Tomo quinto ❦ Carta XXIII
Disuade a un amigo suyo el Autor al estudio de la Lengua Griega; y le persuade el de la Francesa
§. I
1. Muy Señor mío: O yo estoy muy engañado, o la pregunta, que Vmd. me hace, proviene de suponer erradamente, que yo entiendo la lengua Griega; procediendo esta falsa suposición de haber visto, que en una, u otra parte de mis Escritos, expliqué la significación de tal cual voz Griega, por alguna concernencia suya al asunto, que entonces tenía debajo de la pluma. No señor mío, nada sé de la lengua Griega; y si un tiempo supe algo, ese algo no era más, que un casi nada. Tuve, sí, muchos años ha, alguna inclinación a aprenderla, [368] pero la resistí por tres motivos. El primero fue parecerme, que el tiempo que expendiese en esa tarea, podría emplearse en otros estudios más útiles. El segundo considerar, que sin más escuela, que la de los libros, no podría adquirir sino una inteligencia muy imperfecta de la lengua. Apenas se puede lograr, ni aun mediano aprovechamiento en estudio alguno, sin que poco, o mucho intervenga en la enseñanza voz viva de Maestro. Especialmente para adquirir cualquiera Idioma, es ésta totalmente inexcusable; porque en la pronunciación propia de cada uno no se puede entrar enteramente por la lectura. Este no es negocio de los ojos, sino de los oídos.
2. Acaso más que en todas las demás, es necesaria esta diligencia en la lengua Griega. En mil libros hallamos escrito, que esta lengua es la más dulce, la más armoniosa, la más enérgica de todas. Ciertamente la lectura de los Libros, o Diccionarios Griegos no nos da esta idea. Antes en ellos vemos bastantes voces, que se nos figuran de una pronuciación áspera; otras de un sonido bronco; no pocas de una blandura, o debilidad lánguida; v. gr. la voz Homousion que en un tiempo dio tanto que hacer a los Católicos con los Herejes Arrianos.
3. Quintiliano en el libro 12 de sus Instituciones Oratorias, dando por sentado, que la lengua Griega es mucho más dulce que la Latina, dice, que este exceso pende de la diversa pronunciación de varias letras en los dos Idiomas, de modo, que teniendo un sonido suavísimo en el Griego, es áspero, bronco, y desabrido el que tiene en el Latino; y discurriendo por no diversas letras del Alfabeto, especifica en algún modo en qué consiste esta diversidad de la pronunciación. Pero yo, después de leer lo que Quintiliano dice a este propósito, tan ignorante quedé en la materia, como estaba antes de leerlo; porque aunque él me lo dice en Latín, yo apenas lo entiendo más, que si lo dijese en Griego, o en Arábigo. Como dije poco ha, este no es negocio de los ojos, sino de los oídos. [369] La pronunciación Griega se aprende conversando con Griegos, no leyendo libros.
4. El tercer motivo porque me retiré del estudio del estudio de la lengua Griega, es el que servirá para responder a la pregunta, que Vmd. me hace, sobre si es útil la inteligencia de dicha lengua, y en qué grados de altura podemos contemplar colocada su utilidad. Digo, pues, señor, que el tercer motivo porque me retiré del estudio de esta lengua, fue considerarla de muy corta importancia in re litteraria.
5. Hágome cargo, de que esta es una proposción escandalosa, & Graecarum aurium offensiva, para todos los Profesores de ella, y que jactan su posesión, como la de un gran tesoro: de modo, que es entre ellos comunísima la cantinela, de que la lengua Griega es la Fuente de toda erudición. ¿No menos, que de toda erudición? ¡Oh bienaventurados los que tienen tan copiosa fuente, no solo dentro de su casa, mas aun dentro de su cabeza! Esa no será fuente, que tributa un corto arroyo al Océano, antes será un Océano, que socorre de copioso caudal a todas las fuentes: quiero decir, a todas las Ciencias, y Artes Liberales, pues todas se comprenden debajo del nombre de Doctrina: voz que significa lo mismo que Erudición.
6. ¡Oh lo que va de los poseedores de la lengua Griega a los que solo cultivan la Poesía! Aquellos pretenden apropiarse todo el Imperio de Neptuno, y éstos están muy anchos con su pequeña fuente de Hippocrene, que solo los dota de una mínima parte de lo que se llama Erudición; esto es, del Arte de hacer versos. Y aun dudo, que para hacer versos sea muy a propósito ese licor; porque Horacio, que conocía bien el genio de los Poetas, no los pinta inclinados a la agua, cuando el Príncipe de ellos Homero, representa dándoles ejemplo muy opuesto a la virtud de la sobriedad:
Laudibus arguitur vini vinosus Homerus. (Lib. 1. Epist. 19).
Y lo que es más, ni a las Musas, con ser damas, pone la [370] tacha de melindrosas en esa parte, cuando dice, que aun de mañana humean sus regüeldos bacanales:
Vina fere dulces oluerunt mane Camaenae.
Así, cuando sus versificantes adoradores las colocan circundando la Hippocrene, se debe suponer, que las acercan a ella, no para que con su corriente refrigeren las entrañas, sí solo para que recreen en su espejo critalino los ojos, como aquellos Alemanes, de quienes dice con gracia el Padre Famiano Estrada, aludiendo a su vinosa inclinación, que a las orillas del Rhin morían abrasados de sed Ad ripas Rheni moriebantur prae siti.
§. II
7. Pero vuelvo ya de esta festiva disgresioncilla a la pretendida fuente de toda erudición. Esta voz erudición es equívoca; porque fuera de su más genérico significado, comprensivo de todo lo que se llama literatura, ciencia, o doctrina, según el cual, todo erudito se apellida docto, y todo docto erudito; tiene otros dos limitados, y más limitado uno que otro. En el primero la voz erudición significa lo que otros llaman Humanidades, o Letras Humanas, o Buenas Letras, o Bella Literatura. En el segundo, se estrecha a significar meramente observaciones Gramaticales; o solo a a lengua Latina, o extendiéndolas también a la Griega, los que la saben, dejando aparte la Hebrea para los que exprofeso se aplican a la Inteligencia de la Sagrada Escritura. Y la erudición, tomada en uno, y otro sentido, sirve para comentar, explicar, y corregir Escritos antiguos; cuyo uso, hablando en general, no se puede negar ser utilísimo. O por explicarme más determinadamente, este uso de la Erudición en el tiempo de nuestros mayores utilísimo; ¿pero qué utilidad de alguna consideración puede tener el día de hoy? Eso es lo que no veo.
