigne patraña, en caso que no se mezcle en ellas algo de superstición. Bien manifiesto está que [160] contra las transplantaciones de la tercera especie milita el mismo concluyente argumento, que arriba propuse contra las de la segunda; y tengo por muy insuficiente la autoridad de Juan Curvo, para calificar ni unas, ni otras. Este Autor en el cap. 13 del Tratado segundo de su Polianthea Medicinal propone muchas curaciones por vía de transplantación, que ejecutó él mismo; y otras, que copió de varios Autores, como que está persuadido a la verdad de ellas. Lo que pienso es, que no la hay, ni en unas, ni en otras, sino que unas curaciones, que obró la naturaleza, o se debieron a la eficacia de otros remedios, imprudentemente se atribuyeron a aquellas vanas prácticas.

19. Hay de esto un bello ejemplo en las Observaciones de la Academia Leopoldina, citadas en las Memorias de Trevoux. Andaba por Alemania un Curandero de niños quebrados, el cual para este efecto usaba de la práctica siguiente: Hendía por medio el tronco de un pequeño árbol, y pasaba el niño por entre las dos mitades: Volvía luego a atar éstas, dejando entre ellas una cuña de madera verde; y aseguraba, que cuando la cuna desecada se cayese, quedaría el niño perfectamente sano. Este modo de curación pertenece claramente a la tercera especie de que hemos hablado. Todos los hombres de algún entendimiento la tenían por supersticiosa; mas después se supo, que no había en ella más que una mera engañifa. La realidad del caso era, que él fajaba con gran diligencia, y arte a los niños, y esta maniobra era la que los sanaba, como comúnmente sucede con esta sola diligencia en aquella tierna edad. Pero el Curandero, por representar la cura misteriosa, y por consiguiente su arte más respetable, usaba del embuste que se ha dicho.

20. No puedo disimular, que dos remedios, que propone Curvo para curar hombres ligados, esto es, los que padecen aquel hechizo, que les hace incapaces para el acto conyugal, me parece no pueden excusarse de ser supersticiosos. El primero dice se lo contó el mismo que se curó del hechizo; y asegura el Autor, que era sujeto muy fidedigno. Aconsejóle no sé quién, que yendo al mar, y echando las [161] redes, si hallase un Pez llamado Cabra, le abriese la boca, y después de verter sus aguas en ella, dejase el Pez vivo en el mar; lo que ejecutado, se halló libre para el uso matrimonial. El otro remedio, dice, que él mismo lo prescribió, y logró el efecto deseado. Quejósele un hombre de que, siendo capacísimo para el comercio ilícito, que practicaba con una ramera, se hallaba totalmente inepto para el uso de su esposa. Ordenóle el buen Curvo, que sahumase cierta parte de su cuerpo con los dientes de una calavera; y una vez sola que recibió este sahumerio, quedó perfectamente sano. Los hechizos no se curan, sino, o con remedios sobrenaturales, o con otros hechizos: los dos remedios expresados no son sobrenaturales; luego supersticiosos.

21. Este Autor en el capítulo citado asegura, como testigo ocular, muchas cosas extremamente inverisímiles. Pero ninguno sería más acreedor a que los Lectores le creyesen, si esto pudiese debérsele como recompensa de las buenas creederas que él tiene para otros Autores. Digo esto, porque en el capítulo 101, en que trata de los remedios, que obran por simpatía, y cualidades ocultas, amontona, como certísimas innumerables operaciones simpáticas, y antipáticas, que todos los Sabios modernos, fundados en experimentos irrefragables, desprecian como sueños, y ficciones de los antiguos.

22. Salió esta Carta más larga, que lo que yo esperaba, y acaso también más que lo que Vmd. quisiera; porque como la distancia es mucha, subirá el porte. Pero podrá Vmd. hacer la cuenta de que paga a un Médico las recetas, que van en ella; pues si Vmd. padeció algunas enfermedades, yo sé que pagó otras muchas más costosas, sin que por eso dejasen de ser igualmente inútiles. Ve aquí Vmd. que acabo de negar, que haya Medicina Transplantatoria, y ahora me ocurre, que toda Medicina lo es. Cuantos remedios salen de las Boticas, tienen esta cualidad. Todos transplantan; pero no los males, sino los bienes. Llevan parte de la hacienda de los enfermos para las casas del Boticario, y del Médico; pero las enfermedades no mudan de posada. [162] Nuestro Señor conserve la salud de Vmd. para que evite este trabajo, &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 154-162.}