8. Explícome más. Fue un tiempo utilísima la inteligencia de la lengua Griega, para traducir a la Latina muchos buenos libros, escritos en aquella, por medio de [371] los cuales se nos han comunicado luces muy importantes, de que las Regiones Occidentales de la Europa carecían, ya para la Historia, ya para la Filosofía Moral, ya para algunas partes de las Matemáticas, y otras Facultades; y sobre todo, por ser lo más precioso de todo, aun para la Religión, y Doctrina Evangélica, en orden a las costumbres. ¡Qué tesoros, pertenecientes a estos dos capitales, y esencialísimos objetos, de que enteramente pende nuestra eterna salud, tenía allá retirados la Grecia en los Crisóstomos, los Basilios, los Naziancenos, los Atanasios; y de que nos hicieron partícipes algunos de los que con más felicidad se aplicaron al estudio de su idioma!
9. Todo esto está bien hecho. Pero los que hoy tanto nos jactan la lengua Griega, ¿qué traducciones útiles nos prometen, o esperan ahora de ese idioma al Latino, o al Español, o a otros de los que por acá se hablan, y escriben? Dudo que señalen alguna; porque a mi entender, cuanto algo excelente se escribió en la lengua Griega, ya há, no años, sino siglos, que se transportó a la Latina. Y no solo transportó todo lo excelente, mas también mucho de lo inútil, y superfluo. ¿Pero qué es lo que piensa Vmd. que en los Autores Griegos miró como inútil, y superfluo? Puntualmente aquello, que muchos Humanistas constituyen el principal objeto de su estudio; esto es, los Libros Poéticos, y los Mitológicos.
10. Convengo en que hubo admirables Poetas Griegos, y aun concederé a nuestros Grecizantes, que algunos excedieron a todos los nuestros; no porque yo por mí sea capaz de medir la estatura de unos, y otros, pues ya he confesado mi ignorancia de la lengua Griega; sino porque veo, que Horacio, que la sabía, siendo el mayor Poeta Lírico de los Latinos, reconocía mucho más alto vuelo en las Odas de Píndaro, que en las suyas; veo que todos los nuestros, que entienden la Poesía Griega, hallan más perfectas las Tragedias de Eurípides, y Sófocles, que las de Atilio, Pomponio, y Séneca; veo que Ovidio, [372] humillándose a vista de Virgilio, afirma, que cuanto le excedía Virgilio a él, otro tanto era excedido Virgilio de Homero.
11. ¿Pero qué tenemos con todo esto? ¿De qué nos sirven esos mejores Poetas? ¿Qué verdades nos enseñan, que no nos hagan presentes los Autores Latinos, Poetas, y Prosistas? ¿Por ventura nos enamora más de las virtudes, o nos inspiran más horror a los vicios? Para responder a esta pregunta, métanse la mano en el pecho los que frecuentan esa lectura. Lo que con verdad se puede decir en la materia es, que si en una, y otra parte hay algo de bueno, en una, y otra parte hay sus pedazos de mal camino; pues si acá tenemos un Ovidio lascivo, allá tienen un Anacreon, que a lo venéreo agregó lo intemperante, como evidencian algunos fragmentos suyos, que he visto traducidos en prosa Francesa, y en los cuales descubre, que apenas apartaba jamás de sí la botella.
12. Lo que no se puede negar a los que con perfecta inteligencia del idioma leen los Poetas Griegos, es, que siendo esa Poesía más enérgica, dulce, y armoniosa, como generalmente se admite, será consiguientemente más grata, y deliciosa su lectura. Pero sobre que aquí no se trata de la delectabilidad, sino de la utilidad, cualidades diversas, así como pertenecen a líneas distintas el bien útil, y el delectable, esa mayor delectabilidad no se nos puede transportar acá, mediante las traducciones de una lengua a otra; porque la gracia, esplendor, y hermosura de un idioma, son tan inherentes, especialmente en las composiciones Poéticas, al mismo idioma, que cuando se intenta tranferirlas a otro diverso, casi enteramente pierden su valor; como en gran parte pierden su virtud las plantas medicinales, trasladadas del suelo nativo, y propio para ellas, a otro, que les es extraño, e incompetente.
§. III
13. Siendo tan insuficiente la lengua Griega, para que los peritos en ella nos comuniquen acá el gusto [373] de su Poesía, aun nos será más inútil aplicada a noticias Mitológicas; porque éstas están acá vertidas en innumerables libros, no solo Latinos, mas también Castellanos, y de otras lenguas vulgares; los cuales bastan muy bien pra lo poco que nos puede servrir el conocimiento de la Mitología, que es facilitarnos la inteligencia de algunos puntos de las Historias Griegas, y Romanas, en que se tocan especies de las fábulas, y errores del Gentilismo; no significando otra cosa la voz Mitología, que la colección, y explicación de esas fábulas, y errores.
14. Pero si Vmd. quiere saber a punto fijo las ventajas, que la erudición debe a la lengua Griega, no tiene mas que volver los ojos a las producciones, con que ilustran a nuestra España aquellos pocos, o muchos Nacionales, que tanto jactan la posesión de esa lengua. ¿Qué escritos dan a la luz pública? ¿Qué nuevos descubrimientos hacen, o han hecho en el mundo literario? ¿Qué tierras incultas hacen fructificar? ¿Con qué conquistas extienden a favor nuestro el Imperio de las Musas? Yo tengo noticia de cinco, o seis Españoles, que en este siglo se dedicaron al estudio de la lengua Griega, y pudiera señalar entre estos uno, o dos adornados de una grande erudición; pero sé, que no deben ésta, sino a la lengua Latina, y también a una, u otra de las vulgares. Ni estos pocos Españoles muy eruditos son los que preconizan esa fuente de toda erudición, como que en su caudal obtienen mayores riquezas, que las de Creso; sino otros de muy inferior nota.
15. Tampoco ostentaron esa fuente de toda erudición algunos grandes Españoles eruditos de primera clase, y gigantes en la literatura, que florecieron en los tiempos pasados: v. gr. un Antonio de Nebrija, un Benedicto Arias Montano, un Fernando Núñez (alias el Pinciano), un Francisco Sánchez de las Brozas. Supieron éstos con perfección la lengua Griega; pero estuvieron muy lejos de que sus varios dialectos llenasen sus cabezas de humos, o de flatos, como también es cierto, que no a esa fuente [374] de toda erudición, sino a otros varios estudios, y a los insignes talentos naturales, de que Dios los había dotado, debieron tantas excelentes producciones, con que ilustraron nuestra Nación, y dieron mucho que admirar a los primeros Sabios de las otras.
16. Ni pienso que esto de pompear la lengua Griega esté limitado a los pocos Españoles de estos tiempos, que saben algo del Griego. Paréceme, que también se extiende a los Grecizantes modernos de las demás Naciones: lo que colijo de aquellos remiendos Áticos, o Corintiacos, que sin necesidad suelen entretejer en sus Escritos Latinos. Llamo pequeños remiendos Aticos aquellas voces Griegas, que vestidas también según el estilo del País donde nacieron; esto es, con los carácteres propios de él, tres, o cuatro voces vierten en cada página; pues sin embargo, que les concedamos, que esas voces son de más noble sonido, que las Latinas, a quienes las substituyen, no por eso dejan de ser remiendo, y los de la más preciosa tela siempre disuenan a la vista.
17. ¿Y qué diré de la vanidad, que concibe un erudito Griego, cuando en una traducción de aquel idioma al Latino corrige una voz, que no juzga tan propia como otra que a él le ocurre, y con esto de más claro sentido a una cláusula? El hallazgo de aquella voz en su mente es una hazaña, que equivale al descubrimiento de la Piedra Filosofal, y excede mucho al de la cuadratura del círculo. Una vez sola, que logre semejante empresa en toda la vida, le parece basta para eternizar su memoria. Pero, ¡oh en cuánto dolor, y aun ira se convierte esta complacencia, si de esta, o aquella parte se levanta otro algún Profesor a sostener, como más propia, la versión, que éste rechaza como espúrea! A esto se sigue una guerra, en que los contendientes sobre el uso de una vocecilla batallan con igual ardor a aquel con que un tiempo Roma, y Cartago se disputaron el Imperio del Mundo.
18. Ya muchos han notado, que las controversias Gramaticales se siguen entre los que los que se precian de Gramaticones, [375] con más tesón, que las que tocan a asuntos mucho más importantes. ¡Qué tumultos no hubo en París, habrá cosa de dos siglos, sobre la pronunciación del Quis vel qui; esto es, si en ella se debía exprimir, o suprimir la u, que está después de la Q! En que yo pienso, que comúnmente erramos los Españoles, pronunciando la Q, como si fuera K; y así decimos Kis, debiendo decir cuis, cargando el acento en la i: de modo, que la u, y la i no formen mas que una sílaba, como hacemos con la u, y la a en las voces qualis quando.
§. IV
19. Mas no por lo dicho piense Vmd. que absolutamente condeno el estudio de la lengua Griega. Solo impruebo, que el que puede a su arbitrio elegir, o para su diversión, o para su instrucción, ésta, o aquella especie de literatura, prefiera el estudio de la lengua Griega a todos los demás, cuando pudiera dedicarse a otros mucho más importantes. ¿Qué se hará de su lengua Griega a Vmd. u otro Caballero particular, que se imponga en ella medianamente? Pues supongo, que no presumirá estar instruido cuanto es menester, para traducir en Latín, o en Castellano a Homero, Herodoto, Demóstenes, u otro alguno de los famosos Históricos, Oradores, y Poetas Griegos. El servicio, que le hará a Vmd. la lengua Griega, será (y me parece que lo estoy viendo), que hallándose en conversación con otros de su clase, si se habla de guerras, caiga en la tentación de alegar, o venga, o no venga, algún pasaje de Polibio, o de Arriano, traduciéndole luego en nuestra lengua: si de Política, de los Políticos de Aristóteles: si de Música, del Tratado, que escribió Plutarco de esta Facultad. Y será una gran cosa, si con esta ocasión se pone a explicar a los circunstantes, qué partición hacía en el tono la que los Músicos Griegos llamaban Diesis, dentro de la progresión enarmónica, lo que pienso, que aun hoy se ignora. Y mucho mejor si de ahí se adelanta [376] a decirles a qué voces de las que nuestros Músicos tomaron de la Escala del Monje Guido Aretino, corresponden los que los Griegos llamaron Lichanos-Meson, y Parhypate-Meson.
20. ¿Qué sacará Vmd. de introducir estas noticias en la conversación, sino enfadar a los oyentes, y que los cuerdos, que intervengan en ella, le miren como un pobre pedante? Tuve noticia, de que, no muchos años há, un alto Magistrado Español, igualmente plausible por su doctrina, que por el cristiano uso de ella, rezaba diariamente el Oficio de nuestra Señora, impreso en lengua Griega. Imputábanlo algunos a afectación, o vanagloria; y puede ser, que en la devoción entrase alguna mixtura de este humano afecto. Pero si dicho Magistrado supiese, y pronunciase la lengua Griega (lo que no juzgo verosímil), como la sabían, y pronunciaban los de aquella Nación en los más floridos tiempos de la Grecia, y aun cinco, o seis siglos más acá, yo atribuiría aquella particularidad a mucho más sano, y noble motivo; esto es, excitar más la devoción.
21. Yo no sé si se ha perdido con el tiempo aquella dulcísima pronunciación Griega, que tanto pondera Quintiliano en el lugar citado arriba, y con él comúnmente los doctos Romanos de su tiempo. Según estos se explican, yo concibo en la locuela Griega una especie de Música, distinta de aquella, a quien damos este nombre, y acaso más eficaz que ella, para mover todo género de afecto. Si es así, como yo lo imagino, y hoy pudiésemos adquirir la lengua Griega con toda esa perfección, yo prefiriría a todos los tesoros del mundo tener todo el Testamento Nuevo, o por lo menos las Epístolas de San Pablo en lengua Griega. ¡Cuán propia será aquella soberana doctrina, colocada en el debido tono de ese idioma, para elevar el espíritu a las cosas celestiales! ¡Para inspirar los afectos más tiernos de amor, y gratitud al Redentor del mundo! ¡Para darnos un conocimiento más vivo, aunque siempre muy imperfecto, a las altísimas [377] verdades de la Religión! ¡Para representar la hermosura de las virtudes! ¡Para imprimir el más profundo horror a los vicios! Y por consiguiente, ¡para movernos a detestar, y llorar nuestras maldades!
22. Tengo por constante, que las mismas ventajas hallaríamos en los Salmos, y varios Cánticos, que están esparcidos en el Viejo Testamento, si los percibiésemos en la forma, que los recitaron, o cantaron el Santo Rey David, y los demás Sagrados Autores de ellos; siendo sumamente verosímil, en aquel lenguaje, que Dios destinó para comunicar tantas utiísimas verdades a los hombres, esté adornado de primores forasteros, y muchos más exquisitos, que los de la lengua Griega, y de todos los demás idiomas.
§. V
23. Pero, señor mio, no siendo estas riquezas para nosotros, es preciso, que nuestra mendiguez se contente con mucho menos. Fuera de que para el intento, que sospecho lleva Vmd. en dedicarse a la lengua Griega, es muy extraño lo que he dicho de ésta, y de la Hebrea. Sospecho, digo, que Vmd. determinó aprender esa lengua, por haber oído, o leído cuanto decantan sus utilidades, los que poco, o mucho la cultivan, y los prodigios que la atribuyen, que aunque todos se reducen a uno, es tal este uno, que vale por mil. ¿Y qué milagro es ese? Es el milagro de los milagros. Es, que sabiendo esa lengua, se sabe cuanto hay que saber: que eso, y no menos significa el alto atributo de fuente de toda erudición.
24. Mucho tiempo ha, que varios hombres, por diferentes caminos, andan buscando esta preciosa fuente, y no pocos presumieron haberla hallado: unos en la Arte Cabalística: otros en la de Raimundo Lulio: otros en la Magia, de que cree el vulgo fue Catedrático el Diablo en una Cueva de Salamanca, y donde sacó un Discípulo insigne en el Marqués de Villena: otros en la Arte de Memoria, armatoste más que arte, o artificio, de que [378] dí bastante noticia en el Tomo primero de mis Cartas: otro, finalmente, en lengua Griega. ¿Pero qué hallaron en esas fuentes? No mas, que las fuentes mismas, o a quienes quisieron dar ese nombre, que realmente no son fuentes sino cisternas secas, como aquellas, de quienes habla Jeremías en el capítulo 2: Foderunt sibi cisternas disipatas, quae continere non valent aquas. Y si no, muéstrenos alguna parte del caudal, que han sacado de esas fuentes. ¿Qué escritos nos han presentado? ¿Qué documentos, qué reglas, qué instrucciones, no digo para adquirir toda erudición, mas aun de una sola Facultad determinada?
25. De modo, que la fuente de toda erudición es un secreto, como el de la Piedra Filosofal, y del Remedio universal; y a los que proclaman el primero, sucede proporcionalmente lo mismo, que a los que jactan el segundo, o el tercero. Piensan en hacerse más ricos los que están encaprichados de la quimera de la Piedra Filosofal, y se empobrecen más, porque sus tentativas consumen en el fuego lo poco que tienen. Los que preconizan poseer el secreto del Remedio universal, prometen, a quienes lo creen, una vida muy larga, que la de los hombres Ante-Diluvianos; y es muy verosímil, que los cercenan algunos años de los que vivieran, si no fueran tan neciamente crédulos; siendo natural, que su secreto sea una droga violentísima de la naturaleza de aquellas, que irritando la naturaleza, aparentemente la animan, y efectivamente la estragan. Lo que se sabe es, que Paracelso, que en el uso de sus secretos prometía a los hombres algunos siglos de vida, no duró, ni aun medio siglo, pues murió a los cuarenta y ocho años de edad. Y Helmoncio, que no exageraba menos la virtud de su Alkasest, o disolvente universal, no pudo pasar de los cincuenta y seis.
26. El magnífico título de fuente de toda erudición, aplicado a la lengua Griega, puede pasar por un secreto literario, análogo a los Físicos, que he dicho; pues en él se ofrece dar una gran extensión a la Ciencia, como en [379] aquellos aumentar la riqueza, o alargar la vida; y es tan engañoso éste como aquellos; pues en vez de aumentar la erudición, la acorta, como los otros de la vida, y la hacienda. La razón es, porque la aplicación a la lengua Griega ocupa el tiempo, que se pudiera emplear en otro estudio más útil, y que adornase el alma de muchas importantes noticias literarias, que no franquea la lengua Griega. Fue este estudio un tiempo utilísimo, en cuanto nos produjo la traducción de las Obras de algunos, o de todos los buenos Autores Griegos. Ahora la Grecia no puede darnos cosa de provecho; porque lo bueno, que es lo antiguo, ha mucho tiempo que está dado. Y hoy no puede producir ya, sino barbarismos; porque los Griegos de estos tiempos, tan ignorantes, y bárbaros son, como los Otomanos, debajo de cuyo dominio gimen.
§. VI
27. Aquí terminaría yo esta Carta, si no me hubiera propuesto otro fin en ella, más que disuadir a Vmd. del estudio de la lengua Griega. Pero a no haberme propuesto otro asunto, que esto solo, ¿qué podría lograr más, que reducirle a Vmd. a una estúpida ociosidad? No ignoro, que son muchos (y entre estos muchos se deben contar casi todos los ignorantes) los que imaginan, que las letras precisamente están por su naturaleza destinadas a la gente Eclesiástica; y entre los legos, únicamente a aquellos, que necesitan de recurrir a alguna Ciencia para tener de qué vivir; pero que un Caballero, que ha heredado de sus mayores lo bastante para una honrada subsistencia, se debe mirar como mera superfluidad, por consiguiente puede, sin ser vituperado de nadie, emplear todo el tiempo, que no ocupa en el gobierno de su hacienda, y su familia, en el paseo, en la conversación indiferente, en el juego permitido, generalmente en toda recreación honesta.
28. Pero un Caballero (les preguntaré yo a estos Legisladores, o Parlamentarios de la Cámara Baja), un [380] Caballero, digo, no es un hombre? ¿Y qué tiene de hombre (otra pregunta) el que no hace más, que lo que hace el irracional? ¿Que come, bebe, pasea, duerme como él? ¿En qué excede al bruto el que no sabe más, que lo que le enseña el instituto? ¿En qué excede al bruto el que como bruto, no escucha otra doctrina, que la que le dicta la naturaleza para la conservación del individuo?
29. Se me responderá (ya lo veo), que siempre le queda un gran distintivo en comparación del irracional, que es estar instruido de lo que pertenece a la Religión. Sí. Sabe el noble la Doctrina Cristiana, de que no es capaz la bestia. Pero si no la sabe, sino como la sabe un niño, antes de llegar al uso de la razón, se puede dudar, si eso es con propiedad saberla. Concederé no obstante, que algo mejor la sabe, porque la sabe como la sabe un hombre del campo. Mas vaya sobre esto otra pregunta. ¿Asi en materias de Religión, como en otras, cumple el noble como noble, con saber únicamente lo que sabe el más ignorante rústico?
30. A la verdad en España los más de los nobles parece que están en esa inteligencia. Pero en otras Naciones no es así. No es así en Francia. No es así en Italia. Mucho menos en Inglaterra, pues tengo presente lo que dice Mons. Rollin, que habiendo este excelente Historiador tratado a muchos Caballeros Ingleses, ninguno vio, que no tuviese muy buena tintura de una, u otra Facultad, y algunos no de una sola.
31. Pero nada de esto habla con Vmd. cuando veo, que en su afición a la lengua Griega muestra el deseo de saber más, que lo que comunísimamente saben nuestros Caballeros Nacionales. Saber la lengua Griega, ya es saber algo de lo mucho, que éstos ignoran. Mas si aprendiéndose la lengua Griega, solo se sabe la lengua Griega, siempre es poquísimo lo que se sabe. Y sin duda, que no se contentará Vmd. con eso poco, porque no le diera el epíteto de lengua docta, no la prefiriera a todas las [381] demás, sino la considerase como medio útil para adquirir un fondo considerable de doctrina en esta, o aquella materia. Los que la preconizan fuente de toda erudición, mucho mayor ventaja dan a su utilidad; y me persuado, que el saber Vmd. que sus Profesores tan excesivamente la elogian, ha impreso en Vmd. tan altas esperanzas de su estudio.
32. Así yo considero a Vmd. en la situación de un joven, que para tomar estado, aspira a la posesión de una señora, que sus aliados la han pintado hermosa, noble, y rica. Este informe, aplicado a la lengua Griega, es verdadero, en cuanto a las dos primeras cualidades. Tiene un agrado, y hermosura, que hechiza, según todos los que la han tratado, y conversado familiarmente con ella. Su nobleza no se duda, que viene de una raíz, o estirpe antiquísima. Pero la de la riqueza (que aquí entra lo de ser fuente de toda erudición) absolutamente es falso. Fue a la verdad riquísima un tiempo; esto es, en aquella edad, en que dominaba todas Ciencias, y Artes. Pero esto ya ha siglos, que se acabó. Hoy es pobre, y pobrísima. Al fin, es lengua muerta, y los muertos nada tienen, sino, cuando más, pocos pies de tierra. Lo que hoy, pues, convendría saber, es, a dónde pararon esos bienes, para aprovecharse de ellos, el que pueda recoger algo.
33. Mas esto ya se sabe. Heredó, y recogió una buena porción la lengua Latina, por la propinquidad, y parentesco, que tenía con ella. Murió también después la lengua Latina; porque mors etiam saxis, nominibusque venit; pero dejando tres hijas, y sucesoras, que hoy viven, en la Italiana, la Española, y la Francesa, entre quienes se repartieron sus bienes, tocando la mayor parte por el derecho de primogénita a la Italiana, quedando en aquella distribución primitiva no mal puesta la Española, y la menos atendida la Francesa. Pero con el tiempo esta última, por medio de una de aquellas revoluciones, que son tan comunes en todas las cosas humanas, fue ganando tierra; de modo, que vino a hacerse la más [382] rica de todas; en cuya negociación debió mucho al favor de una señora muy poderosa en el mundo, que llaman la señora Moda.
34. No por eso llamaré fuente de toda erudición a la lengua Francesa; pues no me autoriza a adularla con un elogio indebido, el que hayan celebrado con el mismo sus Profesores a la Griega. Pero diré con verdad, que hoy el idioma Galicano, aunque no fuente, es una copiosísima cisterna, donde se recogió cuanto de erudición sagrada, y profana vertieron las cuatro fuentes de Jerusalén, y Roma, Atenas, y Alejandría. De suerte, que en su vecindad tiene España provisión bastante para saciar la sed del alma más estudiosa, sin ir, a buscar socorros distantes en Egipto, Palestina, Grecia, o Italia.
§. VII
35. Pero basta ya de metáfora, o alegoría (que en el asunto presente todo es uno), porque las narraciones alegóricas, aunque vestidas de esta gala oratoria, tienen su lucimiento; le pierden, si se extienden mucho: de modo, que fatigan al que las habla, o escribe, y fastidian a quien las oye, o lee. Lo que acabo, pues, de decir en aquel lenguaje figurado, traido a la llaneza, y claridad del Filósofo, no significa otra cosa, sino que para todo género de literatura entre todas las lenguas, la inteligencia, que más nos importa, es la de la Francesa. La razón es, porque todas las ciencias, y Artes útiles hablan, y escriben en Francés, o el Francés habla, y escribe todas las Ciencias, y Artes útiles.
36. Limito la proposición a las Ciencias, y Artes útiles; porque si habla de las Artes de gusto, y deleite, cuales son la Poesía, la Música, la Pintura, y la Estatuaria, es preciso dejar a salvo, por lo menos en cuanto a la práctica, los grandes créditos de la Italia; pues por más que comúnmente los Franceses, aun en estas Artes, quieran atribuirse algunas ventajas considerables, creo, que todos sus Poetas no hacen un Torquato Tasso. Todos [383] sus Músicos un Coreli. Todos sus Pintores un Rafael de Urbino; ni todos sus Estatuarios un Miguel Ángel.
37. Otra excepción, por motivo aun más grave, es justo hacer en obsequio de la lengua Latina, respecto de quien nuestra veneración se debe proporcionar a la alta dignidad, que goza de ser esta la lengua del Santuario; pues con sus voces se cantan las alabanzas divinas, y por ellas se comunican a toda la Iglesia las doctrinas de la Cátedra Romana.
38. Puesto, pues, en salvo el aprecio, que por los capítulos, y para fines referidos, merecen la lengua Latina, y su primogénita la Italiana; para todo lo demás a todas las demás debe ser preferida la Francesa. No hay cosa alguna de cuantas, o son necesarias, o cómodas a la vida humana, para cuyo uso no prescriba reglas esta lengua. Há siglo y medio, que la Francesa está continuamente produciendo Maestros en todas Facultades, y Autores, y libros para todas materias. Llámese norabuena vulgar su lengua, y gocen el decoroso título de nobles la Griega, y la Latina. Es ciertamente nobilísima la Griega. ¿Pero de qué nos sirven sus timbres? De lo mismo que los blasones de muchos nobles, a quienes adulan nuestros respetos, no por lo que ellos merecen, sino por lo que merecieron sus mayores: los nobles, digo, ociosos, o holgazanes; y por tanto enteramente inútiles al público. La Latina es acreedora por los títulos, que expresé arriba, a una estimación más sólida. Es también lengua noble, y goza asimismo el honrado título de Docta. Docta es, y yo la venero como docta; pero sin perjuicio de los cultos de los cultos, que debo a la Francesa, como docente, y más docente, que la Latina; porque aunque ésta me enseña muchas cosas útiles, aquella extiende su doctrina a mayor número de objetos.
39. Sobre cuyo asunto encuentro ahora al paso un error común en España, y a mi entender, solo en España común, que ha ocasionado, y está ocasionando gravísimos daños. Y ya que me ocurrió ahora a la memoria, me [384] considero indispensablemente obligado a corregirle; cierto, de que tanto podrá ser la corrección útil, cuanto el error es pernicioso.
§. VIII
40. En el Tomo IX del Teatro Crítico, en que expuse de varias adiciones, y correcciones a los Tomos anteriores, {Estas están colocadas en sus respectivos Tomos} al número 17 de lo que adicioné al primer Tomo de aquella Obra, me quejé del poco cuidado, que, por la mayor parte, hay en España, de buscar Cirujanos diestros, y peritos para los Pueblos. Toda la diligencia se aplica a la elección del que llaman Médico, desdeñándose de dar esta denominación al Cirujano; siendo así, que tan propia, y rigurosamente es Médico éste, como aquel, con solo la diferencia, de que aquel es Médico Farmeceútico, éste Médico Quirúrgico. A que se puede añadir, que si éste no es más útil, que aquel, por lo menos, la utilidad de éste es más visible; para lo cual tengo el patrocinio del Hipócrates Romano, Cornelio Celso, muy docto en una, y otra Medicina; el cual, en la introducción al Libro 7, que es donde empieza a tratar de la Quirúrgica, asienta lo que acabo de decir de la más cierta, o visible utilidad de ésta: estque eius effectus, inter omnes Medicinae partes, evidentissimus.
41. No ignoro, que en algunos Pueblos grandes, no solo se contituye un buen salario para el Médico; mas también para el Cirujano; y donde hay Hospitales Generales dotados de gruesa renta desde su fundación, está constituido salario algo cuantioso para el Cirujano, cuya asistencia se elige. Pero en esta elección, por lo común, se comete un error crasísimo, que es el que ahora, como pernicioso, pretendo corregir.
42. Cuando se trata de buscar Cirujano perito, a aquellos, a quienes se encomienda esta diligencia, se propone, como requisito, y aun único, que sea Cirujano Latino; esto es, que sepa esta lengua; y como se [385] encuentre alguno, que haya estudiado Gramática, se hace la cuenta, de que se halló cuanto se había menester. Cosa irrisible, y juntamente lastimosa. ¿Porque, qué conexión tiene la lengua Latina con las operaciones Quirúrgicas? ¿Dio Dios por ventura a ese Idioma, o a otro alguno del Mundo, virtud curativa de llagas, fístulas, contusiones, &c.? ¿Quién creerá tal desatino? Sin embargo, parece, que hay muchos, que lo creen; pues frecuentemente se oye celebrar, como dicha de un Pueblo, el que tienen en él un Cirujano Latino. Y el caso es, que tal vez, a título de su Latinidad, aceptan por Cirujano un pobre Barberillo, que apenas acierta a abrir un divieso.
43. Yo estoy tan lejos de apreciar la Latinidad en un Cirujano, que antes la miró como circunstancia, que justamente puede inducir a descartarle. De modo, que yo entre dos de igual pericia, o impericia en la Cirujía, uno Latino, y otro mero Romancista, si un Pueblo me consultase para la elección, le aconsejaría prefiriese el segundo. Supongo, que la Latinidad, así como de nada puede servir a la Cirujía, tampoco la puede dañar; pero colocada en un Cirujano poco hábil en su Arte, que no del todo ignora su insuficiencia, puede ocasionalmente causar grandes daños en el Pueblo, donde está recibido, por el camino que voy a decir.
44. Todo Cirujano indocto aspira a al reputación de Médico Farmacéutico; y si sabe Latín, fácilmente lo consigue teniendo dos, o tres libros de Medicina, de donde traslada las recetas; las cuales, por intempestivo que sea su uso, las más veces no matan; y aun cuando se siga la muerte del enfermo, queda pendiente la duda, de si el daño provino de la droga recetada, o de la inevitable malignidad de la dolencia; y para que se atribuya más a esta, que aquella, hace infinito la artificiosa faramalla del Médico homicida: recurso, que no tiene el Cirujano; porque así los yerros, como los aciertos de las operaciones Quirúrgicas, comúnmente se hacen patentes.
45. En atención, pues, a que el conocimiento de la [386] lengua Latina nada añade a la Ciencia del Cirujano, y puede ocasionalmente inducir muchos estragos en un Pueblo, aconsejo, que en vez de apreciar como útil en el Profesor de esta Facultad la circunstancia de la Gramática, se evite, como posiblemente nociva, y solo se atienda a las noticias más verosímiles, que se puedan adquirir, en orden a su habilidad, de los parajes adonde la ejerció.
46. En esta Ciudad de Oviedo tuvimos algunos años un excelente Cirujano Francés (D. Juan d`Elgar), natural de Bayona, que había estudiado la Cirujía en la gran Escuela de París. Dos veces fue propuesto para este Partido para este Partido por sujetos, que estaban ciertos de su grande habilidad. Pero contra los informes de éstos prevaleció la noticia de que no era Latino. Ni yo pude desvanecer esta simplicidad, por más que representé a algunos Caballeros encaprichados de ella, la ninguna conducencia de la lengua Latina, ni para la teórica, ni para la práctica de la Cirujía, añadiéndoles entre chanza, y veras, que en caso, que no pudiesen disentir a dicha inconducencia, yo les pondría en Latín lo que el Cirujano dictase, o escribiese en Francés. Nada sirvió entonces mi consejo. Pocos años después halló mejor disposición en los ánimos, y fue traido aquí Mons. d`Elgar, donde hizo curaciones admiradas de todos.
§. IX
47. Este error de preferir los Cirujanos Latinos a los que no entienden sino la lengua vulgar, creo procede este concepto, que comúnmente se hace, de que así de la Cirujía, como de todas las demás Ciencias, lo más, y mejor está escrito en Latín. Y esta persuasión pende de falta de noticias; siendo cierto, que de todas Ciencias, y Artes hay mucho, y muy excelente impreso en lengua Francesa, y mucho más de la Cirujía, que de todas las demás; porque este Arte ha muchos años se está cultivando en Francia con suma felicidad, y diariamente se van haciendo nuevos descubrimientos en él. No logran a la verdad, estos nuestros hábiles vecinos iguales progresos [387] en las demás Ciencias. Sería mucha dicha suya, y nuestra, si su aplicación hubiese fructificado tanto en la Farmacéutica, como en la Quirúrgica. Pero el Autor de la Naturaleza escondió en más retirados senos las luces necesarias para la primera, que las que dirijen en la segunda; sin que a nuestra especulación toque, así en esta, como en otras muchas cosas, indagar los designios de la Divina Providencia.
48. Sin embargo, no pudiendo negarse, que en Francia, de mucho tiempo a esta parte, se cultiva con más conato, que en otras naciones, y con grandes ventajas sobre la nuestra, todas aquellas Facultades, de cuya acertada práctica pueden resutar grandes comodidades para el Público, ignoradas en los pasados siglos; es preciso reconocer, que lectura en los libros Franceses, y por consiguiente el conocimiento de su lengua, no es, si no absolutamente necesario, por lo menos utilísimo.
§. X
49. No ignoro, que muchos de nuestros Nacionales desprecian, como superflua, la lectura de los libros Franceses, y algunos temen, como nociva. Los primeros no tienen otro fundamento, que el errado dictamen, de que cuanto escriben, o han escrito los Franceses en su lengua lo tenemos acá superabundante en la Castellana, y en la Latina. Los segundos dicurren por superior, y más racional motivo. Esto es, que hay muchos libros Franceses, cuya lectura es peligrosa para la Religión.
50. Es cierto, que salen en Francia algunos libros a luz, que nunca debieran aparecer, o al momento que salen de la prensa, debieran sepultarse en una inaccesible profundidad. Si son muchos, o pocos, no me atrevo a decirlo. Pero no dudaré asegurar, que entre los innumerables Escritos, que produce la literatura Francesa, es incomparablemente mayor el número de los buenos, que el de los malos. ¿Pues por que se ha de condenar indiscriminadamente [388] la lectura de todos? ¿Por qué han de perecer los inocentes, envueltos con los culpados? ¿No podemos aprovechar el trigo, dejando allí la cizaña? Y en caso, que por descuido, o por malicia, se introduzca acá alguna cizaña, ¿no hay acá manos destinadas para entresacarla, y arrojarla al fuego?
51. Si separaveris pretiosum a vili (dijo Dios a Jeremías), quasi os meum eris (cap. 15). Si separareis lo precioso de lo vil, serás como mi boca. ¿Qué tiene de particular la boca de Dios, como contradistinta de las bocas de los hombres? El que en la boca de Dios solo se halla lo precioso, separado de lo vil; esto es, la verdad pura, enteramente separada del error. En las bocas de los hombres anda mezclado lo vil con lo precioso; el error con la verdad. Dios, que nec fallere potest, nec falli, no articula sino verdades: los hombres todo lo mezclan, y confunden, lo cierto con lo falso, y lo dudoso. Será pues, como la boca Divina la boca humana, que despreciando lo falso, y desembarazándose, como pueda, de lo dudoso, solo vierta por los labios lo verdadero.
52. Esto piden la Religión, y la razón, que hagamos con los libros Franceses. ¿Por qué entre Naciones vecinas, y amigas, a quienes es recíprocamente permitido el comercio civil, y político, se ha de negar el tráfico más noble de todos, que es el literario? Confieso, que este comercio puede ocasionarnos un daño análogo a aquel, que los años pasados padeció Marsella, cuando el contagio, embebido en unas estrofas, tranportadas del Oriente, a aquella Ciudad, causaron en ella los horrendos estragos, que sabe todo el mundo. Mediante el comercio literario puede introducirse una peste literaria, no menos funesta para las almas, que lo fue la de Marsella para los cuerpos. Pero como se sabe, que en ésta el daño provino de haber omitido las precauciones, que en tales casos se consideraron necesarias; para conservarnos acá indemnes de la peste mental del error en materia de Religión, parece no son menester más diligencias, que las que hasta ahora se han [389] practicado; pues esas solas bastaron para que en España se conserve muy pura la Fe; no obstante, que de mucho tiempo a esta parte son muchos los que frecuentan la lectura de los libros Franceses.
§. XI
53. Mas si se pretenden providencias, que alejen más que todo el riesgo; yo me ofrezco a proponer una, que sobre ser muy practicable, y muy eficaz, para el fin expresado, puesto en ejecución, hará nuestro comercio literario con la Francia mucho más lucrativo para nosotros, dentro de su línea, con mucho menos dispendio del interés pecuniario.
54. Hágome la cuenta (que ciertamente no es muy alegre), de que habrá en España, por lo menos, hasta tres mil sujetos de varias clases, y estados, que mediante la lectura, entienden bastantemente la lengua Francesa. Paréceme asimismo, que sin temeridad puedo suponer, que en estos tres mil habrá treinta, o cuarenta capaces de traducir un libro de la lengua Francesa a la Española. ¡Oh cuantos pensarán, que en este cálculo me estrechó demasiado, siendo muchos los que están persuadidos, a que para traducir de lengua a lengua, no se necesita más, que la inteligencia de una, y otra! ¡Qué error! Es necesaria tanta habilidad para traducir bien, que estoy por decir, que más fácilmente se hallarán buenos Autores originales, que buenos Traductores.
55. Mas por mucha habilidad, que pida el traducir bien, no es dudable, que hay en España sujetos, y no muy pocos, capaces de hacerlo. Si éstos, o algunos de ellos, o por propio arbitrio, o por influjo del Príncipe, y de sus Minsitros, se dedican a esta ocupación, ejerciendo su talenteo, en aquellos libros Franceses, de quienes hay noticia que son estimados en Francia, y otras Naciones, harían dos grandes beneficios a la nuestra. El primero, extender acá la mucha, y varia erudición, contenida en esos libros, que puesta en nuestra lengua, todos los Españoles podrían gozarla, y no solo el corto número de los que [390] entienden la Francesa. El segundo, que ahorrarían a España el mucho dinero, que se transifiere a Francia en la compra de sus libros.
56. Otra utilidad muy considerable, respectiva a la Religión, se seguiría de este Tráfico literario. Esto es, que traduciéndose acá los libros, que incluyan alguna, aunque pequeña parte de doctrina perniciosa, aun cuando no la adviertan los mismos Traductores (pues supongo, que no todos sean Teólogos), entre la multitud de los que lean esos libros traducidos, habrá un gran número de sujetos, capaces de notar los errores envueltos en ellos, y ponerlos en la noticia de los Magistrados, diputados a preservar de esa pestilencia a los Pueblos; lo que acaso, sin la traducción, se retardaría meses, y años; porque son pocos acá los Teólogos inteligentes de la lengua Francesa.
57. Los Españoles, que en sí mismos reconozcan alguna aptitud para convertir el Francés en Castellano, a la vista tienen dos ejemplos de reciente data, oportunísimos para excitarlos a la imitación en beneficio de su Patria: El primero, en la traducción, que la ilustre, y literata Señora Doña María Catalina de Caso hizo el excelente tratado de los Estudios, que compuso Mons. Rollin, obra de suma utilidad, no solo para hacer más fructuosa, y perfecta en su línea la enseñanza de las primeras letras; mas también para empezar a imprimir en la juventud, por el ingenioso modo, que prescribe el Autor, para esa enseñanza, el amor de casi todas las virtudes morales, y odio de los vicios opuestos. El segundo, en la traducción, que hizo el erudito P. Terreros, Maestro de Matemáticas en el Colegio de Nobles de Madrid, de los ocho Tomos del Espectáculo de la Naturaleza, la que servirá (la traducción digo) a retener dentro de España una mediana porción de dinero; porque la copia de noticias importantes, y amenas, conenidas en aquella Obra, movería a que los inteligentes de la lengua Francesa, y amantes de la buena literatura, lo trasladasen a Francia.
58. Esta Obra del Espectáculo de la Naturaleza, que [391] no incluye menos de intrucción Moral, y Teológica, que de ciencia Física, sirve grandemente a la edificación de los Lectores; porque su piadoso Autor, el Abad Pluche, en la rica colección, que presenta de las Maravillas de la Naturaleza, oportunamente mezcla utilísimas Reflexiones, que conducen el espíritu a la admiración, y amor del sapientísimo, y beneficentísimo Autor de ella.
59. Pero, señor mío, ya siento muy fatigada la mano, y nada menos la cabeza; lo que Vmd. no extrañará, luego que sepa (y muy luego lo sabrá), que al tiempo, que concluyo esta Carta, me hallo puntualmente con ochenta y dos años, nueve meses, y seis días de edad. Oviedo, y Julio 14 de 1759.